miércoles, 30 de julio de 2014

Pedro Enríquez

Pedro Enríquez (Granada, 1956) es un poeta, narrador y editor español, académico con la letra Z de la Academia de Buenas Letras de Granada desde el año 2004 y director de la revista Ficciones, Revista de Letras.
Ha publicado sus poemas en diversas revistas literarias de  España,  Estados    Unidos,  México,  Argentina, Jerusalén, Colombia  y Portugal, y parte de su obra ha sido traducida al portugués,  francés,  hebreo, inglés e italiano.

Obras:
Extremo a extremo del silencio (1987)
Historias de arena (1993)
Vigilante de niebla (1995)
Poetas en el aula (1995)
Guía de bibliotecas de la ciudad de Granada (1998, (Ficciones Libros). 
Los áridos pasos (1999)
Guía de archivos históricos de la ciudad de Granada (2001), 
El eco de los pájaros (2002)
Las manos en su vuelo (2003)
Zaguán (2005).
Alhambra y Generalife: breve itinerario poético del agua (2006)
Ciudad en obras (2007)
Liturgia del olvido (2009)
Galardones:
1.er Premio Poesía por la Paz
1.er Premio Certamen Federico García Lorca
1.er Premio XIV Tribuna poética de Andalucía.
1.er Premio Villa de Peligros por su obra Extremo a Extremo del Silencio.
Presidente de la filial España del Consejo Americano de Todas las Sangres (nombrado en Lima, Perú).
Consejero del Aula Antonio Machado, en Buenos Aires (Argentina).
Asesor Cultural del Centro Unesco de Andalucía.


Del libro: 
El eco de los pájaros, los que siguen.

Bajo la sombra fiera de las cornisas
(acaso la luz un día rasgó el blanco
                                        de los ladrillos moribundos)
cómo decir las palabras sin nombrarte
las manos acelerando la vida
las ruedas deteniéndose en las plazas vacías
otros viajan veloces y atraviesan anónimos el olvido
pero somos dos precipitados sobre el asfalto
sintiendo como el tiempo nos engaña
lento el viento cortando los cuerpos
sólo una mano dirige la muerte y la vida
la otra busca el fuego
giro sobre el vacío y de nuevo la misma calle
los labios no engañan
ahonda con tu mano en el futuro
esta es la codicia del segundo
he perdido la costumbre
mañana volveré a este lugar de ventanas cerradas
es la noche habitándonos
son los pájaros vete cantarán la madrugada
mañana se agita en el eco
mi espalda agujereada así tan cercanos
dirección prohibida
un misterio los dos puntos en la piel
dos cuerpos y un signo
estoy detenido sobre el vacío
la lengua gira se descubre sin palabras
estas son las tijeras del recuerdo
a veces no basta la memoria
tampoco la certeza
nadie conoce no conozco no conoces
ellos no comprenden nadie el segundo perseguido
se cierran las luces las ventanas las puertas desconocidas
imagíname un gesto lejanísimo
de nuevo cruzo los muros sellados
las árboles me descubren la soledad
Comienza el ciclo del polen
mascarillas para el silencio.


Liturgia del olvido

DE PRONTO EN LO ETERNO

Como si un soplo de ceniza llameara 
una mujer eleva la voz,
nos detiene entre una lluvia horizontal
de hombres y mujeres que no se conocen,
anónimos entre tanta humedad de selva.
Muestra las manos y usa la pregunta
como una herramienta contra el mundo.
Cuando la vida golpea
no es posible caminar
sin arrancarse la espada invisible,
el filo de la cordura,
el torbellino del silencio.
Insiste la mujer en una historia
que detiene la paz del caminante.
¿Quién puede transmutar
la esencia de una injusticia,
la levedad de la alegría?
—Tenemos prisa…
—Perdón, buscaba una respuesta.
De pronto lo eterno
en sus ojos de edad sin retorno.
Vuelve la calle a recobrar
su lucidez diaria de trasiego,
Mirar atrás es descubrir el vacío,
una anécdota en la tarde.
Queda la palabra en plegaria,
mañana serán otros los atrapados.
No es posible la huida en el olvido,
los postes azotan la luz lejana.
También orar es escribir un poema
en esta noche de interrogantes.


MÍSTICA DEL AGUA

Las nubes descienden
por un látigo de rosas.
El silencio es el inicio.
Me desnudo en umbral.
Duerme la hoguera
en esta hora del alba.
Hierba sin herida,
tierra sin tristeza.
Te imagino,
isla lejana.
Me confundo en velero,
música del pulso.
La hora de la lluvia:
mística del agua.

UTOPIA

La niebla se abre al infinito,
dos líneas paralelas conducen
los galápagos del cielo,
se confunden realidad y olvido.
Cierro los ojos y descubro
un archipiélago en el pensamiento.
Imagino el vuelo de peces guardianes,
un viaje en la geografía del misterio.
Un mundo interior de islas,
el lenguaje de la utopía.


LITURGIA DEL OLVIDO

Ésta es la liturgia del olvido,
una espina de acero y silencio
clavada en el limbo del Empire State,
un soplo huérfano de cigüeñas,
un altar de nubes sin estrellas.
No existe la oración de un templo negro,
la escalera 103 para el incendio del llanto,
un barco de alas
para el descanso de las gaviotas.
Son otras las pequeñas cosas amenazando,
ascuas de Rolex por la quinta avenida
donde el tiempo es martillo de manos sin uso,
cadenas sin dueño en los ojos huérfanos,
paseantes ciegos de un lujo inservible,
ciudad rota en el tambor de los dedos
cuando el papel higiénico
es moneda ennegrecida.
Es otra la fuerza de la ciudad que no duerme,
lluvia de pensamientos en cuerdas de pupilas,
oración de alegría —amada distante—
cuando el frío ronronea
con los gatos de las ventanas,
duelos de cristal desierto,
cuando surcan los puentes ascuas
de faros sin palabras,
un mundo reflejado:
la altura perdida de las miradas.


ÉSTA ES MI CASA

Contemplo el himno de las velas,
la íntima historia nunca desvelada,
los insomnios de un barco en la memoria.
Estoy navegando en la esencia de mí misma,
así debería de ser la felicidad: encender el silencio.
Regresan entonces la primeras caricias,
¿estás ahí, madre?
Conservo las imágenes de aquellos años,
tu sonrisa mientras un mundo de sueños
abarcaba todo el horizonte de la mirada.
Susurrabas léeme otra vez,
y mi alma tenía sabor
de sauce creciendo en las palabras.
Es la brisa de tus labios, decías,
y mi palabra era brasa, rebeldía y vuelo.
Pero quiero dormir en una casa sólo mía,
ordenando las paredes recién pintadas,
los muebles donde el polvo es ausencia,
ese cajón donde guardo un tiempo de olvido,
aquel cuento que leíamos en noches de viento.
Han pasado estos años en la luna del vientre,
en el cordón de una carne engendrada,
en el milagro de ser y existir en el hijo
prolongando la savia de una encina
creciendo en mi cintura.
Guardo dentro el mejor tesoro,
no aquella hora que recuerda el triunfo,
sino la verdad de ser feliz y ofrecerse,
un aliento de viajes, inviernos y poemas
cuando la tierra era una distancia inabarcable.
Abro las ventanas, dejo que la claridad del alba
entre como una jauría de cielo y estrellas,
necesario contemplarme desnuda en el espejo,
descansar siendo arena de un mar sin límites,
entregarme sin medida a la belleza del día,
a la mano que acaricia suavemente
el germen de trigo de mi pecho
ganando un gemido nuevo sólo mío.
Se abren mis brazos al sol que me posee.
Aprendo a ser feliz. Ésta es mi casa.

TANGO…

¿ Donde, quién canta,
alumbra la mesa de soles?
y do re mi tú sí, viejo amigo boludo,
toca, haragán del tango, aquí,
allá, cerca del invierno, hielo,
media luz, pero no te alejes, llena
esta copa de azules licores,
y ahora golpea el bandoneón,
dame el mazo de la lluvia,
no, ya sabes que no es nada,
nada, maldita palabra, solo,
soledad, solitario, a media luz,
apaga, no dejes que alumbre
la música el recuerdo, toca,
no ceses ahora que el llanto
aprieta dentro sin escape,
«sos hermoso» dijo, boca y veneno,
ésta ventana sucia en la noche
donde sentados huyó un beso,
ésta es la marca, invisible,
perdido desde entonces,
perdido y ahora vuelvo,
volver quien pudiera,
buscando una boca, la boca,
su boca, unos labios, una llaga,
una herida, más que dolor
el negro vacío, la nada,
nada más allá, la espina
en los labios, en el centro,
la vida huye, toca una milonga,
déjame, sólo duele siempre,
el cuchillo de los vasos,
carmín de madrugada en mis manos,
dormir, ocupar el sueño
y después el silencio,
el sable del olvido,
el filo de la navaja,
falda abierta, borracho desnudo,
toca mientras me embarro
en el alcohol, cansado y dormido,
estas manos que tocaron su piel
los dedos en fuego,
y espero, tango de su nombre,
toca, ella llegará y salvará la vida
de esta condena, de nuevo
la llama que devora,
de rodillas la plegaria, la música,
vencido en su voz,
camino que el tiempo no ha borrado,
toca, viejo, la última moneda de la tarde,
ella llegará, un día, una hora,
el cercano tango, tiempo, siempre infinito,
tango, siempre, nunca, mañana.


MILENIUM

La noche del siglo veinte,
una serenidad de libros aleteaba
en el vientre de la ambigüedad.
La luz, encinta de historia,
buscaba un amanecer de estrellas fugitivas,
luminosa surcaba el aire herida de reflejos.
Cerré los ojos y caminé por un limbo de ciegos,
una gota de sal y sueño quebrándose
sobre la forma solitaria de la penumbra.
Era la pasarela del milenio,
la marca de los elegidos
en la frente de los navegantes.
Sobre la oscura saliva del tiempo
flotaba un adolescente sin años,
en su nombre las ecuaciones sin peso.
Un río de átomos y arena
inundó los días sin destino,
hadas sin memoria buscaban el infinito
con el hechizo de nuevos números.
El jurado de los colores examinaba el alba:
estelas de barcos fantasmas
incendiando el espacio
luciérnagas fugaces,
                   surtidores en silencio.
La bruma humedecía un espejismo de cera,
una ola de relojes estremecía
las alas de la frontera sin retorno.
Un abismo ocupó el campo de la duda,
eran otros los derrotados en la mañana,
vagabundos bajo la lluvia del inicio.
Pero las servilletas
                 ocultaban rostros sin mundo,
Chimeneas apagadas
                 En la habitación de la tormenta,
espárragos de nieve arañando el hambre.
                 Una sombra estremecía.
En los labios se deshace el poema,
escrito en el círculo de las manos
el fuego necesario que lo libera.
                 Navego la esperanza.


MIRA LOS TRIGALES
A Francisco Izquierdo
Mira los trigales y el sol en la tarde,
contempla los recuerdos de un niño
caminando en el sueño de la trilla,
las noches de luna y estrellas encendidas,
la mirada y el alma en el asombro.
Quizá aquello era la alegría y la inocencia
ahora que el recuerdo es otra aventura
de lo perdido o tal vez una entrega al vacío.
Aún tengo en las manos la paja y el trigo,
la nada y la fuerza del grano sobre el rastrojo,
una piel impregnada de amarillos y sonrisas
mientras los mulos giraban sobre la tierra
atados a una balsa de cuerdas y madera.
Era otro el océano y el agua en las acequias,
era transparente y se ofrecía a los labios.
todo es un tiempo sin manos para palpar,
una esencia de perfume perdida en el aire,
una llama purificando
                               el espacio de la memoria.
Hoy hablo de ti, me descubren tu nombre
los lugares y los amigos compartidos,
de nuevo un instante sin mancha,
el horizonte en la prueba del atardecer,
vuelvo a sentir que es posible ser bueno,
sencillamente entregarse
a la belleza de la vida. 


UNA SOMBRA DE ARCILLA SE REFLEJA…

Una sombra de arcilla se refleja,
arce de agua
tiritando en la respuesta de las paredes,
incendio abierto al olvido,
muros del tiempo.
Desaparecen las preguntas
en un pulso anclado,
certeza de álamos detenidos,
alturas de aliento,
salvia respirando los labios.
Alas de almíbar se derraman,
mensajeras de la noche;
se abren naciendo loto
en el estanque de mis dedos,
intensa selva de yedra.
Lenta cera en río de llama,
suburbios del gemido,
islas de nubes en el iris,
tormenta de pájaros
abrazados al sueño.


SI PUDIERA INVENTAR…

Si pudiera inventar un beso nuevo,
una forma distinta de alumbrar
tus labios con mis silencios,
un arañazo de dientes sin olvido,
lenguas acribilladas por la saliva
cuando somos baile y batalla.
Si ahora, presente instante,
tormenta de segundos
y esfinges destronadas,
dijera tu nombre
manchado de vino y especias.
Si mordiera tu carne de jazmín elevado
y señalara una estrella en mi dedo
para que tú la bebieras
cuando en los ojos se cierran
el orgullo y las llagas,
cuando la boca es cueva y sonrisa,
noche buscando la luna líquida,
ladrona y espía del gemido,
vocabulario imposible.
Si pudiera ofrecerte este beso,
ahora ancla de lenguaje distinto,
inventaría mis labios
en tus sueños posibles,
vencidas las dudas del insomnio.


MOAIS

La vida y la muerte
se confunden
en el aura de las fotografías
amantes imposibles
la nada y el segundo de fuego.
Somos espíritus atrapados
vigías ciegos de la inmortalidad
encantamiento de columnas
hechizo de frontera.
Mil estatuas sin lengua ni olvido
mil cuerpos sin pies ni distancia
Torre de Babel multiplicada
creación en desafío con Dios.
No es posible un nuevo nacimiento:
vivir eternamente
es el símbolo infecundo
de la profecía.
Pero si vuelves
olvídate del mundo
pájaro de ilusión
en el amanecer luminoso
un nombre labrado en las últimas nubes
de una corona de viajeros
imagínarios.
En tu alma el tatuaje.


TODOS LOS SUEÑOS ENCIERRAN UN MISTERIO …

Todos los sueños encierran un misterio,
un viaje desconocido a ciudades
nunca visitadas.
en las manos el vaho de un nombre,
el suspiro de una imagen
que lentamente se evapora,
atravesada de luz en los ojos.
Un arco invitaba
a la ciudad inexistente,
una frontera donde observaban
vendedores de palabras.
La vida se agitaba en las calles,
caminar entre la multitud
de aquella ciudad
era entrar en lo desconocido.
Alguien habló con voz oculta,
maestro en lo prohibido:
el engaño habita
entre sus muros.
Continuamos el camino,
sólo un nombre: Rosa de Jericó.
Un espejismo se desvanece
imposible en la memoria.


CIUDAD EN OBRAS


TEATRALMENTE DISTANTE

Se nos ha perdido el hombre,
se nos ha perdido a fuerza de correr,
de correr,
escapadas las manos
con un equívoco de límites,
relojes en telaraña
y el corazón principio de estatua.
Pero nuestras huellas,
como el recuerdo,
tienden siempre a conformarse
con el hábito de la penumbra.
Ésta es nuestra calle y nuestra frontera:
un signo de números en la frente,
el grotesco disfraz de las formas,
de sombra en sombra el abrazo y el golpe,
un filo de labios sin espacio
para la luz…,
la luz…
Hemos perdido la carpa de los niños
donde se aprende el difícil equilibrio
de la risa,
el vaso sin forma de la sinceridad,
la dimensión exacta del amor,
y nos sostiene,
teatralmente distantes,
la tristeza de las cosas caídas.
Pero si existe un hombre que se entrega
sin ser mercader de ofrendas,
que siente la vida naciendo gota a gota del alma,
que libera gacelas, pastor de locuras,
que mira al cielo
y habla con Dios sin estudiadas maneras,
que sencillamente ama, sufre, perdona.
entonces
estas sílabas que son nada,
nada más que sílabas,
signos de la noche química,
palabras que ocupan sólo palabras,
serán principio de poema,
material que se labra,
raíz de esperanza.


CIUDAD

Por el marfil de la memoria
hay un elefante herido,
sangre de asfalto
por las bocas de las alcantarillas
y calles de metal imposible.
Campanas de cartón en los anuncios inmutables,
rostros de selva inexplorada
donde no existe el tiempo,
la mustia rueda donde los hombres
atan
y
desatan
el orgullo del barro seco.
Sólo tijeras afiladas
para un destino de vidrios,
luciérnagas de sombra
en los árboles de muros grises.
No existe altura para las alas,
no existe…,
no existe.
Sólo cuchillos de monóxido de carbono,
un final de norias
que fuma cáncer
en las azoteas quebradas de ladrillos
rotos por la sed,
grietas de musgo
para el hombre
—nacido atalaya y nube—,
ruina de una ventana infantil,
suspiro de barrotes viejos
y una veleta para la soledad.
Ríos de piedra
y
riberas de alambre
donde las manos se ocultan
en la batalla de la forma definitiva
que las defina.
Y un olvido,
un tremendo olvido, un inexplicable olvido…,
crisálida de niebla para el cuerpo gigante,
venciendo la muerte
o vencido el suicidio.


CON LA ESPERANZA EN LA PALABRA

He abierto la mirada
para encontrarme súbitamente con una fecha,
como si recordara que vivir
es algo más que esconderse en la cola amarilla
de la tristeza,
algo más que el esqueleto de un pez
peinando las riberas de una lágrima,
y exclamar siempre: todo es inútil, es inútil.
He abierto mis ojos de pregunta
—este hoy de siempre y de nunca—
para descubrir que existe un caballo de sueño
inclinado sobre el mar,
que es posible besar la espuma de una caracola
sobre su brújula de viento.
Estoy aquí…
he comprendido…, y espero.
Sé que vendrá un río de nieve,
una cinta de cal desbordándose
sobre las ventanas abiertas de los corazones,
lamiendo las rendijas de las puertas
como labios de azucena.
Se abrazarán palmeras escondidas
y serán todas las calles de la luz.
Conoceremos la sonrisa no descubierta,
la alegría exacta de comprenderse vivo,
la sencillez del milagro que es puramente mirar.
Y sé que decir: es posible,
consta de un verso, de dos palabras,
de cuatro sílabas.
Casi nada…, y casi todo.
Pero un primer impulso de la imaginación
es válido para soñar la libertad:
un poema, dos brazos,
cuatro corazones…
Es nuestra la progresión geométrica,
y la fuerza de su razón consiste en decir:
¡Es posible!
Venimos de la soledad,
y la palabra es el primer signo de la entrega.


CUANDO ME MARCHE

Cuando muera
Nadie quede en silencio,
Ni lágrimas rueden
Sobre mi desierta mesa.
No se levanten cirios
Ni se bajen en mi recuerdo
Tristes las cabezas.
Cuando la muerte me acompañe
Nadie vista luto,
Ni coronas de flores me adagen.
No se adornen lujos
Ni se regalen las maderas finales.
Cuando al morir me marche
Dejad las ventanas abiertas,
Y alegría en el aire…


BAJO la neblina de los bares
emboscada
interminable
quizá descubra una línea de la mano sin futuro
o el indefinido juego que presagian
las calles marcadas.
Como una señal de supervivencia
Como una señal de supervivencia
Con un asombro de tiempo sin diálogo
Vuelvo al portal
Húmeda transparencia
Y olvido que la ciudad
Es una carta anónima
Es una carta
La firma del agua sobre las aceras.


VIENE la noche a desnudarse
como una antigua enamorada
viajera de los suburbios
pálida luz en el centro oscuro de su falda.
Abre su vestido único duermevela
y me muestra un ascensor deshabitado
fantasma de los sueños.
Todo ha sucedido en la pausa de los años:
aprendí y caminé con la prisa
que impusieron las calles de un paisaje turbio y bello
-acaso fiel a su costumbre de cicatriz—
abandonado
a historias de papel y utopía recortable.
Y duele
cuando las plazas se suicidan en el agua
no haber escogido otra aventura diferente.
(Aún me recuerdo abriendo cada mañana
la carpeta del rocío
con un manojo de nieve colgado
en la pared
para ocultarme de las infancias perdidas.
Pero las horas cuentan caracolas de sal
en la frente
cuando no se busca el tiempo
y es memoria).
He perdido la cuenta de los dedos
en nocturnas confesiones de café
en el humo extraño
del cigarro inútil
la mirada desterrada en la forma sin dueño
de la ceniza
o en sordos arlequines colgados en el llavero
sólo para el uso de convivir
la metáfora del camino.
Y ahora que nada es distinto a fuerza
del constante silencio que sujeta
la verdad
que las palabras se descuelgan
de los diccionarios
como un puente matemático.
Ahora
cuando domesticada la farsa
sube y salta al dedo corazón
sin apenas esfuerzo para seguir el juego:
intento asomarme a la reflexión
donde se esconde la libre locura
que malamente llamamos libertad.
Y como cada noche
interrogo a los búhos de hojalata
que buscan risas sintéticas
y vacías
a ras del asfalto
y pregunto por la muerte
y la vida
y su dirección.
Y no sé
si un rugido de ciudad
es la única respuesta posible
para el misterio.


Ven, oh ebrio pájaro sin alas,
gigante halcón de nieve:
clava la daga
del agua
en el áspero pecho y desierto labio
del amanecer.
Has visto demasiadas luces ahogándose,
pensativos ciervos de estrellas
entrelazando sus astas en furiosa batalla,
caníbales luciérnagas devorando los barcos
en la noche eterna.
Y has sentido que la pólvora nace
en la sangre de las arenas,
que en el cuchillo de la playa
duermen náufragos con los ojos abiertos
cuando la carne de sus manos
se transforma en tierra
con la purificación del olvido.
Vigilante de las algas,
esclavo de las mareas,
sobre un rescoldo de líquenes habitas,
narrador oculto en las fogatas
del invierno
-ritual de viento y misterio—
brújula de mar secreto
en la mesana sobrecogida
de la mirada.


CEMENTERIO DE RECOLETA

COÁGULO de nieve la frente,
surtidor de fuego el pecho,
viento arreciando en la cera de las velas.
Un perfume navegante con cuerpo de mujer,
el alfiler del deseo clavado
en la comisura de los dedos.
La sal ocupa el espacio
donde la tierra y las olas se unen,
un nombre cabalgando sin estribos,
alazán prisionero de los labios.
La madrugada como una aventura
donde el sueño esconde las verdades.
No hay mayor herida que nombrar
en el aire un desenlace de sílabas,
no encontrar el auxilio del eco,
pronunciar sonidos que al caer
sobre el papel forman mundos
antiguos con nuevos significados.
Asombra el silencio como una condena,
embriagado de agua que no deambula
por estas calles que tienen forma de río,
lagunas sin afluentes.
Lluvia estancada,
ojos que todo lo aguardan,
ciegos en un océano de caricias sin retorno.
Quedan los olvidados,
la piedra grabada
con nombres que una vez fueron fortaleza,
silencio en los cipreses,
sombra de árboles creciendo ausentes.
Otras vidas son las que construyen
un espacio apacible sin lágrimas.
Aquí ninguna energía se pierde,
el movimiento no interrumpe
pasado ni devenir,
la física fiel a su oficio:
criaturas que horadan los muros
hasta su centro de arena;
orugas de jardines marchitos,
alimento de sí mismos;
flores secas donde no hay olvido,
pensamientos que ahora fluyen
en armonía con el universo.
En este lugar de mármoles
que recuerdan el paso inseguro
por la dimensión del tiempo,
la promesa es también historia de nueva vida.
Una carta escrita sobre el cristal,
unas líneas de amor eterno,
el nombre de dos amantes,
vuelven a escribir la victoria de otra luz,
la siempre luz,
pasión, encuentro, presencia iluminada.
Es otro mundo el que se abandona
—acaso herido de ausencia—
a la entrega y las ilusiones.
No encuentra el cielo
altura más exacta
en esta hora abandonada.
El sol ahuyenta el plenilunio.
Plenitud del mediodía.
Paz en el canto del ángelus.



La isla de la cintura

La armonía del círculo nos enlaza
perfección de lo desconocido
surco de un espacio donde los labios
siempre inventan amapolas
Avanzas y es el mundo el que retrocede a su origen
huyes y arrasas este dominio de palabras
Amor si eres poema no quiero nombrarte
sentir la lepra que devora el tiempo
la fiera zarpa de la fantasía los minutos enredados
la solitaria idea de la presencia el abrazo sin final
los portales desnudos que un día cruzamos juntos
esta caracola donde puede adivinarse el alba
Arrojo estelas de un poema laberinto en el fuego
y me quema los dedos el humo de la ausencia
y en la manos vacías aún duerme el perfume
pero es una llaga abierta otra dimensión el pensamiento
paisaje el sueño donde esconde su látigo la monotonía
y el insomnio es caballero errante de la noche
y los molinos de viento son tu pelo enredándose
lanza rota mi voluntad estrellada en el cielo primero
En el alba se abren otros ojos párpados horizonte
el vaso entre los libros el cristal frío el ron quemando
incendio de lámparas
el sándalo violeta
y puedo escapar de la constelación que me asfixia
para encontrar tu nombre en el país de las maravillas
donde son verdad los cuentos y nunca las rosas hieren
La música se repite
me salva
avanzo por las escaleras
vuelvo a las puertas de madera y entro sin llamar
imágenes en los cristales donde busco un hueco
imborrable
allí duermes y controlas el abismo del olvido
las manos que conocieron otras raíces otra salida
la grieta por donde la pasión empuja
hasta arrancarnos las ropas
y rodar desnudos sobre las arenas
buscando la postura de los barcos solitarios
navegando sin rumbo
acariciando la lluvia perdidos en el misterio
atracando al fin en un muelle abandonado
sol único la presencia
los mismos pájaros picoteando
la piel que la luz descubre
la isla de la cintura
lentamente mapa
recreado
dibujado
amado
uno a uno el rojo de la granada
vencido
paseante de las calles
sin decir la palabra que temo.




Línea roja

Las copas vacías sobre el aliento de la mesa
los relojes de hielo los ojos de aguja
ven explícame el misterio de los versos
aún no es el tiempo las rosas brotan en junio
la vida nos persigue también la muerte calla
ahora pienso que la belleza tiene nombre
dímelo es tu voz el sentido del instante
por las calles otra música nos anuncia el secreto
nunca domino las situaciones en mi piel
caminar a tu lado es el principio de la historia
la noche rueda hasta alcanzar los bares sedientos
no quiero contar escaleras me devoran los números
el vino en los labios el mismo deseo de cristal
la memoria el sueño la cuerda los recuerdos
nunca confíes en los poetas no confío en nadie
no es verdad tus palabras iluminan los libros
mira mis ojos no engañan son hermosos
dímelo otra vez ahora es el abrazo huella de carmín
invéntame la amistad no quiero nunca perderte
me voy vete me voy aún sigues aquí
así abrazado a tu espalda espías las manos
capitanes los dedos atracados en tu puerto
la lengua avanzando sobre la isla del cuello
centro encendido eclipse cueva océano
los secretos nunca abiertos línea roja
será distinto otro día te llamaré
suavidad de fuego
siempre
espero
aquel
paisaje
de agua.


Poema inconcluso

El humo el fuego las venas del verso
sobre el taburete las prendas de las miradas
ven los dientes hablan el lóbulo herido
una vez más el dedo entre los labios
castiga mis miedos la sombra de las cejas
bebe el agua saliva oceánica la ola de la lengua
pasan los pájaros la primavera
vigilan otras alas la espuma
arena enredándose
estos son mis dominios jardín caricias
rompe el calendario la esfera de cristal
el espejo la tarde las enredaderas
tu lenguaje suspira savia
serás teclado partitura lento adagio la camisa
búscame en la llanura del vientre oprime
el mundo
lo domino
ahora las manos consiguen
busco el centro siento palpo adivinanza cerco
resbalo
la piel cactus de lunares tatuajes anclados en el destino
las palabras sin sonido cueva instrumento
camino enlazado las huellas se encuentran
es el tiempo avanzo detrás de la seda
otra navaja de índices y pulgares
líneas separadas cremallera sol sostenido
un horizonte de belleza caligrafía de misterio
qué guardas contemplo la llama suavemente araña
nace la humedad otra dimensión del olvido
la boca se refugia círculo punto vibración
tobogán donde perderse de nada sirven la mirada
pero todo es contemplación fotografía paisaje
íntima memoria nombres en el aire deseante
nunca dije deseo y se pronuncia mástil navío
busco el secreto del azúcar de nuevo travesuras
bebo de otra fuente nueva la sed
estrellas de incienso bosque donde perderse
todo es encuentro nubes que anuncian lluvia
diluvio niebla lago en la piel desnuda
atraviesa esta ciudad inunda sus calles
la cal inventando habitaciones nuevas
el iris del alba dibujando rendijas íntimas
un manantial ocupando el cauce de tu nombre
las uñas tienen su propio dominio la sangre oculta
nada existe más allá de la cadena sin salida
un eslabón se quiebra es el grito de la naturaleza
la historia en silencio somos dos y uno es la magia
se desborda el dique
el sudor de la frente nos reclama
Alguien toca mi hombro enigma sueño
poema inconcluso apago la luz de la pluma
invento fantasías que sólo son preguntas
la página en blanco sobre el insomnio de la almohada.