Pedro Enríquez (Granada, 1956) es
un poeta, narrador y editor español, académico con la
letra Z de la Academia de Buenas Letras de Granada desde el
año 2004 y director de la revista Ficciones, Revista de Letras.
Ha publicado sus poemas en diversas revistas literarias
de España, Estados Unidos, México, Argentina, Jerusalén,
Colombia y Portugal, y parte de su obra ha sido traducida al portugués, francés, hebreo, inglés e italiano.
Obras:
Extremo a extremo del silencio (1987)
Historias de arena (1993)
Vigilante de niebla (1995)
Poetas en el aula (1995)
Guía de bibliotecas de la ciudad de Granada (1998,
(Ficciones Libros).
Los áridos pasos (1999)
Guía de archivos históricos de la ciudad de Granada (2001),
El eco de los pájaros (2002)
Las manos en su vuelo (2003)
Zaguán (2005).
Alhambra y Generalife: breve itinerario poético del agua
(2006)
Ciudad en obras (2007)
Liturgia del olvido (2009)
Galardones:
1.er Premio Poesía por la Paz
1.er Premio Certamen Federico García Lorca
1.er Premio XIV Tribuna poética de Andalucía.
1.er Premio Villa de Peligros por su obra Extremo
a Extremo del Silencio.
Presidente de la filial España del Consejo Americano de
Todas las Sangres (nombrado en Lima, Perú).
Consejero del Aula Antonio Machado, en Buenos
Aires (Argentina).
Asesor Cultural del Centro Unesco de Andalucía.
Del libro:
El eco de los pájaros, los que
siguen.
Bajo la sombra fiera de las cornisas
(acaso la luz un día rasgó el blanco
de los ladrillos moribundos)
cómo decir las palabras sin nombrarte
las manos acelerando la vida
las ruedas deteniéndose en las plazas vacías
otros viajan veloces y atraviesan anónimos el olvido
pero somos dos precipitados sobre el asfalto
sintiendo como el tiempo nos engaña
lento el viento cortando los cuerpos
sólo una mano dirige la muerte y la vida
la otra busca el fuego
giro sobre el vacío y de nuevo la misma calle
los labios no engañan
ahonda con tu mano en el futuro
esta es la codicia del segundo
he perdido la costumbre
mañana volveré a este lugar de ventanas cerradas
es la noche habitándonos
son los pájaros vete cantarán la madrugada
mañana se agita en el eco
mi espalda agujereada así tan cercanos
dirección prohibida
un misterio los dos puntos en la piel
dos cuerpos y un signo
estoy detenido sobre el vacío
la lengua gira se descubre sin palabras
estas son las tijeras del recuerdo
a veces no basta la memoria
tampoco la certeza
nadie conoce no conozco no conoces
ellos no comprenden nadie el segundo perseguido
se cierran las luces las ventanas las puertas desconocidas
imagíname un gesto lejanísimo
de nuevo cruzo los muros sellados
las árboles me descubren la soledad
Comienza el ciclo del polen
mascarillas para el silencio.
Bajo la sombra fiera de las cornisas
(acaso la luz un día rasgó el blanco
de los ladrillos moribundos)
cómo decir las palabras sin nombrarte
las manos acelerando la vida
las ruedas deteniéndose en las plazas vacías
otros viajan veloces y atraviesan anónimos el olvido
pero somos dos precipitados sobre el asfalto
sintiendo como el tiempo nos engaña
lento el viento cortando los cuerpos
sólo una mano dirige la muerte y la vida
la otra busca el fuego
giro sobre el vacío y de nuevo la misma calle
los labios no engañan
ahonda con tu mano en el futuro
esta es la codicia del segundo
he perdido la costumbre
mañana volveré a este lugar de ventanas cerradas
es la noche habitándonos
son los pájaros vete cantarán la madrugada
mañana se agita en el eco
mi espalda agujereada así tan cercanos
dirección prohibida
un misterio los dos puntos en la piel
dos cuerpos y un signo
estoy detenido sobre el vacío
la lengua gira se descubre sin palabras
estas son las tijeras del recuerdo
a veces no basta la memoria
tampoco la certeza
nadie conoce no conozco no conoces
ellos no comprenden nadie el segundo perseguido
se cierran las luces las ventanas las puertas desconocidas
imagíname un gesto lejanísimo
de nuevo cruzo los muros sellados
las árboles me descubren la soledad
Comienza el ciclo del polen
mascarillas para el silencio.
Liturgia
del olvido
DE PRONTO EN
LO ETERNO
Como si un
soplo de ceniza llameara
una mujer
eleva la voz,
nos detiene
entre una lluvia horizontal
de hombres y
mujeres que no se conocen,
anónimos
entre tanta humedad de selva.
Muestra las
manos y usa la pregunta
como una
herramienta contra el mundo.
Cuando la
vida golpea
no es
posible caminar
sin
arrancarse la espada invisible,
el filo de
la cordura,
el
torbellino del silencio.
Insiste la
mujer en una historia
que detiene
la paz del caminante.
¿Quién puede
transmutar
la esencia
de una injusticia,
la levedad
de la alegría?
—Tenemos
prisa…
—Perdón,
buscaba una respuesta.
De pronto lo
eterno
en sus ojos
de edad sin retorno.
Vuelve la
calle a recobrar
su lucidez
diaria de trasiego,
Mirar atrás
es descubrir el vacío,
una anécdota
en la tarde.
Queda la
palabra en plegaria,
mañana serán
otros los atrapados.
No es
posible la huida en el olvido,
los postes
azotan la luz lejana.
También orar
es escribir un poema
en esta
noche de interrogantes.
MÍSTICA DEL AGUA
Las nubes
descienden
por un
látigo de rosas.
El silencio
es el inicio.
Me desnudo
en umbral.
Duerme la
hoguera
en esta hora
del alba.
Hierba sin
herida,
tierra sin
tristeza.
Te imagino,
isla lejana.
Me confundo
en velero,
música del
pulso.
La hora de
la lluvia:
mística del
agua.
UTOPIA
La niebla se
abre al infinito,
dos líneas
paralelas conducen
los
galápagos del cielo,
se confunden
realidad y olvido.
Cierro los
ojos y descubro
un
archipiélago en el pensamiento.
Imagino el
vuelo de peces guardianes,
un viaje en
la geografía del misterio.
Un mundo
interior de islas,
el lenguaje
de la utopía.
LITURGIA DEL OLVIDO
Ésta es la
liturgia del olvido,
una espina
de acero y silencio
clavada en
el limbo del Empire State,
un soplo
huérfano de cigüeñas,
un altar de
nubes sin estrellas.
No existe la
oración de un templo negro,
la escalera
103 para el incendio del llanto,
un barco de
alas
para el
descanso de las gaviotas.
Son otras
las pequeñas cosas amenazando,
ascuas de
Rolex por la quinta avenida
donde el
tiempo es martillo de manos sin uso,
cadenas sin
dueño en los ojos huérfanos,
paseantes
ciegos de un lujo inservible,
ciudad rota
en el tambor de los dedos
cuando el
papel higiénico
es moneda
ennegrecida.
Es otra la
fuerza de la ciudad que no duerme,
lluvia de
pensamientos en cuerdas de pupilas,
oración de
alegría —amada distante—
cuando el
frío ronronea
con los
gatos de las ventanas,
duelos de
cristal desierto,
cuando
surcan los puentes ascuas
de faros sin
palabras,
un mundo
reflejado:
la altura
perdida de las miradas.
ÉSTA ES MI CASA
Contemplo el
himno de las velas,
la íntima
historia nunca desvelada,
los
insomnios de un barco en la memoria.
Estoy
navegando en la esencia de mí misma,
así debería
de ser la felicidad: encender el silencio.
Regresan
entonces la primeras caricias,
¿estás ahí, madre?
Conservo las
imágenes de aquellos años,
tu sonrisa
mientras un mundo de sueños
abarcaba
todo el horizonte de la mirada.
Susurrabas
léeme otra vez,
y mi alma
tenía sabor
de sauce
creciendo en las palabras.
Es la brisa
de tus labios, decías,
y mi palabra
era brasa, rebeldía y vuelo.
Pero quiero
dormir en una casa sólo mía,
ordenando
las paredes recién pintadas,
los muebles
donde el polvo es ausencia,
ese cajón
donde guardo un tiempo de olvido,
aquel cuento
que leíamos en noches de viento.
Han pasado
estos años en la luna del vientre,
en el cordón
de una carne engendrada,
en el
milagro de ser y existir en el hijo
prolongando
la savia de una encina
creciendo en
mi cintura.
Guardo
dentro el mejor tesoro,
no aquella
hora que recuerda el triunfo,
sino la
verdad de ser feliz y ofrecerse,
un aliento
de viajes, inviernos y poemas
cuando la
tierra era una distancia inabarcable.
Abro las
ventanas, dejo que la claridad del alba
entre como
una jauría de cielo y estrellas,
necesario
contemplarme desnuda en el espejo,
descansar
siendo arena de un mar sin límites,
entregarme
sin medida a la belleza del día,
a la mano
que acaricia suavemente
el germen de
trigo de mi pecho
ganando un
gemido nuevo sólo mío.
Se abren mis
brazos al sol que me posee.
Aprendo a
ser feliz. Ésta es mi casa.
TANGO…
¿ Donde,
quién canta,
alumbra la
mesa de soles?
y do re mi
tú sí, viejo amigo boludo,
toca,
haragán del tango, aquí,
allá, cerca
del invierno, hielo,
media luz,
pero no te alejes, llena
esta copa de
azules licores,
y ahora
golpea el bandoneón,
dame el mazo
de la lluvia,
no, ya sabes
que no es nada,
nada,
maldita palabra, solo,
soledad,
solitario, a media luz,
apaga, no
dejes que alumbre
la música el
recuerdo, toca,
no ceses
ahora que el llanto
aprieta
dentro sin escape,
«sos
hermoso» dijo, boca y veneno,
ésta ventana
sucia en la noche
donde
sentados huyó un beso,
ésta es la
marca, invisible,
perdido
desde entonces,
perdido y
ahora vuelvo,
volver quien
pudiera,
buscando una
boca, la boca,
su boca,
unos labios, una llaga,
una herida,
más que dolor
el negro
vacío, la nada,
nada más
allá, la espina
en los
labios, en el centro,
la vida
huye, toca una milonga,
déjame, sólo
duele siempre,
el cuchillo
de los vasos,
carmín de
madrugada en mis manos,
dormir,
ocupar el sueño
y después el
silencio,
el sable del
olvido,
el filo de
la navaja,
falda
abierta, borracho desnudo,
toca
mientras me embarro
en el
alcohol, cansado y dormido,
estas manos
que tocaron su piel
los dedos en
fuego,
y espero,
tango de su nombre,
toca, ella
llegará y salvará la vida
de esta
condena, de nuevo
la llama que
devora,
de rodillas
la plegaria, la música,
vencido en
su voz,
camino que
el tiempo no ha borrado,
toca, viejo,
la última moneda de la tarde,
ella
llegará, un día, una hora,
el cercano
tango, tiempo, siempre infinito,
tango,
siempre, nunca, mañana.
MILENIUM
La noche del
siglo veinte,
una
serenidad de libros aleteaba
en el
vientre de la ambigüedad.
La luz,
encinta de historia,
buscaba un
amanecer de estrellas fugitivas,
luminosa
surcaba el aire herida de reflejos.
Cerré los
ojos y caminé por un limbo de ciegos,
una gota de
sal y sueño quebrándose
sobre la
forma solitaria de la penumbra.
Era la
pasarela del milenio,
la marca de
los elegidos
en la frente
de los navegantes.
Sobre la
oscura saliva del tiempo
flotaba un
adolescente sin años,
en su nombre
las ecuaciones sin peso.
Un río de
átomos y arena
inundó los
días sin destino,
hadas sin
memoria buscaban el infinito
con el
hechizo de nuevos números.
El jurado de
los colores examinaba el alba:
estelas de
barcos fantasmas
incendiando
el espacio
luciérnagas
fugaces,
surtidores en silencio.
La bruma
humedecía un espejismo de cera,
una ola de
relojes estremecía
las alas de
la frontera sin retorno.
Un abismo
ocupó el campo de la duda,
eran otros
los derrotados en la mañana,
vagabundos
bajo la lluvia del inicio.
Pero las
servilletas
ocultaban rostros sin mundo,
Chimeneas
apagadas
En la habitación de la
tormenta,
espárragos
de nieve arañando el hambre.
Una sombra estremecía.
En los
labios se deshace el poema,
escrito en
el círculo de las manos
el fuego
necesario que lo libera.
Navego la esperanza.
MIRA LOS
TRIGALES
A Francisco
Izquierdo
Mira los
trigales y el sol en la tarde,
contempla
los recuerdos de un niño
caminando en
el sueño de la trilla,
las noches
de luna y estrellas encendidas,
la mirada y el
alma en el asombro.
Quizá
aquello era la alegría y la inocencia
ahora que el
recuerdo es otra aventura
de lo
perdido o tal vez una entrega al vacío.
Aún tengo en
las manos la paja y el trigo,
la nada y la
fuerza del grano sobre el rastrojo,
una piel
impregnada de amarillos y sonrisas
mientras los
mulos giraban sobre la tierra
atados a una
balsa de cuerdas y madera.
Era otro el
océano y el agua en las acequias,
era
transparente y se ofrecía a los labios.
todo es un
tiempo sin manos para palpar,
una esencia
de perfume perdida en el aire,
una llama
purificando
el espacio de la
memoria.
Hoy hablo de
ti, me descubren tu nombre
los lugares
y los amigos compartidos,
de nuevo un
instante sin mancha,
el horizonte
en la prueba del atardecer,
vuelvo a
sentir que es posible ser bueno,
sencillamente
entregarse
a la belleza de la
vida.
UNA SOMBRA
DE ARCILLA SE REFLEJA…
Una sombra
de arcilla se refleja,
arce de agua
tiritando en
la respuesta de las paredes,
incendio
abierto al olvido,
muros del
tiempo.
Desaparecen
las preguntas
en un pulso
anclado,
certeza de
álamos detenidos,
alturas de
aliento,
salvia
respirando los labios.
Alas de
almíbar se derraman,
mensajeras
de la noche;
se abren
naciendo loto
en el
estanque de mis dedos,
intensa
selva de yedra.
Lenta cera
en río de llama,
suburbios
del gemido,
islas de
nubes en el iris,
tormenta de
pájaros
abrazados al
sueño.
SI PUDIERA
INVENTAR…
Si pudiera
inventar un beso nuevo,
una forma
distinta de alumbrar
tus labios
con mis silencios,
un arañazo
de dientes sin olvido,
lenguas
acribilladas por la saliva
cuando somos
baile y batalla.
Si ahora,
presente instante,
tormenta de
segundos
y esfinges
destronadas,
dijera tu
nombre
manchado de
vino y especias.
Si mordiera
tu carne de jazmín elevado
y señalara
una estrella en mi dedo
para que tú
la bebieras
cuando en
los ojos se cierran
el orgullo y
las llagas,
cuando la
boca es cueva y sonrisa,
noche
buscando la luna líquida,
ladrona y
espía del gemido,
vocabulario
imposible.
Si pudiera
ofrecerte este beso,
ahora ancla
de lenguaje distinto,
inventaría
mis labios
en tus
sueños posibles,
vencidas las
dudas del insomnio.
MOAIS
La vida y la
muerte
se confunden
en el aura
de las fotografías
amantes
imposibles
la nada y el
segundo de fuego.
Somos
espíritus atrapados
vigías
ciegos de la inmortalidad
encantamiento
de columnas
hechizo de
frontera.
Mil estatuas
sin lengua ni olvido
mil cuerpos
sin pies ni distancia
Torre de
Babel multiplicada
creación en
desafío con Dios.
No es
posible un nuevo nacimiento:
vivir
eternamente
es el
símbolo infecundo
de la profecía.
Pero si
vuelves
olvídate del mundo
pájaro de
ilusión
en el amanecer
luminoso
un nombre
labrado en las últimas nubes
de una
corona de viajeros
imagínarios.
En tu alma
el tatuaje.
TODOS LOS
SUEÑOS ENCIERRAN UN MISTERIO …
Todos los
sueños encierran un misterio,
un viaje
desconocido a ciudades
nunca
visitadas.
en las manos
el vaho de un nombre,
el suspiro
de una imagen
que
lentamente se evapora,
atravesada
de luz en los ojos.
Un arco
invitaba
a la ciudad
inexistente,
una frontera
donde observaban
vendedores
de palabras.
La vida se
agitaba en las calles,
caminar
entre la multitud
de aquella
ciudad
era entrar
en lo desconocido.
Alguien
habló con voz oculta,
maestro en
lo prohibido:
el engaño
habita
entre sus
muros.
Continuamos
el camino,
sólo un
nombre: Rosa de Jericó.
Un espejismo
se desvanece
imposible en
la memoria.
CIUDAD EN
OBRAS
TEATRALMENTE
DISTANTE
Se nos ha perdido
el hombre,
se nos ha
perdido a fuerza de correr,
de correr,
escapadas
las manos
con un
equívoco de límites,
relojes en
telaraña
y el corazón
principio de estatua.
Pero
nuestras huellas,
como el
recuerdo,
tienden
siempre a conformarse
con el
hábito de la penumbra.
Ésta es
nuestra calle y nuestra frontera:
un signo de
números en la frente,
el grotesco
disfraz de las formas,
de sombra en
sombra el abrazo y el golpe,
un filo de
labios sin espacio
para la
luz…,
la luz…
Hemos
perdido la carpa de los niños
donde se
aprende el difícil equilibrio
de la risa,
el vaso sin
forma de la sinceridad,
la dimensión
exacta del amor,
y nos
sostiene,
teatralmente
distantes,
la tristeza
de las cosas caídas.
Pero si
existe un hombre que se entrega
sin ser
mercader de ofrendas,
que siente
la vida naciendo gota a gota del alma,
que libera
gacelas, pastor de locuras,
que mira al
cielo
y habla con
Dios sin estudiadas maneras,
que
sencillamente ama, sufre, perdona.
entonces
estas
sílabas que son nada,
nada más que
sílabas,
signos de la
noche química,
palabras que
ocupan sólo palabras,
serán
principio de poema,
material que
se labra,
raíz de
esperanza.
CIUDAD
Por el
marfil de la memoria
hay un
elefante herido,
sangre de
asfalto
por las
bocas de las alcantarillas
y calles de
metal imposible.
Campanas de
cartón en los anuncios inmutables,
rostros de
selva inexplorada
donde no
existe el tiempo,
la mustia
rueda donde los hombres
atan
y
desatan
el orgullo
del barro seco.
Sólo tijeras
afiladas
para un
destino de vidrios,
luciérnagas
de sombra
en los
árboles de muros grises.
No existe
altura para las alas,
no existe…,
no existe.
Sólo
cuchillos de monóxido de carbono,
un final de
norias
que fuma
cáncer
en las
azoteas quebradas de ladrillos
rotos por la
sed,
grietas de
musgo
para el
hombre
—nacido
atalaya y nube—,
ruina de una
ventana infantil,
suspiro de
barrotes viejos
y una veleta
para la soledad.
Ríos de
piedra
y
riberas de
alambre
donde las
manos se ocultan
en la
batalla de la forma definitiva
que las
defina.
Y un olvido,
un tremendo
olvido, un inexplicable olvido…,
crisálida de
niebla para el cuerpo gigante,
venciendo la muerte
o vencido el suicidio.
CON LA
ESPERANZA EN LA PALABRA
He abierto
la mirada
para
encontrarme súbitamente con una fecha,
como si
recordara que vivir
es algo más
que esconderse en la cola amarilla
de la
tristeza,
algo más que
el esqueleto de un pez
peinando las
riberas de una lágrima,
y exclamar
siempre: todo es inútil, es inútil.
He abierto
mis ojos de pregunta
—este hoy de
siempre y de nunca—
para
descubrir que existe un caballo de sueño
inclinado
sobre el mar,
que es
posible besar la espuma de una caracola
sobre su
brújula de viento.
Estoy aquí…
he
comprendido…, y espero.
Sé que
vendrá un río de nieve,
una cinta de
cal desbordándose
sobre las
ventanas abiertas de los corazones,
lamiendo las
rendijas de las puertas
como labios
de azucena.
Se abrazarán
palmeras escondidas
y serán
todas las calles de la luz.
Conoceremos
la sonrisa no descubierta,
la alegría
exacta de comprenderse vivo,
la sencillez
del milagro que es puramente mirar.
Y sé que
decir: es posible,
consta de un
verso, de dos palabras,
de cuatro
sílabas.
Casi nada…,
y casi todo.
Pero un
primer impulso de la imaginación
es válido
para soñar la libertad:
un poema,
dos brazos,
cuatro
corazones…
Es nuestra
la progresión geométrica,
y la fuerza
de su razón consiste en decir:
¡Es posible!
Venimos de
la soledad,
y la palabra
es el primer signo de la entrega.
CUANDO ME
MARCHE
Cuando muera
Nadie quede
en silencio,
Ni lágrimas
rueden
Sobre mi
desierta mesa.
No se
levanten cirios
Ni se bajen
en mi recuerdo
Tristes las
cabezas.
Cuando la
muerte me acompañe
Nadie vista
luto,
Ni coronas
de flores me adagen.
No se
adornen lujos
Ni se
regalen las maderas finales.
Cuando al
morir me marche
Dejad las
ventanas abiertas,
Y alegría en
el aire…
BAJO la
neblina de los bares
emboscada
interminable
quizá
descubra una línea de la mano sin futuro
o el
indefinido juego que presagian
las calles
marcadas.
Como una
señal de supervivencia
Como una
señal de supervivencia
Con un
asombro de tiempo sin diálogo
Vuelvo al
portal
Húmeda
transparencia
Y olvido que
la ciudad
Es una carta
anónima
Es una carta
La firma del
agua sobre las aceras.
VIENE la
noche a desnudarse
como una
antigua enamorada
viajera de
los suburbios
pálida luz
en el centro oscuro de su falda.
Abre su
vestido único duermevela
y me muestra
un ascensor deshabitado
fantasma de
los sueños.
Todo ha
sucedido en la pausa de los años:
aprendí y
caminé con la prisa
que
impusieron las calles de un paisaje turbio y bello
-acaso fiel
a su costumbre de cicatriz—
abandonado
a historias
de papel y utopía recortable.
Y duele
cuando las plazas se suicidan en el agua
no haber
escogido otra aventura diferente.
(Aún me
recuerdo abriendo cada mañana
la carpeta
del rocío
con un
manojo de nieve colgado
en la pared
para
ocultarme de las infancias perdidas.
Pero las
horas cuentan caracolas de sal
en la frente
cuando no se
busca el tiempo
y es
memoria).
He perdido
la cuenta de los dedos
en nocturnas
confesiones de café
en el humo
extraño
del cigarro inútil
la mirada
desterrada en la forma sin dueño
de la ceniza
o en sordos
arlequines colgados en el llavero
sólo para el
uso de convivir
la metáfora del
camino.
Y ahora que
nada es distinto a fuerza
del
constante silencio que sujeta
la verdad
que las
palabras se descuelgan
de los
diccionarios
como un
puente matemático.
Ahora
cuando
domesticada la farsa
sube y salta
al dedo corazón
sin apenas
esfuerzo para seguir el juego:
intento
asomarme a la reflexión
donde se
esconde la libre locura
que
malamente llamamos libertad.
Y como cada
noche
interrogo a
los búhos de hojalata
que buscan
risas sintéticas
y vacías
a ras del
asfalto
y pregunto
por la muerte
y la vida
y su
dirección.
Y no sé
si un rugido
de ciudad
es la única
respuesta posible
para el
misterio.
Ven, oh
ebrio pájaro sin alas,
gigante
halcón de nieve:
clava la
daga
del agua
en el áspero
pecho y desierto labio
del
amanecer.
Has visto
demasiadas luces ahogándose,
pensativos
ciervos de estrellas
entrelazando
sus astas en furiosa batalla,
caníbales
luciérnagas devorando los barcos
en la noche
eterna.
Y has
sentido que la pólvora nace
en la sangre
de las arenas,
que en el
cuchillo de la playa
duermen
náufragos con los ojos abiertos
cuando la
carne de sus manos
se
transforma en tierra
con la
purificación del olvido.
Vigilante de
las algas,
esclavo de
las mareas,
sobre un
rescoldo de líquenes habitas,
narrador
oculto en las fogatas
del invierno
-ritual de viento y misterio—
brújula de
mar secreto
en la mesana
sobrecogida
de la
mirada.
CEMENTERIO
DE RECOLETA
COÁGULO de
nieve la frente,
surtidor de
fuego el pecho,
viento
arreciando en la cera de las velas.
Un perfume
navegante con cuerpo de mujer,
el alfiler
del deseo clavado
en la
comisura de los dedos.
La sal ocupa
el espacio
donde la
tierra y las olas se unen,
un nombre
cabalgando sin estribos,
alazán
prisionero de los labios.
La madrugada
como una aventura
donde el
sueño esconde las verdades.
No hay mayor
herida que nombrar
en el aire
un desenlace de sílabas,
no encontrar
el auxilio del eco,
pronunciar
sonidos que al caer
sobre el
papel forman mundos
antiguos con
nuevos significados.
Asombra el
silencio como una condena,
embriagado
de agua que no deambula
por estas
calles que tienen forma de río,
lagunas sin
afluentes.
Lluvia
estancada,
ojos que
todo lo aguardan,
ciegos en un
océano de caricias sin retorno.
Quedan los
olvidados,
la piedra
grabada
con nombres
que una vez fueron fortaleza,
silencio en
los cipreses,
sombra de
árboles creciendo ausentes.
Otras vidas
son las que construyen
un espacio apacible
sin lágrimas.
Aquí ninguna
energía se pierde,
el
movimiento no interrumpe
pasado ni
devenir,
la física
fiel a su oficio:
criaturas
que horadan los muros
hasta su
centro de arena;
orugas de
jardines marchitos,
alimento de
sí mismos;
flores secas
donde no hay olvido,
pensamientos
que ahora fluyen
en armonía
con el universo.
En este
lugar de mármoles
que
recuerdan el paso inseguro
por la
dimensión del tiempo,
la promesa
es también historia de nueva vida.
Una carta
escrita sobre el cristal,
unas líneas
de amor eterno,
el nombre de
dos amantes,
vuelven a
escribir la victoria de otra luz,
la siempre
luz,
pasión,
encuentro, presencia iluminada.
Es otro
mundo el que se abandona
—acaso
herido de ausencia—
a la entrega
y las ilusiones.
No encuentra
el cielo
altura más
exacta
en esta hora
abandonada.
El sol
ahuyenta el plenilunio.
Plenitud del
mediodía.
Paz en el
canto del ángelus.
La isla de la cintura
La armonía del círculo nos enlaza
perfección de lo desconocido
surco de un espacio donde los labios
siempre inventan amapolas
Avanzas y es el mundo el que retrocede a su origen
huyes y arrasas este dominio de palabras
Amor si eres poema no quiero nombrarte
sentir la lepra que devora el tiempo
la fiera zarpa de la fantasía los minutos enredados
la solitaria idea de la presencia el abrazo sin final
los portales desnudos que un día cruzamos juntos
esta caracola donde puede adivinarse el alba
Arrojo estelas de un poema laberinto en el fuego
y me quema los dedos el humo de la ausencia
y en la manos vacías aún duerme el perfume
pero es una llaga abierta otra dimensión el pensamiento
paisaje el sueño donde esconde su látigo la monotonía
y el insomnio es caballero errante de la noche
y los molinos de viento son tu pelo enredándose
lanza rota mi voluntad estrellada en el cielo primero
En el alba se abren otros ojos párpados horizonte
el vaso entre los libros el cristal frío el ron quemando
incendio de lámparas
el sándalo violeta
y puedo escapar de la constelación que me asfixia
para encontrar tu nombre en el país de las maravillas
donde son verdad los cuentos y nunca las rosas hieren
La música se repite
me salva
avanzo por las escaleras
vuelvo a las puertas de madera y entro sin llamar
imágenes en los cristales donde busco un hueco
imborrable
allí duermes y controlas el abismo del olvido
las manos que conocieron otras raíces otra salida
la grieta por donde la pasión empuja
hasta arrancarnos las ropas
y rodar desnudos sobre las arenas
buscando la postura de los barcos solitarios
navegando sin rumbo
acariciando la lluvia perdidos en el misterio
atracando al fin en un muelle abandonado
sol único la presencia
los mismos pájaros picoteando
la piel que la luz descubre
la isla de la cintura
lentamente mapa
recreado
dibujado
amado
uno a uno el rojo de la granada
vencido
paseante de las calles
sin decir la palabra que temo.
Línea roja
Las copas vacías sobre el aliento de la mesa
los relojes de hielo los ojos de aguja
ven explícame el misterio de los versos
aún no es el tiempo las rosas brotan en junio
la vida nos persigue también la muerte calla
ahora pienso que la belleza tiene nombre
dímelo es tu voz el sentido del instante
por las calles otra música nos anuncia el secreto
nunca domino las situaciones en mi piel
caminar a tu lado es el principio de la historia
la noche rueda hasta alcanzar los bares sedientos
no quiero contar escaleras me devoran los números
el vino en los labios el mismo deseo de cristal
la memoria el sueño la cuerda los recuerdos
nunca confíes en los poetas no confío en nadie
no es verdad tus palabras iluminan los libros
mira mis ojos no engañan son hermosos
dímelo otra vez ahora es el abrazo huella de carmín
invéntame la amistad no quiero nunca perderte
me voy vete me voy aún sigues aquí
así abrazado a tu espalda espías las manos
capitanes los dedos atracados en tu puerto
la lengua avanzando sobre la isla del cuello
centro encendido eclipse cueva océano
los secretos nunca abiertos línea roja
será distinto otro día te llamaré
suavidad de fuego
siempre
espero
aquel
paisaje
de agua.
Poema inconcluso
El humo el fuego las venas del verso
sobre el taburete las prendas de las miradas
ven los dientes hablan el lóbulo herido
una vez más el dedo entre los labios
castiga mis miedos la sombra de las cejas
bebe el agua saliva oceánica la ola de la lengua
pasan los pájaros la primavera
vigilan otras alas la espuma
arena enredándose
estos son mis dominios jardín caricias
rompe el calendario la esfera de cristal
el espejo la tarde las enredaderas
tu lenguaje suspira savia
serás teclado partitura lento adagio la camisa
búscame en la llanura del vientre oprime
el mundo
lo domino
ahora las manos consiguen
busco el centro siento palpo adivinanza cerco
resbalo
la piel cactus de lunares tatuajes anclados en el destino
las palabras sin sonido cueva instrumento
camino enlazado las huellas se encuentran
es el tiempo avanzo detrás de la seda
otra navaja de índices y pulgares
líneas separadas cremallera sol sostenido
un horizonte de belleza caligrafía de misterio
qué guardas contemplo la llama suavemente araña
nace la humedad otra dimensión del olvido
la boca se refugia círculo punto vibración
tobogán donde perderse de nada sirven la mirada
pero todo es contemplación fotografía paisaje
íntima memoria nombres en el aire deseante
nunca dije deseo y se pronuncia mástil navío
busco el secreto del azúcar de nuevo travesuras
bebo de otra fuente nueva la sed
estrellas de incienso bosque donde perderse
todo es encuentro nubes que anuncian lluvia
diluvio niebla lago en la piel desnuda
atraviesa esta ciudad inunda sus calles
la cal inventando habitaciones nuevas
el iris del alba dibujando rendijas íntimas
un manantial ocupando el cauce de tu nombre
las uñas tienen su propio dominio la sangre oculta
nada existe más allá de la cadena sin salida
un eslabón se quiebra es el grito de la naturaleza
la historia en silencio somos dos y uno es la magia
se desborda el dique
el sudor de la frente nos reclama
Alguien toca mi hombro enigma sueño
poema inconcluso apago la luz de la pluma
invento fantasías que sólo son preguntas
la página en blanco sobre el insomnio de la almohada.
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