El libro de Vicente Garrido, (Doctor en
Psicología y Diplomado en Criminología) “El Psicópata”,
editorial Algar, expone de manera rigurosa las claves para reconocer
los casos de psicopatía con los que podemos encontrarnos y así
poder evitar, en lo posible, los seguros daños morales y materiales
a los que podamos enfrentarnos. Se cree que el número de psicópatas está entre el 1 y el 2 % de la población. Suficiente abundancia para que todos en el transcurso de la vida nos crucemos con alguno.
Lo que sigue es una recopilación de
los aspectos más interesantes:
Cleckley describió al psicópata del
siguiente modo:
“El psicópata
muestra la más absoluta indiferencia ante los valores
personales, y es incapaz de comprender cualquier asunto relacionado
con ellos. No es capaz de interesarse lo mas mínimo en
cuestiones que han sido abordadas por la literatura o
el arte, tales como la tragedia, la alegría o el
esfuerzo de la humanidad en progresar. También le tiene sin cuidado
todo esto en la vida diaria. La belleza y la fealdad, excepto en un
sentido muy superficial, la bondad, la maldad, el amor, el horror y
el humor no tienen un sentido real, no constituyen ninguna motivación
para él. También es incapaz de apreciar
que es lo que motiva a otras personas. Es como si fuera ciego a los
colores, a pesar de su aguda inteligencia, para estos aspectos de la
existencia humana. Por otra parte, es inútil
explicarle dichos aspectos, ya que no hay nada en su conocimiento que
le permita cubrir esa laguna con el auxilio de la comparación.
Puede, eso si, repetir las palabras y decir que lo comprende, pero no
hay ningun modo para que se percate de que realmente no
lo comprende”.
Del canadiense Robert Hare:
“Conjuntamente, este sujeto nos
presenta una imagen de una persona preocupada por sí
misma, cruel y sin remordimientos, con una carencia profunda de
empatía y de la capacidad para formar relaciones
cálidas con los demás,
una persona que se comporta sin las restricciones que impone la
conciencia. Lo que destaca en él es que están
ausentes las cualidades esenciales que permiten a los seres humanos
vivir en sociedad”.
Sobre
la terminología
En ocasiones, los profesionales y el
aficionado emplean la expresión «sociópata» en vez de la de
psicópata. Esta expresión se puso de moda en los años 60 y 70,
porque pretendía poner de relieve el origen social de este cuadro,
es decir, que había unas causas en nuestro modo de funcionar en
sociedad que eran las responsables últimas del fenómeno. Hoy en día
apenas se emplea, pero, a partir de 1968, la Sociedad Americana de
Psiquiatría introdujo el concepto de «personalidad antisocial»
para definir al psicópata, dentro de los trastornos de personalidad.
Y las sucesivas ediciones del Manual Diagnosticoy Estadistico de
los Desordenes Mentales (1980,1987 y 1994), un tratado al que
recurren los profesionales para diagnosticar los trastornos psiquicos
y de la conducta, no han hecho sino continuar esta línea,
prescindiendo del termino psicópata y sustituyéndolo por el
trastorno de personalidad antisocial.
En todo ello hay una gran confusión.
Si bien la edición de 1968 aun describía algunos de los aspectos
esenciales de la personalidad psicopática (lo que llevo al mismo
Cleckley a aprobar ese término en su última edición de La
Máscara de la Cordura, 1976), las ediciones
posteriores claramente forzaban a que el diagnóstico se basara en
una serie de conductas antisociales, actos delictivos, rehuyendo la
mayoría de los rasgos de personalidad que han definido la psicopatía
desde siempre, y que tan bien describió Cleckley ya en 1941.
RASGOS DE LA PSICOPATÍA
La investigación revela que la
psicopatía se compone de dos tipos de constelaciones de rasgos (o
dimensiones). La primera incluye el área emocional o interpersonal,
es decir, todos aquellos atributos personales que hacen que el sujeto
se desentienda de su componente más básicamente humano, o lo que es
lo mismo, su capacidad para tratar bondadosamente a los otros, su
capacidad de sentir pena o arrepentimiento y su potencial para
vincularse de una manera realmente significativa (o «sentida») con
sus semejantes. El sujeto con estas carencias es alguien
profundamente egocéntrico, manipulador, mentiroso y cruel. La
segunda constelación de rasgos remite a un estilo de vida antisocial,
agresivo, donde lo importante es sentir tensión, excitación, sin
mas horizonte que el actuar impulsivo y dictado por el capricho o los
arrebatos. La persona resultante se comporta de modo absurdo, sin que
parezca obtener nada valioso de sus actos, con poco autocontrol y
ninguna meta que «parezca lógica» a la vista.
Área
emocional/interpersonal
Locuacidad y encanto superficial
Los psicópatas suelen ser locuaces,
expresarse con encanto, tener respuestas vivaces y presentar
historias muy improbables, pero convincentes, que les deja a ellos en
un buen lugar. Sin embargo, el observador atento ve que es muy
superficial e insincero, como si estuviera leyendo mecánicamente un texto.
Habla de cosas atractivas para las que
no tiene preparación, como poesía, literatura, sociología o
filosofía. Es destacable que no le importe gran cosa el que se
evidencie que sus historias son falsas, algo que no siempre es fácil
de lograr, dado el desparpajo y la inventiva con que emprenden sus
relatos.
Dionisio Rodriguez Martín (el Dioni)
se hizo un ladrón muy celebre cuando, en julio de 1989, robó el
furgón blindado de la compañía de seguridad en la que trabajaba y
se escapó a Brasil con un botín cercano a los 320 millones de
pesetas. Uno de los cronistas de esta historia, describía así al
Dioni: «De todo lo que ha contado el Dioni a quien ha querido o ha
tenido que escucharle sólo hay una afirmación que puede ser
considerada absolutamente verdadera: le gusta Julio Iglesias. Lo
demás no hay por donde cogerlo: una mezcla constante de medias
verdades y falsedades totales. Si alguien intentara relatar los
hechos en los que intervino sobre la base de lo que él confiesa,
acabaría paralizado por la perplejidad». Los que le conocieron
hablan de su gran don de gentes, su innata capacidad de suscitar
simpatía y confianza, algo que debió de serle de mucha utilidad
cuando, cumplida la condena de cuatro años, emprendió (sin mucho
éxito) su carrera de cantante y escritor.
Egocentrismo y grandioso sentido de
la propia valía
El psicópata tiene una autoestima muy
elevada, un gran narcisismo, un egocentrismo descomunal y una
sensación omnipresente de que todo le es permitido. Es decir, se
siente el «centro del universo», y cree que es un ser superior que
debe regirse por sus propias normas. Se comprende que con esta
percepción de sí mismo aparezca ante el observador como alguien
sumamente arrogante, dominante y muy seguro en todo lo que dice. Es
claro que busca poder controlar a los demás, y parece incapaz de
comprender que otras personas tengan opiniones diferentes a las
suyas.
Enfrascados en ese mundo de
superioridad, rara vez se preocupan de los problemas (financieros,
legales o personales) que puedan tener, sino que son «dificultades
temporales» producto de la mala suerte o de las malas artes de
terceros.
Alguien así no necesita tampoco
embarcarse en metas realistas a largo plazo y, cuando plantean un
objetivo de futuro, pronto se ve que no tienen las cualidades
necesarias para alcanzarlo ni saben en realidad que hay que hacer
para ponerse manos a la obra. En realidad, creen que sus capacidades
les permitirán lograr cualquier cosa.
Un egocentrismo y un sentimiento de ser
el «numero uno» apareció con mucha nitidez en la psicología de
Jean Louis Camerini, cerebro de la banda del secuestro de la niña
Melodi, hija del financiero Nakachian y de la cantante Kimera. Se
trata de un hecho que captó todo el interés del público en el mes
de noviembre de 1987. Antes de que perpetrara con su banda el
secuestro, Camerini se había escapado de la prisión de Toulouse,
Francia, y, para celebrarlo, envió un mensaje al director de la
cárcel dando recuerdos a todos sus colegas. Al mensaje adjuntaba una
foto de sí mismo junto a una réplica de la estatua de la libertad.
Y cuando fracasó su intento de cobrar el rescate por la niña
Melodic (que fue liberada por los GEOS), llamó por teléfono desde
Madrid al comisario de Estepona (Málaga) para advertirle que «la
próxima vez no fallaría». Felizmente para todos, Camerini fue
capturado poco tiempo después.
Falta de remordimientos o de
sentimientos de culpa
No experimentan ninguna preocupación
por los efectos de sus actos en los demás y, en ocasiones, lo
manifiestan claramente. Cuando aseguran que «lo sienten» no es mas
que por dar una buena imagen; sus palabras anteriores y posteriores y
sus hechos suelen contradecir ese arrepentimiento. Junto a esto,
encuentran todo tipo de excusas para explicar los desmanes que
cometieron y, en muchas ocasiones, niegan en absoluto que ellos
fueran los responsables o que tales acontecimientos que se imputan
existieron en realidad.
Pocos asesinos psicópatas han
expresado tan claramente la imposibilidad de sentir culpa como Perry
Smith quien, junto a Richard Hickock, mataron «a sangre fría» a
toda un familia en 1959 en una ciudad rural americana para robarles
unos pocos dolares. El libro A sangre fria, de Truman Capote, recogió
en una prosa extraordinaria este rasgo particularmente temible del
psicópata. Perry habla con un amigo suyo que le visita en la cárcel
antes del juicio:
¿Que si lo siento? (…) No siento nada
en absoluto. Y quisiera que no fuera así. Pero nada de aquello me
causa preocupación. Media hora después, Richard me contaba chistes
y yo me reía a carcajadas. Quizá no seamos humanos. Yo soy lo
bastante humano para sentir lástima de mi mismo. Me apena no poder
largarme de aquí cuando tu te vayas. Pero nada más.
De forma irónica muchos psicópatas se
ven a si mismos como las victimas reales de la situación, ya sea
debido a su infancia problemática o a otras circunstancias de su
vida. Un ejemplo extremo es el de Kenneth Taylor, un dentista
norteamericano que golpeó a su mujer en la luna de miel, se
aprovechó de ella durante su matrimonio, para acabar asesinándola
más tarde. En el libro que Peter Maas escribió sobre él, Taylor
dijo:
«La amaba profundamente. La echo mucho de menos. Lo que
sucedió fue una tragedia. He perdido a mi mejor amante y amiga (…) ¿Es que nadie es capaz de comprender por lo que estoy pasando?».
Falta de empatía
La falta de empatía es una de las
grandes avenidas hacia el crimen y la violencia. El psicópata no
puede ponerse en el lugar de los demás, salvo en un sentido
puramente intelectual; no puede entender qué es lo que sienten los
demás ante las experiencias de la vida. En una ocasión en la que
estaba entrevistando a un joven que había herido muy gravemente a un
trabajador para robarle, le pregunté por las cosas que estaba
pensando y sintiendo inmediatamente antes de realizar el delito.
Después de varias explicaciones, terminó contestándome: «corazón
duro». Es decir, no podía sentir nada si tenía que ser capaz de
cometer el asalto. Este chico necesitaba bloquear el sentimiento
natural de preocuparse por el otro, pero los psicópatas no precisan
de este esfuerzo ya que, simplemente, no poseen esta habilidad. De
ahí que su falta de interés ante el sufrimiento y los derechos de
los demás sea algo generalizado, aplicable tanto a su familia como a
personas extrañas. Esto hace que, si mantienen lazos con algunas
personas, sea por puro interés, no por sentir algo profundo hacia
ellas; son, en realidad, como posesiones que tienen, seres que tienen
la misión de proveerles de sus necesidades sin que hayan de recibir
nada a cambio.
Debido a su incapacidad para apreciar
los sentimientos de los otros, algunos psicópatas realizan actos de
extrema crueldad, crímenes execrables y que desconciertan por su
gratuidad y sadismo.
Pero es importante recalcar que la
mayoría de los psicópatas no cometen ese tipo de actos. Su conducta
perjudica gravemente a quienes les rodean, desde luego, pero el daño
se produce merced a su forma manipuladora y agresiva de manejar a los
demás, su desconsideración hacia las necesidades ajenas y su modo
de tomar cualquier ventaja que se le presente por encima de cualquier
otra consideración.
Mentiroso y manipulador
Mentir, engañar y manipular son
talentos naturales para el psicópata. Cuando se demuestra su engaño
no siente apuro alguno; simplemente cambia su historia o retuerce un
conjunto de oraciones contradictorias y un oyente completamente
confuso.
En buena medida, las mentiras no
pretenden ningun objetivo concreto, sólo demostrar su habilidad para
engañar. La gente suele creer, cuando escucha al psicópata, que
éste no se da cuenta de sus mentiras y, en ocasiones, duda de su
estado mental. Pero, muy frecuentemente, el interlocutor resulta
«cazado» por la historia que aquél le presenta. La convicción con
la que cuenta su historia se acompaña de la creencia de que el mundo
se encuentra dividido en dos bandos: los que ganan y los que pierden,
de tal modo que se le antoja absurdo no aprovecharse de las
debilidades ajenas. En muchas ocasiones, desarrolla una buena
capacidad para determinar cuáles son los puntos débiles de aquellos
con los que se relaciona. Algunas de sus triquiñuelas están bien
elaboradas, mientras que otras son bastante evidentes. Pero
cualquiera que sea la que ponga en práctica, siempre emplea un
estilo frío y desvergonzado.
Estas características le hacen
especialmente apto para perpetrar fraudes, estafas y suplantaciones
de personalidad. Si están en prisión, saben como convencer a las
autoridades de que se están rehabilitando; para ello se apuntan a
clases, exhiben una «profunda» religiosidad y participan en
numerosos programas orientados a que se les clasifique cuanto antes
en regímenes próximos a la libertad condicional, o en esta misma
circunstancia.
Antonio Mantovani, de 42 años,
conmocionó a toda Italia cuando la policía descubrió que era el
responsable de la muerte de tres mujeres a las que asesinó mientras
disfrutaba de permisos penitenciarios. En septiembre de 1996, el
psiquiatra de la cárcel de Opera (Milan) lo consideró maduro para
disfrutar del regimen abierto por motivos de «atenuación del juicio
de peligrosidad social». Anteriormente había asesinado a la mujer de
un amigo, condena que estaba cumpliendo desde 1983. Cuatro mujeres
asesinadas... por no haber sabido valorar lo que se escondía detrás
del comportamiento «ejemplar» del camaleón.
Emociones superficiales
Los psicópatas parecen poseer una
incapacidad manifiesta para sentir de modo profundo el completo rango
de emociones humanas. En ocasiones, junto a una apariencia fría y
distante, manifiestan episodios dramáticos de afectividad, que no
son sino pequeñas exhibiciones de falsa emotividad. Cuando aseguran
que sienten emociones, son incapaces de describir las diferencias
sutiles existentes entre diversos estados afectivos. Como comenta un
personaje de una prision de máxima seguridad en la película de John
Woo «Cara a cara» (Faces off), obligado a ver continuamente en una
pantalla gigante imagenes evocadoras de la naturaleza: «Parece que
quieran que tengamos emociones».
Esta ausencia de afectividad manifiesta
llevo a los psicólogos Johns y Quay a decir que el psicópata
«conoce las palabras, pero no la música», es decir, puede hablar
como si estuviera teniendo una emoción, pero, en realidad, no la
está experimentando, habla «de oídas». Es como si sólo tuviera
«proto-emociones»: respuestas primitivas dadas ante necesidades
inmediatas. Investigaciones experimentales desarrolladas en el
laboratorio revelan que el psicópata no muestra las respuestas
psicofisiológicas asociadas con el miedo o la ansiedad. Se trata de
un déficit importante, ya que las personas sin esta condición son
capaces de aprender a inhibir determinadas conductas (por ejemplo,
antisociales) por miedo a sufrir algún tipo de castigo. Éste es uno
de los modos en que, cuando somos niños, aprendemos a reconocer
cuáles actos son inadecuados, al tiempo que obtenemos recompensas
por los actos que nuestros padres nos señalan como correctos. En
ambos casos, es el conocimiento de las emociones que están asociadas
a las conductas lo que nos impele a actuar: emociones negativas en el
caso de conductas prohibidas («si hago esto luego seré castigado»)
y emociones negativas y positivas en el caso de las conductas
aprobadas («si no hago esto, se enfadarán conmigo, pero si lo hago
se sentirán orgullosos de mí»). Nada de esto ocurre con los
psicópatas; actúan, quizás, sabiendo las consecuencias, pero sin
que les importen.
La ansiedad y el miedo son para
nosotros estados afectivos con claros componentes corporales. Tenemos
«el estomago en la garganta», o «sudamos a mares» por la tensión.
Por supuesto, los psicópatas pueden tener sensaciones corporales,
quizás en momentos de gran excitación ante algo atractivo, pero su
activación es mucho menos rica e intensa. Y, en el caso de la
ansiedad, su experiencia es más que nada cognitiva, desprovista de
la carga afectiva que caracteriza precisamente ese estado emocional.
Aspectos del estilo de
vida
Impulsividad
El camaleón no suele pensar en los
pros y los contras de una decisión, ni en las posibles
consecuencias: simplemente actúa. Gary Gilmore fue condenado por un
doble asesinato, y alcanzó notoriedad porque fue el primer ejecutado
en los Estados Unidos en un periodo de 10 años. Cuando se le
preguntó si hubiera matado a más personas si no hubiese sido
atrapado la noche en que cometió los asesinatos, contestó:
«Hasta
que me hubieran atrapado o matado... No era capaz de pensar; no
estaba planeando nada, sólo estaba actuando. Fue una maldita mala
suerte para esos chicos [los asesinados] (…) Estoy diciendo que los
asesinatos surgieron de la rabia. La rabia no es razonable. Los
asesinatos no tuvieron ninguna razón. No trate de comprender el
asesinato mediante la razón».
La impulsividad no es tanto una muestra
del temperamento del psicópata como de su deseo permanente de
alcanzar la satisfacción inmediata. Es como un adulto que no ha sido
capaz de niño de aprender a demorar la gratificación; no modifica
sus deseos cuando las circunstancias lo exigen, y no toma en
consideración los deseos de los demás.
El resultado de todo ello es que muchas
conductas que lleva a cabo se suceden sin ninguna explicación o
expectativa de que vayan a ocurrir; puede abandonar de súbito el
trabajo, o golpear a alguien, o marcharse de casa. Sólo por lo que
parece el capricho de un instante.
Deficiente control de la conducta
Además de actuar sin pensar, el
psicópata es extraordinariamente reactivo a lo que él considera que
son las provocaciones o los insultos, actuando con violencia física
o verbal. No posee esa capacidad que tenemos los demás de
controlarnos, de inhibirnos frente a los deseos que podamos tener de
agredir a alguien. Simplemente, pasa a la acción; su respuesta es
también muy violenta cuando ha de enfrentarse a los reveses y
frustraciones que inevitablemente aparecen, y tolera mal las críticas
o los intentos de que cumpla con la disciplina de algún lugar, ya
sea un centro correccional, una escuela o una empresa. Se enoja
muchas veces por trivialidades, y en un contexto que es claramente
inapropiado tal y como los demás lo perciben. Sin embargo, los
arrebatos de cólera no suelen ser duraderos; al poco, actúa como si
nada hubiera pasado. De hecho, estos arrebatos no suelen tener la
carga emocional que les caracteriza, sino que suceden de un modo mas
frío y controlado. Ven la respuesta agresiva como un modo natural de
revolverse ante una provocación y, a pesar de que puedan herir o
maltratar psicológicamente a alguien con gran intensidad, no
reconocerán que tienen dificultades para controlar su temperamento.
Un ejemplo particularmente dramático
de esta falta de control ocurrió en febrero de 1994 en Madrid. Una
noche Carlos Herrero, obrero del metal de 61 años, y su mujer
salieron a cenar y tomar unos vinos. La pareja se dirigía a su coche
caminando por la calle Almendro. Cuando estaban a la altura del
numero 10...
...dos
individuos se acercaron a la carrera por sus espaldas y les
propinaron varios empujones y golpes, hasta que lograron tirarles al
suelo. Uno de los delincuentes le arrebató a la mujer su bolso,
mientras que el otro comenzó a golpear a Carlos, que ni siquiera
pudo hacer ademán de repeler la agresión.
Cuando
los tironeros ya se habían apoderado de su botin, se ensañaron con
el obrero metalúrgico. Mientras estaba tendido en el suelo, sin
posibilidad de defensa alguna, los delincuentes le patearon hasta que
comprobaron que ya no se movía. Estaba muerto, con la cabeza
destrozada. Su esposa, a unos metros del cadáver, gritaba implorando
piedad a los criminales y pidiendo desesperadamente auxilio.
Los ladrones no tuvieron ninguna razón para matar a este hombre. Este ni siquiera pudo darse cuenta de lo
que pasó. No suponía ninguna amenaza ni para ellos ni para su
botín. La agresividad de sus verdugos se alimentó de su propio
frenesí. Sin control alguno, sin misericordia.
Necesidad de excitación continuada
Hay, entre los psicópatas, un hambre
desmesurada por vivir nuevas sensaciones, por llenar el sistema
nervioso de acontecimientos que les lleven al vértigo. Por ello es
tan frecuente el consumo de drogas y alcohol, o el cambio constante
de trabajo o de lugar de residencia. Pero, de entre todas estas
ocupaciones, sin duda, la violencia y el crimen son las actividades
que producen más dividendos para la vida al límite.
Este aburrimiento, como causa de un
estilo de vida criminal, puede hallarse de modo muy nítido en el
comentario que realizó un delincuente sexual reincidente, explicando
por qué volvió de nuevo a delinquir.
Al
principio me esforzaba por realizar las actividades que me enseñaron
en la terapia. Era duro, pero sabía las cosas que tenía que
hacer... Con el tiempo, echaba de menos las sensaciones que vivía
cuando me preparaba para cometer una agresión; anhelaba recordar
esos buenos momentos... Era muy aburrido seguir el plan terapéutico.
Quería a toda costa volver a experimentar todo lo que vivía cuando
cometía una violación.
Se comprenderá lo difícil que resulta
participar en una vida normal y rutinaria, en un trabajo que requiera
concentración, unas pautas definidas. Lo cierto es que, a pesar de
que existen trabajos que suponen aventuras y riesgo, son muy pocos
comparados con los que resultan, por su poca excitación,
intolerables para el psicópata. Esto es una desgracia para ellos y
para nosotros, como futuras victimas.
Se discute con frecuencia si los
psicópatas pueden ser personas idoneas para formar parte de grupos
terroristas o para ser empleados como espías. Estamos seguros de que
entre estas ocupaciones debe de haber sujetos con claras tendencias
psicopáticas, especialmente si atendemos a la extraordinaria
crueldad y futilidad de muchos de los actos perpetrados por estos últimos. Pero, ciertamente, un psicópata puro no está bien
cualificado para la espera paciente y la astucia planificada, algo
necesario en una organización criminal que persigue objetivos a
largo plazo. La impulsividad, el vivir al limite y la asocialidad de
estos sujetos no encaja bien con la sumisión y el recibir órdenes.
Falta de responsabilidad
Un psicópata puede decir que se
preocupa de sus hijos, de su mujer, de sus empleados o de sus amigos,
pero rara vez hallamos pruebas de esto. La razón es que las personas
a su cargo son, en general, meros inconvenientes para su estilo de
vida. Contrariamente a los esposos y padres responsables, la familia
es, en el mejor de los casos, un lugar de descanso donde reponer
fuerzas después de un periodo especialmente agitado. En el peor, un
mero instrumento para obtener dinero o comodidades, sin que sea raro
que las deudas se acumulen y acaben consumiendo el patrimonio
familiar.
Por qué, entonces —podemos
preguntar— se casa una persona así, por qué decide tener una
familia?. Las razones varían, desde luego, pero, en general, la
respuesta es que, cuando decidió casarse o tener hijos, en aquellos
momentos era algo que servía a sus fines inmediatos, acerca de lo
cual no adquirió ningún tipo de responsabilidad. Por ejemplo,
casarse puede ser algo muy útil si uno quiere vivir del patrimonio
de su esposa, o si se quiere disponer de una buena imagen para medrar
en un determinado ambiente. Del mismo modo, los hijos pueden ser el
resultado de unas relaciones sexuales sin que haya un deseo ulterior
de hacerse cargo de ellos.
Sencillamente, a los psicópatas les
trae sin cuidado las consecuencias negativas de sus actos en los
demás. Así, conducen de modo temerario. O se juegan todo el dinero
en una noche, o no toman ninguna precaución para no contagiar a sus
parejas, a pesar de conocer que poseen el virus del sida.
Esta falta de responsabilidad se
extiende a los compromisos adquiridos con el sistema de justicia. Los
permisos penitenciarios, la libertad condicional, y otras formas de
medidas penitenciarias que implican cumplir con una serie de reglas,
son oportunidades para fugarse o cometer nuevos delitos. Un ejemplo
notable fue Antonio Anglés, el cual, fugado al disfrutar un permiso,
asesinó junto con Miguel Ricart a tres jóvenes de Alcasser.
Determinados jóvenes pueden percibir
sus obligaciones de hijos como algo muy desagradable. En Benijófar,
Alicante, un adolescente mató a sus padres a sangre fría para
librarse de injerencias que el juzgó abusivas.
Problemas precoces de conducta
Muchos psicópatas empiezan su carrera
de abusos en la infancia. Es fácil ver en ellos conductas habituales
de mentir, engañar, originar incendios, tomar drogas y alcohol,
vandalismo, violencia hacia sus compañeros, una sexualidad precoz y
fugas del hogar y de la escuela.
Por supuesto, los criminólogos saben
que esas acciones son habituales, de forma aislada, en muchos
jóvenes, y de modo mas intenso en niños que han crecido en
ambientes negativos o con padres, a su vez, que les han maltratado.
Los niños que luego serán psicópatas, sin embargo, exhiben estos
signos precoces de destrucción de modo mas persistente y violento, y
acompañan estas hazañas sin que parezca que haya pena o lamento
alguno cuando son enfrentados a los hechos. No obstante, aparecen con
mayor claridad, por efecto de contraste, las tendencias psicopáticas
en aquellos niños que proceden de buenos ambientes. Cuyas
condiciones de vida difícilmente parecen suscitar tales
comportamientos.
Sorprende en la niñez de estos chicos
su percepción positiva de actos crueles hacia otros niños o
animales. Esta capacidad de sentir satisfacción a partir de
emociones negativas —el sufrimiento de los otros— hace que sus
actos parezcan sorprendentes ante aquellas personas que no les
conocen bien. «Me parece increíble que pudiera hacer una cosa así»,
se puede escuchar frecuentemente en boca de atónitos conocidos y
vecinos de un psicópata que acaba de ser identificado por la
justicia. Pero no es algo que haya surgido de la nada; quizás el paso
al acto, la comisión de un crimen violento, no se produce hasta bien
entrada la madurez del sujeto, pero su personalidad, sin embargo,
estaba ya conteniendo desde edades tempranas, la semilla de esa
capacidad destructiva. Que surja la violencia en la preadolescencia o
la juventud, o bien se demore hasta los años adultos, es algo que,
probablemente, tenga mucho que ver con el ambiente donde se lleve a
cabo su socialización. Ambientes criminógenos estimularán, con
toda probabilidad, desde los diez o doce años, actos antisociales y
un claro desafío a las normas, por el contrario, en medios sociales
más benévolos la manipulación y la violencia pueden tardar en
hacerse más obvios, y no suponer una violación tan flagrante de las
leyes.
En todo caso, es muy probable que los
sujetos que exhiban de modo intenso este componente de comportamiento
de la psicopatía causen auténticos estragos en la relación con los
demás, conduciendo a la miseria a muchas personas (padres, hermanos,
novias) que se interesan por él.
Conducta antisocial adulta
Como se ha comentado en otros lugares,
los psicópatas no tienen por qué ser delincuentes, si bien es muy
probable que sean responsables de muchos actos colindantes con el
delito, o inclusive de actos que constituyen delitos, sólo que son
acciones —engaños a Hacienda, pequeños devaneos con el tráfico
de droga, graves infracciones del código de circulación, etcétera—
que, normalmente, quedan sin descubrir o sancionar. A esta lista
podríamos añadir el abuso físico y psicólogico contra mujeres y
niños, lo que, desgraciadamente, sigue siendo algo difícil de
controlar en nuestra sociedad.
Pero no cabe duda de que, si existe una
«personalidad criminal», ésta se encuentra en los rasgos de la
psicopatía. Nadie como él está tan capacitado para quebrar las
leyes, para ser violento por el solo prurito de lograr el control de
la situación, para engañar sin que importen las consecuencias.
Cuando son delincuentes, son muy versátiles y, en muchas ocasiones,
no se detienen ante el hecho de estar en prisión, sino que, en el
centro penitenciario, siguen extorsionando o agrediendo, tratando de
obtener ventajas de cualquier situación.
Los psicópatas son los mejor
preparados para acometer las empresas criminales mas absurdas, sin
ganancia aparente. También los más cualificados para ser
gratuitamente violentos. Pero no todos los actos excesivamente
violentos son obra de los psicópatas. Los esquizofrénicos
paranoicos pueden ser muy peligrosos y ser responsables de asesinatos
atroces sin ningún sentido... salvo el que dicta su enfermedad. En
otras ocasiones, la violencia surge de vendetas mafiosas, y aquí se
impone el código mafioso, algo estrictamente «comercial». O también
la pasión ciega de un amante despechado...
Teniendo en cuenta lo anterior se puede
decir lo siguiente sobre los psicópatas:
1. Son capaces de sentir miedo o
ansiedad en menor medida que los delincuentes comunes o que los
sujetos que no son psicópatas, ya sea por una menor sensibilidad
ante esa emoción o porque tienen la posibilidad de protegerse
mentalmente frente a esa experiencia.
2. Tienen grandes dificultades para
reconocer el valor emocional de los estímulos, ya sean estos
palabras o imágenes.
3. Cuando se enfrentan a tareas de
comprensión emocional han de invertir más energía psíquica para
procesar esa información que los no psicópatas.
4. La valoración emocional que hacen
de las ideas es muchas veces errónea; así, las ideas que suscitan
emociones positivas en sujetos no psicópatas son valoradas de modo
negativo, y viceversa.
5. Su empleo del lenguaje indica
dificultades para exponer los argumentos sin desvíos o incoherencias
sustanciales, así como para ajustarse a las inflexiones emocionales
de sus interlocutores.
6. Se han detectado anómalas en el modo
en que el cerebro procesa la información emocional de acuerdo con la
división entre los dos hemisferios cerebrales.
El resultado de todo lo anterior es que
hay un déficit básico en el pensamiento del psicópata. Éste tiene
dificultades para asimilar la información emocional que viene del
mundo, y puede ocurrir que esa menor capacidad sea mas profunda ante
estímulos negativos (que provocarían ansiedad en personas normales)
que positivos. En todo caso, su lenguaje y su comportamiento revelan
que hay dos profundas disociaciones. En primer lugar, cuando el
psicópata se expresa, sus opiniones carecen del fundamento de la
experiencia emocional. Hablan «de oído». Su razonamiento carece
del fondo emocional que produce un juicio veraz: el sentimiento está
disociado del razonamiento. En segundo lugar, su juicio esta
disociado de su conducta; esto es, lo que hacen muchas veces no
guarda ninguna relación con la valoración que han hecho previamente
de la situación.
Los psicópatas se saben «la teoría»
de la vida. Pero cuando han de demostrar «la práctica», su
profunda insensibilidad emocional les hace fracasar.
Existe una expresión que ha alcanzado
una gran popularidad en estos últimos años; se trata de la
«inteligencia emocional». Este término es relevante aquí, porque
une lo cognitivo con lo afectivo, y nos sirve para entender mejor
cual es el sentido real del déficit que presentan los psicópatas.
Este concepto fue acuñado por los psicólogos Peter Salovey y John
Mayer, y lo definen como aquella inteligencia que implica «la
habilidad de manejar los sentimientos y emociones propias y de los de
las otras personas, de discriminar entre ellos y de utilizar esta
información para guiar los pensamientos y acciones de uno mismo».
La inteligencia emocional se relaciona con la conducta prosocial o
beneficiosa para los demás en la medida en que, según Goleman, la
capacidad de controlar los impulsos constituye el fundamento de la
voluntad y del carácter. El control de los impulsos no puede
realizarse sin regular nuestras emociones y sin reconocer las
emociones de los otros, es decir, sin empatía. En la medida en que
la persona sea más inteligente emocionalmente, comprenderá mejor la
situación del otro y estará más orientado a actuar en consecuencia.
Los psicópatas son estúpidos si
evaluamos su inteligencia emocional.
Un ejemplo de personaje público con
rasgos psicopáticos: Picasso
Picasso es uno de los genios del siglo
xx. ¿Quien puede discutir esta afirmación? Pero también es un
ejemplo de que la virtud artística puede ir reñida con la virtud
moral. Ello es mucho más evidente en Picasso que en Sade, ya que
éste tenía poco de filósofo, por más que «la vanguardia» haya
querido que comulgáramos con ruedas de molino. Picasso es un artista
con mayúsculas, un pintor a todas luces extraordinario. Pero su vida
presenta aspectos tan rayanos con la psicopatía, que no podemos menos
que resaltarlo aquí.
Se ha discutido mucho la relación
entre el arte, el genio y la crueldad o la violencia, así como lo
extravagante. Es esta una discusión inacabable que ofrece pocos
resultados concluyentes. Sabemos que el hombre creativo ha de ser
capaz de ser transgresor, pero en modo alguno ello exige maltratar a
los otros, especialmente si hay ensañamiento o sadismo. Uno es capaz
de entender cierto despotismo, un carácter voluble y caprichoso, un
animo irritable, una vida solitaria o llena de gente que busca
favores... pero nos cuesta comprender que el genio precise del
averno.
Howard Gardner, el psicólogo que está
estudiando con mayor brillantez diversas facetas de creatividad y
liderazgo en el hombre contemporaneo ha dedicado un capítulo de uno
de sus libros a Picasso. Allí él, en efecto, parece vislumbrar una
relación entre el arte y la vida personal del pintor: «La relación
entre el caos de la vida personal de Picasso y su continuada
fecundidad artística merece comentario. Uno puede ver en la vida de
Picasso no solo un sucederse continuo de nuevas casas, amantes, hijos
y escapadas de verano, sino tambien un fluir constante de estilos
nuevos y definitorias (…) Aun cuando uno resista al impulso de
percibir una relación exacta entre los hitos de la vida personal de
Picasso y los desarrollos de la vida artística, Picasso prosperó, en
cierto sentido, a partir de una vida sembrada de embrollos
complicados y acusadas discontinuidades».
Claro está, que «prosperar a partir
de embrollos y complicaciones» no puede convertirse en un axioma
para la creatividad artística. No se conoce que Chopin fuera cruel.
O que Dickens haya sido un monstruo egocéntrico. Otra cuestión es si
el sujeto artista decide emplear las tendencias de su personalidad
como modo de espolear su motivación artística. Pero, en tal caso, es
una elección tan marcada por el egoísmo como el rechazar las
caricias de un hijo. No importa que el resultado sea una obra de
arte.
De acuerdo a Gardner, Picasso coloco el
egocentrismo y la crueldad como ejes de su relación con los demás.
Sólo se rodeaba de quienes le halagaban y estuvieran dispuestos a
servirle, «aun cuando el se reservaba el derecho de tratarles como
le viniera en gana, de enfrentarlos despiadadamente unos contra
otros, y de echarlos o apartarlos de si a su antojo. Era sádico y
podría maltratar físicamente a quienes le amaban».
El sadismo no es un rasgo especialmente
aconsejable pero en Picasso hemos de añadir otra cualidad negativa:
a su lado las mujeres «tenían un amargo destino: la locura o la
muerte. Su primera mujer, Olga, se volvió loca y murió en 1955. Su
amante, Marie Therese, se ahorcó en 1977; otra amante, Dora Marr,
sufrió una crisis nerviosa. Su nieto se suicidó bebiendo lejía
cuando no se le permitió asistir al funeral de Picasso. Su segunda
mujer, Jacqueline se mató de un disparo después de preparar una
exposición de Picasso.
Y a sus amigos o conocidos masculinos
tampoco les fueron las cosas muy bien. Picasso fingió no conocer a
Apollinaire (un promotor de su obra) cuando éste fue acusado sin
fundamento de un crimen. Tampoco salió en auxilio del escritor Max
Jacob, al que había tratado durante cuarenta años, cuando fue
arrestado y enviado a un campo de concentración. No se recataba a la
hora de seducir a las amantes y mujeres de sus amigos. Participó en
intrigas para acabar con el prestigio profesional de otro pintor
extraordinario, Juan Gris. Cuando su marchante Hahnweiler perdió
todo su dinero en la guerra de 1914, Picasso sencillamente le dejó
de lado.
La manipulación, el utilizar a la
gente como medios para lograr fines, también aparece en la vida de
Picasso. Su amigo Sabartes dijo: «Picasso escoge los amigos como
escoge los colores cuando pinta un cuadro, cada uno a su debido
momento y para un propósito concreto».
El análisis que realiza Gardner de
Picasso, sin embargo, encuentra cuatro relaciones que suponen
excepciones a la explotación humana, lo que nos sitúa a Picasso no
como un psicópata perfecto, pero sí como alguien que supo hacer de
la pintura un logro extraordinario al tiempo que destruía o dañaba
de modo grave las vidas de muchas personas.
He aquí algunos de los comportamientos
más esperables del psicópata en una relación de convivencia. No
todos los psicópatas son iguales. Hay muchas circunstancias que los
hacen diferentes. Dentro de la «vida convencional», sin embargo,
hay también diferencias significativas, en especial según sean del
tipo «parásitos» o del tipo «posesivos». A continuación las
actitudes y comportamientos mas frecuentes.
a) Desapego hacia los niños o
educación muy punitiva.
b) Exigencias irracionales.
c) Comportamiento errático.
d) Puede ser violento, de palabra u
obra.
e) Miente habitualmente.
f) Suele ser un parásito.
g) Puede abusar del alcohol o de Las
drogas.
h) No tiene amigos, sólo conocidos.
i) Es muy difícil de conocer.
h) Te manipulará.
j) Te hará bajar a los infiernos.
Criterios para el niño
preadolescente
En los años de la preadolescencia,
entre los 7-8 años y los 12-14. ¿Diríamos nosotros que nuestro
hijo, habitualmente, se caracteriza por...?:
1. Alardear de modo ostensible de sus
logros.
2. Enojarse cuando se le corrige.
3. Pensar que él es más importante
que los demás.
4. Actuar sin pensar.
5. Culpar a otros por sus propios
errores.
6. Molestar (burlarse) a otras
personas.
7. Meterse en situaciones de mucho
riesgo o peligro.
8. Cometer actos ilegales.
9. No mantener sus amistades.
10. Aburrirse facilmente.
11. Despreocuparse por el rendimiento
en la escuela.
12. No sentirse culpable o «malo» por
algo que ha hecho.
13. Tener emociones superficiales, como
forzadas.
14. No mostrar emociones.
15. Actuar de forma amable, pero sin
que parezca sincero.
16. No preocuparse por los sentimientos
de los demás.
Los primeros diez puntos son típicos
de chicos que se implican en actos antisociales, y que suelen
proceder de barrios pobres, con familias que no se preocupan
demasiado de sus hijos. La mayoría de estos niños no desarrollarán
una psicopatía; dependiendo de la extensión de estas conductas y
del apoyo que encuentren en su vida, serán capaces de integrarse en
la sociedad o, al contrario, serán clientes habituales de las listas
del paro y de la policía. Sin embargo, no conviene olvidar que
también hay chicos de clase media y alta que exhiben estas conductas
irresponsables y alocadas; son aquellos casos en que sus padres han
estado demasiado ocupados para preocuparse de ellos o no han sabido
como atenderles.
Los seis puntos restantes se relacionan
con los anteriores, pero no tienen por qué ir unidos: cuando los
primeros criterios —que podemos denominar «conducta impulsiva e
irresponsable»— se suman a estos seis, hay muchas probabilidades
de que podamos identificar al niño como un claro candidato a la
psicopatía. La razón es que estos seis puntos incluyen lo que
podríamos denominar el núcleo de la personalidad psicopática:
falta de sentimiento de culpa, insensibilidad emocional y
despreocupación por el bienestar de los otros.
Muchos de los niños que muestran
impulsividad e irresponsabilidad no presentan aspectos de dureza
emocional (al menos de un modo intenso), pero la mayoría de los que
presentan dureza emocional también muestran conducta impulsiva e
irresponsable. De lo anterior podemos concluir que cuantos más
criterios cumpla un chico peor será su pronóstico.
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