Poeta español. La fundación en colaboración con Emilio Prados de la revista Litoral y de otras importantes publicaciones de la Generación del 27 (Poesía, Héroe, 1916, Caballo Verde para la Poesía) lo acreditan como una figura destacada de ese privilegiado momento de la cultura española. Los diversos títulos de su poesía recopilada tras su muerte en Poesías completas (1960) dan cuenta de su carácter intimista cercano a la canción, neorromántico, emotivo y algo surrealista.
"La poesía -afirmaba Altolaguirre en 1951-, tanto si es exterior como si es profunda, es mi principal fuente de conocimiento. Me muestra el mundo y con ella aprendo a conocerme a mí mismo. Por eso el poeta no tiene nada nuevo que decir. La poesía nos revela aquello que ya sabíamos y habíamos olvidado. Sirve para rescatar el tiempo, para levantarnos la moral, para tener el alma completa, en vez de fugaces momentos de vida. En ella experimentamos más la muerte que el sueño, y nos liberamos de lo contingente, de lo efímero. Ella nos hace unánimes y comunicativos".
Extraído de:
http://www.biografiasyvidas.com/biografia/a/altolaguirre.htm
MANANTIAL Y OCASO
Ojo, no por
su forma,
sí por estar
a llanto sometido.
Por ceja,
espeso verde enmarañado,
liso y
pendiente campo por mejilla.
Las casas
dan al viento sus senderos,
mientras,
para cortar la flor del valle,
clavándose
los rayos inferiores
baja a la
tierra el sol, aureolado.
Cuando se
oculte entre las yerbas altas,
las blancas
ropas que tendió en sus rayos
la guapa
lavandera de la aurora,
en vidrios
paralelos
deshiladas
caerán.
Carne dulce
del árbol,
el viento de
piel rosa
con la mano
sostiene
La noche
—negro médico—
le toma el
pulso al río
y despide a
la tarde,
que se va
para América,
leyendo en
la cubierta
en su gran
trasatlántico.
CAMPO
( Cinco pétalos tiene
la flor que él ama:
la camisa de lino,
el refajo de lana,
el vestido de seda,
el delantal, la capa.)
Aquel árbol
de la cumbre
tiene las
bridas del viento;
la capa de
su jinete
pinta de
celeste al cielo
y el agua
del río se aleja
acariciando
reflejos.
El pastor
trenza su honda
con fibras
de esparto nuevo,
mientras el
rebaño va
dejando
desnudo el suelo.
Ella en el
barranco rojo
sus ramas
rubias dio al viento.
Las miradas
del pastor
oblicuamente
crecieron.
Ella en el
barranco rojo
y él en el
perfil del cerro.
TARDE
El horizonte
tiene
insectos y
fragatas;
su piel de
pez de río,
con sus
cinco colores,
empalizada
pone
al mar
Mediterráneo,
con sus
encajes borra
las pisadas
gemelas
que dejas en
la playa.
Algas del
viento son
las cañas
litorales,
cuyo sonido
se une
al de las
caracolas.
Como
habichuela abierta
mostrando su
semilla,
la jábega te
enseña
sus fuertes
remadores.
Si sus
trenzas crecieran
rubias y
horizontales,
qué buen
faro serías
sobre el
peñón del Cuervo,
cuando,
enlutado el mundo
por la
muerte del día,
el capitán
del barco
una luz
necesite.
Acariciando
arenas
con tus pies
y tu sombra,
esperas al
marino
que, en
bandeja con remos,
el mar ha de
ofrecerte,
sin saber
que tu amante
vive ya en otro
mundo,
gozando la
luz verde
del fondo de
los mares.
ROMANCE
Arrastrando
por la arena,
como cola de
mi luto,
a mi sombra
prisionera,
triste y
solitario voy
y vengo por
las riberas,
recordando y
olvidando
la causa de
mi tristeza.
¡La ciudad
que más quería
la he
perdido en una guerra!
Ya no veré
nunca más
las dos
torres de su iglesia,
ni los
caminos sin sombra
de sus
brazos y sus piernas.
¡La ciudad
que más quería
la he
perdido en una guerra!
6
Se agrandaban
las puertas. Yo gigante
con el
recuerdo de mi olvido dentro
atravesaba
las estancias
golpeando
las paredes sordas.
¡Qué collar
interior en mi garganta
de palabras
en germen, de lamentos
que no
podían salir, que se estorbaban
en su gran
muchedumbre!
¡Cuánto
tiempo de olvido incomprensible!
Siempre ella
en su ventana.
Su ventana
entre dos nubes
-una y ella-
siempre.
Y yo
distante, agigantado, loco,
con el
recuerdo de mi olvido dentro,
pesándome en
el alma,
agarrándose,
hundiéndome,
en un espeso
mar de cielos grises.
I
Las lágrimas
y besos
son burbujas
que
ascienden desde el alma.
Es mi cariño
menos pesado
que la sangre,
más leve que
el espíritu,
el que se
desvanece sin palabras.
Es lluvia
efervescente
para regar
los cielos,
hasta el
aire más alto,
hasta lo
azul del día.
Mi beso allá
se abre,
arriba, con
tus ojos.
Pero me
llega el barro a la cintura
y siento los
metales de las minas
en las
hondas raíces de mi nombre.
El amor me
engrandece,
hace pequeño
el mundo,
hace que te
conozca,
me hace
saber quién soy.
De VIDA
POÉTICA 1933
3
El cielo de
tu tacto
amarillo,
cubría
el oculto
jardín
de pasión y
de música.
Altas yedras
de sangre
abrazaban
tus huesos.
La caricia
del alma
— brisa en
temblor— movía
todo lo que
tú eras.
¡Qué
crepúsculo bello
de rubor y
cansancio
era tu piel!.
Estabas
como un
astro sin brillo
recibiendo
del sol
la luz de tu
contorno
Sólo bajo
tus pies era de noche.
4
Yo estoy
aquí. Pero existe, también
un aire
paralelo a mi figura
un horizonte
igual a mi contorno,
Que me
agranda en los ámbitos.
Orgullosa mi
frente guarda entonces
el altivo
silencio de las nubes.
Te guarda a
ti también, ángel visible
que
atraviesas mi ensueño.
Estás dentro
de mí aunque te vean
los
anhelantes ojos de mi alma.
Dentro estás
de mi vida estando fuera
porque cubre
tu cuerpo un horizonte
de amor
igual a mi contorno,
un aire
paralelo a mi figura.
LA VOZ CRUEL
1934
I
Alzan la voz
cruel
quienes no
vieron el paisaje,
los que
empujaron por el declive pedregoso
la carne
ajena,
los que
debieron ser almas de todos
y se
arrancaban de ellos mismos
cuerpos
parásitos
para
despeñarlos.
Mil muertos
de sus vidas brotaban,
mil muertos
solitarios
que miraban
desde el suelo
durante el
último viaje
la colosal
estatua a la injusticia.
No eran
muertos,
eran
oprimidos,
seres
aplastados,
ramas
cortadas de un amante o de un padre,
seres
conducidos por un deseo imposible,
topos del
vicio
que no
hallarán la luz
por sus
turbias y blandas galerías.
Alzan la voz
cruel
quienes no
vieron este paisaje,
los que
triunfaron
por la paz
interior de sus mentiras.
¡Oh mundo
desigual!
Mis ojos
vean
el dolor, la
maldad:
la verdad
humana.
2
Profeta de
mis fines no dudaba
del mundo
que pintó mi fantasía
en los
grandes desiertos invisibles.
Reconcentrado
y penetrante, solo,
mudo,
predestinado, esclarecido,
mi
aislamiento profundo, mi hondo centro,
mi sueño
errante y soledad hundida,
se dilataban
por lo inexistente,
hasta que
vacilé cuando la duda
oscureció
por dentro mi ceguera.
Un tacto
oscuro entre mi ser y el mundo,
entre las
dos tinieblas, definía
una ignorada
juventud ardiente.
Encuéntrame
en la noche. Estoy perdido.
Sin fe, sin
sol, en paramo sediento.
4
El silencio
eres tú.
Pleno como
lo oscuro,
incalculable,
como una
gran llanura
desierta,
desolada,
sin palmeras
de música,
sin flores,
sin palabras.
Para mi oído
atento
eres noche
profunda
sin auroras
posibles.
No oiré la
luz del día,
porque tu
orgullo terco,
rubio y alto,
lo impide.
El silencio
eres tú:
cuerpo de
piedra.
LO INVISIBLE
1935
3
Para no
morirme
perseguí mi
alma
que se iba
contigo
por una
ciudad
soñada,
invisible.
Yo la iba
siguiendo
sin que tu
supieras
que mi
cuerpo iba
tan sólo por
ella,
para no
morirse.
Tú me ibas
siguiendo,
tu alma
quería
tirar de tu
cuerno.
Para no
morirse
lo seguía tu
alma.
De ti
solamente
me quería tu
cuerpo.
6
No sé si
llevas el sol
en ese cielo
de llanto
que
sobrepasa a tus ojos,
o si el sol
está distante
sobre los
aires más finos
de tu
profunda mirada.
Tu mirada
nada mira;
tiene un
dolor tan lejano
que ahora
está relacionada
con cosas de
otro nivel,
con flores,
luces, aromas,
de un
firmamento más alto
último
jardín de Dios.
9
Hoy quisiera
ser ciego
y recorrer
el mundo
pensando que
eres tú.
En esta
noche estás inacabable,
y no te ven
mis ojos.
No sé cómo
terminas
ni hasta
dónde,
qué miembros
nuevos se te agregan,
si piensas
con tu frente,
si con el
mar me quieres,
¿te
acordarás de mí
con los
astros distantes?
en caricias
me baño.
Formas
nuevas y tuyas
líquidas a
mi cuerpo
se ciñen
como el aire.
¿Eres tú?
¿Son los pliegues
de tu
aliento que cuelga
largo, para
envolverme?
¿Eres tú,
traspasada,
cóncava para
mí,
morada mía,
sangrando
una invisible calentura?
Ciego de
amor, oscuro,
¿dónde
estoy?
Tú estás
aquí,
en los altos
pensamientos.
Mis
pensamientos
pueden
llover sobre los campos,
pueden
ensombrecer a las ciudades.
Eres sol de
mi cielo,
vestida
estás conmigo,
te desnudas
de mí,
devoras con
tu fuego.
Por pequeña
que sea una distancia
se puede
dividir.
Eres
profunda.
Dentro y
fuera te quiero,
siendo
ardor,
siendo luz,
siendo
memoria,
siendo
recuerdo,
con toda mi
alma
con todos
los montes,
con el
enorme peso
del mundo
donde vives.
Poema del agua
[1927]
I
Vetas.
Rocas. Sonidos caminantes.
Suelo y
techo rozando sus dos planos.
Encajadas
las formas. Locas venas.
Con negros
antifaces los colores.
Grupo
blando. Las raíces bebedoras.
Muros
siempre. Cimientos. La prehistoria.
Todavía más
sonidos caminantes.
¡Qué
sumergida oscuridad tan dura!
Para el
encuentro el tacto. Filtraciones.
¡Oh las
respiraciones contenidas!
Opresos
miembros. Manantial. Herida.
Cita del
agua. Luz. Diamante puro.
Cola del monte.
Lengua de cristales.
Cal. Verde
prado. Azul del cielo.
II
Árbol
tendido, transparente, el río
sus ramas
ascendentes, descendiendo,
al monte,
eleva, de los manantiales.
Grises
riberas: suavidad de pluma
en las
pulimentadas arenas húmedas;
o ya
asperezas en las apretadas
cañas
bañistas, verdes, paralelas;
pantanosos,
con huellas de animales
fieros en
fuga:
rojos
terrenos.
Las nubes,
recortadas, suspendidas,
islas del
aire, blancas, miniaturas
de plantas
florecidas, altas, cobijan.
Azules
derramados. Coincidiendo
los claros
horizontes y los confines
oscuros de
la noche, en la que hundida
media tierra
sin quilla se adormece.
Rumor de
espuma. Calma. Lentas brisas.
VII
Sobre coral
y baile de sirenas
las manos
transparentes de los ríos,
apretaban
sus peces resbalosos
ágilmente
veloces en sus fugas.
Ágilmente
veloces en sus fugas.
De los rayos
del sol, se hunden apenas
reflejos
consiguiendo en los azules
nudillos
encrespados y movibles.
Antes
pulseras verdes en los brazos.
Ahora se
alternan de oro los anillos.
… Y algas
profundas por los blandos dedos
sumergidos,
peinadas suavemente.
POEMAS DE
LAS ISLAS INVITADAS
Mi corazón
dio golpes en la oscura
puerta
interior y se me fue la vida
hacia
dentro, hacia ayer, hasta sentirse
encerrada de
nuevo en la semilla
del
Sembrador de sueños.
No vi su
rostro ni conozco el prado
en donde es
flor el mundo en que vivimos,
entre otros
astros, flores desprendidas
de las
frondas del tiempo: sueño, nada.
Día llegará
en que Dios, para su gloria,
me hará
volver -¡qué breve es el camino!
y entonces
sí será verdad mi canto.
ÁRBOL DE LA
VIDA
Voy buscando
los ojos de una torre
hecha de
pensamientos muy oscuros
pues quiero
darle fronda de miradas
a la columna
altiva de mis sueños.
La quieren
derribar vientos de duda,
la asedian
nubes que le son coronas,
como césped
le besa el pie mi fuego.
Dentro me
elevo sin que nunca acabe
de escalar
por su médula esa cima
en donde he
de gozar de una presencia 10
por la que
crece, se dilata y sube
este confuso
y vertical anhelo.
A veces dudo
si hallará sus flores
tanto
secreto humor aprisionado:
linfa que
quiere pétalos no puede
entre
cortezas conformarse muda.
Bajo el azul
derramará verdores
tan
obstinada aspiración de cielo
y a cada
canto de ave en la espesura
responderá
una estrella con su brillo.
Aves, lunas,
manzanas y luceros
llenarán de
sonrisas los cristales
de las
cintas del agua que en el prado
murmuran y
equivocan sus caminos.
La sierpe
abrazará de nuevo el tronco,
hombre y
mujer se sentirán desnudos,
ángeles
guardarán con sus espadas
los dinteles
de luz y otra vez fuera
amargo
llanto para los mortales.
Oigo en
sueños palabras defensoras
del daño que
a mi vida sigo haciéndole,
mi vida que
tal vez no sea tan mala
como me
dicen mis remordimientos.
No es
maternal la voz eme me defiende
ni es
infantil la voz de mi conciencia;
es el amor
el campo de esas voces,
las de mi
confesión v tu consuelo.
La voz que
me defiende es de unos labios
que me han
besado mucho. ¡Quién pudiera
besarlos y
olvidarme de mi vida
para poder
seguir viviendo!
Somos el
polen de la tierra,
oscura flor
del firmamento,
el viento de
la muerte nos arrastra
por los
grises jardines de un ensueño.
Nuestra
ausencia es tan sólo
errático
vagar entre luceros.
¿Qué nueva
flor, en frente de qué mundo,
nuevo
narciso de tu pensamiento,
resucitada
gloría ha de ofrecerte,
ante la
clara prisa de un espejo?
¿Qué forma
soñarás para tu alma?
;Cómo
reconocerte si te encuentro?
POEMAS DE
AMOR
Vivo
despacio sin ti,
sin ti mis
horas son largas,
debo a tu
ausencia una vida
que no sé
con qué llenarla.
Lentamente,
como yedra
que no veo
crecer, avanza
el tiempo
sin ti cubriendo
inquietudes
y esperanzas.
Para que
mueran sus flores
todo un
otoño hace falta,
otoño que
nunca llega,
horas que el
viento no arrastra.
Lo que sobra
de mí cuando tu imagen
quema mi
corazón apasionado
es un confín
de espejo sin memoria,
de espejo
blando, sin oficio, ciego,
libre de eco
y de luz ya que tan sólo
para sentir
tu forma tengo vida:
pequeña tú
como el dolor humano
y grande yo
sin ti, desconocido,
oscuro o
claro, no lo sé, no estoy,
delante como
tú de quien me quiera.
Es mejor
repetirte que no es nada
lo que sobra
de mí cuando tu imagen
quema mi
corazón apasionado.
Contigo,
cristal claro
y con mi
carne negra,
aires
blancos y negros,
apretamos la
tierra,
baio tu
cuerpo en día
bajo el mío
en eterna
y desolada
noche.
El sol te
transparenta
e ilumina
los campos
que bajo ti
se encuentran;
pero mi
cuerpo opaco
a toda luz
se niega.
Nuestro amor
prisionero
está como la
tierra:
bajo tu
cuerpo, en día,
bajo el mío,
en tinieblas.
Tu fortaleza
hermosa
es mi
debilidad.
Por ti me
muero.
Vencido
estoy por ti,
mas mi
derrota,
mi ternura,
mi
traspasado corazón se eleva
hasta ti,
protegiéndote.
Aunque estás
victoriosa
y yo
vencido,
soy yo quien
te defiende
contra mí,
contra ti, contra los otros.
Lo visible
es tu cuerpo,
la armoniosa
y desnuda
claridad
dominante;
lo
invisible, la endeble
e infinita
ternura del vencido;
pero este
blando ambiente,
este tierno
calor que te rodea,
amortigua
los golpes,
contiene las
ofensas,
logra
aislarte del vicio.
Yo estoy
aquí. Pero existe también
un aire
paralelo a mi figura,
un horizonte
igual a mi contorno,
que me
agranda en los ámbitos.
Orgullosa mi
frente guarda entonces
el altivo
silencio de las nubes.
Te guarda a
ti también, ángel visible
que
atraviesa mi ensueño.
Estás dentro
de mí aunque te vean
los
anhelantes ojos de mi alma.
Dentro estás
de mi vida estando fuera
porque cubre
tu cuerpo un horizonte
de amor
igual a mi contorno,
un aire
paralelo a mi figura.
SOLEDADES
JUNTAS
A Rafael E
Muñoz
LAS NUBES
Oh libertad
errante, soñadora,
desnuda de
verdor, libre de venas,
arboleda del
mar, fugaces nubes,
si en lluvia
el desengaño te convierte
la forma de
mi copa podrá darte
una pequeña
sensación de cielo.
Vuelve a la
tierra, oh mar, vuelve a la vida,
a las
cadenas de los largos ríos,
a las
prisiones de los hondos lagos,
vuelve
afilada a penetrar mil veces
angostos
laberintos vegetales.
Oh Libertad,
tus puertas son heridas.
No las
quieras abrir, sigue encerrada
en la
sedienta piel o te sostenga
el inclinado
cauce del torrente.
Todo sueño
que es nube se deshace.
Vuelva a
brillar el sol pues la blancura
de esa
ilusión de libertad celeste
es tan sólo
una sombra hecha jirones.
No sueñe más
el agua y tenga vida
en la savia
o la sangre, tenga sólo
en mí su
libertad, libre en mis lágrimas.
EL HÉROE
A Rafael
Heliodoro Valle
Se destacó
mostrando
la prisión
de su vida.
Barros rotos
dejaban
en libertad
su luz,
pero en la
grieta honda
el fuego
encarcelado
calor daba a
sus ojos
y ardores a
su espada.
¡Qué
círculos de miedo
cercaban su
osadía!
Su caballo
pisaba
los despojos
mortales
y surcaba su
frente
una turba de
espíritus.
Su panorama
era
una ciudad
de cárceles
abatiendo
sus muros
y una prisa
de ruegos
flamante,
esclarecida,
llamando en
el crepúsculo
para entrar
en el cielo.
Al
encontrarse aislarlo
entre
aquellas ruinas
era el solo
edificio
no abatido.
Su alma
se asomaba a
las claras
y lucientes
heridas,
con envidia
mirando,
derribados,
los muertos.
Y su edificio
vivo,
su prisión
pensativa,
victoriosa y
sangrante,
orgullosa,
se erguía.
En aquella
morada:
un quejido
apagado,
una oculta
miseria,
un temblor
sin motivo.
El moribundo
alzaba
suplicante
los ojos.
La pobre
llama viva
se resistía
a salir.
El héroe sin
ternura
la avivó
muerte dándole.
La carne
quedó fría.
El aire más
poblado.
El héroe con
mayores
impulsos de
morir.
Revestido de
fiebre,
de ardor, de
valentía,
sobresaliendo
en él
el aura del
espíritu,
con
destellos de arcángel
buscaba al
enemigo.
La paz de la
llanura
y el sol le
entristecían.
Quería una
vida nueva
y no seguir
soñando
junto a
montes y ríos,
frente al
mar insondable.
Las luces ya
se iban,
la oscuridad
quedaba
igualando en
negruras
los objetos
del mundo.
Y su materia
fúnebre,
invisible en
la noche,
quedó
deshabitada,
más tarde
destruida,
abonando la
tierra,
floreciendo
en los árboles,
navegando en
los ríos.
NOCHE HUMANA
A María
Luisa Gómez Mena
y Mario
Carreña
Como de una
semilla nace un bosque
de mi
pequeño corazón hundido
creció una
selva de dolor y llanto.
Humo y
clamor oscurecían el cielo
que se
alejaba de mi triste fronda
cuando negó
la tierra a mis raíces
linfas para
el verdor oscurecido.
¿Cómo pudo
secarse una esperanza
hasta su
queja dar con tanto fuego?
La pequeñez
de mi secreta herida
me hace
llorar aún más que la hermosura
del incendio
que de ella se dilata.
Aguas sin
suerte, solteras
despreciadas
de los trigos,
canosas ya
por la espuma
de las
riberas del río,
¿qué
infancia de nube airosa
recordáis?
Habéis perdido
la niñez en
cielos altos
y ahora
andáis largo camino
hacia la mar
que es la gloria
del agua, su
paraíso.
¡Qué vejez
la del torrente!
¡Qué
angustioso torbellino!
No calmáis
la sed de nadie,
ni seréis
para Narciso
espejos.
Vais a la muerte,
aguas
finales del río.
LA LENTA
LIBERTAD
A Antonio
Castro Leal
A UN OLMO
¡Qué lenta
libertad vas conquistando
con un
silencio lleno de verdores!
Apenas si se
nota en ti la vida
y nada hay
muerto en ti, olmo gigante.
Tus hojas
tan pequeñas me enternecen,
te aniñan,
te disculpan
de los
brutales troncos de tus ramas.
Las hojas
que resbalan por tu rostro
parecen el
espejo de mi llanto,
parecen las
palabras cariñosas
que me
sabrías decir si fueras hombre.
¡Quién como
tú pudiera ser tan libre,
con esa
libertad lenta y tranquila
con la que
así te vas formando!
Tú
permaneces, pero te renuevas,
estás
arraigado, pero creces,
y conquistas
el cielo sin derrota
dueño de tu
comienzo y de tus fines.
Si yo
tuviera comunicaciones
con las
duras raíces ancestrales,
si mis
antepasados retorcidos
me
retuvieran firmes desde el suelo,
si mis
hijos, mis versos y las aves,
brotaran de
mis brazos extendidos,
como un
hermano tuyo me sintiera.
Olmo, dios
vegetal, bajo tu sombra,
bajo el rico
verdor de tus ideas,
amo tu
libertad que lentamente
sobrepasa
los duros horizontes
y me quejo
de mí, tan engañado,
andando
suelto para golpearme
contra muros
de cárcel y misterio.
Las
tinieblas son duras para el hombre.
Dama de
noche, estrellada
oscuridad de
los ciegos.
Piso tu
sombra de luna
y el borde
de tu perfume
derramado en
el paseo.
Dama de
noche, estrellada
oscuridad de
los ciegos.
UN DÍA
A Manuel
Rodríguez Lozano
LA NOCHE
Desfilaron
las sombras
de los que
me quisieron.
Era una sola
sombra
repetida mil
veces.
Un ángel
sombrío, solo,
como un Amor
sin flechas,
anclas, ni
fuego.
Había vivido
en todos
los cuerpos
ya en ruinas
que me
quisieron antes,
los que se
desconcharon
y en lugar
de esqueletos
dejaron en
la tierra
una sombra,
las sombras
que
enturbian mis recuerdos,
un luto
permanente;
muchedumbre
de sombras
que hacen
negra la noche,
mi tristeza,
mi vida.
Esta
oscuridad es sólo
una turba de
ángeles negros,
de custodios
vacantes,
de soledades
juntas,
de silencios
unidos.
Es el pavor
caliente.
Son las
almas viudas
de sus
cuerpos adúlteros.
Despeinados
los fuegos
opacos del
infierno,
sus greñas
carbonizan
y ocultan
cuanto tocan.
No hay alba
que mitigue
este castigo
denso,
esta espesa
tiniebla,
esta muerte
profunda.
CREPÚSCULO
¡Ven, que
quiero desnudarme!
Ya se fue la
luz y tengo
cansancio de
estos vestidos.
¡Quítame el
traje! Que crean
que he
muerto, porque desnudo
mientras me
velan el sueño
descanso
toda la noche;
porque
mañana temprano
desnudo de
mi desnudo
iré a
bañarme en un río
mientras mi
traje con traje
lo guardarán
para siempre.
Ven, muerte,
que soy un niño
y quiero que
me desnuden,
que se fue
la luz y tengo
cansancio de
estos vestidos.
LAS ISLAS
INVITADAS
A Emilio
Prados
¡Qué golpe
aquel de aldaba,
sobre el
ébano frío de la noche!
Se
desclavaron las estrellas frágiles.
Todos los
prisioneros percibimos
el
descoserse de la cerradura.
¿Por quién?
¿Adónde?
El sol su página
plisada
entró por la
rendija oblicuamente,
iluminando
el polvo.
Descorrió su
cortina el elegido,
y penetró en
los ámbitos sonoros
del
Triángulo y la espuma.
Nos dejó la
burbuja de su ausencia
y la
conversación de sus elogios.
A Xavier Villaurrutia
El tiempo es una llanura
y mi memoria
un caballo,
jinete suyo
yo voy
a oscuras
por ese campo
sin
detenerme en recuerdos
fugaces como
relámpagos.
Mi caminar
por el tiempo
tan sólo
tiene un descanso
en el año de
tu muerte
-isla de
luto y de llanto-.
Plaza de
mármoles fríos
y luna
yerta. Me paro
deteniendo
mi memoria
desbocada
con espanto.
Junto al
ciprés de tu sueño
Para verte
descabalgo.
No son
recuerdos, que es vida
Y verdadero
el diálogo
Que contigo
tengo, madre,
Cuando aquí
nos encontramos.
Aguas sin
suerte, solteras
despreciadas
de los trigos,
canosas ya
por la espuma
de las
riberas del río,
¿qué
infancia de nube airosa
Recordáis?
Habéis perdido
La niñez en
cielos altos
Y ahora
andáis largo camino
Hacia la mar
que es la gloria
Del agua, su
paraíso.
¡Qué vejez
la del torrente!
¡Qué
angustioso torbellino!
No calmáis
la sed de nadie,
ni seréis
para Narciso
espejos.
Vais a la muerte,
aguas
finales del río.
La lenta libertad [1936]
A Concha
A Concha
La tierra te devuelve a mí.
Si tú no hubieras muerto,
ni las aguas sin venas,
ni las frutas con piel,
ni los volcanes,
en su frescor, sabor y fuego,
me darían tu presencia.
Me sería indiferente
este globo erizado
que expulsa de su entraña
las vidas y los árboles,
para que lo rodeen
de color y ternura.
La tierra sabe bien
que el sol y las estrellas
son miradas de seres que no existen.
Sólo creo en ti, planeta donde muero,
donde murió quien siempre me acompaña.
* * *
LA POESÍA
No hay ningún paso,
ni atraviesa nadie
los dinteles de luz y de colores,
cuando la rosa se abre,
porque invisibles son los paraísos
donde invisibles aves
los cantos melodiosos del silencio
a oscuras dan al aire,
más allá de la flor, adonde nunca
alma vestida puede presentarse,
donde se rinde el cuerpo a la belleza
en un vacío entrañable.
LA POESÍA
No hay ningún paso,
ni atraviesa nadie
los dinteles de luz y de colores,
cuando la rosa se abre,
porque invisibles son los paraísos
donde invisibles aves
los cantos melodiosos del silencio
a oscuras dan al aire,
más allá de la flor, adonde nunca
alma vestida puede presentarse,
donde se rinde el cuerpo a la belleza
en un vacío entrañable.
Mis ojos grandes, pegados
al aire, son
los del cielo.
Miran
profundos, me miran
me están
mirando por dentro.
Yo
pensativo, sin ojos,
con los
párpados abiertos,
tanto dolor
disimulo
como
desgracias enseño.
El aire me
está mirando
y llora en
mi oscuro cuerpo;
su llanto se
entierra en carne;
va por mi
sangre y mis huesos,
se hace
barro y raíces busca
en las que
brotar del suelo.
Mis ojos
grandes, pegados
al aire, son
los del cielo.
En la
memoria del aire
estarán mis
sufrimientos.
ELEGÍA A
FEDERICO GARCÍA LORCA
Me olvido de
vivir si te recuerdo,
me reconozco
polvo de la tierra
y te
incorporo a mí como lo hace
la parte más
cercana de tu tumba.
Esa tierra
insensible que suplanta
el amoroso
afán de tus amigos
no me puede
impedir que yo la imite
confundiendo
mi llanto y tu recuerdo.
La muerte
perfiló toda tu historia.
Acabada tu
vida permanece
con todos
sus contornos dibujados:
no hay
puerta que te lleve a lo futuro.
En donde te
quedaste ha florecido
el árbol de
tus nombres, de tu gloria,
en una
incalculable primavera.
Tus nombres
como flores nos reciten
tu juventud
sin fin, eternamente.
La muerte es
perfección, acabamiento.
Sólo los
muertos pueden ser nombrados.
Los que
vivimos no tenemos nombre.
Mi cuerpo se
agiganta endurecido
al recibir
el eco de tu fama
que resuena
entre abismos colosales
y hecho roca
firmísima me añado
al elegiaco
coro de los montes.
Precipicio
seré, que así responda
devolviendo la
flecha de tu nombre
al trágico
recinto de la muerte.
Los míticos
honderos de tu gloria
tiran las
piedras de tu nombre al mundo
y el lago de
la vida abre sus ojos
con párpados
de vidrio interminables:
no hay
montaña, no hay cielo, no hay llanura,
que en
círculos o en ángulos no agrande
el eco de tu
nombre esclarecido.
No es dolor
fraternal, no es pena humana,
es parte mi
pesar del sentimiento
que hace de
las estrellas pensativas
Te escribo
estas palabras separado
del cotidiano
sueño de mi vida,
desde un
astro lejano en donde sufro
tu
irreparable pérdida llorando.
POEMA FINAL
A Rubén
Romero
Las
ausencias,
los grandes
huecos,
el enorme
vacío dibujado
por los
recuerdos insistentes.
Todo está
aquí
como cenizas
de un gran fuego.
Y dudo de mi
vida,
temo ser un
rescoldo
entre tantas
miserias
que ni
siquiera existen.
Mi soledad
en esta luz
de espanto
es un nuevo
fantasma
sin materia,
es un simple
contorno
sin un
mínimo alambre
o esqueleto.
Todo
Nada existe.
Las míseras
ruinas
de una
triste memoria
que se
pierde
están ante
mi vida sin futuro.
Dice una voz
remota
que borra el
panorama
con su
niebla:
«Nunca más.
Nunca más.»
ROSARIO
Bajo cinco
cielos,
bajo cinco
puentes,
pasa el agua
lenta,
repetida,
verde.
Manantial de
carne,
de alma, de
piedra,
de fervor,
de espumas,
dentro de la
iglesia.
Ámbitos:
Misterios.
Los
místenos: puentes.
Y el agua
del rezo
repetida,
verde.
Y una llama
inmóvil
exterior, de
piedra,
dura contra
el aire:
Torre de la
iglesia.
Desembocadura
¡Dios en
todas partes!
Sobre este
océano
la Virgen
del Carmen.
MODESTO
Un hilo
sobre el mapa
clavado como
sangre sobre el hule,
un hilo
rojo, torpe, equivocado,
empequeñece
el horizonte roto
de nuestra
guerra que es un río.
Hay en el
mapa muchos alfileres,
unos
puntales finos como espinas
en los que se sostiene, se atiranta,
esa línea de
fuego que ahora pulso.
No es que yo
quiera hacer un instrumento
con esta
diminuta geografía;
arpas, liras
mejores, son posibles
en otra
soledad menos sangrienta.
En tal hilo
de fuego, sangre y plomo,
en tal hebra
de llanto y valentía,
está tu
voluntad, firme, de plata,
como una
dura espina, como un clavo.
Estoy
pensando en ti sin conocerte,
tu nombre
pertenece a ese racimo
de nombres
legendarios que uno teme
encontrar
cada día entre los muertos.
Deja que
sueñe, amigo, camarada;
quiero tener
derecho a bendecirte.
Después de
todo sólo soy poeta
y mis flores
se llaman vaticinios.
Llegará la
ocasión en que las bocas
de los
sepulcros v de las trincheras
cierren sus
labios para siempre mudos
en un beso
de paz interminable.
Entonces tú,
Modesto, camarada,
verás partir
de ti como de un nido
la juventud
de tu valiente tropa,
que por el
mar, el campo, las ciudades,
repetirá tu
nombre generoso.
Yo me alegro
contigo, te prometo
que veremos
la luz de la victoria.
Mi soledad
¡inmensa! La conozco
por las
grandes distancias que recorren
mis palabras
en fuga, mis lamentos,
sin
encontrar a nadie. Nada. Nadie.
Desde mi
centro, broto como un árbol
la infinita
enramada que se extiende
sin
encontrar a nadie. ¡Siempre solo!
Ahora bajo
la sombra de mis gritos
veo
acercarse la blancura alta,
la alta sonrisa,
¡la belleza!
Y mi alma
deja el tronco que sostiene
la espesa
red frondosa de dolores
y entre las
flores de un idilio juega,
juega v se
olvida del verdor nublado.
¡Bajo la
fresca sombra de mis gritos!
LLANTO POR
«MANOLETE»
Llegan de
Sierra Morena
a la plaza
de Linares
para ver a
«Manolete»
los mineros
de Arrayanes.
Suben de la
oscura tierra
para que a
la tierra baje,
a minas de
plata y gloria,
quien fue de
acero en su arte.
Un anillo
gris, de plomo,
forma el
público. La tarde
cenicienta
se oscurece
por los
grises olivares.
«Manolete»,
todo alma,
caballero de
diamante,
luce sus
últimas luces
en la plaza
de Linares.
¡Qué espada
como su espada,
orgullo de
los arcángeles!
¡Qué revuelo
como el vuelo
de su capote
en el aire,
ala que
tiene la muerte
como fin de
su viaje!
;Qué gran
torero, torero,
torero,
torero grande
el de la
triste figura,
tan triste
como elegante!
Todas las
plazas de toros
colgadas de
las ciudades
serán
coronas de luto
que tu
memoria acompañen.
Un público
de gardenias
y
pensamientos rebase
las barreras
y tendidos
donde
florecieron antes
tanto clavel
carmesí
y tanta rosa
fragante.
Murió el
torero de España.
Su muerte
cruzó los mares.
Lágrimas de
España y México
llueven en
sus funerales.
Vuelvo la
vista, bajo la mirada
desde el
alto final de mi camino,
y desde el
valle al monte que domino,
me persigue
tu amor, cinta encrespada;
un río de
amor, una corriente airada,
cuyo cauce
refleja cristalino,
gota a gota,
mi sed, y en remolino,
la vida que
por ti llevo arrastrada.
Si tal
corriente empuja así mi vida,
si sus
espumas se alzan contra el cielo,
si
testimonio dan de mi quebranto,
que de nuevo
en tus aguas vea la herida
de mi
profundo y amoroso vuelo,
que su
cristal se empañe con mi llanto.
EL AIRE
El aire,
dios del tacto, que no deja
de acariciar
hasta las más ocultas
reconditeces
del jardín dormido,
alisando en
la sombra duros troncos
como en el
sol los tallos de la yerba, 5
arriba, todo
azul, tiene otro oficio:
el congregar
los blancos corazones,
nubes que
del amor serán vencidas.
Nubes y
lluvias, corazón y llanto,
en la frente
del cielo son fugaces
pues toda
elevación llorando muere
y deshechas
en lágrimas, a espejo
de una verde
ilusión son condenados,
a ser laguna
o desatado río,
hasta que el
aire ciegue con su brisa 15
la mirada
del agua transparente
y enturbie
su cristal defensa dándole.
POEMA
No sé si
existe la Tierra
ni si
círculo en su sangre;
no sé si
Dios es un alma
que está
encerrada en el aire
bajo una
piel que contiene
músculos de
vendavales;
no sé si el
cielo es redondo
o si es un
rostro que hace
signos de
amor a la luna
que gira
lenta y suave;
no sé si es
borde la nada
de luceros
incansables;
sólo sé que
en mis entrañas
hay lunas,
soles, pesares,
estrellas y
pensamientos,
tan sólo sé
que en mi sangre
hay mil
mundos que se mueven
ansiosos de
desangrarse.
COMO UN
GRUESO PERFUME
Como un
grueso perfume
se agrandaba
opulento
rozando con
sus bordes
interiores
del alma,
y luego, al
alejarse
en las
paredes íntimas,
abandonó
consciente
—señal,
vestigio, huella—
la fina piel
suavísima
de su último
contorno.
Hueco de olor,
el cuarto
perfil de
aroma ofrece
a pesquisas
de olfato:
señal,
vestigio, huella,
del tránsito
de un libro.
ALMA
Se levantó
sin despertarme.
Andaba
lenta, aplastándose tanto,
hasta pasar
bajo imposibles
sitios
huecos,
o
estirándose fina como un ala,
atravesando
puertas entreabiertas.
No tenía
vista,
pero salvaba
los obstáculos
con
previsora maestría.
Ni tacto,
pero evitaba
las esquinas
sin recibir
un golpe.
Sin recibir
un golpe.
pero cuando
el portazo aquel,
sobresaltada,
corriendo
vino a mí,
en mí
escondiéndose,
y despertando
en mí
su cuerpo.
VETE
Mi sueño no
tiene sitio
para que
vivas. No hay sitio.
Todo es
sueño. Te hundirías.
Vete a vivir
a otra parte,
tú que estás
viva. Si fueran
como hierro
o como piedra
mis
pensamientos, te quedarías.
Pero son fuego
y son nubes,
lo que era
el mundo al principio
cuando nadie
en él vivía.
No puedes
vivir. No hay sitio.
Mis sueños
te quemarían.