domingo, 29 de octubre de 2017

Jose Carlos Rosales

Granada, 27-XI-1952.- Poeta, articulista, profesor y académico de Buenas Letras de Granada. Licenciado en Filología Románica y doctor en Filología Hispánica por la Universidad de Granada, José Carlos Rosales ha trabajado como profesor y catedrático de Lengua y Literatura Españolas en diferentes institutos de bachillerato de Córdoba y Granada.
Respecto de su poesía, cabe recordar que, en palabras de Francisco Díaz de Castro, “José Carlos Rosales ha ido construyendo su obra como el esfuerzo continuado de su personaje por alcanzar formas de lucidez sobre la inestabilidad de la conciencia y el desorden de la vida cotidiana, con sus discontinuidades, sus alteraciones, sus perspectivas engañosas. Sin insistencias anecdóticas, sin desarrollos narrativos amplios, sus poemas apuntan a extraer conocimiento de lo efímero y lo ilusorio que se desvanece, a consignar la crónica del desengaño, una crónica seca, fragmentaria, minimalista a veces, en la que, entre paradojas y evidencias, sólo se salva la cierta voluntad de resistencia de su personaje. 
Premio Internacional de Poesía "Gerardo Diego" de 2010.

De:
http://academiadebuenasletrasdegranada.org/rosalesjosecarlos.pdf



VIENTO CONTINUO

La música del viento ya no es música,
no deja de sonar, se ha convertido
en parodia, sarcasmo, pesadilla.

La música del aire, ruido crónico:
viento que viene sin querer quedarse,
aire que corre para nunca irse.

La música del viento y su rutina,
su manera de estar, la altanería
con la que agrupa arena y maleficio.


ESPEJISMO

El afán imborrable del mundo:
encontrar lo que nadie ha encontrado,
y mirar los caminos sabiendo
que no llevan a un sitio distinto.

Regresar sin saber que regresas,
encontrar lo que nadie buscaba,
y vivir recordando un acorde
que tal vez nunca fue como era.

Te alejaste, te fuiste, y no estabas
cuando todo empezó a derrumbarse.
Espejismo que no se atenúa:
encontrar lo que estaba perdido.


EL VACÍO

Cuando llega el dolor, lo ocupa todo
y no hay espacio libre para nada:
todos los sitios son el mismo sitio,
el sitio aquel donde empezó el vacio.

Cuando viene el dolor, todo se vuelve
espeso, pierde fuerza, y la mañana
se desvanece inútil como el humo
de una hoguera sin nombre que se agota.

Una palabra sola te hace sangre,
cualquier ruido te inquieta, y un destello
pudiera ser el último destello.

Todo se vuelve turbio si el dolor
se asoma y te destierra, pues la vida
no fluye límpia cuando duele el mundo.



LA ARENA

¿Dónde estaba la vida cuando estuvo
aquí, sobre la arena?
¿Dónde quedó su rastro? ¿Dónde puso
aquella vida antigua su consuelo?

La vida estuvo aquí porque lo dicen
viejos mapas y fotos escondidas.
Sus huellas se perdieron paso a paso:
quedaron sepultadas, fueron humo.

Hubo vida una vez en este sitio
que ahora vive vacio. Sólo hay
viento inestable, y nubes, y paciencia.

Y un mundo que miró cómo morian
el aliento y el humo sin que nadie
estorbara el trabajo de la muerte.


MAR CIEGO

El mar oscuro, con la espuma blanca
de las olas en medio de la noche,
es la imagen del mundo.

La ceguera constante de las olas
no cede; su torpeza
impasible no busca lo que logra.

Y el mar mueve la arena, y en la roca
deja huella del tiempo y de la fuerza
más débil, la del agua.

Con la espuma del mar sólo nos llega
la ficción de la historia, fantasías
para aplazar la muerte.

El mar oscuro, con su espuma blanca,
es la imagen de un mundo que se mueve
sin saber que se mueve.



TIEMPO PERDIDO

Estuviste esperando lo que no volvería,
aquello que una tarde te dejó la certeza
ambigua del regreso.

Estuviste esperando y pensabas que el mundo
contigo esperaría, pero el mundo no estaba
para amparar a nadie.

Todo siguió en penumbra: se evaporó la vida
igual que se evaporan lentamente las aguas
en tiempos de sequía.

Estuviste esperando que el tiempo se quedara
detenido, inconcluso; más nadie daba prórrogas,
moratorias, alivio.



LA INOCENCIA DEL MIEDO

Parecerás culpable cuando dudes,
cuando cierres los ojos, o no mires.

Parecerás culpable cuando corras
por las calles en medio del bullicio;
si te escondes temblando en la cuneta,
si tropiezas y caes, si te desmayas.

Nadie daré su mano a los caidos
cuando sean inocentes, cuando busquen
tranquilidad, distancia, desafío:
parecerán culpables cuando huyan.


LOS LÍMITES DEL MIEDO

La soledad limita con el miedo,
que no quiere aduanas:
nunca lleva equipaje,
no necesita mapas ni visado.

No tiene el miedo citas que lo hagan
viajar de un sitio a otro, equivocarse,
dejar que el tiempo roce una promesa.

La soledad limita con la duda.
Y el solitario sabe que su rastro
el miedo lo olfatea:
lentamente lo alcanza.



                              I
No se percibe el miedo porque el miedo,
al principio, procura no mostrarse,
guarda silencio y vive tan despacio
que sus pasos no suenan, se camuflan
detrás de cualquier ruido. Disimulan
su miedo los que temen, disimulan
pensando pasajero lo que el tiempo
sin duda volverá definitivo:

nada dicen del miedo cuando el miedo
inicia con descaro su carcoma.


II

El miedo no hace ruido porque el miedo
se acostumbra al silencio, y otros ruidos
ocupan ese espacio y lo hacen suyo.

El miedo no hace ruido, si lo hiciera
de nada serviría; distinguirlo
es dificil en medio del estrépito
de una vida que vuela muy deprisa
y ha olvidado su causa, y no le pesa.

Nadie escucha la voz del escondido:
el miedo se contagia, nadie oye.


MIEDO RENTABLE

La historia prospera con el miedo
de la gente escondida,
y el tiempo no concede lugares
a esas voces sin nombre.

Con las rentas del miedo se fundan
las mentiras del mundo:
son imperios ruidosos y estériles
que reducen la vida a un abismo,
arrastrando, al caer, la inocencia
olvidada, escondida.

La historia progresa con el miedo,
y el mundo se aleja de los nombres
que temblaban furtivos:
sin la historia del miedo no hay historia.



EL MIEDO MANCHA LAS COSAS

El miedo mancha las cosas,
las deja grises, opacas,
no quiere que el verdadero
rostro del mundo se muestre,
navegue libre, sin lastre,
en busca de una ensenada.

El miedo lo mancha todo,
todo lo vuelve inservible,
oscurecido, incurable.
El miedo es una parálisis
que deja al nundo indefenso.

Sólo la luz, si se enciende,
puede abolir los fantasmas
y derogar el espanto:
borrar las sombras, el miedo.
¿Mas cómo puede encenderse
la luz en medio de sombras
que no acierta a borrar nadie?


LAS RAZONES DEL MIEDO

Las razones del miedo son razones sin alma
que el mundo va velando de musgo, incertidumbre:
el afán de dominio, la pobreza,
la soledad, la nube.

Las razones del miedo son razones vacías
donde el tiempo se enreda y la vida se pudre:
monedero agotado, ventanilla arruinada,
avidez, pesadumbre.

Las razones del miedo son las rentas que el mundo
acumula en la lonja del daño, lo que encubren
los otros, la intemperie,
lo que apaga la lumbre.


LA ARENA DESNUDA

Arena impura, manchada
por el mar de la desidia,
transita de un sitio a otro,
sin entusiasmo. Desnuda,
se deja llevar del aire
como si fuera ceniza.

No tiene peso, parece
ingrávida, tan ligera
que no levanta recelo.
De un sitio a otro, mojada
o seca, no tiene nombre,
tampoco tiene guarida.

Fue alguna vez una roca
la arena que ahora pisamos.
Hace tiempo que se fue,
prefirió ser fugitiva
a seguir siendo partícipe:
se entregó al viento y al agua,
no pudo ser tierra firme.


RELOJ DE ARENA

Cae la arena, y se amontona abajo,
y forma una montaña que parece
no terminarse nunca.

La arena cae borrando la inocencia
del que estaba escondido y esperaba
sin encontrar fortuna.

Cae la arena mientras vuela el mundo,
mientras la noche deja en el alféizar
luces desatendidas.

Y esas luces son luces en la noche,
y sombras bajo el sol de la mañana
donde la arena muere.

La arena cae sin detenerse nunca
y el miedo crece, y crece derogando
la razón de la huida.



LA VIDA POSTERGADA

Llegó el aire con aires de pereza,
no hacer nada, mirar lo que se iría,
buscar en la trastienda un testimonio
de haber estado aqui, no ser de nadie,
y no encontrar ni sombra de tu hombre:
con la luz de los años se esfumaban
tentativas y ensayos. Vino el aire,
y era el tiempo, cansino y trabajoso,
aire para la vida postergada,
vida irrecuperable, musgo seco:
saber que te equivocas si no escoges
el camino común, la senda dócil.

Todo lo que se pierde está perdido,
nada de lo que salves queda a salvo.


INSOMNIO

Lo que se toca cuando no ves nada:
una pared que rozas con las manos
y has de girar un poco, sólo un poco,
no tropezar con muebles o cortinas;
es la segunda puerta a la derecha,
te dices mientras abres
inseguro los brazos
y avanzas sigiloso por la casa
pensando que no vas a ningún sitio.

Todo se ha vuelto oscuro,
más oscuro que nunca, tan oscuro
que lo notan las sillas: se acurrucan
y tiemblan como tú,
que ahora tiemblas perdido
en medio de una sala,
con los brazos moviéndose en el aire.

Te orientaba un gemido
y has tardado en llegar:
donde estaban llorando ya no hay nadie
y tus manos entonces, en el aire
y vacías, como un aspa que gira
tan ciega como rota, continúan
sin rozarse con nada,
agitándose solas.


EL SENDERO SE BORRA

Los senderos no son como decían:
a veces se interrumpen, o se borran,
para seguir después en otro sitio
que los mapas no traen.
Los senderos no son lo que pensábamos
ayer, de madrugada, junto al fuego.

No hay señales que digan donde vamos,
la orientación se ha vuelto laboriosa
y hay noches que dormimos no sabiendo
la fecha o el error, las coordenadas,
a dónde iremos luego si amanece.

Nos dijeron que el camino era fácil,
nadie dijo que el sendero se borra,
que hay que seguir andando aunque nos pese,
que el cansancio será nuestra costumbre.


NO FINGIR

Se desgajó del grupo, siguió andando,
aunque luego, más tarde, se detuvo,
miró el cielo: no supo dónde estaba.

Se desgajó del grupo con la idea
de llegar a otro sitio, no estar solo,
frente al engaño solo, no fingir,
no traficar con mapas o mentiras.

Se desgajó del grupo y ahora vive
al margen del camino, sigue andando
de un sitio para otro: si no avanza,
tampoco retrocede.


SENTADO EN LA PLAZA

Estás aquí como podrías
también estar en otro sitio,
vivir de espaldas, no dejarte
llevar, pero qué importa ahora
el sitio donde estés sentado,
todos los aires son afines,
todas las plazas viven solas:
celda, cuadrícula, templete.

Estáis aquí pero podrías
no estar, no ser, no volver nunca.
La tarde rutinaria acude
y el aire le murmura al aire:
nada será como pensábamos,
nadie escoge su mapa, nadie
sale del cerco donde estuvo
una vez olvidado, huido.


MAPA HISTORICO

Cada mapa es un muro, un abismo, reliquias
que imponen otra ruta, no pasar, un aviso,
zonas de otro color, como si el mundo fuera
divisible en raciones, piezas para un botín.

Cada trozo, una lengua; cada lengua, un afán,
y detrás de ese afán el dolor o la ruina,
delación invisible, camarillas, cenáculos,
panteones ilustres cobijando patrañas.

Cada muro es un mapa: vivir fuera, estar dentro,
volver de la intemperie y entrar sin que lo noten,
y saber lo que piensan aquellos que nos miran:
los demás están fuera, los de fuera no son.


PÉRDIDA DE TIEMPO

Miras los mapas para hallar un sitio,
pero el sitio no esta donde tú miras:
donde miras no hay sitio para ti,
pues los mapas no saben dónde hay sitio
ni lo pueden decir si lo supieran.

Sólo hay sitio donde no hubo sitio:
nadie te espera donde esperas tú.


MAPA AUTÓGRAFO

El mapa que dibujas de ti mismo,
que cada uno hace de si mismo,
es un mapa de niebla: está disperso,
se mueve y cambia, pero nada cambia.

Y lo miras después de dibujarlo
y revisas lugares conocidos,
espacios que no son como creías
ni serán lo que estabas esperando.

Lo que sea será mapa de bruma,
hollín que manchará la roca,
aire sin nombre, pérdida.


MUSEO DE LA IGNOMINIA

Cada ignominia muestra un mapa
borroso donde quedan
visibles sus origenes,
tal vez una disculpa,
condiciones histéricas,
negligencia o maldad,
nada del otro mundo.

Privada o pública persigue
una excusa culpable,
mirar para otro lado,
no saber, no decir,
que la borren aquellos
que nadie protegía,
los que nunca nombrábamos.

Cada ignominia tiene un mapa
con fechas y dominios,
plano de planta, patio,
un sótano insonoro,
alambradas, un cerco,
frases hechas que el mundo
se acostumbró a decir.


CALLEJÓN SIN SALIDA

Nadie entra cuando no hay salida,
oscuro pasadizo abandonado,
basura antigua,
fracturas reservadas.

Callejón sin salida, barro estéril,
clima viciado para ver el mundo,
papeles estrujados,
fruta seca.

Nadie entra donde no hay salida:
peladuras o mondas,
desperdicios, despojos,
nada perdura cuando el aire falta.



LA FRONTERA INVISIBLE

Al principio no sabes, cuando cruzas
la frontera una vez, que con el tiempo
la cruzarás más veces, la frontera

se volverá invisible, inapreciable:
saldrás de un sitio para entrar en otro
y entrarás sin saber dónde quedarte,
todo será impreciso. La frontera
se disuelve o se amplía bajo un cielo
de plomo, tan distante que tu mundo
será un mapa sin aire, mapa ciego:
pasaporte, aranceles, consulado.

Siempre estarés inscrito en la aduana,
de sitio en sitio sin cambiar de sitio,
la frontera te sigue, no se cansa.


AMARILLO CADMIO

Hay un color que avisa del peligro:
precaución y cautela, nadie quiere
caer o despeñarse, tropezar y morir,
arder, perderlo todo.

¿Quién escoge el color de los abismos?
¿Quién decide el lugar donde hay riesgo,
emergencia o percances?

El color amarillo delimita
la amenaza que late en nuestros pasos,
un dolor que respira, la desgracia
que acude sin horario.

Hay un color que anuncia la amenaza:
que el caminante sepa dónde pisa,
que consiga llegar, venir, fugarse.

Qué fácil nos resulta protegernos:
basta sólo un color y los peligros
se alejan o se esfuman.
¿Dónde están los colores que no están?
¿Qué será de nosotros sin su brillo?



UNA PUERTA SE ABRE

Me imaginé muy lejos, siempre estuve
pensando en otro sitio, que este sitio no era
un sitio para mi, que la vida o el mundo
en otra parte daban lo que aquií nadie da.

Pensé que el tiempo iba despejando el camino,
que otros aires vendrian para llevarme lejos:
no hice nada,
siempre estuve pensando en fugarme de aquí.

Pero el tiempo no hizo lo que yo imaginaba,
y la vida y el mundo volaron lejos, lejos,
mientras yo me perdía en querellas o en dudas.

Luego llegaste tú y dejé de soñar,
tú traías un sitio que era un sitio distinto
y me abriste la puerta por donde viene el mundo:
tu corazón tranquilo, tu mirada sin fin.


LAS FOTOS DEL PASADO

Cuando miro las fotos en las que tú no estabas,
me parece que miro fotos desconocidas,
fotos de un tiempo raro, el tiempo donde estaba
un hombre que tenía la misma voz que yo,
también el mismo nombre, fotos imprevisibles
o lejanas, escenas de una vida que tuvo
escasas travesuras, ninguna analogia.

Miro las fotos del pasado y compruebo
cómo entonces mi vida era sólo una serie
de ociosas tentativas, la herencia interminable
de un círculo que iba cerrándose, muriendo.

Aquel hombre era yo, pero aquel hombre era otro,
un hombre que esperaba, sin saberlo, tu nombre:
y, ahora, cuando las miro, esas fotos me traen
noticias que no entiendo, memoria indescifrable.


SÉ QUE TIENES PODERES

Se me pierden las cosas, siempre pierdo las cosas,
o las cosas me huyen sin que a mí se me olvide
el lugar de las cosas: son las cosas que cambian
de opinión y se mueven, cambian de sitio en busca
de otro sitio mejor, yo sigo donde siempre,
y las cosas se aburren y se alejan de mi.

Yo te llamo y te digo que se ha perdido algo,
mi reloj o mis gafas, un monedero, el tique
de la tintoreria: te busco y te lo digo,
basta que te lo diga,
y que pienses un poco en lo que esté perdido,
para que todo vuelva a estar donde había estado.

Ya sabes lo que pienso: sé que tienes poderes,
como sé que contigo todo lo recupero,
nada puede perderse.


NIEVE VARIABLE

La nieve que descubre la llanura
en los meses de invierno,
la qua cae de improvise y no llega a cuajar.
La que lo deja todo empapado y tranquilo.
Aquella que termina convirtiéndose en hielo.

La nieve que se queda abandonada
encima de los autos aparcados en fila.
La que cae con sigilo en las noches de enero
mientras la gente duerme sin saber lo que pasa
y el viento tenue roza esquinas y perfiles.

La que a veces miramos, escondidos, de lejos.
La que siempre estuvimos aguardando y que nunca
se atrevió a suceder.

Aquella que enterraba Ios caminos difíciles
y de la noche hacía para siempre un refugio.



TARDE DE AVENTURAS

Sobre la mesa un libro de aventuras
que ha llenado la tarde de espejismos,
sombras en las paredes ya borrosas

de un domingo que acaba sin ninguna
sorpresa, en la butaca los periódicos
arrugados o rotos. Alguien mira

por la ventana un mundo inexplicable
al que nunca se cansa de aguardar,
y se sorprende al ver cómo la nieve
se ha atrevido a caer, tan sigilosa.



LA HERIDA DE LAS COSAS

De las cosas quc pasan sólo miras
aquellas que te hieren:
el desdén o la envidia, la destreza
para sembrar de sombra cualquier sueño.

Y las cosas te hieren sin que puedas
oponerte, evitarlo,
sin que logres mirar para otra parte

o hacerte el distraido.

De las cosas que pasan sólo miras
aquellas que más duelen:
las que buscan ventajas o mentiras,
las que no valen nada.

Si pudieras verlas
las cosas que te enseñan

la otra cara del mundo:
las que pasan sin hacer casi ruido,
Ias que brillan muy poco y te desvelan

la calma de la luz de horizonte,
el sosiego de una tarde tranquila,
de unos labios sin filo.

Pero tus ojos miran
sin calcular el daño,
y el daño sigue su labor de zapa.




EL NOMBRE DE LAS COSAS
 

Hay sitios en los mapas cuyo nombre
apenas si se mira,
sitios desconocidos
a los que nunca iremos.

Y en los sitios hay huellas de una historia
arrumbada y dificil,
una historia sin hombre
donde el mundo naufraga cada día.




LA VOZ DEL VOCALISTA

La vida es una fiesta desde que tú me miras,
una fiesta continua como nadie recuerda.
Los camareros pasan sus bandejas de vidrio
ofreciéndonos siempre canapés de alegría
o delicias sin nombre sobre un lecho de plumas.
Las guirnaldas adornan el jardín que antes era
laberinto sin dueño, desolado y ruinoso.

Y en los bancos conversan comensales venidos
de paises lejanos: con sus trajes de soda
y su extraña elegancia, nos recuerdan que el mundo
es ahora más grande. Una orquesta desgrana
antiguas melodías, y hay bebidas violeta,
azules y moradas, frutas desconocidas,
animales salvajes, trapecistas y magos.


La vida es una fiesta desde que u’l te quedas
m cl jardin que estuvo tanto tiempo vacío:
hay fuegos de artificio y la gente sonríe
mientras algunos bailan y otros miran el cielo

desde aquella terraza a la que llega tenue
Ia voz del vocalista. Alguien alza una copa
y brinda por nosotros. Todo está iluminado.

Desde que tú me miras la vida es una fiesta
donde el viento y la lluvia aún no han sido invitados.



CASA ESCONDIDA

Una casa sin dueño, perdida entre los álamos,
ha dejado que el agua de la lluvia incansable
habite sus estancias, derribe los aleros.

Un camino rodea la morada sin dueño:
desconchones y grietas, la polilla callada
que estará en algún sitio, y el estrago del tiempo
ocupándolo todo en la casa escondida.

Nadie busca la historia de tanta ruina inútil:
todos pasan de largo y alguien hace una foto,
sólo el agua se queda sin hacerse preguntas.





BRINDIS PARA FINAL DE FIESTA

Los que hemos levantado una bandera
sin saber del todo lo que hacíamos,
bandera que hoy se pudre en sótanos equívocos,
desvanes donde sólo
se cobijan las ruinas,
una bandera inútil, infalible o estéril,
una bandera imprescindible a veces.

Los que hemos levantado un poblado de sueños
sin otros materiales que el esfuerzo o la vida,
y hemos visto asustados
cómo se derrumbaban, lentamente,
sin hacer casi ruido,
como si acaso fueran, en medio de una playa,
las figuras de arena dejadas por un niño
al llegar la penumbra de una tarde de junio.
Los que hemos levantado entre los brazos, imaginen un sueño,
muchas veces, tengan una bandera,
todas las veces que fueron necesarias, y nos salven del amor mentiroso,
un hijo en plena noche, de la estúpida muerte,
inundado de lágrimas y pánico, del dolor y del miedo,
y nos hemos creído, inocentes e incautos,
capaces de salvarlo del dolor y del miedo, Levantemos la copa y brindemos, brindemos,
de la estúpida muerte,
del amor mentiroso.

Levantemos ahora, sin dolor ni nostalgia,
una copa tranquila,
y, rodeados de amigos
y de un tiempo prudente y favorable,
aunque no demasiado,
mirémonos de frente, y a los ojos,
y brindemos por las mismas banderas,
o por otras,
o tal vez por ninguna,
y brindemos por los sueños antiguos,
que los años han ido desgastando implacables
y brindemos también por nuestros hijos
para que ellos, de un modo semejante,





LA TRISTEZA

La tristeza era dulce cuando era un pasatiempo,
una forma de estar sin estar en el mundo,
una máscara fácil, un engaño.

Entonces la tristeza lograba que las cosas
más turbias o más tristes estuvieran ausentes.
Era un modo de ver, sin mirar, el dolor,
o la muerte, o el miedo.

La tristeza era dulce porque era gratuita,
una excusa inocente para quedarse en casa,
un escondite inútil y tranquilo.

La tristeza es ahora un testigo insultante,
compañera atrevida que llega sin aviso,
pariente inoportuno. La tristeza es ahora
tan amarga que escuece.

Surge porque la vida a veces no se porta
tan bien como debiera. Viene con causa firme
y procura, tramposa, quedarse para siempre. 




EL TIEMPO ROTO

Los sueños ya no son la mercancía
de los tiempos difíciles, ni el sitio
donde nada se tuerca. Ya no existe,
aguardando detrás de cualquier cosa,
el sendero que borra la desgana
de las tardes serenas y vacías,
de la noche caduca, de los meses
sin causa, desenlace o aventura.

Y aunque el mundo regrese a lo de siempre,
los sueños no serán una disculpa,
un refugio abrigado, el cobertizo
donde guardar un resto de franqueza.

Los sueños son ahora un trapo sucio,
la habitación más vieja o descuidada,
el artificio roto que la lluvia
oxida infatigable en las afueras.




EL LUGAR QUE LAS COSAS ENCUENTRAN

Cuando el mundo no encuentra su sitio,
y en el cielo una nube inestable
no recuerda el paisaje que busca,

el esfuerzo infalible sería
recordar que no existe el pasado,
ni el lugar que las cosas desean,

y que el viento, si sopla, lo hace
sin saber que lo hace: que el mundo
sólo quiere horizonte, mudanza.

Cuando el bosque se olvida del cielo
y el lugar que las cosas desean

viene a ser un desierto escondido,

esas brasas que nadie distingue
son el sitio más claro que miras,
son el único sitio: tu vida.




IV

Estás en la autopista y el coche te obedece.
no vas a ningún sitio,
todos los sitios pasan y pasan a tu lado,
todos los sitios son el mismo sitio,
ves las indicaciones, los rótulos,
y ves los edificios en obras con sus grúas,
montones de ladrillos,
una gasolinera, anuncios:
has salido a la calle sin pisar la calle,
el ascensor te lleva
hasta el lugar
donde te espera el coche,
te lleva a la cochera,
no tienes que saludar a nadie,
de tu casa a tu coche,
de tu coche a la calle,
de una calle a otra calle,
sin saludar a nadie estás en la autopista

y notas que el coche te obedece,
sus ruedas giran, gira el motor,
los motores se mueven, no se cansan,
son máquinas que están girando siempre:
el mundo está repleto de motores,
las casas están llenas de motores,
hay motores en todos
los rincones del mundo,
hay un motor en la nevera,
la lavadora también tiene un motor,
y los ventiladores, la maquinilla de afeitar,
el microondas o las cafeteras,
los relojes, el aparato de la música,
el secador de pelo,
el horno, la caldera,
todo está lleno de motores,
el mundo es un motor,
sólo existen motores,
es más fácil encontrar un motor
que encontrar un amigo,
la puerta del garaje también tiene un motor,
y te obedece siempre,
hace lo que tú quieres,
y se abre o se cierra,
si se rompe alguien viene
deprisa y la repara,
todo está en movimiento,
todo gira y se mueve,

todo está en movimiento menos tú,
que ahora corres por la autopista
en dirección a cualquier parte.