Antonio de Mello, en "Autoliberación interior", explicaba en relación a la verdad de uno mismo, la forma de descubrirlo:
La vida observada
A veces te sientes mal, hecho un lío, no sabes funcionar solo y te vas al psicólogo a que te arregle. El psicólogo no puede hacer nada que tú no hagas. No puede conseguir nada que tú no estés dispuesto a hacer. Puede escucharte y ayudar a que tú mismo vayas aclarándote mientras hablas. En verdad, lo que haces allí es observarte, y eso es lo que has de hacer tú, pero de continuo. Yo soy psicólogo y puedo decirte que la terapia, la mayoría de las veces, lo que hace es un intercambio de problemas: te quita uno, pero te mete otro.
La espiritualidad es la que intenta solucionarte. Busca solucionar el problema del yo, que es el que está generando los problemas que te llevan al psicólogo y al psiquiatra. La espiritualidad va directamente a la raíz, a rescatar tu yo, el auténtico, que está ahogado por barreras que no lo dejan ser libremente.
El hacer esfuerzos por cambiar es contraproducente, pues lo que te va a cambiar es la verdad: observar la verdad y comprender que tu programación no te deja ser tú mismo. El observador es lo que te va a cambiar. "La vida no observada, no examinada, no vale la pena vivirla, porque no es vida", decía Sócrates.
Es preciso darse cuenta de todas las reacciones que surgen al mirar a una persona, un paisaje o a uno mismo. Observa cómo sueles reaccionar frente a determinadas situaciones. Mirar con objetividad, como si no fueras tú, tomando conciencia de lo que pasa dentro y fuera de ti, estando atento (como cuando conduces). Hacerlo sin juicios valorativos, porque si te pones etiquetas, ya no ves las cosas como son. Caer en la cuenta, sin prejuicios, sólo entendiéndolo.
Si no cambiamos espontáneamente es porque ponemos resistencia. En cuanto descubramos los motivos de la resistencia, sin reprimirla ni rechazarla, ella misma se disolverá. Cuando en nosotros hay sensibilidad, no se necesita violencia alguna para conseguir las cosas que necesitamos, pues todo se resuelve entendiendo, comprendiendo; y nos sorprendemos al ver cómo todo se resuelve según comprendemos la realidad y no luchemos contra ella.
Tenemos que darnos cuenta de que, con la palabra, o con el pensamiento, solemos etiquetar las cosas y las personas, y luego, como consecuencia de ello, vivimos el personaje de la etiqueta, y no la persona. Ponerse en contacto con la realidad es mirar ésta sin querer interpretarla, ni cambiar nada, sino dejar que la realidad cambie el orden de las cosas luciendo por sí misma.
Para ser como Jesús, has de ser tú mismo, sin copiar a nadie, pues todo lo auténtico es lo real, como real era Jesús.
Como ejercicio de observación se propone el 30 de su libro: "Sadhana. Un camino de oración".
Consciencia del pasado
En este ejercicio se trata de que veas tu día completo como
en una película. Supongamos que realizas este ejercicio por la noche: pasa la
película del día, en sentido inverso, de atrás hacia adelante, una escena en
cada momento, hasta que llegues a la primera escena de la mañana, el primer
instante de tu despertar.
Por ejemplo, ¿qué es lo último que has hecho antes de
comenzar con este ejercicio? Entraste en esta habitación, te sentaste en la
silla y te acondicionaste para hacer la oración. Esta será la escena que
aparecerá en primer lugar a tu contemplación. ¿Qué pasó antes de esto? Que
entraste en la habitación. Esta será la segunda escena. ¿Y antes de eso? Te
paraste a charlar con un amigo cuando venías a casa. Esta será la tercera
escena…
Toma una escena por separado, una unidad de acciones y
observa todo lo que haces, piensas, sientes en ella. No trates de revivir la
escena. A diferencia de los ejercicios anteriores sobre la fantasía, no tienes
que tomar parte en estos acontecimientos, como si se realizasen de nuevo.
Limítate simplemente a observarlos como espectador. Míralos de forma
distanciada, como lo haría un observador neutral.
Ante todo, dedica algún tiempo a pacificarte, ya que este ejercicio
requiere gran quietud interior… Realiza uno de los ejercicios de
conscienciación para lograrlo y sitúate en el momento presente…
Comienza ahora a pasar el filme, retrocediendo a cada uno de los
acontecimientos del día… Dedica todo el tiempo que sea preciso para observar
con detalle cada uno de los acontecimientos… Fíjate especialmente en el
protagonista, en ti mismo… Cómo actúa, lo que piensa, cuáles son sus
sentimientos…
Es muy importante que, mientras observas esos acontecimientos, adoptes
una actitud neutral; es decir, que no condenes ni apruebes lo que estás viendo…
Limítate a observar. No juzgues. No evalúes.
Si te distraes cuando realizas el ejercicio intenta descubrir la fuente
de la distracción tan pronto como caigas en la cuenta de que estás distraído.
En otras palabras, supón que te encuentras pensando en la próxima comida.
Pregúntate cómo has venido a parar a este tema. ¿Cuál fue el pensamiento que
precedió inmediatamente a éste de la comida? ;.Y el anterior a aquél? ¿Y el
anterior?... Así hasta que llegues al punto en te apartaste de tu tarea de
pasar hacia atrás la película.
Sigue con este ejercicio hasta que logres llegar al primer momento del
día, tu despertar…
Es extremadamente difícil realizar con éxito este ejercicio.
Exige un grado intenso de calma y gran dominio del arte de la concentración.
Este tipo de concentración es accesible tan sólo a los que se hallan
profundamente en paz consigo mismos y han conseguido que esa paz invada su
mente y las restantes facultades. Por consiguiente, no te desanimes si
compruebas que tus primeros ejercicios van acompañados de muchos fallos. El
simple intento te producirá un gran bien y, probablemente, sacarás enorme
provecho de observar una o dos escenas. Los maestros orientales que proponen
este ejercicio afirman que quienes lo dominan (y, por consiguiente, dominan su
mente para ser capaces de realizarlo con éxito) son capaces de recordar con
perfecta claridad no sólo las escenas del día que termina, sino cada una de las
acaecidas en la semana última, del mes, del año y de los años hasta llegar al
momento de su nacimiento.
Si compruebas que el intento de descubrir la fuente de las
distracciones es en sí una gran distracción, déjalo y, cuando caigas en la
cuenta de que estás distraído, vuelve a la última escena que contemplabas antes
de la distracción. El intento de retrotraer las distracciones a su origen
plantea quizá excesivas dificultades al comienzo.
La indicación hecha de no aprobar ni condenar se basa en la
enseñanza de algunos maestros orientales. Según ellos, ni la aprobación ni la
condenación son necesarias para cambiar nuestras vidas y conductas. Emplear la
fuerza de voluntad para hacer un propósito o el autocastigo que se incluye en
la condena puede provocar una resistencia interior; te verías envuelto
innecesariamente en un conflicto interno ya que la acción produce una reacción
similar y opuesta.
Este peligro lo evita la autoconsciencia. El postulado
afirma que ella se basta para curar sin necesidad de juicios ni propósitos. La
sola consciencia hará morir todo lo insano y crecer todo lo bueno y santo. Es
parecido al sol, que da vida a las plantas y mata los gérmenes. No es preciso
que emplees tus músculos espirituales para lograrlo. Haz la calma y la paz
dentro de ti. Sé lo más plenamente consciente que puedas. Se trata —no lo olvides—
de un postulado. Cuando te hayas familiarizado con el poder de la
autoconsciencia, dejará de ser un postulado y se convertirá en acervo de tu
experiencia personal.
Ahora puedes avanzar un paso más en tu ejercicio:
Pasa de nuevo la película y observa cada uno de los hechos, uno por uno…
Cuando hayas revisado una serie de acontecimientos, escoge uno de ellos, el que
consideres más significativo, y obsérvalo con todo detalle…
Cada gesto, cada palabra, cada sentimiento, cada pensamiento, cada
reacción dice algo acerca de ti. Advierte lo que dice… No analices. Limítate a
mirar.
Y por último: Repite el ejercicio anterior, fijándote en uno de los
acontecimientos con todo detalie…
Cristo estaba en el acontecimiento. ¿Dónde estaba? ¿Puedes observarlo
actuando en él? ¿Cómo actúa?….
DE “Sadhana. Un camino de oración”. Ejercicio 30.
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