RAFAEL CANSINOS ASSENS |
Introducción, traducción y notas
RAFAEL CANSINOS ASSENS
Traduce esta
obra un hombre hiperbólico que decía que «era capaz de saludar a las estrellas
en dicecisiete idiomas clásicos y modernos». Luego, Borges, que es quien recuerda
esta afirmación, puntualiza con la duda añadiendo: «No sé si realmente eran
diecisiete, pero está bien la mención de las estrellas, que ya sugiere lo
infinito»
Cansinos era
sobre todas las cosas un artista que hizo de su vida un estilo literario y de la
literatura, claro está, un estilo de vida: los que como él habían hecho de su
vida algo que, ante todo, buscaba en lo estético la trascendencia.
JUAN PORRO
PERSIA, ese
pueblo fénix, varias veces renacido de sus cenízas, ha creado una literatura
que refleja fielmente los múltiples avalares y vicisitudes, las alternativas de
decadencia y esplendor de su larga historia, y mantiene siempre, en medio de
todo ese cambio circunstancial de caracteres exteriores, el carácter íntimo,
básico de su psicología colectiva, de su genio racial.
Del
Zend-Avesta que, como la Ilíada de Hornero y la Biblia, no es la obra de un
solo escritor, sino creación colectiva, realizada por muchos autores y a lo
largo de muchos siglos, tradición antiquísima que fija Zoroastro y sus discípulos
amplían, con talmúdicas glosas, arranca, en realidad, toda la literatura persa
que ha llegado a nosotros con nombre de autor y carácter profano. Fenómeno que
siempre se da en todas las literaturas, pues siempre, a la cabeza de todos los
libros, figura en cada pueblo su libro religioso. En la India, los Vedas; en
Israel, la Biblia; en Grecia, la Ilíada y la Teogonia de Hesíodo, y en el
oriente arábigo, el Koran. Y se comprende que así sea, pues esos grandes libros
religiosos, que recogen tradiciones, fijan ideas e ideales y expresan
sentimientos de toda una raza, y son, de un lado, historia o epos y de otro
canto o himno, muéstran ya toda la gama y los modelos de la creación literaria
y encierran un material copioso, inagotable para variaciones y ampliaciones
ulteriores. La literatura profana de todos los pueblos nútrese siempre de su
literatura religiosa. Los argumentos de la tragedia griega están tomados de la
mitología homérica; las Mil y una noches se nutren del plasma mítico koránico;
el Schah-namalh, de Firdusi, reproduce como guerra entre iranios y turamos la
lucha mística de ángeles y demonios, que en su Zend-Avesta describe Zoroastro.
En ese libro sagrado de los persas, según ha llegado hasta nosotros, señala la
crítica erudita la doble colaboración del sacerdote y del aeda o cantor
anónimo, lo que supone ya una floración profana sobre el primitivo fondo
religioso. También los himnos contenidos en Zend-Avesta, ese salterio místico,
son, según esa crítica, de inspiración en gran parte, popular, libre y anónima.
Y esa inspiración extrasacerdotal sigue luego actuando fuera del libro, como
antes, pero ajustándose ya a esos modelos consagrados por un astro superior.
RAFAEL
CANSINOS ASSENS
POETAS PERSAS
POESÍA
RELIGIOSA
Del ZEND-AVESTA
HIMNO AL SOL
¡Adoremos al
Sol, claro, inmortal,
de los
raudos corceles! Cuando el sol
arde en todo
su fuego y en su luz
resplandece,
por cientos y por miles,
los celestes
espíritus acuden
a esa luz y
la llevan y la expanden,
y la dan a
esa tierra que hizo Ahura,
para
incremento de los cuerpos puros
y de las
vidas puras y del mismo
sol inmortal
y sus corceles raudos.
En cuanto el
sol se eleva, pura es
la tierra
que creó Abura, y puras son
las aguas
manaderas y corrientes;
también las de
los lagos, y son puras
todas las
cosas santas que en un tiempo
creara el
santo Espíritu.
Si, por
acaso, un día este salmo sol
dejara de
surgir, los devis todos
luego en los
siete climas matarían
toda cosa
viviente en nuestra tierra;
y en este
mundo corporal no habría
espíritus
tan fuertes que pudiesen
su asalto
rechazar ni resistirlo.
Pero aquel
que adorando viene al sol,
de los
raudos corceles, inmortal,
y con las
sombras lucha y con los devis,
hijos de las
tinieblas, y combate
al ladrón, al
violento y a los magos,
a las
pairikas y al protervo Aura Mainyu;
a Abura
Mazda venera y a los santos
inmortales
también y el alma suya;
y busca el
propiciarse a todo espíritu
celestial y
terreno, a este inmortal
sol de
raudos corceles, adorando.
Adorar
quiero ahora al magno Mithra,
el de los
pingües pastos, al que todo
oye y todo
lo ve; la ingente maza
que cae
sobre la frente de los devis
desde lo
alto, la del dios potente,
el de los
pingües pastos, y adorar
a esa
amistad yo voy, la más selecta
de cuantas
amistades entre el sol
pueda haber
y la luna.
Por su
esplendor, por su fulgencia clara
con himno
que se oiga, al sol radiante
adoraré, el
de corceles raudos,
espléndido,
inmortal. Loores públicos,
y gloria y
fuerza y potestad suprema
a este Sol
de los rápidos corceles,
y de vida
inmortal, que en lo alto irradia.
FIRDUSI
(Abu-l-Kásem Mansur). Siglo
X.
KAZIDA
Si en tu pecho una noche descansara
Sus flechas le rompiera al sagitario,
su diadema a la luna le quitara.
Rápido me elevara al nono cielo
y el orbe con soberbio pie pisara;
y si entonces tuviese tu belleza
o en tu lugar, oh hermosa, me encontrara,
piadoso con los pobres desvalidos,
clemente con los tristes me mostrara.
EPIGRAMA AL
SULTÁN MAHMUD
sin fondo y sin riberas, infinito;
mas yo me hundí en su seno y no hallé perlas;
culpa no fue del mar, fue de mi sino.
SÁTIRA AL
MISMO
¿Has visto en qué ha parado de este rey
esa largueza que te prometías?
Hora es de hablar y a la verdad rendir
el debido tributo; crimen fuera
así no hacerlo, y ocultar al mundo
de tamaña avaricia el torpe ejemplo.
Nada tan ruin cual él hay en la tierra,
no tiene religión, moral ni ley;
menguado de intelecto, tiene un alma
a todo sentimiento noble opuesta.
El hijo de un esclavo, aunque sea padre
de poderosos príncipes, no puede
engendrar grandes obras, nobles hechos.
De la nada elevar a los malvados
es como echarse en los ojos tierra,
o deshacer la trama de la vida,
o víboras criar en nuestro pecho.
El árbol que de suyo amargo sale,
aunque en el propio alchenna lo trasplantes
en la ribera de los ríos eternos,
y lo riegues con miel y pura leche,
su condición jamás podrá vencer
y amargo será el fruto que dé siempre.
Si un huevo de la fúnebre corneja,
del pavón de los cielos en el nido
pones a que lo incube, y al pollito
con granos de higos celestiales nutres,
y le das a beber el agua clara
del dulce Selsebil, y sobre el huevo
el arcángel Gabriel sopla suave,
no saldrá de él, después de tanta esfuerzo,
sino una ruin corneja tenebrosa.
Si coges una víbora del campo
y en un lecho de rosas la acomodas,
y en un lecho de rosas la acomodas,
no lograrás que amiga tuya sea,
y al fin te escupirá mortal veneno.
Si una cría de lechuza el hortelano
coge y de noche en rosas la recuesta
y de día la acomoda entre jacintos,
no bien ya pueda desplegar sus alas,
un rincón buscará, tétrica y sola.
Con entera razón el nabi dijo:
Todo a su natural siempre revierte.
Si al lado de una tienda de ámbar pasas,
a ámbar olerán luego tus vestidos;
y si entras en la fragua del herrero,
tendrás tiznado el rostro, a la salida.
Pero no es maravilla que los pechos
de los malos engendren la maldad.
Forzoso es que la noche oscura sea;
absurdo es esperar sea bueno el malo.
Y, por más que se lave el etíope,
jamás podrá mostrar un blanco rostro.
Oh, tú, dominador de tantas razas,
si tuvieras un ánimo apacible,
de la ciencia el camino conocieras,
y sabrías el prestigio que otro tiempo
alcanzó la poesía, por las mercedes
de los monarcas y el vivir ingenuo.
Y apreciaras mis obras en lo justo,
y así no destruyeras mi fortuna.
Oh, rey Mahmud, conquistador osado,
ya que a mí no me temes, a Alá teme.
¿Por qué con tu conducta mi mordaz
ingenio has irritado? ¿No te espanta
esta sangrienta espada de mi verso?
KATRANU-CH-CHEBEL
(El
Montañés)
Vivió en la
corte de Azebud-Devlet,
de la dinastía buidi (siglo XI).
KAZIDA A LA
PRIMAVERA
La tierra se
vistió de rojas flores,
en virtud de
las nubes que destilan
las perlas
de la lluvia y en los árboles
frutos hacen
brotar como rubíes.
Tórtolas y
palomas en los plátanos
gimen como
laúdes que vibrar
hacen el
alma de quien los escucha.
Las rosas
con sus tallos nos sonríen
cual el
dulce semblante de la amiga;
en tanto que
las nubes tristes lloran
lo mismo que
mis ojos en la pena.
El viento del
oriente en los jardines
fue como una
azafata que a las novias
para la boda
adorna y como bellas
esposas se dejaron
ver las plantas.
Pero igual
que las nubes en el cielo
perduran
todavía, también la nieve
en la cima
del monte aún resplandece.
Rosas y
tulipanes florecieron
y en su seno
se alberga la negrura;
narcisos y
azucenas, y en su cáliz
la blancura
se alberga;
estos a un
rubio vino se parecen,
sobre un
mantel de plata, rociado;
esos otros
semejan fuego ardiente,
que por
entre humo negro centellea.
Argentado
pusieron el vergel
las blancas
flores que su verde esmaltan;
y de oscuro
color, por las violetas,
tiñéronse
las márgenes del río.
Al pie del
alto árbol la violeta
la frente
humilla como reo ante el cadi.
En medio de
la senda los floridos
tulipanes
semejan infinitas
antorchas
refulgentes sobre el mar.
Esa gota de
lluvia en sus corolas
es una perla
sobre real diadema.
Cual
faisanes que el vuelo levantaron,
las
ingrávidas nubes se columpian,
rosas y
tulipanes dominando.
Si miras a
la tierra, ves tropeles
de graciosas
gacelas, y en el cielo
de las
grullas pasar bandadas miles.
Las primeras
se amparan de las flechas,
en la yerba
crecida que las cubre;
las otras,
por temor a los halcones,
se ocultan
en las aguas.
Oh, la flor
del fiengreco, paliducha
cual mejilla
de enfermo; y esa otra,
roja cual la
mejilla de hombre alegre.
Mira ese
sauce que en un día de viento
se inclina
ante el ciprés, como los grandes
se humillan
en las cortes, ante el rey.
Mientras que
hubo materia, fue la guerra
su única
ocupación;
y, en tanto
una moneda hubo en sus manos,
no hicieron
más que repartir mercedes.
J A K A N I
Nacido en
Cancha (1140).
Vivió en la corte de los selchujíes.
Vivió en la corte de los selchujíes.
CELEBRANDO
LA BELLEZA DE SU AMADA
¡Oh día que ilumina el mundo!
¡Héroe que bate una tropa!
¡Flor de corazón y fruto,
primavera prodigiosa!
Un dragón en cada rizo
de tu cabellera undosa;
tus cejas son hechiceras,
tú, una maga poderosa.
Mi cazadora tú eres,
espantable cazadora,
que con tus certeras flechas
siempre en mí tu pieza cobras.
¡Cuán desventurado soy
en mis malogradas obras!
Y tú, la del pelo rufo,
¡qué dura y poco piadosa!
Me hieres y nunca pones
en la herida escocedura
la menor gota de bálsamo
que atempere mi zozobra.
Sin que ofendido te hubiera,
con un rizo de tu umbrosa
cabellera me has herido,
para siempre, oh seductora.
Y en el pecho de Jakani,
este fuego has encendido
que sin
cesar lo devora.
ODA
olvidarme de
ti por un instante
y atender
mis asuntos. Yo me abraso y prosigo en mi vuelo sin pararme.
Si al fin te decidieras a buscar
mi corazón, empieza sin demora;
hoy mismo, si lo aplazas a mañana.
No me hallarás, por más afán que pongas.
No es mi amor de tal temple que con una
mirada nada más se satisfaga;
el agua del Chihon sería muy poca
para apagar la sed que mi alma abrasa.
Semejante a un laúd, bajo ante ti
la cabeza, con toda sumisión;
hiéreme como quieras, golpéame,
no lanzaré ni un grito de dolor.
Aunque al horno cien veces me arrojases
y me fundieses, no me volvería
oro jamás, idéntico a mí mismo
siempre continuaría.
Si fuera tu placer apedrearme,
a ello me prestaría sin resistencia.
Y aguantaría el dolor de las pedradas
sin proferir la más ligera queja.
Nada digno de ti puedo ofrecerte;
pues mi pobre cabeza nada vale
y ni siquiera es digna de que yo
a tus pies la arrojase.
Yo. Con harto pesar, os lo confieso;
un libertino soy, un disoluto,
al que, además, un loco amor lo tiene
embriagado del modo más profundo.
¿Qué más podría decir de mí el censor
más duro y más severo? Yo declaro
al médico mi mal; mi insensatez
de mi corazón los arrebatos.
Y el médico me dice: “Mira, Sádi,
el mal que tú padeces es amor;
contra esa enfermedad, ningún remedio
te puedo mandar yo”.
CHAMl-NURU-D-DIN
ABDU-R-RAHMAN
(Siglo XV)
ODA
Oh camellero, por favor, no aprestes
hoy todavía tu palanquín;
mi corazón con un dolor tan vivo
no quieras oprimir.
¿Está bien que dispongas la partida
cuando el camino está
húmedo todavía del largo llanto
que el amante vertiera en su pesar?
Tal es mi angustia, amigos, que no tengo
valor para alejarme;
y me faltan los ánimos también
y la resignación para quedarme.
Oh, ¡qué suerte la mía! ¡No quiera el cielo
a otro dársela igual!
Que es harto dolorosa y sobrepuja
cuanto podáis pensar.
Se va mi tierna amiga; mi propia alma
me abandona con ella;
mi razón se extravía y el llanto ardiente
las mejillas me quema.
El seguirla a mi cuerpo está vedado;
atrás me vuelvo, pues;
pero luego, aun sabiendo que es inútil,
tras ella echo a correr.
¡Oh, brisa mañanera! En los lugares
que ella atraviesa ahora,
derrama tu frescura saludable
y acaricia su frente seductora.
Y en su oído murmura estas palabras,
que brotan de mi pecho;
y de mi amor profundo inalterable,
llevan el fuerte sello.
¡Oh tú, la de los labios enmelados,
la del porte gentil!
¡Ojalá que el cansancio del viaje
no te llegue a rendir!
Guarido la caravana con la aurora
vuelva a ponerse en marcha,
presta un atento oído a los gorjeos
del pájaro que canta la mañana.
Yo siempre pienso en ti cuando lo escucho,
y aunque sé que estás lejos,
busco tu rostro con mis ojos ávidos,
pensando que he de verlo.
Oh, mi dulce adorada, vuelve pronto,
que el dolor ya me postra;
todo mi ser flaquea y ruedo inerte
sobre la tierra, de mi sangre roja.
Soy comparable al ave que de huir trata
del cazador cruel;
oh, amada, vuelve pronto; si no, muere
tu adorador constante y fiel.
Sin duda en el desierto alguna fuente
para apagar tu sed encontrarás;
pero Chami no tiene otra bebida
que de la ausencia el tósigo mortal.
N I Z A M I (Siglo XII)
Del
SIKANDER-NAMEH
El gran
Alejandro va en busca de la fuente de la juventud eterna.
No bien la mente al tenebroso sitio
hubo vuelto Sikander, todo otro
cuidado de
su alma alejar hizo.
Libres a su
corcel dejó las riendas rumbo a la tierra umbrosa, y en el yermo
eclipsándose, hundióse cual la luna
del celeste dragón en la garganta.
Mandó que, como guía, se adelantase
por el nuevo e incógnito camino
el adivino Jizr y, desmotando
de su blanco corcel, que era un león
en lo osado e intrépido, cedióselo
para que en él, ligero, cabalgase
y a encontrar le ayudase la fortuna.
Y, asimismo, entrególe una real perla
que, al encontrar la fuente, brillaría
en la sombra, anunciando su presencia.
Y después, finalmente, así le dijo:
En el ir y volver serás mi guía;
ninguno en tal misión te sobrepuja;
Vuelve de tu corcel las bridas, rápido
a todas partes y, con mente atenta,
escudríñalo todo; y cuando veas
que mi perla
real, que nunca miente,
resplandece
en la sombra, bebe al puntode la fuente que hallares; y, en bebiendo,
con un feliz augurio, una señaltráeme,
a fin de que yo te recompense.
Y Jizr, que vagar suele por los campos,
que tal fue siempre su costumbre, luego
empezó a cabalgar, ligero, raudo.
Dejó el camino que las tropas siguen
y otro tomó apartado, toda cosa
escudriñando bien; y largo tiempo
anduvo rebuscando sin que el agua
llegar pudiese a sus sedientos labios.
Hasta que, al fin, la perla lanzó un vivo
destello entre sus manos, y Jizr pudo
lograr al fin su anhelo, pues mostróse
a sus ojos la fuente, clara, pura,
brotando de la peña transparente.
Mas ¿qué digo, la fuente? No le cuadra
tal nombre a la verdad; y si era fuente,
era fuente de luz. Era una estrella
que brilla cuando el alba se convierte
en la mañana; plena era una luna,
pero más plena aún que la luna plena.
Su borboteo incesante no paraba,
cual plata viva en mano de un anciano
trémula y azogada. Aunque, en verdad,
yo parangón no hallo a su pureza,
ni sé cómo expresar bien su semblanza.
No bien que de la fuente percatóse,
y de ella luz tomaban sus pupilas,
ligero Jizr descabalgó y quitóse
sus ropas, y la frente y todo el cuerpo
en la linfa purísima lavó.
Y luego bebió de ella, en la medida
necesaria, que digno era, por cierto,
de la vida inmortal. Y a su caballo
abrevó allí también, y vino puro
infundió en plata pura. Acto seguido
tornó a montar en su corcel, que luego
la desierta llanura devoraba,
en tanto Jizr, para mirar la fuente,
la cabeza volvía sobre su silla,
para luego poder, alegre, ufano,
decirle a su señor: “Esa es la fuente
de la vida inmortal…”. Pero, al volver
la vista una vez más hacia la fuente,
sus ojos no la vieron, y Jizr tuvo
la intuición de que el príncipe Sikander
estaba destinado por los dioses
a no participar en la onda viva;
y temiendo sus quejas, no su ira,
aguijó su corcel y, en un momento,
perdióse en la llanura, cual la fuente
que a su vista se hurtara de improviso.
MOZLEHU-D-DIN
SADI (El Afortunado) (Siglo XII)
INTRODUCCIÓN
AL GULISTAN
Anécdota
tomada del libro primero.
Padecía un
monarca una enfermedad grave cuyo nombre no es lícito mentar.
Una junta de
médicos griegos convinieron en decir esto: ‘Tara semejante enfermedad no hay
otro remedio que la bilis de un hombre, dotado de ciertas cualidades”.
Mandó luego
el rey que se hiciesen indagaciones, y encontraron que el hijo de uno de sus
vasallos poseía las cualidades requeridas.
Llamó, pues,
el rey a los padres del chico y los colmó de riquezas, y un jurisconsulto declaró
ser lícito verter la sangre de un súbdito por la salud de la vida del rey.
Aprestóse
muy luego el verdugo a sacrificar al muchacho. Y el muchacho volvió la cara al
cielo y sonrió.
Díjole el
rey: “En trance como el tuyo ¿es posible que sonrías:
Y el
muchacho respondióle: “Acariciar a los hijos es cosa de los padres; y costumbre
es de la gente apelara la sentencia del juez e invocar la justicia del
monarca”.
Pero, en
este caso, los padres, por bagatelas del mundo. Me han abandonado al suplicio,
y el juez ha dictado contra mí sentencia de muerte, y el príncipe ve en mi
muerte su salvación. Así es que no me queda otro refugio que el de Alá, el
excelso.
“Contra tu
mano, mi grito
¿a quién
alzaré? Justicia
contra tu
mano yo pido.”
Oprimióse el
corazón del rey al oír aquello; ablandaron sus ojos las lágrimas y dijo:
—Preferible
es mi muerte a haber de derramar la sangre de un inocente.
Y a
continuación, besó al muchacho la frente y los ojos, se lo reclinó en su regazo
y le donó infinitas riquezas y lo dejó en libertad.
Y dicen que
aquella misma semana sanó el rey.
Siempre en
mi pensamiento a aquél yo veo.
de elefantes
pastor, que en las orillas
del Nilo
azul, “¿La suerte —dijo— ignoras
que bajo de
tu pie corre la hormiga?
¿Y la que
bajo el pie pesado y fuerte
De un
elefante, tú padecerías?”.
Cuentan que
había una vez un niño que practicaba el ayuno, aunque por su edad no venía a
ello obligado. Y, según dicen también, costábale mucho trabajo abstenerse de
comer hasta la hora del almuerzo, sino se dominaba con rara fuerza de voluntad.
Ahora bien,
los días que el niño ayunaba, dispensábale su ayo de ir a la escuela, en premio
a su buena acción. Su padre besábalo entre ojo y ojo, su madre en toda la cara
y ambos prodigábanle dulces y moneditas de oro. Pero aquí que, una vez, no pudo
el chico aguantar aquel fuego que el ayuno le encendía en el estómago. Y, para
sus adentros, se dijo: “Si tomara yo un bocado, no se habrían de enterar mis
padres. ¿Por qué no hacerlo?”.
Y el
chiquillo, como su único deseo era granjearse el apreció de los hombres, comió
a su placer y, siguió fingiendo hipócritamente que guardaba el ayuno hasta el
fin.
Si no es el
anhelo de agradar a Alá, ¿quién podrá saber si haces la azalá, sin haber
practicado antes las abluciones prescritas? Pues bien, el anciano que con sus
devociones no ha tenido otra mira que granjearse la estimación de los hombres,
es mucho más insensato que el niño de mi cuento. Esas largas creaciones que
rezas son, simplemente, las llaves del infierno. Si la senda en que caminas te
lleva a todas partes, menos a Alá, será en el fuego de chehannan donde te
tiendan la alfombra para tus rezos.
LA GOTA DE
AGUA
(Fábula…)
Bajó al mar,
de las nubes desprendida.
una gota de
agua y sorprendida
exclamó:
¡Cuánta agua! Yo me pierdo
en esta masa
inmensa y me disuelvo.
Y llena de
rubor y de modestia
de encogerse
hizo el gesto; con presteza
sus valvas
una concha abrió anhelante
y en su seno
acogióla muy amable
y en él
prestóle abrigo y alimento
con tal mimo
y cuidado, que a su tiempo
en una
hermosa perla convirtióse
y ahora
brillaba en la frente de un monarca.
¡Que la
modestia así es recompensada!
Del BOSTAN
CONSEJOS DE
ANUSCHIRVAN, MORIBUNDO, A SU HIJO ORMUZ
Cuando Anuschirván sintió
cercana su hora postrera,
llamó a su hijo Ormuz al lecho
y le habló de esta manera:
—Hijo mío, sé siempre amparo
del pobre y
del desvalido;
y echa de
ti las pesadas Cadenas del egoísmo.
Pues nadie podrá en tu remo
de la abundancia gozar,
mientras tú sólo en ti pienses
y digas: “Esto bien va”.
Jamás aprobará el sabio
que el pastor duerma indolente
en tanto que el lobo astuto
ronda el redil diligente.
Al pueblo mísero alienta,
hijo, con tu protección,
que del pueblo es el monarca,
desde que el trono ocupó.
El pueblo son las raíces
y el tronco el rey; ten presente
que es de la raíz de donde
al árbol su fuerza viene.
Haz que tu sombra la cabeza cubra
del que perdió a su padre;
avienta de él polvo que lo envuelve;
la espina que lo punza, sácale.
¿De su profundo abatimiento ignoras
la causa lamentable?
Un árbol sin raíces nunca torna
a ornarse de ramaje.
Cuando a un huérfano veas triste, abatido.
no beses a tu hijo en su presencia;
no agraves su dolor que igual no tiene;
porque si llora, nadie lo consuela,
y si la ira lo impulsa al desenfreno,
dime ¿quién lo apacigua y lo serena?
Procura no ser causa de que el llanto
del huérfano los ojos humedezca;
porque tiene ese llanto tal poder
que el trono del Señor por él retiembla.
Enjuga tú sus lágrimas piadoso,
limpia el polvo que oculta su semblante;
y cubre con tu sombra su cabeza,
que antes cubría la de su tierno padre.
Un monarca era yo, cuando en el pecho
paternal la cabeza reclinaba;
miles de servidores acudían
a espantar una mosca de mi cara.
Hoy, en cambio, podrían mis enemigos
llevarme prisionero, sin que nadie
saliese en mi defensa, el más amigo
se abstendría de ampararme.
Por experiencia sé cuánto padecen
los pobres huerfanitos,
pues tuve la desgracia de perder
a mi padre, de niño.
Un anciano
dervisch, que tenía una mujer sumamente fea. Dábale un día estos prudentes
consejos:
-Ya que, al
formarte, la mano del Sino te hizo fea, guárdate mucho de encubrir tu fealdad
con ningún afeite color de rosa. ¿Cabe acaso, esperar conseguir la dicha por la
fuerza y a despecho del Sino?
¿Quién con
un colirio devolverá nunca la vista a un ciego?
Nunca
veremos a un malvado por naturaleza hacer ninguna obra buena; así como los
perros, propensos de suyo a destrozar las cosas, no serían propios para ejercer
el oficio de sastre.
Todos lo
filósofos de Grecia y Roma juntos no podrían sacar miel del árbol Sukkum.
¿Podría la
fiera convertirse en hombre? Toda la educación que se le diese, sería tiempo
perdido.
Puede
limpiarse el polvo de un espejo; pero no es posible convertir en espejo una
piedra.
Por más que
hagamos, nunca de la rama del sauce brotará una rosa; por más que lo bañemos,
jamás un etíope tendrá la tez blanca.
Y así,
puesto que es imposible rechazar la flecha que dispara el Sino, el único escudo
que al débil mortal conviene es la Resignación.
EL AVARO Y
EL LADRÓN
Una vez un
hombre que no se atrevía a tocarle a su tesoro. Era rico v no se decidía a
hacer uso de sus riquezas.
No tomaba ni
el alimento necesario para saciar el hambre y no pensaba ni remotamente en
atesorar méritos para la otra vida.
Día v noche,
su único pensamiento era allegar oro y plata; y el oro y la plata estaban como
presos bajo la dura mano de aquel hombre avariento.
Y sucedió
que un día púsose su hijo al acecho y descubrió el sitio en que su padre tenía
escondido su tesoro, y lo desenterró y, poniendo una piedra en su lugar, se lo
gastó alegremente en cosas de ningún provecho.
Poco duró el
oro en las manos de aquel joven; con una mano lo había cogido y con la otra lo
gastaba; pues diz que era un libertino consumado, un tunante de una pieza,
babedor impenitente, que hasta su gorro o sus calzones habría empeñado. Con tal
de arbitrar dinero para sus diversiones.
En el exceso
de su dolor, su padre se apretaba el cuello con las manos; y sucedió que una
vez llevó el hijo a la casa tocadores de flauta y de guitarra para que lo
divirtieran; y con aquel bullicio que armaban, no dejaban dormir al viejo, que
se pasó toda la noche gritando y gimiendo.
Llegó luego
la mañana y el joven, burlándose de los reproches de su padre, le dijo:
-Mira, padre
mío, ese oro que te cogí estaba destinado a proveer las necesidades de la vida;
para estar bajo tierra, lo mismo da oro que piedra.
De una dura
piedra se saca el oro para gastarlo con los amigos y con las personas que se
aprecian; pero entre las manos de quien hace un ídolo de sus riquezas, el oro
sigue estándo en el fondo de la mina.
Si durante
tu vida no les haces a los tuyos sino mal, no debe asombrarte que deseen tu
muerte. No disfrutarán del caudal que posees hasta que no estés cincuenta codos
bajo tierra.
Un avaro
rico en oro y plata es como un talismán sobre un tesoro, que nadie se le
acerque. Su oro sólo se conserva tantos años por la virtud del talismán que lo
defiende; pero he aquí que, de pronto, la piedra de la muerte rompe el talismán
y entonces los herederos se reparten tranquilamente el tesoro.
Después de
haber recogido y juntado como la hormiga, date prisa a comer antes de que te
coma a ti la tumba.
Los
discursos de Sádi son órdenes y consejos, llenos de sabiduría; y harás bien en
seguirlos. Guay de aquel que de ellos aparte el rostro; porque sólo
siguiéndolos puede encontrarse la felicidad.
ANÉCDOTA
Cuentan de
un hombre que una vez fue a llamar a la puerta de un amigo. El cual le
preguntó, desde dentro:
— ¿Quién
eres?
A lo que el
otro contestóle:
-Soy yo.
—Pues bien,
en ese caso retírate… No puedo recibirte ahora; que no hay sitio en mi mesa
para quien aún está verde; a un hombre así no se le puede madurar y curar de su
hipocresía sino por el fuego de la separación y el desvío.
Retiróse,
pues, el hombre, y emprendió un viaje para olvidar el dolor que la repulsa de
su amigo le produjera; y se estuvo un año entero corriendo tierras y países.
Hasta que, maduro y templado por tan larga prueba, volvió a su país y tornó a
llamar a la puerta de su amigo. Hízolo con prudencia y timidez, temiendo no se
le escapara ninguna palabra inoportuna.
Y el amigo
volvió a preguntar desde dentro de la casa:
¿Quién está
ahí?
—Querido
amigo —contestóle el visitante—, tú eres quien estás a la puerta.
—Ah —exclamó
el amigo desde dentro—. Puesto que eres otro yo, entra luego; esta casa no
puede albergar dos yoes; un hilo doble no conviene a la aguja; pero, ya que tú
eres simple, puedes pasar por su ojo.
Entre el
hilo y la aguja existe relación; hecho está el uno para la otra; pero un
camello, no es adecuado al ojo de una aguja.
¿Cómo podría
el cuerpo de un camello adelgazarse y encogerse, sino mediante la potente lima
de la mortificación y un penoso trabajo?
FERIDU-D-DIN
ATTAR
(Siglo XII)
VENTAJAS DEL
SILENCIO
Si
verdaderamente, hermano mío, buscas al Señor, no abras tus labios sino para
recitar sus mandamientos; si conoces al Dios vivo, que no está sujeto a la
muerte, pon sobre tus labios el sello del silencio.
Está atento,
hijo mío, a mis advertencias y a los consejos que te doy.
¿Quieres
hallar la paz y la salud? Guarda silencio.
Quien se
abandona a las muchas palabras, muestra tener su corazón corrompido y viciado.
El hombre
sabio se ejercita en el silencio; el insensato, en el olvido de sus deberes.
Vedarse a sí mismo la mentira y la maledicencia es un silencio, cuya obligación
es inexcusable. Maledicencia es un silencio, cuya
No hables tú
nunca, hermano mío, sino para alabar a Dios y no emplees su santo nombre en
vanos e injustos parloteos.
No bien el
hombre se deja vencer por el afán de hablar, todo cuanto posee queda abandonado
al expolio.
Las muchas
palabras matan el alma, aunque tuviesen un valor igual al de las perlas de
Aden.
El que
consagra sus esfuerzos a adquirir el arte de la palabra, inflígele una llaga a
su alma y desfigura su belleza.
Guarda,
pues, tu lengua estrechamente encerrada en la cárcel de tu boca, y no cifres tu
esperanza en las criaturas.
Aquel que
sólo tiene ojos abiertos para ver sus propias faltas, verá cómo su alma cobra
nuevo vigor.
OMAR JAYYAM
(Gayatsun-d-Din
Abu-l-Feda)
LAS RUBAYAT
I
del campo de la Noche a los astros,
y echado a la
Noche con ellos, y con guijos de luz
la Torre del
sultán a apedrear ha empezado.
II
Antes de
irse el espectro de la falsa mañana pareció sonar dentro de la taberna arcana
voz: “Si aquí todo lo tenemos dispuesto,
¿a qué hacer por ahí fuera la zalá cotidiana?”.
III
Y cuando
cantó el gallo, los que andaban alerta, aguardando, gritaron: “Abridnos ya la puerta.
Bien sabéis que muy poco hemos de estar aquí,
y que al irnos se cierra por siempre la compuerta”.
VI
Y David
cerró el pico; mas aún en un divino trinado pehlevi clama el ruiseñor: “¡Vino,
vino, más vino rojo!”. Y la pálida Rosa,
al oírlo, se sonroja de un rubor peregrino.
XIX
A veces
imagino que la rosa más roja crece sobre la tierra en que su sangre arroja,
asesinado, un kaisar y que el rojo Jacinto
de algún antiguo amante en la sangre se moja.
XXXI
Por la
séptima puerta ascendí, peregrino, y me senté en el trono de Zujal el divino
desaté muchos nudos, ¡pero el nudo maestro
no pude desatar del humano Destino!
LII
Si un
momento te muestra su cara misteriosa, al punto se sumerge en la tiniebla umbrosa.
donde, en su Eternidad, se recrea con el drama
eterno, en que el autor y actor son una cosa.
LVIII
Y al fin de
la taberna por los amplios umbrales, llegó a ser que tenía formas angelicales,
y en sus hombros traía una jarra; invitóme
y gusté de la Vid los zumos inmortales.
LXXIV
La locura de
Hoy es la obra del Ayer igual que del Mañana la pena o el placer.
¡Bebe! Porque no sabes de dónde vienes ni cómo.
¡Bebe! Porque no sabes ni adonde vas ni a qué.
HAFIZ
(Mohamed Schemsu-d-Din.) Siglo
XIV.
GACELES Y
RUBAYAT
XIII
Todo está predestinado
por la gran bondad de Alá.
¿Qué puedo, pues, hacer yo
contra la fatalidad?
Predestinado nací
para el vino y la taberna;
¿cómo podría resistir
Ni conseguiría la enmienda?
Igual que el pájaro ama
al árbol, y al bosque el corzo,
yo amo el vino y la taberna,
por el sino poderoso.
Todo está predestinado
por la gran bondad de Alá;
¿qué puedo, pues, hacer yo,
contra la fatalidad?
XVIII
De todos los tesoros de este mundo
los más preciados son:
un instrumento de sonoras cuerdas,
una copa de vino embriagador,
la danza de una almea de piernas ágiles,
de una bella la plena donación…
y después el silencio, sí, un silencio
profundo, absorbedor…
XXIII
Enfermo estoy, lo sé…, pero ¡dejadme!
El médico mejor no lograría curarme.
No hay remedio posible contra estas
heridas tan profundas que mi pecho laceran.
Sólo podría curarme una persona;
la que me puso enfermo con su dulce ponzoña.
¡Que ella me amase y, en el punto mismo.
veríais cómo sanaba, amigos míos!
LXXXIII
Tú gustas de sentarte ante los libros;
yo ante el frasco de vino.
Y así te has hecho un sabio, mientras yo
hundíme en el abismo del error.
Tú gustas de moverte con decoro
sin pasar de la raya; yo prefiero,
como un león audaz, correrlo todo.
Tú gustas de ir juntando con esfuerzo
un día y otro tus acciones buenas;
yo culpas y pecados vov reuniendo.
Tú esgrimes con placer la cimitarra
combatiendo al infiel. Y yo desgrano
de mis versos las perlas y esmeraldas.
Tú elevas tu almo espíritu hacia el cielo
como nube de humo, en línea recta;
yo, cual hilo de agua, aquí serpeo.
En fin, para acabar; tú eres honrado
y bueno; mas tu humor amargo tienes;
en tanto que yo en mieles mi alma empapo.
LXXXIV
La lealtad de mis amores
imaginar tú no puedes.
No sabes cómo rechazo
placer que de ti no viene.
Por más mal que hablen de mí,
es el amor que te tengo
de una pureza sin fin.
¿Pensarás que estoy de broma?
Pues no; que por ti mi alma
les gana en lo serio a todas.
XCII
os quiero
hoy recitar:
hacer un
alma noble. Así, escuchad:
—¡Sé como el
cartucho de oro!
Al que te
desgarre el pecho,codiciando tu tesoro,
báñalo en áureas
y déjalo satisfecho.
Sé como el árbol, que a quien
su ramaje le apedrea
da generoso su fruta,
sin sentirse de la ofensa.
A la concha proponte por modelo;
y, como ella, a aquel que te destroce
regálale al morir las raras perlas
del perdón y el amor, sin un reproche.
XCVII
Mi pena ahogar yo quiero
en vasos tintineantes
del noble vino de Schirás repletos.
La guerra al ruiseñor
le voy a declarar,
por sus cantos insípidos de amor.
La traición aquí priva
en este mundo amargo;
lealtad en pecho de mujer no habita.
Ahogaré, pues, mi pena,
en copas tintineantes
del noble vino de Schirás repletas.
Y mataré al ruiseñor
de una pedrada certera;
para que no cante más…
¡cómo si el mundo estuviera
lleno de felicidad!
Tus caderas, Sulamit, son dos cojines
de seda sonrosada, y sobre ellos
la noche entera sueño horas felices.
Tus labios son un rojo manantial
que del alcenna mana, y en el que
no me canso en la noche de abrevar.
Dos colinas son tus pechos
de los jardines de Edén,
por las que yo me paseo.
Tus ojos son dos arcanos;
yo paso la noche entera tratando de descifrarlos.
Tus cabellos, Sulamit,
son una noche de amor,
en que quisiera morir.
CLXIX
Un sabio vino una noche a visitarme a mi casa.
“Te revelaré el secreto del que el vino nos escancia
me dijo. Y luego añadió: “No tomes en serio nada;
que la gente sobre el blando se complace en echar cargas”.
Acto seguido me dio una copa, de tal traza,
que es fiel trasunto del cielo, y hace que de puro alegre
Sohra se entregue a la danza.
Y el sabio me siguió hablando: —No te afanes por saber
ciertas cosas de la vida, y recoge mis palabras
más preciosas que las perlas que el buzo de la mar saca.
Igual que este vaso tomas, esta vida has de tomar.
Y siempre has de sonreír, aunque sangres de pesar.
No gimas
como el laúd, tu herida del mundo oculta.
Hasta el día
que la muerte con su velo te recubra. Por inquirir la verdad, no te esfuerces; será vano;
que las palabras del cielo son para el hombre un arcano
en la casa del amor, dejarás la vanidad;
sencillo en el responder, ingenuo en el contestar.
Saki, escáncianos más vino; Alá comprende y perdona
las locuras de mi vida.
Alá piadoso, apiadable, en su infinita bondad
nuestros pecados olvida.
CLXI
al bebedor; su culpa confiese cada cual;
los bebedores vamos de noche a la taberna;
de lo que hayan sembrado, todos cosecharán.
No hagas que desespere; ya nos juzgará el cielo;
quién fue malo y quién fue bueno entonces se sabrá.
Austeros o indulgentes, todos amar ansiamos.
todos tu altar buscamos en aljama o kahal,
oh Amor; se perdió por-ello el padre Adám.
En el Edén delicias eternas, junto a ríos
de gustosa frescura, te prometes gozar;
pero tus ilusiones seductoras, ¿no sabes
que en el fondo tal vez puedan comparar
con la sombra de un sauce que en el agua se mira
y que sólo el incauto toma por realidad?
No confíes en tus obras, creyente, pues ignoras
si pesó tu pecado en la balanza Alá.
CLXIII
Señor, el sacrificio penoso de la ausencia
evita a los mortales, yo padezco por ella
y sé cuan dolorosa es su tortura inmensa.
Extranjero en mi patria, cual pobre vagabundo.
Mis amores arrastro por los países del mundo.
En medio de la gente estoy solo; no sé
en busca de consuelo adonde marcharé.
¿Quién será el confidente de este mi amor cruel?
¿En esta soledad quién tomaré por juez?
¿Por qué tendré yo esta pena? Es que nací condenado
a ser siempre tan miserable en ese reino encantado
del amor;
en mi
corazón impresos llevo funestos estigmas y por eso mis sollozos responden todas las noches
al trino del ruiseñor.
CLXXIII
La buena amistad es rara;
la inconstancia es lo normal;
sólo por condescendencia
estrechamos ciertas manos
que no debíamos tocar.
En este vasto dolor
del mundo son los mejores
los que más sufren y llevan
con paciencia sus dolores.
Componga, pues, el poeta
cantos claros como el sol,
que un torrente de alegría
le lleven al corazón.
Mas no espere que el avaro
lo recompense siquiera,
por el don de melodía.
Con una espiguilla huera.
“Paciencia ten”, dijo el sabio.
Seguir debes su consejo,
Hafiz, y por más perdido
que te veas y más enfermo,
sigue camino adelante,
alta la frente, sin miedo.
CCIV
Ven, sufí, contempla el vaso
que es espejo cristalino,
donde verse puede el dulce
semblante del rojo vino.
Privilegio del borracho
es descorrer del Destino
el velo, don que al asceta
no le ha sido concedido.
Vano es pretender al Enkaf
en la red
mirar prendido;
pues sólo cogerá viento
quien lo
hiciere, eso es sabido. pues sólo cogerá viento
Goza tú del bien presente,
no seas como el padre Adán,
que por ansia de saber
perdió el alchenna sin par.
Bebe una copa que otra,
que es de este mundo el festín;
y retírate discreto,
antes de verle su fin.
Pasó la juventud; sólo una rosa
te queda por cortar;
córtala, pues, y a que se mustie triste
no des lugar.
Ama Hafiz la copa; ¡oh, cefirillo!,
busca corriendo a Chami;
y en tanto bebe, dile que lo quiero
para que se solace.
C H A M I
(Nuru-d-Din Abdur-rahman.) Siglo XV
SALAMAN Y
ABSAL
Un viajero hallo
a Mechnún
sobre la
arena sentado
del
desierto, caracteres
en ella,
como hechicero,
prolijamente
trazando.
-¡Oh, amador
irreflexivo
que por
escribir te afanas
lo que el
viento del desierto,
agudo como
una espada,
ha de
borrar, sin que nadie
descifrarlo
pueda luego!
Pero Mechnún
respondióle,
sin perder
su calma y flema:
—Yo escribo
para mí solo,
y tan sólo
escribo ¡Leila!
que sin
cesar escribiendo
esa única
palabra,
en ella un
libro condenso
que
eternamente medito
y de su
Nombre me embriago
con la
fantasía, hasta que
pueda beber
de sus labios.
Ansiando
tener un hijo,
fue un
hombre a buscar a un santo,
y tirando de
su túnica,
así se puso
a implorarlo:
—Oh,
maestro, ¡ayúdame!
Pídele a Alá
que, del barro,
me haga
brotar un ciprés
que ilumine
mis nostálgicos
ojos, y
evite me extinga
cual niebla,
sin dejar rastro.
Mas el
dervisch fue y le dijo:
—Deja el
asunto en las manos
De Alá, que
es quien sabe aquello
que en
verdad necesitamos.
pero el
hombre insistió: —¡Maestro!,
si mi anhelo
no es logrado,
sucumbiré;
así que ayúdame
y da a mi
plegaria paso.
Visto lo
cual, el dervisch
sus manos
alzó y, sacando
de los cotos
de la sombra
un
cervatillo almizclado
de China —un
niño—, lo puso
de su padre
entre los brazos.
Un niño que,
cuando el germen
de la Pasión
que plantado
llevaba en
su pecho se hubo
desarrollado
lozano,
entregóse a
la bebida,
al juego y
lascivos tratos.
Desde la
alta azotea
de su casa,
insultos agrios
a las
mujeres lanzaba
y a los
maridos honrados
desafiaba,
por lo que hubo el cadí de multarlo
más de una
vez, siendo el padre
siempre de
todo el pagano.
Día y noche
comidilla
de la ciudad
era el muchacho,
sin que
valieran consejos
ni amenazas
ni halagos
para
corregir al chico
y evitar
aquel escándalo;
hasta que,
por fin, su padre
fue a ver al
dervisch, gritando,
asido a sus
ropas: —¡Maestro,
se mi
esperanza y amparo!
Ruega de
nuevo por mí
y pídele a
Alá —loado
sea su
nombre— que me alivie
de este peso
malhadado
que en la
cabeza me puso.
Mas el santo
dijo: —^Hermano!
Recuerda
cómo aquel día
te previne
que cuidado
tuvieras en
tu demanda,
y no con
ruegos livianos
importunaras
a Alá
quizás en tu
propio daño.
Así es que
ahora ya te toca
aguantarte,
resignado,
y a Alá
pedir te perdone
tu ruego
descabellado.
Preguntaron
antaño cierto día.
a un hombre
que pasaba por maestro,
de qué modo
infalible se podría
saber que un
hijo es en verdad hijo nuestro,
o fruto de
execrable bastardía.
Y el sabio
respondió: —Hay un criterio
seguro para
el caso; si es el hijo
legítimo y
no fruto del adulterio,
al padre en
todo será igual de fijo,
en bondad y
en maldad; tal el misterio
es de
Naturaleza. La cizaña
con los
trigales crece contundida,
pero en
llegando el día en que florece
el trigo y
da su fruto, ya su maña
no le vale,
pues claro ve cualquiera,
que es
cizaña, aunque trigo pareciera.
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