RAFAEL ALBERTI (1902-1999) Nació el 16 de diciembre de 1902 en El Puerto de Santa María
(Cádiz). Estudió en el Colegio de San Luis Gonzaga de los jesuitas. En 1917 la
familia se trasladó a Madrid. Ese mismo año se le despierta la vocación por la
pintura; la literaria lo haría en 1921. En 1923 sufrió una incipiente
tuberculosis que le obligó a pasar unos meses en la sierra de Guadarrama, en
donde comenzó a escribir su primer libro. En 1925 recibió el Premio Nacional de
Literatura por Marinero en tierra. En 1930 se casó con la escritora María
Teresa León. En 1934 fundó junto con su mujer la revista Octubre y asistió en
Moscú al Primer Congreso de Escritores Soviéticos. En 1936 comenzará una
intensa campaña a favor del Frente Popular. En 1939 un largo destierro le llevó
a Francia (1939-1940), Argentina (1940-1963) e Italia (1963-1977). Durante estos
años conoció numerosos países hispanoamericanos y europeos. En 1965 recibió el
Premio Lenin de la Paz. En abril de 1977 regresó a España y fue elegido
diputado por el Partido Comunista. En 1981 recibió el Premio Nacional de Teatro
y, en 1983, el Premio Cervantes. En 1985 fue nombrado doctor honoris causa por
la Universidad de Cádiz. En 1990 se casó con la escritora 1990 María Asunción
Mateo. En 1996 fue nombrado Alcalde Honorífico del Ayuntamiento de El Puerto de
Santa María, donde falleció el 28 de Octubre de 1999.
Rafael Alberti es autor de una dilatada obra literaria, en
la que cultiva diferentes géneros. De los libros poéticos que ha publicado
destacan Marinero en tierra (1925), La amante (1926), El alba del alhelí
(1927), Cal y canto (1929), Sobre los ángeles (1929), De un momento a otro
(1937), Entre el clavel y la espada (1941), A la pintura (1945), Retornos de lo
vivo lejano (1952), Baladas y canciones del Paraná (1954), Roma, peligro para
caminantes (1968), Canciones del Alto Valle del Aniene (1972), Versos sueltos
de cada día (1982), Los hijos del Drago y otros poemas (1986) y Canciones para
Altair, publicado por primera vez en la edición de las Obras completas, de
1988. De su obra en prosa cabe citar especialmente La arboleda perdida, un
libro de memorias, que conoció una primera edición en 1948 y una segunda en
1959, y que abarcaba hasta el año 1931. En 1987 apareció el segundo volumen de
esta obra, y en 1996 el tercero.
Amaranta
…calzó de
viento… GÓNGORA
Rubios,
pulidos senos de Amaranta
por una
lengua de lebrel limados.
Pórticos de
limones desviados
por el canal
que asciende a tu garganta.
Rojo, un
puente de rizos se adelanta
e incendia
tus marfiles ondulados.
Muerde,
heridor, tus dientes desangrados,
y corvo, en vilo, al viento te levanta.
La soledad,
dormida en la espesura,
calza su pie
de céfiro y desciende
del olmo
alto al mar de la llanura.
Su cuerpo en
sombra, oscuro, se le enciende,
y
gladiadora, como un ascua impura,
entre
Amaranta y su amor se tiende.
(Calicanto,
1926-1927)
Defensa de
Madrid
Madrid, corazón de España,
late con
pulsos de fiebre.
Si ayer la
sangre le hervía,
hoy con más
calor le hierve.
Ya nunca
podrá dormirse,
porque si
Madrid se duerme,
querrá
despertarse un día
y el alba no
vendrá a verle.
No olvides,
Madrid, la guerra;
jamás
olvides que enfrente
los ojos del
enemigo
te echan miradas de muerte.
Rondan por
tu cielo halcones
que precipitarse
quieren
sobre tus
rojos tejados,
tus calles,
tu brava gente.
Madrid: que
nunca se diga,
nunca se
publique o piense
que en el
corazón de España
la sangre se
volvió nieve.
Fuentes de
valor y hombría
las guardas
tú donde siempre.
Atroces ríos
de asombro
han de
correr de esas fuentes.
Que cada
barrio a esa hora,
si esa mal
hora viniere
–hora que no vendrá-, sea
más que la
plaza más fuerte.
Los hombres,
como castillos;
igual que
almenas sus frentes,
grandes
murallas sus brazos,
puertas que
nadie penetre.
Quien al
corazón de España
quiera
asomarse, que llegue.
¡Pronto!
Madrid está cerca.
Madrid sabe
defenderse
con uñas,
con pies, con codos,
con
empujones, con dientes,
panza
arriba, arisco, recto,
duro, al pie
del agua verde
del Tajo, en
Navalperal,
en Sigüenza,
en donde suenen
balas y
balas que busquen
helar su
sangre caliente.
Madrid,
corazón de España,
que es de
tierra, dentro tiene,
si se le
escarba, un gran hoyo,
profundo,
grande, imponente,
como un
barranco que aguarda…
Sólo en él
cabe la muerte.
(De un
momento a otro, 1934-1938)
Han descuajado
un árbol…
Han
descuajado un árbol. Esta misma mañana,
el viento
aún, el sol, todos los pájaros
lo
acariciaban buenamente. Era
dichoso y
joven, cándido y erguido,
con una
clara vocación de cielo
y con un
alto porvenir de estrellas.
Hoy, a la
tarde, yace como un niño
desenterrado
de su cuna, rotas
las dulces
piernas, la cabeza hundida,
desparramado
por la tierra y triste,
todo
deshecho en hojas,
en llanto
verde todavía, en llanto.
Esta noche
saldré –cuando ya nadie
pueda mirarlo,
cuando ya esté solo
a cerrarle
los ojos y a cantarle
esa misma
canción que esta mañana
en su pasar
le susurraba el viento.
(Poemas de
Punta del Este, 1945-1956)
Lo que dejé
por ti
Ah! Cchi nun
vede sta parte de monno
Nun za
nnemmanco pe eche ccosa é nnato.
G. G. BELLI
Dejé por ti
mis bosques, mi perdida
arboleda,
mis perros desvelados,
mis
capitales años desterrados
hasta casi
el invierno de la vida.
Dejé un
temblor, dejé una sacudida,
un resplandor
de ruegos no apagados,
dejé mi
sombra en los desesperados
ojos
sangrantes de la despedida.
Dejé palomas
tristes junto a un río,
caballos sobre
el sol de las arenas,
dejé de oler
la mar, dejé de verte.
Dejé por ti
todo lo que era mío,
dame tú,
Roma, a cambio de mis penas,
tanto como
dejé para tenerte.
(Roma,
peligro para caminantes, 1964-1967)
Ven, mi
amor, en la tarde..
Ven, mi
amor, en la tarde del Aniene
y siéntate
conmigo a ver el viento.
Aunque no
estés, mi solo pensamiento
es ver
contigo el viento que va y viene.
Tú no te
vas, porque mi amor te tiene.
Yo no me
iré, pues junto a ti me siento
más vida de
tu sangre, más tu aliento,
más luz del
corazón que me sostiene.
Tú no te
irás, mi amor, aunque lo quieras.
Tú no te
irás, mi amor, y si te fueras,
aun yéndote,
mi amor, jamás te irías.
Es tuya mi
canción, en ella estoy.
Y en ese
viento que va y viene voy.
Y en ese
viento siempre me verías.
(Los hijos del
Drago y otros poemas, 1986)
A UN CAPITÁN DE NAVÍO
Homme libre, toujours tu chériras la mer.
C. Baudelaire
Sobre tu nave —un plinto verde de algas marinas,de moluscos, de conchas, de esmeralda estelar,
capitán de los vientos y de las golondrinas,
fuiste condecorado por un golpe de mar.
Por ti los litorales de frentes serpentinas
desenrollan, al paso de tu arado, un cantar:
—Marinero, hombre libre que los mares declinas,
dinos los radiogramas de tu estrella Polar.
Buen marinero, hijo de los llantos del norte,
limón del mediodía, bandera de la corte
espumosa del agua, cazador de sirenas;
todos los litorales amarrados del mundo
pedimos que nos lleves en el surco profundo
de tu nave, a la mar, rotas nuestras cadenas.
*******
A Federico García Lorca
Sal tú, bebiendo campos y ciudades,
en largo ciervo de agua convertido,
hacia el mar de las albas claridades,
del martín-pescador mecido nido;
que yo saldré a esperarte amortecido,
hecho junco, a las altas soledades
herido por el aire y requerido
por tu voz, sola entre las tempestades.
Deja que escriba, débil junco frío,
mi nombre en esas aguas corredoras,
que el viento llama, solitario, río.
Disuelto ya en tu nieve el nombre mío,
vuélvete a tus montañas trepadoras
ciervo de espuma, rey del monterío.
(De «Marinero en tierra»)
*******
Tal vez, oh mar...
Tal vez, oh mar, mi voz ya esté cansada
y le empiece a faltar aquella trasparencia,
aquel arranque igual al tuyo, aquello
que era tan parecido a tu oleaje.
Han pasado los años por mí, sus duras olas
han mordido la piedra de mi vida,
y al viento de este ocaso playero ya la miro
doblándose en las húmedas arenas.
Tú, no; tú sigues joven, con esa voz de siempre
y esos ojos azules renovados
que ven hundirse, insomnes, las edades.
(De «Poemas de Punta del Este»)
EL
ALBA DENOMINADORA
A embestidas suaves y rosas, la madrugada te iba poniendo nombres:
Sueño equivocado, Ángel sin salida, Mentira de lluvia en bosque.
Al lindero de mi alma, que recuerda los ríos,
indecisa, dudó, inmóvil:
¿Vertida estrella, Confusa luz en llanto, Cristal sin voces?
No.
Error de nieve en agua, tu nombre.
Sueño equivocado, Ángel sin salida, Mentira de lluvia en bosque.
Al lindero de mi alma, que recuerda los ríos,
indecisa, dudó, inmóvil:
¿Vertida estrella, Confusa luz en llanto, Cristal sin voces?
No.
Error de nieve en agua, tu nombre.
MUERTE Y
JUICIO
1
(MUERTE)
A un
niño, a un solo niño que iba para piedra nocturna,
para ángel indiferente de una escala sin cielo...
Mirad. Conteneos la sangre, los ojos.
A sus pies, él mismo, sin vida.
No aliento de farol moribundo,
ni jadeada amarillez de noche agonizante,
sino dos fósforos fijos de pesadilla eléctrica,
clavados sobre su tierra en polvo, juzgándola.
Él, resplandor sin salida, lividez sin escape, yacente,
juzgándose.
para ángel indiferente de una escala sin cielo...
Mirad. Conteneos la sangre, los ojos.
A sus pies, él mismo, sin vida.
No aliento de farol moribundo,
ni jadeada amarillez de noche agonizante,
sino dos fósforos fijos de pesadilla eléctrica,
clavados sobre su tierra en polvo, juzgándola.
Él, resplandor sin salida, lividez sin escape, yacente,
juzgándose.
2
(JUICIO)
Tizo
electrocutado, infancia mía de ceniza, a mis pies, tizo yacente.
Carbunclo hueco, negro, desprendido de un ángel que iba para piedra nocturna,
para límite entre la muerte y la nada.
Tú: yo: niño.
Bambolea el viento un vientre de gritos anteriores al mundo
a la sorpresa de la luz en los ojos de los reciennacidos,
al descenso de la vía láctea a las gargantas terrestres.
Niño.
Una cuna de llamas de norte a sur,
de frialdad de tiza amortajada en los yelos,
a fiebre de paloma agonizando en el área de una bujía;
una cuna de llamas meciéndote las sonrisas, los llantos.
Niño.
Las primeras palabras abiertas en las penumbras de los sueños sin nadie,
en el silencio rizado de las albercas o en el eco de los jardines,
devoradas por el mar y ocultas hoy en un hoyo sin viento.
Muertas, como el estreno de tus pies en el cansancio frío de una escalera.
Niño.
Las flores, sin piernas para huir de los aires crueles,
de su espoleo continuo al corazón volante de las nieves y los pájaros,
desangradas en un aburrimiento de cartillas y pizarrines.
4 y 4 son 18. Y la X, una K, una H, una J.
Niño.
En un trastorno de ciudades marítimas sin escrúpulos,
de mapas confundidos y desiertos barajados,
atended a unos ojos que preguntan por los afluentes del cielo,
a una memoria extraviada entre nombres y fechas.
Niño.
Perdido entre ecuaciones, triángulos, fórmulas y precipitados azules,
entre el suceso de la sangre, los escombros y las coronas caídas,
cuando los cazadores de oro y el asalto a la banca,
en el rubor tardío de las azoteas
voces de ángeles te anunciaron la botadura y pérdida de tu alma.
Niño.
Y como descendiste al fondo de las mareas,
a las urnas donde el azogue, el plomo y el hierro pretenden ser humanos,
tener honores de vida,
a la deriva de la noche tu traje fue dejándote solo.
Niño.
Desnudo, sin los billetes de inocencia fugados en sus bolsillos,
derribada en tu corazón y sola su primera silla,
no creíste ni en Venus, que nacía en el compás abierto de tus brazos.
ni en la escala de plumas que tiende el sueño de Jacob al de Julio Verne.
Niño.
Para ir al infierno no hace falta cambiar de sitio ni postura.
Carbunclo hueco, negro, desprendido de un ángel que iba para piedra nocturna,
para límite entre la muerte y la nada.
Tú: yo: niño.
Bambolea el viento un vientre de gritos anteriores al mundo
a la sorpresa de la luz en los ojos de los reciennacidos,
al descenso de la vía láctea a las gargantas terrestres.
Niño.
Una cuna de llamas de norte a sur,
de frialdad de tiza amortajada en los yelos,
a fiebre de paloma agonizando en el área de una bujía;
una cuna de llamas meciéndote las sonrisas, los llantos.
Niño.
Las primeras palabras abiertas en las penumbras de los sueños sin nadie,
en el silencio rizado de las albercas o en el eco de los jardines,
devoradas por el mar y ocultas hoy en un hoyo sin viento.
Muertas, como el estreno de tus pies en el cansancio frío de una escalera.
Niño.
Las flores, sin piernas para huir de los aires crueles,
de su espoleo continuo al corazón volante de las nieves y los pájaros,
desangradas en un aburrimiento de cartillas y pizarrines.
4 y 4 son 18. Y la X, una K, una H, una J.
Niño.
En un trastorno de ciudades marítimas sin escrúpulos,
de mapas confundidos y desiertos barajados,
atended a unos ojos que preguntan por los afluentes del cielo,
a una memoria extraviada entre nombres y fechas.
Niño.
Perdido entre ecuaciones, triángulos, fórmulas y precipitados azules,
entre el suceso de la sangre, los escombros y las coronas caídas,
cuando los cazadores de oro y el asalto a la banca,
en el rubor tardío de las azoteas
voces de ángeles te anunciaron la botadura y pérdida de tu alma.
Niño.
Y como descendiste al fondo de las mareas,
a las urnas donde el azogue, el plomo y el hierro pretenden ser humanos,
tener honores de vida,
a la deriva de la noche tu traje fue dejándote solo.
Niño.
Desnudo, sin los billetes de inocencia fugados en sus bolsillos,
derribada en tu corazón y sola su primera silla,
no creíste ni en Venus, que nacía en el compás abierto de tus brazos.
ni en la escala de plumas que tiende el sueño de Jacob al de Julio Verne.
Niño.
Para ir al infierno no hace falta cambiar de sitio ni postura.
CANCIÓN
8
Hoy las
nubes me trajeron,
volando, el mapa de España.
¡Qué pequeño sobre el río,
y qué grande sobre el pasto
la sombra que proyectaba!
Se le llenó
de caballos
la sombra que proyectaba.
Yo, a caballo, por su sombra
busqué mi pueblo y mi casa.
Entré en el
patio que un día
fuera una fuente con agua.
Aunque no estaba la fuente,
la fuente siempre sonaba.
Y el agua que no corría
volvió para darme agua.
CORRIDA DE TOROS
De sombra,
sol y muerte, volandera
grana zumbando, el ruedo gira herido
por un clarín de sangre azul torera.
Abanicos de
aplausos, en bandadas,
descienden, giradores, del tendido,
la ronda a coronar de los espadas.
Se hace
añicos el aire, y violento,
un mar por media luna gris mandado
prende fuego a un farol que apaga el viento.
¡Buen
caballito de los toros, vuela,
sin más jinete de oro y plata, al prado
de tu gloria de azúcar y canela!
Cinco picas
al monte, y cinco olas
sus lomos empinados convirtiendo
en verbena de sangre y banderolas.
Carrusel de
claveles y mantillas
de luna macarena y sol, bebiendo,
de naranja y limón, las banderillas.
Blonda
negra, partida por dos bandas,
de amor injerto en oro la cintura,
presidenta del cielo y las barandas,
rosa en el palco
de la muerte aún viva,
libre y por fuera sanguinaria y dura,
pero de corza el corazón, cautiva.
Brindis,
cristiana mora, a ti, volando,
cuervo mudo y sin ojos, la montera
del áureo espada que en el sol lidiando
y en la
sombra, vendido, de puntillas,
da su junco a la media luna fiera,
y a la muerte su gracia, de rodillas.
Veloz, rayo
de plata en campo de oro
nacido de la arena y suspendido,
por un estambre, de la gloria, al toro,
mar
sangriento de picas coronado,
en Dolorosa grana convertido,
centrar el ruedo manda, traspasado.
Feria de
cascabel y percalina,
muerta la media luna gladiadora,
de limón y naranja, remolina
de la
muerte, girando, y los toreros,
bajo una alegoría voladora
de palmas, abanicos y sombreros.
EL ÁNGEL DE
LOS NÚMEROS
Vírgenes con escuadras
y compases, velando
las celestes pizarras.
Y el ángel de los números,
pensativo, volando,
del 1 al 2, del 2
al 3, del 3 al 4.
Tizas frías y esponjas
rayaban y borraban
la luz de los espacios.
Ni sol, luna, ni estrellas,
ni el repentino verde
del rayo y el relámpago,
ni el aire. Sólo nieblas.
Vírgenes sin escuadras,
sin compases, llorando.
Y en las muertas pizarras,
el ángel de los números,
sin vida, amortajado
sobre el 1 y el 2,
sobre el 3, sobre el 4...
PIRATA
Pirata
de mar y cielo,
si no fui ya, lo seré.
Si no robé
la aurora de los mares,
si no la robé,
ya la robaré.
Pirata de
cielo y mar,
sobre un cazatorpederos,
con seis fuertes marineros,
alternos, de tres en tres.
Si no robé
la aurora de los cielos,
si no la robé,
ya la robaré.
Si
Garcilaso volviera,
yo sería su escudero;
que buen caballero era.
yo sería su escudero;
que buen caballero era.
Mi
traje de marinero
se trocaría en guerrera
ante el brillar de su acero;
que buen caballero era.
se trocaría en guerrera
ante el brillar de su acero;
que buen caballero era.
¡Qué
dulce oírle, guerrero,
al borde de su estribera!
En la mano, mi sombrero;
que buen caballero era.
al borde de su estribera!
En la mano, mi sombrero;
que buen caballero era.
Si mi
voz muriera en tierra
llevadla al nivel del mar
y dejadla en la ribera.
Llevadla al nivel del mar
y nombardla capitana
de un blanco bajel de guerra.
¡Oh
mi voz condecorada
con la insignia marinera:
sobre el corazón un ancla
y sobre el ancla una estrella
y sobre la estrella el viento
y sobre el viento la vela!
CON ÉL
Zarparé, al alba, del Puerto,
hacia Palos de Moguer,
sobre una barca sin remos.
De noche, solo, ¡a la mar!
y con el viento y contigo!
Con tu barba negra tú,
yo barbilampiño.
EL TONTO DE
RAFAEL
(Autorretrato burlesco)
Por
las calles, ¿quién aquél?
¡El tonto de Rafael!
Tonto llovido del cielo,
del limbo, sin un ochavo.
Mal pollito colipavo,
sin plumas, digo, sin pelo.
¡Pío-pic!, pica, y al vuelo
todos le pican a él.
¿Quién aquél?
¡El tonto de Rafael!
Tan campante, sin carrera,
no imperial, sí tomatero,
grillo tomatero, pero
sin tomate en la grillera.
Canario de la fresquera,
no de alcoba o mirabel.
¿Quién aquél?
¡El tonto de Rafael!
Tontaina tonto del higo,
rodando por las esquinas
bolas, bolindres, pamplinas
y pimientos que no digo.
Mas nunca falta un amigo
que le mendigue un clavel.
¿Quién aquél?
¡El tonto de Rafael!
Patos con gafas, en fila,
lo raptarán tontamente
en la berlina inconsciente
de San Jinojito el lila.
¿Qué runrún, qué retahíla
sube el cretino eco fiel?
¡Oh, oh, pero si es aquél
el tonto de Rafael!
TRES
RECUERDOS DEL CIELO
Homenaje a
Gustavo Adolfo Bécquer.
PRÓLOGO
No habían
cumplido años ni la rosa ni el arcángel.
Todo, anterior al balido y al llanto.
Cuando la luz ignoraba todavía
si el mar nacería niño o niña.
Cuando el viento soñaba melenas que peinar
y claveles el fuego que encender y mejillas
y el agua unos labios parados donde beber.
Todo, anterior al cuerpo, al nombre y al tiempo.
Entonces yo recuerdo que, una vez, en el cielo...
Todo, anterior al balido y al llanto.
Cuando la luz ignoraba todavía
si el mar nacería niño o niña.
Cuando el viento soñaba melenas que peinar
y claveles el fuego que encender y mejillas
y el agua unos labios parados donde beber.
Todo, anterior al cuerpo, al nombre y al tiempo.
Entonces yo recuerdo que, una vez, en el cielo...
PRIMER RECUERDO
... una
azucena tronchada...
G.A.BÉCQUER.
Paseaba con
un dejo de azucena que piensa,
casi de pájaro que sabe ha de nacer.
Mirándose sin verse a una luna que le hacía espejo el sueño
y a un silencio de nieve que le elevaba los pies.
A un silencio asomada.
Era anterior al arpa, a la lluvia y a las palabras.
No sabía.
Blanca alumna del aire,
temblaba con las estrellas, con la flor y los árboles.
Su tallo, su verde talle.
Con las estrellas mías
que, ignorantes de todo,
por cavar dos lagunas en sus ojos
la ahogaron en dos mares.
Y recuerdo...
Nada más: muerta, alejarse.
casi de pájaro que sabe ha de nacer.
Mirándose sin verse a una luna que le hacía espejo el sueño
y a un silencio de nieve que le elevaba los pies.
A un silencio asomada.
Era anterior al arpa, a la lluvia y a las palabras.
No sabía.
Blanca alumna del aire,
temblaba con las estrellas, con la flor y los árboles.
Su tallo, su verde talle.
Con las estrellas mías
que, ignorantes de todo,
por cavar dos lagunas en sus ojos
la ahogaron en dos mares.
Y recuerdo...
Nada más: muerta, alejarse.
SEGUNDO RECUERDO
... rumor de
besos y batir de alas...
G.A.BÉCQUER.
También
antes,
mucho antes de la rebelión de las sombras,
de que al mundo cayeran plumas incendiadas
y un pájaro pudiera ser muerto por un lirio.
Antes, antes que tú me preguntaras
el número y el sitio de mi cuerpo.
Mucho antes del cuerpo.
En la época del alma.
Cuando tú abriste en la frente sin corona del cielo
la primera dinastía del sueño.
Cuando tú, al mirarme en la nada,
inventaste la primera palabra.
Entonces, nuestro encuentro.
mucho antes de la rebelión de las sombras,
de que al mundo cayeran plumas incendiadas
y un pájaro pudiera ser muerto por un lirio.
Antes, antes que tú me preguntaras
el número y el sitio de mi cuerpo.
Mucho antes del cuerpo.
En la época del alma.
Cuando tú abriste en la frente sin corona del cielo
la primera dinastía del sueño.
Cuando tú, al mirarme en la nada,
inventaste la primera palabra.
Entonces, nuestro encuentro.
TERCER RECUERDO
... detrás
del abanico de plumas de oro...
G.A.BÉCQUER.
Aún los
valses del cielo no habían desposado al jazmín y la
nieve,
ni los aires pensado en la posible música de tus cabellos,
ni decretado el rey que la violeta se enterrara en un libro.
No.
Era la era en que la golondrina viajaba
sin nuestras iniciales en el pico.
En que las campanillas y las enredaderas
morían sin balcones que escalar y estrellas.
La era
en que al hombro de un ave no había flor que apoyara la cabeza.
Entonces, detrás de tu abanico, nuestra luna primera.
nieve,
ni los aires pensado en la posible música de tus cabellos,
ni decretado el rey que la violeta se enterrara en un libro.
No.
Era la era en que la golondrina viajaba
sin nuestras iniciales en el pico.
En que las campanillas y las enredaderas
morían sin balcones que escalar y estrellas.
La era
en que al hombro de un ave no había flor que apoyara la cabeza.
Entonces, detrás de tu abanico, nuestra luna primera.
NOCTURNO
Cuando tanto
se sufre sin sueño y por la sangre
se escucha que transita solamente la rabia,
que en los tuétanos tiembla despabilado el odio
y en las médulas arde continua la venganza,
las palabras entonces no sirven: son palabras.
se escucha que transita solamente la rabia,
que en los tuétanos tiembla despabilado el odio
y en las médulas arde continua la venganza,
las palabras entonces no sirven: son palabras.
Balas.
Balas.
Manifiestos,
artículos, comentarios, discursos,
humaredas perdidas, neblinas estampadas.
¡qué dolor de papeles que ha de barrer el viento,
qué tristeza de tinta que ha de borrar el agua!
humaredas perdidas, neblinas estampadas.
¡qué dolor de papeles que ha de barrer el viento,
qué tristeza de tinta que ha de borrar el agua!
Balas.
Balas.
Ahora sufro
lo pobre, lo mezquino, lo triste,
lo desgraciado y muerto que tiene una garganta
cuando desde el abismo de su idioma quisiera
gritar lo que no puede por imposible, y calla.
lo desgraciado y muerto que tiene una garganta
cuando desde el abismo de su idioma quisiera
gritar lo que no puede por imposible, y calla.
Balas.
Balas.
Siento esta
noche heridas de muerte las palabras.
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