LAS FLORES DEL BIEN, DE LA VIDA SENCILLA Y OTRAS OBRAS
POÉTICAS "Quienes conocieron y trataron a José María Pemán, y dominan
la amplia y variada producción polifacética del genial escritor gaditano, no
dudan en afirmar categóricamente que Pemán es, por encima de todo, un poeta.
«Considerar a José María Pemán como poeta, equivale a considerarle en su
totalidad, es decir, como José María Pemán. Porque no es un orador, un
novelista, un dramaturgo poeta. Es, sencillamente, un poeta que hace discursos,
novelas y comedias. Y, sobre todo, naturalmente, poesías líricas, y en general
Poesía, sin más apelativos», dice Manuel Machado en el Epílogo del primer tomo
de las Obras Completas.
Y Luis María Ansón: «El autor de El divino impaciente dejó
una obra torrencial en el teatro, en el ensayo, en la novela en la narración,
en el periodismo. Pero es en las fronteras de lapoesía donde se encuentra,
siempre, al verdadero José María Pemán».
Santiago Gástelo abunda e en la misma idea, pero atribuyendo
a Pemán esa convicción: «José María Pemán se consideró siempre un poeta. Parece
como si los otros géneros que cultivó en vida fuesen a la zaga; pero era así.
Al menos para él. “Ninguna musa le es ajena“ dijo Lorenzo Riber. Pero él
siempre se sintió poeta (…) Me parece injusto que dieciséis años después de su
muerte los que querían “despemanizar” a España sigan consiguiendo un veto casi
absoluto para dar a conocer a las nuevas generaciones libros fundamentales de
la poesía española de este siglo… como “El barrio de Santa Cruz”… O ese poemario,
singularísimo y libérrimo, en que el poeta hace gala de un moderno simbolismo y
de los ritmos más increíbles, que es “Las flores del bien “ cumbre de su obra
lírica para muchos estudiosos. Sin olvidar, desde luego sus poemas religiosos.
En ellos, sin duda, Pemán se alinea con los grandes místicos de la poesía
española… Porque creo en la vigencia de la obra de Pemán, vivo en la esperanza
de su resurrección poética».
Con motivo del Centenario del nacimiento de Pemán, aquí y allá
se organizan homenajes, discursos, exposiciones… Pero no basta. Ahí está
denuncia de Emilio Romero contra la injusta marginación que se ha hecho de
Pemán en el mundo literario de las últimas décadas: «José María Pemán es un
olvidado de nuestra contemporaneidad, y forma parte del olvido de las
injusticias gloriosas del silencio de nuestro país, y que se ejerce por el
resentimiento natural de algunas personas, y de esas exigencias inmorales de
las ideologías».
Camilo José Cela va más, y conjuga la vida, la obra y el
ejemplo de Pemán: «Tenía, dice, la clara gracia verbal de los andaluces y era
dueño de la adivinada y sabia intuición de los poetas, también enseñaba una
inteligencia cimera, una sensibilidad a la que nada era ajeno y un antiguo y
caballeresco aplomo ante la vida que distinguía y señalaba su conducta entre
todas las conductas». José María Pemán tuvo un inmediato éxito en su quehacer
literario y, pese a esa circunstancia y sus servidumbres rendidoras, supo
acompasar su vida con su vocación literaria y poética, diáfana aquella y honda
e inalterable la otra. Si los españoles supiéramos sacar provecho de los
ejemplos que se nos brindan, el recuerdo de mi llorado y admirado compañero y
amigo, sería una asignatura pendiente». Y llega a afirmar: «Creo que poeta
contemporáneo alguno haya visto más diáfanamente el ser y el sentir de la
poesía».
¿Caben mayores alabanzas? ¿Es posible reunir tan altos y tan
distintos testimonios a favor de un personaje y de su obra? Estamos ante un
genio: José María Pemán." JOSÉ A. MARTÍNEZ PUCHE
LAS FLORES DEL BIEN. De 1946.
Retorno a la vida sencilla.
¡El Bien
tiene sus flores, como tiene
la tarde su
canción!
No hay
silencio que no llene
en la tarde,
un leve son
de campanas
y de perros.
(Por el
verdor de los cerros
sombras de
tordos pintaban
islas negras
que bogaban
hacia la
sangre del día.)
¿No basta
esta melodía
y esta
esencia
de las
flores?
¡Qué exacta
correspondencia
de lo que es
pura presencia
y lo que son
ruiseñores!
Todo el
campo es expresión
segura de un
Dios que viene.
¡El Bien
tiene sus flores, como tiene
la tarde su
canción!
PROCLAMACIÓN
DE LA HUMILDAD
I
Señor: para
cantarte,
desnudo de
mí mismo, quiero el arte
tener de un
jilguerillo.
Todo humano
decir, Señor, me pesa.
quiero
encontrar un verso tan sencillo
como la
prosa de Santa Teresa.
sé la ribera
Tú para mi río.
Hazte tú tu
canción: y será mío
sólo el
fervor y la humildad del ruego.
Tú el sol y
yo la fuente.
y en medio,
mi canción: la luz riente
que en oro
vuelva su prestado fuego.
No dejes que
yo tome
mi luz en
otra esfera.
No dejes que
me asome
yo, con mis
vanidades, donde entera
debe estar,
solamente, tu armonía.
Ábrele a mi
Poesía,
Señor, la
última puerta
de tu favor:
y sea mi balada
para
cantarte, toda un alma alerta,
toda una
sinfonía renunciada
y toda una
humildad, en flor, abierta.
2
Un verso
nuevo voy diciendo, alado,
más allá del
favor y del desvío
¡ay, verso
desnudado,
tan
levemente mío!
Sin una flor
sobre el acento,
sin una nube
ante sus claridades,
canto para
mi aplauso y mi contento
por la
ribera de mis soledades.
Soy un
embebecido
que voy,
fuera de mí, conmigo, quedo,
por el
rastrojo pálido y dormido
cantando
apenas por burlar el miedo.
Más allá de
mi risa y de mi llanto.
todo rubor
en su preciso acento,
desnudo ya
de mí, dice mi canto
lo que queda
de mí, sin mí, en el viento.
29
Recuerdo
Yo renuncié
a la florida
locura de
aquel amor.
¡Mas no
renuncié al dolor
de esta
herida!
Señor:
llévate la miel
de mi ardor
de juventud:
mas la flor
de esta inquietud
no te la
lleves con él:
que aquel
infinito ardor
de mi pasión
encendida
fue mi
primera medida
de tu
grandeza. Señor.
Señor:
estuve tan loco
del amor…
que de un modo blando
será mejor
ir curando
el corazón,
poco a poco.
No se hace
el halcón airado,
Señor, tan
pronto paloma…
de esta rosa
que te he dado
deja que
quede el aroma
de un
recuerdo deshojado.
Soliloquio y paradoja de la Muerte
Si a vida
inmortal no voy
la muerte no
existiría;
pues apenas
si seria
un no ser lo
que ahora soy.
Ella que es
tanto, no es nada
si ella
acaba toda vida:
pues antes,
no fue venida
ni después
es recordada.
Si a la nada
he de volver,
¿qué es la
muerte para mí?
Nada fui
mientras viví;
y al morir,
dejé de ser.
ni a la
muerte que me espera
ya puedo
llamarla «mía»
si aquel ser
que yo tenía
deja de ser
cuando muera.
Sin vida no
existe nada:
luego el
trance de morir
¿sobre qué
puede venir
siendo la
vida acabada?
Si otro
vivir no es cierto,
el vivir es
una pena
que cabe en
el alma ajena,
mas no en mí
que ya soy muerto.
Pero no: que
en tal manera
mi muerte
gran verdad es
que yo he de
vivir después,
según el
modo que muera.
Hay muerte
porque, al sentirla,
por “mía” la
he de sentir:
porque al
punto de morir
ya empiezo a
sobrevivirla.
Hay muerte
porque es igual
nacer y
morir: de suerte
que estoy
cierto mi muerte
porque me
siento inmortal.
DIVINA PRESENCIA
Se me aclaró
el sentido,
de pronto,
del paisaje.
Y me sentí
total como el latido
de un
corazón inmenso, y el mensaje
del Amor a
los hombres.
Me di todos
los nombres
desde el del
alba hasta el de la amapola.
Me entregué
sin prudencia y sin escudo.
Y me sentí
en la sola
y alta
hermosura del Amor, desnudo.
Como advertí
tu acento
delgado, mi
Señor, por la pradera,
he sido en
la ilusión de aquel momento
todos los
hombres, yo, en la primavera.
Desde aquel
día por los más cimeros
picos de mi
esperanza levantado,
estoy de Tu
hermosura sin linderos
con este
amor total enamorado.
ORACIÓN POR UNA PECADORA
En esta
tarde lenta en que pusiste
sobre el
cielo en rubor tu mejor arte,
Señor, vengo
a rezarte por una mujer triste.
Fue inmensa,
irrefrenable, su ternura.
Pero tú
sabes -¡oh Amador tan fino!
¡tú que
sabes hacerte pan y vino!
que no hay
Amor sin punto de Locura.
Hubo siempre
una luz en sus amores.
y siempre le
ha cantado
una lealtad
en lo hondo del pecado
como en la
oscuridad los ruiseñores.
Nunca fue
toda del placer. Había
un extremo
en su amor nunca ofrecido.
Siempre fue
un poco Tuya: no sabía
la ciencia
entera del completo olvido.
Soñaba su
ilusión otro amante
y su arpa un
nuevo tono.
Su cuerpo
conocía un abandono
con que se
distanciaba del instante.
Nunca las vi
tranquilas
las honduras
del alma. En el contento
vagaban
siempre luces de tormento
por la noche
sin paz de sus pupilas.
Ni pintaba
su pie sobre la tierra
porque un
soplo más alto la llevaba.
Extranjera
en las rosas, caminaba
por el
jardín, mirando la alta sierra.
Gritos de
salvación estaban presos
en el fondo
sin luz de su delirio.
Siempre tuvo
tronchado, como un lirio,
tu nombre en
el sollozo de sus besos.
Como el
arado mueve en las laderas
de la roca
los últimos terrones,
se trabajaba
el alma de pasiones
para el
octubre de tus sementeras.
Yo siempre
la decía: «Se te asoma
la pena por
los montes de la risa».
Y amaba con
la prisa
con que roza
la tierra una paloma.
Y así,
Señor, hasta en sus horas malas
ensayaba su
paz y su armonía:
y enamoraba
el aire con sus alas
para que el
aire la tuviera un día.
Yo que la
tuve, como la azucena
apenas tiene
el soplo de la brisa,
vengo a
pedirte tu mejor sonrisa
para la que
Tú sabes que era buena.
Tómala para
Ti. Yo te la llevo
como una
rosa pura.
Mira, Señor,
con qué desenvoltura
pone su pie
sobre el camino nuevo.
Señor,
Señor: me ha dicho la palmera
que oyó en
el cielo ese rumor de fuente
que anuncia
tu perdón… Y lo presiente
en su
sosiego la campiña entera.
Cítaras ya,
de boda, por la altura
se templan
en la luz de la mañana.
Todo, por
recibir la nueva hermana,
se viste de
pureza y de blancura.
Y el nardo
que en su toga de inocencia
toda la
gracia de la paz resume
prepara ya
el amor de su perfume
para salirle
al paso a tu sentencia.
No apartes
tu mirada
de la última
razón de un alma pura.
Fue tan
Verdad, Señor, que su ternura
salió de
cada beso perdonada.
Y hecha la
paz con toda la armonía,
abierta al
sol del claro mediodía
como un
suelo llovido, dulce y blando,
yo sé,
Señor, que hoy te estará adorando
con aquel
alma inmensa que tenía.
RETORNO. PAZ
I
Acógeme,
otra vez, puerto y amparo
de mis años
mejores:
la casa blanca, las primeras flores,
el sencillo
querer y el verso claro.
Por el alma,
con voces de alborada,
me canta la
alegría
de una
fidelidad esperanzada
donde puedo
salvarme todavía.
Porque, por
fiel, me siento yo heredero
de mi parte
de luz en la campiña;
hermano de
la alondra… y de esa niña
coronada de
azul por el romero.
Derrotada la
voz de la sirena,
ha vuelto a
mí la gloria
de una
serenidad antigua y llena
de la parte
mejor de mi memoria.
Con tanta
sangre como en ese cielo
tras la
cimera nube enrojecida
se está
poniendo el sol, está en mi vida
poniéndose
el Dolor tras mi desvelo.
2
Me queda, de
cuando era niño,
en el alma,
la voz de un granado
que cantaba
tocado
del viento:
el cariño
de aquel
emparrado
alfombrado
de sombras y soles;
y aquel pozo
verde agobiado
por los
girasoles
y las
campanillas…
Señor: te
agradezco estas cosas sencillas
-¡la
arboleda oscura
con los
ruiseñores!
que dan a mi
vida una noble figura
y un
cimiento lejano de flores.
+ + + + + + +
+ + + + + + +
¡Cuerpo llagado de amores!,
yo te adoro y yo te sigo;
yo, Señor de los señores,
quiero partir tus dolores
subiendo a la cruz contigo.
Quiero en la vida seguirte,
y por sus caminos irte
alabando y bendiciendo,
y bendecirte sufriendo,
y muriendo bendecirte.
y por sus caminos irte
alabando y bendiciendo,
y bendecirte sufriendo,
y muriendo bendecirte.
Quiero, Señor, en tu encanto
tener mis sentidos presos,
y, unido a tu cuerpo santo,
mojar tu rostro con llanto,
secar tu llanto con besos.
tener mis sentidos presos,
y, unido a tu cuerpo santo,
mojar tu rostro con llanto,
secar tu llanto con besos.
Quiero, en santo desvarío,
besando tu rostro frío,
besando tu cuerpo inerte,
llamarte mil veces mío...
besando tu rostro frío,
besando tu cuerpo inerte,
llamarte mil veces mío...
¡Cristo de la Buena Muerte!
Y Tú, Rey de las bondades,
que mueres por tu bondad
muéstrame con claridad
la Verdad de las verdades
que es sobre toda verdad.
que mueres por tu bondad
muéstrame con claridad
la Verdad de las verdades
que es sobre toda verdad.
Que mi alma, en Ti prisionera
vaya fuera de su centro
por la vida bullanguera;
que no le Lleguen adentro
las algazaras de fuera;
vaya fuera de su centro
por la vida bullanguera;
que no le Lleguen adentro
las algazaras de fuera;
que no ame la poquedad
de cosas que, van y vienen;
que adore la austeridad
de estos sentires que tienen
sabores de eternidad;
de cosas que, van y vienen;
que adore la austeridad
de estos sentires que tienen
sabores de eternidad;
que no turbe mi conciencia
la opinión del mundo necio;
que aprenda, Señor, la ciencia
de ver con indiferencia
la adulación y el desprecio;
la opinión del mundo necio;
que aprenda, Señor, la ciencia
de ver con indiferencia
la adulación y el desprecio;
que sienta una dulce herida
de ansia de amor desmedida;
que ame tu Ciencia y tu Luz;
que vaya, en fin, por la vida
como Tú estás en la Cruz:
de ansia de amor desmedida;
que ame tu Ciencia y tu Luz;
que vaya, en fin, por la vida
como Tú estás en la Cruz:
de sangre los pies cubiertos,
llagadas de amor las manos,
los ojos al mundo muertos,
y los dos brazos abiertos
para todos mis hermanos.
llagadas de amor las manos,
los ojos al mundo muertos,
y los dos brazos abiertos
para todos mis hermanos.
Señor, aunque no merezco
que tu escuches mi quejido;
por la muerte que has sufrido,
escucha lo que te ofrezco
y escucha lo que te pido:
que tu escuches mi quejido;
por la muerte que has sufrido,
escucha lo que te ofrezco
y escucha lo que te pido:
A ofrecerte, Señor, vengo
mi ser, mi vida, mi amor,
mi alegría, mi dolor;
cuanto puedo y cuanto tengo;
cuanto me has dado, Señor.
mi ser, mi vida, mi amor,
mi alegría, mi dolor;
cuanto puedo y cuanto tengo;
cuanto me has dado, Señor.
Y a cambio de esta alma llena
de amor que vengo a ofrecerte,
dame una vida serena
y una muerte santa y buena.
¡Cristo de la Buena Muerte!
de amor que vengo a ofrecerte,
dame una vida serena
y una muerte santa y buena.
¡Cristo de la Buena Muerte!
SOLEDAD EN LA MUERTE
Hay que
morir sin compañía…
esposa mía y
compañera:
tuya es mi
vida toda entera,
i pero mi
muerte es sólo mía!
Toda la
gracia del vivir
te di con
mano generosa:
pero el
cogollo de la rosa
no lo
podemos compartir.
Tienes la
vida y la verdad
del
compañero y del amigo.
Pero aquel
día… ¡yo conmigo
en mi
infinita soledad!
Dos almas
tienen sólo un Dios
y dos
estrellas sólo un Cielo.
Dos vidas
viven un anhelo.
¡Pero no hay
muertes para dos!
Por esa
puerta no entrarás,
en esa senda
no serás
Ya mi
consuelo y mi maestra.
Toda mi vida
ha sido nuestra.
¡Mi muerte
es mía. Nada más!
EL NIETO
Que dio mi
trigo una flor,
una flor de
gracia llena;
color de
hogaza morena,
y manos de labrador…
No es un
principito leve,
rosa y
nieve,
flor de lis…
Este es de
otro
más
arriscado cariz:
sabrá
galopar un potro
y matar una
perdiz.
Bajo las
cejas espesas,
por los
ojillos oscuros
le cruzan
paisajes duros
de cortijos
y dehesas.
Tiene imperio
en la mirada
y en el modo
y en la
mano…
No era nada
¡y ya era
todo,
al nacer, el
gran tirano!
El mundo se
hizo más grave
y más lleno
de armonías…
¿Cómo cabe
tanto mundo,
en unos días?
Iba poniendo
la ley
su boca de
rosas puras,
su madre
estrenó ternuras
para nombrar
a su rey.
Todas,
toditas las cosas,
estrellas,
vientos y rosas,
las del
cielo y las del hombre,
se
ofrecieron
para
buscarle su nombre.
Las palabras
anduvieron,
rebuscadoras,
tras él,
por las
perlas y las flores,
por
encontrar los mejores
requiebros
para el clavel.
Y desde el
sol a la luna,
desde la
estrella a la flor,
se fue
llenando su cuna
de letanías
de amor.
¡Talle de
jazmín y nardo!,
¡rosa de luz
encendida!
¡y pelusilla
del cardo
de la vida!
Montaña verde,
recodo
del valle,
abismo profundo,
lirio,
ruiseñor… ¡fue todo
por los tres
reinos del mundo!
¿Y el
abuelo?
El abuelo
pisa el suelo,
con planta
firme y segura,
escondiendo
su ternura,
tan callada,
tan secreta…
Voy a
comprarme una arqueta
de madera de
alcanfor
para
guardarle su flor,
su tambor
y su
trompeta.
¡cosas de
abuelo poeta!
¡disparates
del amor!
Porque
quiero
desandar
todo el sendero
de los años
y los días,
y repasar
fantasías,
y acortar
aire y distancia
de la raíz
al clavel:
y doctorarme
en infancia
para
entenderme con él.
Mi boca
marchita besa
de un nuevo
modo sencillo:
y estoy
pensando un castillo
para
encerrar la Princesa;
que en la
vuelta más florida
de la vida,
estaban, por
el hondón
de unas
cumbres soleadas,
esperándome
las hadas,
y el gigante
y el dragón:
y arrollando
pensamientos,
voces
graves, libros sabios,
¡una otoñada
de cuentos
se me ha
subido a los labios!
Y todo
porque una cuna
tiene, entre
sus nieves, una
nueva flor;
que es la
hondura del amor
y la gracia
del camino
y el
horizonte del mar:
guapo,
fuerte, duro, sano
y moreno
como un llano
de tierras
de pan llevar.
Claro como
los albores
y como el
cielo, profundo.
¡Dos manos,
como dos flores,
Sosteniendo
todo un mundo!
¡Y qué gran
sabiduría
en su
silencio!... Tenía
un balbuceo
en la voz:
y allí
estaba toda ciencia,
porque
estaba la inocencia,
que es la
palabra de Dios.
Todo
floreció este invierno
de pasión de
primavera:
todo lo
llenó la espera
confiada de
lo eterno;
todo, porque
florecía
esta flor de
la alegría,
de luz, de
gracia, de amor,
de vida y
gozo sereno.
¡Cuántas
flores en la flor
que dio mi
trigo moreno!
DE LA VIDA SENCILLA
De 1923.
Para mi
madre
Vida
inquieta, frenesí
de la
ambición desmedida…
¡Qué mal comprende
la vida
el que la
comprende así!
La vida es
soplo de hielo
que va
marchitando flores;
no la
riegues con sudores
ni la labres
con desvelo;
la vida no
lo merece:
que esa
ambición desmedida
es planta
que no florece
en los
huertos de la vida.
Necio es
quien lucha y se afana
de su
porvenir en pos:
gana hoy pan
y deja a Dios
el cuidado
de mañana.
vida serena
y sencilla,
yo quiero
abrazarme a ti,
que eres la
sola semilla
que nos da
flores aquí.
Conciencia
tranquila y sana
es el tesoro
que quiero;
nada pido y
nada espero
para el día
de mañana.
Y así, si me
da ese día
algo, aunque
poco quizás,
siempre me
parece más
de lo que yo
le pedía.
Ni voy de la
gloria en pos,
ni torpe
ambición me afana,
y al nacer
cada mañana
tan sólo le
pido a Dios
casa limpia
en que albergar,
pan tierno
para comer,
un libro
para leer
y un Cristo
para rezar;
que el que
se esfuerza y se agita
nada
encuentra que le llene,
y el que
menos necesita
tiene más
que el que más tiene.
* **
Quiero gozar
cuanto pueda,
y, con
acierto y medida,
gastar
moneda a moneda
el tesoro de
mi vida;
mas no
quiero ser jamás
como el que
amontona el oro
y no goza
del tesoro
por
acrecentarlo más.
Quiero gozar
sin pasión,
esperar sin
ansiedad,
sufrir con
resignación,
morir con
tranquilidad;
que, al
llegar mi postrer día,
quiero
pensar y decir:
«Viví como
viviría
si ahora
volviera a vivir.
Viví como un
peregrino,
que,
olvidando sus dolores,
pasó
cogiendo las flores
de los lados
del camino;
cantando he
dejado atrás
la vida que
recorrí;
pedí poco y
tuve mas
de lo poco
que pedí;
que si nadie
me envidió
en el mundo
necio y loco,
en ese mundo
tampoco
he envidiado
a nadie yo».
* * *
Tras los
honores no voy;
la vida es
una tirana,
que llena de
honores hoy
al que
deshonra mañana.
No quiero
honores de nombres;
vivo sin
ambicionar,
que ese es
honor que los hombres
no me lo
pueden quitar.
He resuelto
despreciar
toda
ambición desmedida
y no pedirle
a la vida
lo que no me
puede dar.
He resuelto
no correr
tras un bien
que no me calma;
llevo un
tesoro en el alma
que no lo
quiero perder,
y lo guardo
porque espero
que he de
morir confiado
en que se lo
llevo entero
al Señor,
que me lo ha dado.
EL HIDALGO ESPAÑOL
Ufano de su
talle y su persona,
con la
altivez de un rey en el semblante,
aunque rotas
quizá, viste arrogante
sus calzas,
su ropilla y su valona;
cuida más
que su hacienda su tizona,
sueña
empresas que olvida en un instante,
reza con
devoción, peca bastante
y en lugar
de callarlo lo pregona;
intentó por
su dama una quimera
y le mataron
sin soltar la espada;
sólo quiso
al morir que se le hiciera,
si algo
quedó en su bolsa malgastada,
una tumba de
rey, donde dijera:
«Nació para
ser mucho… y no fue nada».
UN CASTELLANO VIEJO
El embozo de
la capa junto al ala del sombrero,
noble y
recia la apostura, duro y hosco el gesto fiero,
en la brida
la una mano, la otra mano en el arzón,
sobre un
tordo de Castilla…: se dijera un caballero
en los
tiempos de Velázquez, de Quevedo y Calderón.
Va midiendo
lentamente con su paso perezoso
las jornadas
de un camino mal trazado y pedregoso
que se
pierde en un paisaje muy castizo y muy español,
que es un
llano interminable de color pardo terroso,
sin un
árbol, ni una mata, ni una nube bajo el sol.
Es la imagen
de una raza sobria y fuerte el caballero:
no repara si
el sol quema, ni si es áspero el sendero
que se
pierde en la llanura, cual si no tuviese fin;
pica al
tordo las espuelas, baja el ala del sombrero…
¡Y allá va
el buen caballero tan ufano en su rocín!
¿De qué
siglo es aquel hombre?... No aparenta seña alguna
que nos diga
si es de hogaño ganadero o mercader,
o es Fidalgo
de los tiempos de don Alvaro de Luna,
o un osado
que a las Indias corre en busca de fortuna:
¡que los
viejos castellanos son hogaño como ayer!
¿De qué
siglo es aquel hombre?... No se sabe ni adivina
por la traza
de aquel hijo de Alvar Fáñez y del Cid,
si al andar
acompasado de su tordo se encamina
al mercado
de Peñalba, o a la feria de Medina…,
o a las cortes
de Segovia, o a las justas de Madrid.
¿De qué
siglo es aquel hombre?... ¿Será acaso algún rumboso
ganadero de
estos tiempos o un hidalgo de blasón?
Igual puede
ser de hogaño que de un tiempo más dichoso…
¡Se dijera
que los siglos, en un paso presuroso,
a Castilla
se dejaron olvidada en un rincón!
* *
Es de hogaño
y es de siempre…, porque el pueblo castellano
hoy lo mismo
que mañana, será siempre lo que fue:
pueblo
sobrio de costumbres, soñador, fuerte y cristiano,
que hoy lo
mismo que mañana guardará en su pecho sano
un amor para
sus campos y otro amor para su fe.
Y aquel
hombre fuerte y hosco, que parece una figura
mal tallada
en la corteza de una vieja encina dura,
lleva dentro
un alma noble y un sencillo corazón,
que no sabe
si hay más tierra más allá de Extremadura
ni si hay
mundo que se esconda tras los montes de León.
Es la imagen
de sus padres: sus sencillas oraciones
son las
mismas que de niño le enseñaron a rezar;
cual sus
padres no conoce ni inquietudes ni ambiciones
ni conturban
su alma clara más halagos ni emociones
que el
orgullo de sus campos y el cariño de su hogar.
Conoció
antaño una moza más sencilla que las flores
y más fiel y
más honrada que sus perros veladores;
sin hablar
se adivinaron los sentires de los dos,
y en la
fiesta del patrono, conseguidos sus amores,
con permiso
de los padres, la hizo suya en ley de Dios.
Y por ella
le preocupa si la lluvia es aún temprana
o harán daño
las pedriscos que cayeron por San Juan,
y por ella
mira ufano cómo muestra la besana
en sus senos
removidos las promesas que mañana
pagarán con
larga usura los esfuerzos del gañán.
Y por ella,
mientras ara surco arriba surco abajo,
va cantando
alegremente las tonadas del amor,
y por ella
cruza alegre la vereda y el atajo,
porque sabe
que le esperan a la vuelta del trabajo
casa
honrada, pan caliente, mantel limpio y buen humor.
Y por ella
sabe él coplas que otros rústicos poetas
compusieron
a sus novias en la noche de San Juan,
y por ella a
veces riman en las dulces tardes quietas
el monótono
chirrido de bucólicas carretas
y el trinar
de las alondras y las coplas del gañán.
Y por ella,
que es honrada por cristiana y española,
cuida el
mozo con ternura los barbechos y el trigal,
y ella sola
es el consuelo de su vida, y ella sola
va alegrando
su camino, como alegra una amapola
la monótona
tristeza del terruño siempre igual.
* *
Tiene un
hijo… y por él riega doblemente con sudores
ese campo
perfumado de castísimos olores,
que es la
hacienda de aquel hijo que el Señor le concedió,
y a la
vuelta del trabajo ya le enseña con amores
las
plegarias y los rezos que su padre le enseñó.
Y mirando a
lo futuro con prudencia castellana,
porque
aprenda a enamorarse de la brega y el trajín,
al salir de
su buen tordo cuando asoma la mañana
a medir las
sementeras o el trigal o la besana,
ya le lleva
muchas veces a la grupa del rocín.
Y así
aprende en sus labores a pasar la vida ufano,
y así
aprende a amar la vida con honrada sencillez,
y el secreto
inestimable del vivir honesto y sano
que se
aprende en ese libro del hogar bueno y cristiano,
que es
escuela de cariño, de trabajo y de honradez.
Y aquel hijo
que así aprende será el hombre de mañana,
hosco y
recio y, cual su padre, de sencilla condición,
y hará suya
con amores otra moza castellana
y crearán
otra familia sencillísima y cristiana,
donde
aprendan otros hijos la heredada tradición.
- * *
Y así,
hogaño como antaño, con altiva indiferencia,
ante el
curso de los Siglos es Castilla la que fue,
sin que
rompan nuevos tiempos la pacífica existencia
de esos
viejos castellanos que se dejan por herencia
una casa y
unos campos, una historia y una fe.
Y por eso el
pueblo es siempre tan hidalgo y tan entero
y conserva
la arrogancia de su vieja tradición,
y aquel
hombre que es hogaño labrador o ganadero
igual pudo
ser hidalgo, capitán o misionero
en los
tiempos de Velázquez, de Quevedo y Calderón.
NOCTURNO EN EL MAR
Esta noche
triste, marinera mía,
tiene
cerrazones de presentimientos,
y hay como
un quejido de vagas tristezas
y extraños
misterios
en el
fatigoso gemir de amargura
con que van
bogando los cansados remos,
entre los
vaivenes de las marejadas
y las
barcarolas de los marineros.
Todo es
negro y triste: sólo las estrellas,
entre
nubarrones, brillan en el cielo,
y abajo,
entre brumas, tiemblan misteriosas
las
inquietas luces del lejano puerto…
Todo está en
tinieblas: el mar se adivina
por el
incesante bogar de los remos,
por el agrio
aroma que lleva la brisa
y por el
chasquido misterioso y seco
con que en
las rompientes de las escolleras
ponen las
espumas sus amargos besos.
Y allá en
las honduras de los horizontes,
y en los
tormentosos nubarrones negros
que cubren y
muestran a espacios la luna,
llevados del
largo soplar de los vientos,
y en los golpes
firmes de la marejada,
y en las
barcarolas de los marineros,
parece que
flota, llenándolo todo,
como un vago
enigma de presentimientos.
Linda
marinera de mis sueños locos,
linda
marinera de los ojos negros,
siéntate a
mi lado, que voy a decirte
lo que yo te
quiero;
siéntate tan
cerca que pueda besarte,
tan cerca
que pueda beberme tu aliento,
tan cerca
que pueda decirte al oído
todos mis
quereres y mis sufrimientos;
tan cerca
que pueda sentir en mis labios
la blanda
caricia de tus rizos negros…
Y así, al
lado tuyo, muy cerca, muy cerca,
temblando de
amores, temblando de anhelos,
entre
aquellos cielos negros y profundos
y estos
mares tristes profundos y negros,
sin otros
testigos que cielos y mares,
por lo que
más quieras, juro que te quiero…
¡Lo juro, mi
amada, por el Dios bendito
que nos está
viendo;
por la
Virgencita que está en la escollera,
que es la
madre buena de los marineros;
por ese mar
triste lleno de presagios,
por esas
estrellas… y por esos cielos,
negros y
profundos, igual que tus ojos,
tristes e
infinitos, igual que mis sueños!
SONATA
Para Augusto
J. Conté
Por las
calles sombrías de la oscura alameda
ya las
brisas de Otoño con sus largos quejidos
se han
llevado las hojas y los ramos caídos;
ya está sola
y sin flores y sin luz la arboleda…
¡y los
árboles secos!... ¡y las ramas sin nidos!...
¿Para qué
amar las cosas?... ¿Para qué amar las rosas,
y los dulces
rumores y las bocas graciosas
que nos
dicen promesas que jamás nos darán?
¿Para qué
amar las cosas
si las cosas
se van?...
Todo el
mundo es Otoño: corazones sombríos
con un
hambre insaciable de soñar y creer;
corazones
llagados de mortales hastíos,
corazones
desiertos… ¡palomares vacíos
de las
blancas palomas que anidaron ayer!
¿Para qué
decís trinos de tan gratos rumores
en las
rondas oscuras? ¿Para qué, ruiseñores?...
¡Si es la
vida un quebrarse de mentidos amores,
y un volar
de palomas que jamás tornarán,
y un camino
sembrado de punzantes dolores,
y una brisa
de Otoño que sacude las flores,
y un rumor
de hojas secas que, cantando, se van!...
jOh, mujer
bien amada, que en mi senda perdida
eres luz de
esperanzas a mi paso encendida!...
¡y pensar
que es tu vida mi ilusión más hermosa!...
¡y pensar,
bien amada, que es tan frágil tu vida
como un
tallo de rosa!
POEMAS CON
DIOS AL FONDO
ANTE-CONOCIMIENTO
DE DIOS
Alerta como
el galgo que los vientos
acuclilla de
orejas puntiagudas
tengo por
los aleros de mi espíritu
mi inteligencia
para conocerte.
Llegué al
confín de mi heredad sombría.
Toqué la
espuma amarga
del mar
indócil nunca navegado.
Con la barba
en las flores
de mi
cayado, estoy, como la estatua
del Deseo
sin paz, junto a la puerta
donde ya
empiezas Tú.
Señor, mis
pasos
han agotado
ya todo el camino.
A tu Misericordia,
los que faltan
para el
encuentro en nieblas de temores
presentido y
amado; así los truenos
que escucha
el labrador en el otoño
como un
rodar de cántaros henchidos,
sobre la
amarillez de los barbechos.
HALLAZGO DEL
SER ABSOLUTO
En el tentar
de ciego de mi razón vendada
he tocado
una tapia con flores sin invierno
donde todo
termina.
Ella,
cimiento y capitel, se basta
a sí misma,
sin nubes ni raíces.
¡No más
jugar a rebotar manzanas,
como un
niño, en las vallas del camino.
Apoyaré mi
sien sobre las flores
de la tapia
que cierra
toda inquietud
y todo entendimiento.
INSPIRACIÓN
Y GRACIA
Nada hay
perfecto en mí, sino las cosas
que son
apenas mías:
el relámpago
puro,
la centella
infinita.
Todo me es
dado en gracia:
gracia humana
o divina.
La riqueza
mejor de mis riquezas
es mi
riqueza gratuita.
Riqueza no
ganada: plenitud sin esfuerzo.
Maestría
que se me
entró desnuda
como el
viento o el sol, por las rendijas
mal cerradas
del alma; luz robada;
música no
aprendida;
rosa de
otros jardines
que la mano
de Dios, porque Él lo quiso,
puso en mi
pecho mientras yo dormía.
Inspiración
y Gracia:
todo lo que
hay en mí claro y perfecto
vino a mí,
sin esfuerzo, en la alegría
del sol de
la mañana
cuando vo
estaba de rodillas.
Todo, de
vuelta, lo encontré en mi mesa:
servido el
pan y el agua,
la lámpara
encendida…
Nunca salí
al encuentro de las cosas:
y las cosas
mejores
me fueron
concedidas.
¡Señor: yo
te bendigo
por todas
mis riquezas gratuitas!
ROMANCE DE
LA VERDADERA PASIÓN
Pasión…
divina palabra.
En su más
cierto misterio!
no saeta
disparada
locamente hacia
las cosas;
no impulso,
fuego, ni audacia.
Pasión es
quietud del alma:
como que
tuviera encima
una mariposa
blanca
y no
acertara a moverse
porque no se
le volara
Pasión: un
abandonarse
a operaciones
más altas;
un quieto
dejarse hacer
por las
tibias manos blancas
de Dios; un
estarse quedo
sin acciones
ni palabras;
un recibir,
un tomar,
un blando
echarse a sus plantas,
un no buscar
una dicha
pasivamente
encontrada.
Abierta al
hacer divino
-cáliz de
rosa en el alba-
no haciendo,
por no romper
la virtud de
lo que El haga,
entre las
rosas del mundo
tengo yo
quieta mi alma…
¡Tan quieta,
que la han tomado
por muerta,
de apasionada!
EN LA MUERTE DE MI MADRE
A una madre
se la quiere
siempre con
igual cariño;
y a
cualquier edad se es niño
cuando una
madre se muere.
¡Qué
angustiosa soledad,
ahora que el
Señor me emita
la inmensa fuerza
infinita
de aquella
debilidad!
Ya era una
pluma; era un modo
de componer
la sonrisa;
un leve
soplo de brisa,
un aire, una
nada… ¡y todo!
Aquella leve
existencia
¡qué inmensa
vida tenía!
¡Cómo vive
todavía
hecha consejo
y prudencia!
Aún me dice
«por aquí»
entre las
piedras y abrojos.
Antes de
cerrar los ojos
lo vio todo
para mí.
Contra el
error que me asedia
aún me
guarda su alto anhelo.
Con media
vida en el cielo
¡qué segura
es la otra media!
* * *
Hay dos
mundos. Uno, horror,
guerra,
muerte, sangre, infierno.
otro aquel
dulce y materno
conocimiento
de amor.
Allí, un
trágico destino
y un sutil
pensar oscuro.
Aquí, un
camino seguro
y su nombre
al pan y al vino.
Un mentir de
hombres y vidas
salta en
eterno torrente.
La Verdad va
por un puente
de madres
encanecidas.
** *
Desde aquel
sillón profundo
donde ella
apenas vivía,
¡qué ufana
se sonreía
de los
empeños del mundo!
Como era
firme su voz
y era fuerte
su blandura;
¡qué cierta
estaba y segura
de su Verdad
y su Dios!
«No
entiendo» es lo que decía
frente a todo
falso brillo,
¡y en su «no
entiendo» sencillo
qué inmenso
entender había!
***
Su ayer le
trazó a mi hoy
senda tan
clara y ceñida,
que voy
viviendo su vida
en cada paso
que doy.
Y no hay
punto en que no vea
ni certeza
emocionada
lo fácil y adelantada
que me dejó
la tarea.
Mi ciencia
no es de este suelo,
que es más
alta y más subida;
la cátedra
de mi vida
fue un
sillón y ahora es un Cielo.
Madre: yo
quiero ajustada
tener mi
planta y mi vida
a la
perfecta medida
que me
dejaste trazada.
Cada cosa
tendrá el nombre
que tú,
primero, le diste,
y lo que al
niño prohibiste
prohibido le
estará al hombre.
Déjame,
Señor, que duerma
sobre ese
apoyo bendito.
¡Qué ancha
torre de granito
aquel sillón
de mi enferma!
***
En esa torre
acampado
venceré esta
mala hora.
Mi capitana
y señora:
presto me
tienes al lado.
Tú sola, con
dulces modos.
Frente al
mundo envilecido.
¡Yo, Madre,
de tu partido!
¡Yo a tu
lado, frente a todos!
EL CUERPO
PRESIENTE SU GLORIA
Cuerpo: ¿no
sientes la florida
seguridad de
tu resurrección?
¿No sientes
tu futura
hermandad con
los vientos y las aguas:
y en los
cinco capullos del sentido no adviertes
plenitudes de
flor?
Como duerme
callada
en la oscura
humedad de los toneles
la flor
morada de los vinos dulces,
¿no duerme
en ti una cierta
y presentida
exaltación?
¿No llevas
un temblor de danza y salto
a flor de
piel, como los cuernecillos
de un
sátiro, incipientes,
bajo el sol?
Cuerpo mío,
regálate en la cierta
seguridad de
tu resurrección.
Cuando
tengas las nubes por alfombra,
y no lastime
tu pupila el Sol,
fácil,
ligero, claro, luminoso,
serás
hermano de las cañas verdes
que los
vientos deshacen en rumor.
ORACIÓN
Yo sé que
estás conmigo, porque todas
las cosas se
me han vuelto claridad:
porque tengo
la sed y el agua juntas
en el jardín
de mi sereno afán.
Yo sé que
estás conmigo, porque he visto
en las cosas
tu sombra, que es la paz;
y se me han
aclarado las razones
de los
hechos humildes, y el andar
por el
camino blanco, se me ha hecho
un ejercicio
de felicidad.
No he sido
arrebatado sobre nubes
ni he
sentido tu voz, ni me he salido
del prado
verde donde suelo andar…
¡otra vez,
como ayer, te he conocido
por la
manera de partir el pan!
MI SOLEDAD
SONORA
Mi soledad
sonora de canciones
es como una
cigarra, por los trigos
de esa
infinita muchedumbre vana
que está a
mi lado sin estar conmigo.
Entre el
alto temblor de las espigas
tengo una
herida azul de cielo claro
por toda
compañía.
Y yo en el
pozo oscuro de las sombras,
leve temblor
de música en los tallos,
soy la pobre
cigarra que imagina
que es su
canción el alma del verano.
Señor: tú
que conoces la infinita
soledad interior
que consumiendo
va sin llama
la cera de mi vida:
dime que no
estoy solo; que esa herida
de cielo
azul me escucha sobre el vago
y unánime
desdén de las espigas.
Dímelo: y mi
verano de cigarra
cantora.
Dará Ti, no tendrá noches
¡y tenderé a
tus pies como una alfombra,
mi soledad
sonora de canciones!
Del clavel
en adelante
se empieza a
entender a Dios.
SALMO DE
PASIÓN Y DOLOR
Militia est
vita hominis super terram… (Job 7, 1)
¡No más, no
más! Hasta tus plantas vengo
a pedirte,
Señor, de paz y calma,
una limosna
por piedad… ¡que tengo
florecidas en
dolores toda el alma!
¡No más,
Señor, no más! Con fe sincera,
cuanto quieras
de mí vengo a ofrecerte…
¡Pero aparta
tu mano justiciera,
que temo no
saber ser grande y fuerte
como serlo,
Señor, por Ti quisiera!
Mide con mis
flaquezas mis pesares;
mira que, de
pasiones acosada,
sangrando tengo
el alma torturada,
cual racimo
de viña en los lagares.
Mi carne es
carne de dolor. Mi vida
es árbol
engendrado
en tierra
maldecida,
y llevo en
ella el germen del pecado…
¡Y hasta el
águila altiva, que se encierra
en esta
carne del dolor nacida,
hecha de
limo y tierra,
y en su
entraña roída
por un
enjambre de pasiones malas;
hasta el
águila altiva, hija del cielo,
cuando quiso,
Señor, alzar su vuelo,
chocó en la
carne y se quebró las alas!
¡No me
pruebes ya más! Con ansias locas
me llama con
su vértigo el abismo;
estas carnes,
Señor, no son de rocas;
la pasión es
febril, las fuerzas pocas…,
¡y tengo a
veces miedo de mí mismo!
¡No me pruebes
ya más! ¡No se me clave
más adentro
este dardo despiadado!...
¡Mira que
está mi corazón cuitado
aprendiendo a
volar…, pero aún no sabe!
No seas para
mí, Dios justiciero,
el Dios
terrible y fiero
que sus
plantas asienta
sobre los
truenos y los rayos… Mira
que es la
carne muy flaca, y se amedrenta
de la voz
tronadora de tu ira,
recia como
el bramar de la tormenta.
¡Sé para mí,
Señor, el Dios que llena
las almas de
quietud y de alegría!
¡Sé el Dios
clemente de mirada buena!
¡Sé mi luz y
mi guía!...
¡Tú, Dios de
amor, que nunca desamparas
a los pobres
llagados peregrinos!
¡Tú, el Dios
de los arroyos cristalinos,
del cielo
puro y las auroras claras!
***
Pero no,
Dios de Amor… ¿Para qué trato
de apagar
esta hoguera que en mí arde?
¡Quien no
sabe sufrir es un cobarde!
¡Quien no
sufre de amor es un ingrato!
Toma, Señor,
puesto que así lo ordenas,
ésta que es
vida de dolor… ¡Mis brazos,
puestos en
cruz, aguardan ya tus penas!
¡Aprieta ya
tus garfios y cadenas!
Aquí tienes
mi carne hecha pedazos!
Vengan, sí,
las pasiones en tropeles,
y en mis
carnes, llagadas y sangrantes,
levántense sus
ímpetus crueles,
cual levantan
al viento los lebreles
sus húmedos
hocicos anhelantes!
Yo las sabré
domar. Sereno y bravo,
yo sabré
resistir su empuje recio.
Hijo soy de
la Luz, y las desprecio…
¡Nací muy
noble para ser esclavo!
¡Arránquenme,
Señor, a dentelladas,
florecida en
dolor, la carne vieja,
y al
resistir sus iras desatadas,
no profiera
mi labio ni una queja,
y haya mi
rostro, en el dolor curtido,
tan dulce
paz y tan serena calma,
que no
adviertan las gentes el ladrido
de estos
fieros lebreles de mi alma!
¡Que
parezcan, Señor, mis llagas flores!
iOue mis
locos impulsos bramadores
parezcan
mansas y serenas brisas!
¡Que en mis
labios florezcan las sonrisas
a la par que
en mi pecho los dolores!
¡Que,
despreciando este mezquino suelo,
corra,
Señor, hacia la fuente viva
en donde
están el descanso y el consuelo,
como corre
en el prado el arroyuelo.
Que abajo es
fango y suciedad, y arriba
corriente mansa
que refleja el cielo!
Aquí me
tienes, pues. Firme y sereno,
me gozaré en
pensar, pues por Ti peno;
y aunque mi
carne toda destrozaras,
Tú serás para
siempre el Dios bueno..
¡Tú, el que
no desamparas
jamás a los
llagados peregrinos!...
¡Tú, el Dios
de los arroyos cristalinos,
del cielo
puro y las auroras claras!.
POESÍA SACRA
PRESENCIA DE
DIOS
He entrado
en unidad con la tiradera:
camino del
magnífico, entregado,
desplome de
mi ser en lo divino.
He entrado
en unidad con ese bosque
que es todo
ruiseñor y es todo pena.
Como el
bosque que llevo en mis entrañas.
he entrado
en unidad con el estío:
y sus
turbias raíces de pecado
le han
servido de tronco a mi azucena.
Me duelen
mis fronteras sensuales,
mis vallados
humanos, por vecinos
del incendio
de Dios y los amores.
Me duelen
como deben de dolerles
a los granos
de arena las espumas;
como al
fondo del mar, la gran turquesa.
Se llega a
Dios por todos mis sentidos.
Se llega a
Dios por todas mis heridas.
Se llega a
Dios mirándome a los ojos.
Por las
acequias rojas de mis venas
va la sangre
moviendo el gran molino
de una
oración enorme y sin palabras.
Se me ha
quedado anoche, junto al alma,
abierto el
portoncillo de la pena:
… y Dios
estaba, con el sol primero,
sentado,
allí, en las flores.
SALMO DE LOS
MUERTOS DEL 10 DE AGOSTO
(2 noviembre
1932)
I.— Desde lo
más profundo de nuestro corazón, cantemos la gloria triste de los que murieron
cuando doraban las espigas;
de los que
acudieron al templo, a prima hora, con su sacrificio de rosas nuevas;
de los que,
antes de madurar, como uvas agraces, cayeron con el solano del estío:
¡Impacientes
del Ideal!
¡Manirrotos
de la Vida!
II.- La
tierra de España necesitaba mantillo de sangre para la cosecha.
Y vosotros,
varones del Ideal, se la disteis fresca y joven, teñida de ilusionados
claveles, templada de santa pasión.
III- España
estaba triste de sus hijos y tenía en su alma angustias de soledad.
Y vosotros
os tendisteis, como amantes, sobre su cuerpo moreno, color de pan de pobre.
Y la
dijisteis: “Seca tus lágrimas, viuda de héroes, y ponte, otra vez, tus flores
blancas, que aquí vuelven, estremecidos de besos, tus novios delirantes.’
IV- Temblaba
España de haberse perdido a sí misma: y se sentía aminorada, como la viejecita
que vuelve, contra el crepúsculo, por la calle de sus recuerdos.
Y vosotros
os tendisteis sobre la tierra de España, para tomarla medida, otra vez, con la
unidad de vuestro cuerpo.
Y Dios vio,
desde arriba, que la medida resultaba cabal, y que su talle seguía siendo de
Reina.
V.- Porque
los muertos generosos, por cualquier ideal sea, son la medida con que se tallan
los pueblos.
Y cada
blanca estatua yacente es un palmo de la estatura de la Patria.
VI.- En este
día, negro y violeta, de los Muertos, lloran las madres y las viudas de España.
Pero España –la
gran Madre y la gran Viuda- sonríe entre las lágrimas de sus hijas.
Y sus
campanas, este año, al doblar, tienen atoradas sus gargantas con el júbilo de
un repique.
Porque la
muerte de los valientes es una obra de belleza.
VII- No hay
obra perfecta sino en su terminación. El ritmo y la línea tiemblan por su
belleza, hasta llegar al definitivo reposo de su término redondo.
Y las
columnas son suspiros de piedras que anhelan la paz perfecta de la cúpula.
Y el juicio
de una vida está indeciso hasta la muerte.
VIII- ¡Loor
a aquellos que sintieron la impaciencia de asegurar pronto la belleza y el
honor!
Ellos
aseguraron su juicio y terminaron su tarea.
Ellos
reposaron ante su propia vida, acabada en luz y en gracia, como el artista ante
su obra.
Ellos
inmovilizaron la primavera sobre las rosas de su ilusión.
Ellos
trocaron su efímera juventud de hoy, por la juventud perenne de la
inmortalidad.
Madres, no
lloréis tanto: que ya los tenéis seguros para el Honor.
IX.- En este
día de los Justos, pues, mujeres, deshojad rosas y laureles sobre el recuerdo
de los Ilusionados.
Y sobre sus
tumbas, verted el aceite oloroso de vuestra ternura.
X.- Y
vosotras, hermanas españolas, rezad en silencio.
Y los que
juzgáis error su intrepidez juvenil, descubríos, con respeto, ante el divino
error, como el incrédulo ante el respeto, ante el templo.
Y los que
lucháis por otro Ideal distinto, detened hoy el asalto y saludad, con
caballeroso garabato de la espada, la incompartida grandeza del Ideal ajeno.
Porque nunca
es pequeño un Ideal cuando vale una vida.
XI.- Y
vosotros, los creyentes, implorad al Señor Dios, con palabras de fe:
Rodéalos,
Señor, con el escudo de tu misericordia, para que encuentren en Ti el reposo
eterno y la perpetua luz.
PAZ EN LAS
ALMAS
Flores bajo
la nieve, campanillas
bajo el
verde amargor de la retama,
eso es el
hombre. Llama
tenue de
hoguera que, encendida,
habla con
sus temblores azulados
de ese poco
de vida
que es un
pastor en medio de los prados.
La mano de
la Guerra
es como
cinco arados
que buscan
por la tierra
De nuestro
ser los oros enterrados.
Lo más hondo
del alma es el tributo
que ofrece
nuestro yermo campo enjuto
al herirlo,
al pasar, las cinco estevas.
¡Está el
morir tan próximo,
que, minuto
a minuto,
la vida sabe
a intensidades nuevas!
¡Cómo se
siente todo de frágil e inestable!
La vida con
sus gozos y dolores
por leve y
adorable
tiene sabor
de flores.
¡Cómo se
siente de inseguro el suelo
bajo el
ufano pie de la alta torre!
¡Cómo una
voz nos urge con desvelo:
aligera tu
paso, que en el cielo
queda un
sorbo de luz… y el tiempo corre!
¡Cómo con
planta voladora y leda
quisiera yo
vivir de un modo pleno
el tiempo
que me queda
para poder
ser bueno!
Porque el
aire está lleno de silbidos
y el tiempo
se hace corto y el mundo se hace estrecho,
la ternura
es más honda y es más viva la fe.
Quisiera
hacer de prisa los bienes que no he hecho,
quisiera amar
de prisa las cosas que no amé.
Y es que
empiezo ya a ser lo que no era,
despierto por
la dura sacudida.
En el fondo
del vaso de cristal de mi vida
tuve dormido
un poso sosegado
de arenas de
oro y hojas de nardo y de clavel.
la Guerra me
lo ha vuelto y agitado.
¡Lo mejor de
mí mismo lo llevo a flor de piel!
Se me ha
hecho el alma clara
y el corazón
ligero.
Siento libre
mi ser del asidero
de la pasión
impura.
Mi mente se
ha hecho exacta, definida, segura,
lejos de
toda niebla de vaga irrealidad.
La Guerra es
casta y dura
como es dura
y es casta la Verdad.
Y ¡qué
inmensa ternura
llena mi
inquieto corazón en llamas!
Palmas de
tierra negra alza a la altura
el cañón
enemigo entre retamas…
Moro,
soldado, requeté… ¡las manos!
no sé cómo
te llamas.
Pero un
peligro igual nos hace hermanos.
Hermanos en
la muerte que nos ronda
a todos,
como el lobo la manada.
Y al fin de
la jornada
en la casa
sin nombre, abandonada,
hogar de
unos instantes, el soldado
negro de
viento y soles, que ha pasado
junto a la
Muerte el día,
y la
enfermera blanca que lo pasó entre heridos,
y aquel que
vino tras de la certeza
de los seres
queridos,
y aquel que,
derribada la cabeza,
piensa, en
silencio, en los hermanos idos:
bajo la
tenue luz, todos unidos
en la misma
romántica tristeza.
Nunca como
estas noches dolorosas
en que el
cañón retumba con dolores de abismo,
he sentido
en mí mismo
la hermandad
sosegada de las cosas.
Siento, bajo
mi sien, como una almohada;
la infinita
y callada
hermandad silenciosa
de la Muerte
y la
igualdad sin nombre de la tierra.
No me turba
el destino ni la suerte…
¡Cuánta paz
en el fondo de la Guerra!
COLOQUIO DE
LA SAMARITANA
-Cuando iba
al pozo por agua
a la vera
del brocal
hallé a mi
Dicha sentada.
-Samaritana:
¿dónde están
los ungüentillos
de nardos
que te aromaban?,
¿dónde la
linda sortija
y dónde las
arracadas?,
¿dónde los
cinco maridos
que tu amor
enamoraban?
-Hallé mi
Dicha, sentada
a la vera
del brocal,
cuando iba
al pozo por agua.
—¡Ay,
samaritana mía,
si tú me
dieras del agua
que bebistes
aquel día!
-Toma el
cántaro y ve al pozo:
no me pidas
a mí el agua,
que a la
vera del brocal
la Dicha
sigue sentada.
CONFESIÓN
Me cuentan
que unos perros ladraron desde abajo
la luna de
mis rimas, la torre de mi fe.
Decídmelo si
es cierto: yo andaba en mi trabajo
tan lleno de
mí mismo, que no los escuché.
Decídmelo,
que quiero, sin miedo ni jactancia,
poner junto
a la espina la rosa del perdón.
Yo voy por
un camino que pasa a igual distancia
de la
calumnia torpe que de la adulación.
Y es tanto
ya el revuelto bullir de algarabía
con que unos
y otros hablan de lo que yo escribí
que, harto
de tantas voces de sinrazón, un día
me dije: ¿Y
tú?, ¿qué opinas…? Y he contestado así:
yo no soy
más que un pobre trabajador paciente.
Mi Genio es
el trabajo; mi Gloria es serle fiel.
Mi vida fue
una siembra de rosas. Y a mi frente
llegaron casi
a un tiempo la nieve y el laurel.
Muchos
piensan que fueron los versos que compuse
juego de
ocios dorados o ensueño de ilusión…
¡Cuando
fueron angustias y dolores que puse
en verso,
por echarlos fuera del corazón!
Viví en eso
que llaman “el gran mundo”. Y profundo
sabedor de
sus leyes, mi voz fue cautelosa:
y dije en
verso todas las cosas que mi mundo
no me
hubiera dejado que le dijera en prosa.
Amigos y
enemigos, a su sabor y gusto,
pintaron un
retrato de mí, que ya no sé
si es bueno,
malo, falso, veraz, exacto o justo;
pero que hay
que aceptarlo como dogma de fe.
En tres o
cuatro frases metieron mi obra toda:
“orador
elocuente”, “distinguido escritor”,
‘vate
castizo y fácil”: ¡predicador de moda
de mil
virginidades melifluas turbador!
Y es que
mirando apenas mi vida, mi figura,
mi mundo y
mis modales, sin llegarme a entender,
dieron por
decidido, según lógica pura,
que yo era…
lo que acaso debiera yo de ser.
Y yo mismo,
engañado de tan bello espejismo,
por no
darles la pena de decirles que no,
me he pasado
la vida sin ser nunca yo mismo,
siendo lo
que los otros dijeron que era yo.
Soy, por
eso, una pura contradicción viviente:
luz y sombra
que luchan una guerra sin paz;
máscara de
un perpetuo carnaval que, doliente,
lleva mojado
en llanto por dentro el antifaz.
Y aunque
lucho y me afano por no turbar la idea
que los
demás formaron de mí con tanta fe,
la lava
apasionada de mi verdad golpea
las cárceles
de nieve donde me encarcelé.
Orlas de
fuego y sangre de mis páginas grises,
temblor del
agua turbia de mi interior sentir,
fuga de mi
esperanza por soñados países:
¡mis versos
son la vida que no logré vivir!
(¡Cuántas
veces mi pluma sirvió, compadecida,
de vara de
virtudes para trocar mi mal!
¡Cuántas,
sustituyendo con el Arte la Vida,
lo que pudo
ser beso fue sólo madrigal!)
Lector: mira
arrumadas mis arcas interiores:
sin ilusión
mi vida, mi corazón sin paz.
Por hacerte
mis versos más claros y mejores
te he dado
cuanto tuve… ¡no puedo darte más!
Te he dado,
en verso y rima, mi corazón inquieto,
mi sueño y
mi esperanza te he dado en comunión:
me he
arrancado la dicha, para hacerla soneto,
me he
arrancado la vida, para hacerla canción.
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