miércoles, 28 de agosto de 2013

Tengo un sueño. Martin Luther King

TENGO UN SUEÑO 



Martin Luther King
28 de agosto de 1963
Monumento a Lincoln en Washington D.C.

Estoy feliz de unirme a ustedes hoy, en lo que quedará para la posteridad como la mayor demostración por la libertad en la historia de nuestra nación.

Hace años, un gran americano, bajo cuya sombra simbólica nos cobijamos hoy, firmó la Proclamación de Emancipación. Este importante decreto se convirtió en un gran faro de esperanza para millones de esclavos negros que habían sido quemados en las llamas de la injusticia. Llegó como un amanecer de alegría para poner fin a la larga noche del cautiverio.

Pero cien años después debemos enfrentarnos al hecho trágico de que el negro todavía no es libre. Cien años después, la vida del negro todavía es minada por los grilletes de la discriminación. Cien años después, el negro vive en una solitaria isla de pobreza, en medio de un vasto océano de prosperidad material. Cien años después, el negro todavía languidece en los rincones de la sociedad estadounidense y se encuentra a sí mismo exiliado en su propia tierra.

Y así hemos venido aquí hoy para denunciar una condición vergonzosa. En cierto sentido, hemos venido a la capital de nuestra nación para cobrar un cheque. Cuando los arquitectos de nuestra república escribieron las magníficas palabras de la Constitución y la Declaración de Independencia, firmaban una prometedora letra de la que todo estadounidense sería el heredero. Esta letra era una promesa de que todos los hombres tendrían garantizados los derechos inalienables, la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad.

Es obvio hoy que Estados Unidos ha fallado en su promesa en lo que respecta a sus ciudadanos de color. En vez de honrar su obligación sagrada, Estados Unidos dió al negro un cheque sin valor que fue devuelto con el sello de «fondos insuficientes». Pero nos negamos a creer que el banco de la justicia haya quebrado. Nos negamos a creer que no hay fondos en los grandes depósitos de oportunidad en esta nación. Así pues, hemos venido a cobrar este cheque, un cheque que nos dará las riquezas de la libertad y la seguridad de la justicia.

También hemos venido a este lugar sagrado para recordar a Estados Unidos de América la urgencia impetuosa del ahora. Este no es el momento de permitirse el lujo de parar a refrescarse o de tomar los tranquilizantes del gradualismo. Es el momento de hacer realidad las promesas de democracia. Es el momento de salir del oscuro y desolado valle de la segregación hacia el camino soleado de la justicia racial. Es el momento de hacer de la justicia una realidad para todos los hijos de Dios. Es el momento de sacar a nuestro país de las arenas movedizas de la injusticia racial, hacia la roca sólida de la hermandad.

Sería fatal para la nación pasar por alto la urgencia del momento y no dar la importancia debida a la decisión de los negros. Este verano, ardiente por el legítimo descontento de los negros, no pasará hasta que no haya un otoño vigorizante de libertad e igualdad.

El año 1963 no es un fin, sino el principio. Y quienes tenían la esperanza de que los negros solo querían y necesitaban desahogarse, y pensaban que después de esto se quedarían contentos, tendrán un rudo despertar si el pais retorna a lo mismo de siempre. No habrá ni descanso ni tranquilidad en Estados Unidos hasta que a los negros se les garanticen sus derechos de ciudadanía. Los remolinos de la rebelión sacudiendo los cimientos de nuestra nación hasta que surja el esplendoroso día de la justicia. Pero hay algo que debo decir a mi gente, que aguarda en el cálido umbral que conduce al palacio de la justicia. Debemos evitar cometer actos injustos en el proceso de obtener el lugar que por derecho nos corresponde. No busquemos satisfacer nuestra sed de libertad bebiendo de la copa de la amargura y el odio. Debemos conducir para siempre nuestra lucha por el camino elevado de la dignidad y la disciplina. No debemos permitir que nuestra protesta creativa degenere en violencia física. Una y otra vez debemos elevarnos a las majestuosas alturas donde la fuerza física se encuentre con la fuerza del alma. La maravillosa nueva militancia que ha envuelto a la comunidad negra no debe conducirnos a la desconfianza en toda la gente blanca, porque muchos de nuestros hermanos blancos, como lo evidencia su presencia aquí hoy, han llegado a comprender que su destino está unido al nuestro y su libertad está inextricablemente ligada a la nuestra. No podemos caminar solos. Y al hablar, debemos hacer la promesa de marchar siempre hacia delante. No podemos volver atrás.

Hay quienes preguntan a los partidarios de los derechos civiles: «¿Cuándo quedarán satisfechos?».

Nunca podremos quedar satisfechos mientras nuestros cuerpos, fatigados de tanto viajar, no puedan alojarse en los moteles de las carreteras y en los hoteles de las ciudades. No podremos quedar satisfechos mientras los negros solo podamos trasladarnos de un gueto pequeño a un gueto más grande. Nunca podremos quedar satisfechos mientras un negro de Misisipi no pueda votar y un negro de Nueva York considere que no hay por qué votar. No, no; no estamos satisfechos y no quedaremos satisfechos hasta que «la justicia ruede como el agua y la rectitud como una poderosa corriente».

Sé que algunos de ustedes han venido hasta aquí después de grandes pruebas y tribulaciones. Algunos han llegado recién salidos de angostas celdas. Algunos de ustedes han llegado de sitios donde, en su búsqueda de la libertad, han sido golpeados por las tormentas de la persecución y derribados por los vientos de la brutalidad policíaca. Ustedes son los veteranos del sufrimiento creativo. Continúen trabajando con la convicción de que el sufrimiento que no es merecido es emancipador.

Regresen a Misisipi, regresen a Alabama, regresen a Georgia, regresen a Louisiana, regresen a los barrios bajos y a los guetos de nuestras ciudades del norte, sabiendo que de alguna manera esta situación puede cambiar y será cambiada. No nos revolquemos en el valle de la desesperanza.

Hoy les digo a ustedes, amigos míos, que a pesar de las dificultades del momento, yo aun tengo un sueño. Es un sueño profundamente arraigado en el «sueño americano».

Sueño que un día esta nación se levantará y vivirá el verdadero significado de su credo: «Afirmamos que estas verdades son evidentes: que todos los hombres son creados iguales».

Sueño que un día, en las rojas colinas de Georgia, los hijos de los antiguos esclavos y los hijos de los antiguos dueños de esclavos se puedan sentar juntos a la mesa de la hermandad.

Sueño que un día, incluso el estado de Misisipi, un estado que se sofoca con el calor de la injusticia y de la opresión, se convertirá en un oasis de libertad y justicia.

Sueño que mis cuatro hijos vivirán un día en un país en el cual no serán juzgados por el color de su piel, sino por los rasgos de su personalidad.

¡Hoy tengo un sueño!

Sueño que un día el estado de Alabama, cuyo gobernador escupe frases de interposición entre las razas y anulación de los negros, se convierta en un sitio donde los niños y niñas negros puedan unir sus manos con las de los niños y niñas blancos y caminar unidos, como hermanos y hermanas.

¡Hoy tengo un sueño!

Sueño que algún día los valles serán cumbres, y las colinas y montañas serán llanos, los sitios más escarpados serán nivelados y los torcidos serán enderezados, y la gloria de Dios será revelada, y se unirá todo el género humano.

Esta es nuestra esperanza. Esta es la fe con la cual regreso al Sur. Con esta fe podremos esculpir en la montana de la desesperanza una piedra de esperanza. Con esta fe podremos trasformar el sonido discordante de nuestra nación en una hermosa sinfonía de fraternidad. Con esta fe podremos trabajar juntos, rezar juntos, luchar juntos, ir a la cárcel juntos, defender la libertad juntos, sabiendo que algún día seremos libres.

Ese será el día en que todos los hijos de Dios podrán cantar el himno con un nuevo significado: «Mi país es tuyo. Dulce tierra de libertad, a ti te canto. Tierra de libertad donde mis antecesores murieron, tierra orgullo de los peregrinos, de cada costado de la montaña, que repique la libertad». Y si Estados Unidos ha de ser grande, esto tendrá que hacerse realidad.

Por eso, ¡que repique la libertad desde la cúspide de los montes prodigiosos de Nueva Hampshire! ¡Que repique la libertad desde las poderosas montañas de Nueva York! ¡Que repique la libertad desde las alturas de las Alleghenies de Pensilvania! ¡Que repique la libertad desde las Rocosas cubiertas de nieve en Colorado! ¡Que repique la libertad desde las sinuosas pendientes de California! Pero no solo eso: ¡que repique la libertad desde la Montaña de Piedra de Georgia! ¡Que repique la libertad desde la Montana Lookout de Tennesse! ¡Que repique la libertad desde cada pequeña montaña!

Cuando repique la libertad y la dejemos repicar en cada aldea y en cada caserío, en cada estado y en cada ciudad, podremos acelerar la llegada del día en que todos los hijos de Dios, negros y blancos, judíos y cristianos, protestantes y católicos, puedan unir sus manos y cantar las palabras del viejo espiritual negro: «¡Libres al fin! ¡Libres al fin! Gracias a Dios omnipotente, ¡somos libres al fin!».

martes, 27 de agosto de 2013

Pepino




PEPINO

Cucumis sativus
Parte utilizada: Fruto. El pepino, llamado Cohombrillo Amargo, fue conocido en Egipto, como planta medicinal, según consta en el célebre papiro de Ebers. También la zona mediterránea conoce y aprecia el pepino desde los tiempos más remotos, dada su especial eficacia para aplacar la sed. Todos los pueblos mediterráneos, obligados a soportar un largo y caluroso verano, conocen el pepino y lo utilizan en sabrosos platos. En España es famoso el gazpacho, plato frío que se compone fundamentalmente de pepino, tomate, pimiento, ajo, cebolla, especias, aceite y migas de pan.
Esta cualidad esencial del pepino, se debe a la gran proporción de agua que contiene (96 % de su composición). Esta agua posee un alto índice de vitaminas A, C, B1, B2, PP, E, y sales minerales: fósforo, potasio, calcio, sodio, azufre, magnesio, cobre, hierro, cinc y yodo.
Es muy eficaz en los regímenes adelgazantes, ocupa el estómago y sacia el hambre, realizando una importante acción diurética. Disuelve la acidez de estómago, de la sangre y del ácido úrico. Posee propiedades ligeramente hipnóticas, siendo excelente calmante natural, sea ingerido o aplicado directamente en las zonas afectadas. El jugo de pepino calma el dolor de oídos echando unas gotas en ellos. Cocido con vinagre calma el dolor de gota aplicando una compresa humedecida con este líquido, que realizando un enjuague con él puede calmar el dolor de muelas.
Es muy utilizado en cosmética (pomadas, mascarillas).
Principios activos: Esencia, vitamina C, carotenos, aminoácidos: curcubitina; celulosa, mucílago.
Acción farmacológica: Emoliente, diurético, depurativo, tenífugo.
Indicaciones: Cistitis, litiasis renal, oliguria, teniasis. Utilizado como alimento y, en uso externo para los cuidados de la piel: cutis grasos, comezones, pieles sensibles, arrugas.
Precauciones /Intoxicación: Debido a su alto contenido en celulosa, puede resultar indigesto. 

Cuando se aplique una rodaja en los ojos para aliviar las ojeras tener la precaución de quitar la piel, pues de no estar bien lavada puede contener microbios patógenos que infecten el ojo produciendo conjuntivitis.

Elixir floral: Para quien ha padecido o padece depresión. Aumenta la vitalidad y el deseo de pertenecer a la vida.

Árnica


https://es.search.yahoo.com/search?p=fotos+arnica+montana&ei=UTF-8&fr=moz35
Árnica Montana
Foto de: https://es.search.yahoo.com/search?p=fotos+arnica+montana&ei=UTF-8&fr=moz35

Jacobea vulgaris

Según Alfonso Muro esta planta es "Jacobea vulgaris" usada a veces como Árnica Montana. Es tóxica.
En http://navarraenflor.blogspot.com.es/2015/09/echinacea-echinacea-purpura.html
trata excelentemente sobre el significado del elixir floral de Árnica.


Árnica montana 
Antiinflamatorio tópico y rubefaciente.

Advertencia:  la utilización de plantas medicinales no es banal, tiene sus peligros, a veces grandes por lo que para su uso debe acudirse a un experto. Las dos plantas, Árnica y Jacobea vulgaris, son tóxicas. Sólo deben usarse al exterior. Para diferenciarlas copio la descripción que hace Oleg Polunin del árnica en su "Guía de Campo de las Flores de Europa": 
ÁRNICA, TABACO DE MONTAÑA, TABACO BORDE, ESTORNUDADERA. Capítulos amarillo anaranjados, grandes, de 4-8 cm de diámetro, generalmente sólitarios, raramente hasta 4 juntos, sobre un tallo recio, erecto, de 20-60 cm, que lleva 1-2 pares de pequeñas hojas opuestas. Lígulas patentes, tanto o más largas que la anchura del disco; brácteas involúcrales lanceoladas, pubescentes, en 2 filas. Hojas básales en roseta, oval lanceoladas, glanduloso pelosas y aromáticas, mucho mayores que las caulinares, todas tomentosas. Fruto cilindrico, velloso, con el vilano formado por una fila de pelos ásperos. A En montañas: pastos, brezales, bosques claros. Mayo-Julio. Con frecuencia se usa al exterior contra golpes, heridas y terceduras; un compuesto resinoso, la arnicina, es la sustancia activa. 

Parte utilizada: Flores, ocasionalmente raíces.

Principios activos: Trazas de esencia (0,1%), carotenoides: zeaxantinas; flavonoides, acidos fenólicos: cafeico, clorogénico; alcoholes terpénicos: arnidiol, faradiol; trazas de betaína y colina; derivados acetilénicos, manganeso.

Acción farmacológica: Tiene, gracias a los carotenoides y manganeso, propiedades antiinflamatorias. Los flavonoides le confieren una acción astringente, aumentando la resistencia de las mucosas, antiespasmódico y tonificante del corazón, aumentado la circulación coronaria. Esta planta tiene además acción antibiótica y antifúngica, por la presencia de los ácidos cafeico y clorogénico. Se le atribuye también una acción estimulante de la secreción biliar.

Indicaciones: Debido a su gran toxicidad, se recomienda usar solo por vía externa, como antiinflamatorio y vulnerario: contusiones, hematomas, neuralgias, reumatismo, estomatitis.

Precauciones / Intoxicación: Es una planta muy tóxica en uso interno, pudiendo producir alteraciones nerviosas: alucinaciones, vértigos; problemas digestivos. En uso externo puede resultar vesicante.
Debido al contenido en derivados de la helanina, puede producir reacciones alérgicas cutáneas, por lo que, externamente, debe emplearse siempre muy diluida.
En caso de ser usada por vía interna, no sobrepasar las dosis indicadas.
Dosis letal = 60 gr.
Formas galénicas / posología Uso interno: — Infusión: 5 gr/l. DOS tazas al día. – Tintura(1/10): 10 gotas, 3 veces al día.

Elixir floral: Trata el shock o el trauma. Ayuda a regenerar el cuerpo, la mente o las emociones tras algún traumatismo, sea del tipo que sea. Aumenta la capacidad de autocuración. Puede ser útil en el tratamiento de toxicomanías. Disuelve los traumas profundos que hayan quedado registrados en el cuerpo astral independientemente de su antigüedad. Alinea el cuerpo etérico y el astral. Estimula el sistema circulatorio y el nervioso vegetativo.


Alquimia botánica: Planta del Sol. Es una de las doce plantas sagradas de los Rosacruz. En cataplasma da muy buenos resultados en las bronquitis crónicas. La solución de árnica es muy buena para los traumatismos y los golpes. Para prepararla necesitaremos machacar raíces y rizomas de esta planta y dejarlos en maceración en alcohol de 60 grados. Se deja reposar 21 días y al ir a aplicarlo sobre los traumatismos lo diluiremos en agua y lo pondremos muy frío.

jueves, 22 de agosto de 2013

Agracejo

AGRACEJO (Berberis hispánica)

Requiere un clima continental de montaña, desarrollándose a alturas desde los 500 a 2500 metros en las montañas del 
sur, aguantando temperaturas bajísimas en invierno y fuertes insolaciones en verano. Según algunos, el nombre del género se debe a Linneo que hace derivar de concha (del griego berberi) debido a sus pétalos cóncavos. Esta planta fue perseguida, y casi aniquilada, por creer que con su eliminación se terminaría con el
hongo productor de la roya de los cereales por la que es parasitada. La raíz toma un intenso color amarillo al ser herida y ha sido utilizada por los tintoreros para teñir cueros de amarillo, para lo que se macera en lejía. Con el mismo fin se han utilizado sus flores. Los frutos son refrescantes y con ellos se preparan jarabes y refrescos que servían para apagar la sed en las calenturas malignas; es muy agradable, de sabor agridulce; con los que se han preparado helados y confituras. Raíz y corteza gozan de propiedades tónico amargas y antifebrífugas debidas al alcaloide berberina que es algo tóxico, baja la tensión arterial y estimula el útero e intestino; por tener estructura similar a la morfina se empleó, en ocasiones, para desintoxicar a morfinómanos; a éste y otros alcaloides se debe la coloración amarilla de la madera. Es planta melífera.

Elixir floral: Ayuda a quienes tienen miedo a la hostilidad de los demás, a quienes captan con facilidad las intenciones de los otros y a veces esto les inquieta en exceso. Apropiado para descubrir el lado bueno de los seres humanos.

miércoles, 21 de agosto de 2013

El psicópata según Vicente Garrido. Descripción. Rasgos.

El libro de Vicente Garrido, (Doctor en Psicología y Diplomado en Criminología) “El Psicópata”, editorial Algar, expone de manera rigurosa las claves para reconocer los casos de psicopatía con los que podemos encontrarnos y así poder evitar, en lo posible, los seguros daños morales y materiales a los que podamos enfrentarnos. Se cree que el número de psicópatas está entre el 1 y el 2 % de la población. Suficiente abundancia para que todos en el transcurso de la vida nos crucemos con alguno.

Lo que sigue es una recopilación de los aspectos más interesantes:

Cleckley describió al psicópata del siguiente modo:

El psicópata muestra la más absoluta indiferencia ante los valores personales, y es incapaz de comprender cualquier asunto relacionado con ellos. No es capaz de interesarse lo mas mínimo en cuestiones que han sido abordadas por la literatura o el arte, tales como la tragedia, la alegría o el esfuerzo de la humanidad en progresar. También le tiene sin cuidado todo esto en la vida diaria. La belleza y la fealdad, excepto en un sentido muy superficial, la bondad, la maldad, el amor, el horror y el humor no tienen un sentido real, no constituyen ninguna motivación para él. También es incapaz de apreciar que es lo que motiva a otras personas. Es como si fuera ciego a los colores, a pesar de su aguda inteligencia, para estos aspectos de la existencia humana. Por otra parte, es inútil explicarle dichos aspectos, ya que no hay nada en su conocimiento que le permita cubrir esa laguna con el auxilio de la comparación. Puede, eso si, repetir las palabras y decir que lo comprende, pero no hay ningun modo para que se percate de que realmente no lo comprende”.

Del canadiense Robert Hare:

Conjuntamente, este sujeto nos presenta una imagen de una persona preocupada por sí misma, cruel y sin remordimientos, con una carencia profunda de empatía y de la capacidad para formar relaciones cálidas con los demás, una persona que se comporta sin las restricciones que impone la conciencia. Lo que destaca en él es que están ausentes las cualidades esenciales que permiten a los seres humanos vivir en sociedad”.

Sobre la terminología

En ocasiones, los profesionales y el aficionado emplean la expresión «sociópata» en vez de la de psicópata. Esta expresión se puso de moda en los años 60 y 70, porque pretendía poner de relieve el origen social de este cuadro, es decir, que había unas causas en nuestro modo de funcionar en sociedad que eran las responsables últimas del fenómeno. Hoy en día apenas se emplea, pero, a partir de 1968, la Sociedad Americana de Psiquiatría introdujo el concepto de «personalidad antisocial» para definir al psicópata, dentro de los trastornos de personalidad. Y las sucesivas ediciones del Manual Diagnosticoy Estadistico de los Desordenes Mentales (1980,1987 y 1994), un tratado al que recurren los profesionales para diagnosticar los trastornos psiquicos y de la conducta, no han hecho sino continuar esta línea, prescindiendo del termino psicópata y sustituyéndolo por el trastorno de personalidad antisocial.
En todo ello hay una gran confusión. Si bien la edición de 1968 aun describía algunos de los aspectos esenciales de la personalidad psicopática (lo que llevo al mismo Cleckley a aprobar ese término en su última edición de La Máscara de la Cordura, 1976), las ediciones posteriores claramente forzaban a que el diagnóstico se basara en una serie de conductas antisociales, actos delictivos, rehuyendo la mayoría de los rasgos de personalidad que han definido la psicopatía desde siempre, y que tan bien describió Cleckley ya en 1941.

RASGOS DE LA PSICOPATÍA

La investigación revela que la psicopatía se compone de dos tipos de constelaciones de rasgos (o dimensiones). La primera incluye el área emocional o interpersonal, es decir, todos aquellos atributos personales que hacen que el sujeto se desentienda de su componente más básicamente humano, o lo que es lo mismo, su capacidad para tratar bondadosamente a los otros, su capacidad de sentir pena o arrepentimiento y su potencial para vincularse de una manera realmente significativa (o «sentida») con sus semejantes. El sujeto con estas carencias es alguien profundamente egocéntrico, manipulador, mentiroso y cruel. La segunda constelación de rasgos remite a un estilo de vida antisocial, agresivo, donde lo importante es sentir tensión, excitación, sin mas horizonte que el actuar impulsivo y dictado por el capricho o los arrebatos. La persona resultante se comporta de modo absurdo, sin que parezca obtener nada valioso de sus actos, con poco autocontrol y ninguna meta que «parezca lógica» a la vista.

Área emocional/interpersonal

Locuacidad y encanto superficial

Los psicópatas suelen ser locuaces, expresarse con encanto, tener respuestas vivaces y presentar historias muy improbables, pero convincentes, que les deja a ellos en un buen lugar. Sin embargo, el observador atento ve que es muy superficial e insincero, como si estuviera leyendo mecánicamente un texto.
Habla de cosas atractivas para las que no tiene preparación, como poesía, literatura, sociología o filosofía. Es destacable que no le importe gran cosa el que se evidencie que sus historias son falsas, algo que no siempre es fácil de lograr, dado el desparpajo y la inventiva con que emprenden sus relatos.
Dionisio Rodriguez Martín (el Dioni) se hizo un ladrón muy celebre cuando, en julio de 1989, robó el furgón blindado de la compañía de seguridad en la que trabajaba y se escapó a Brasil con un botín cercano a los 320 millones de pesetas. Uno de los cronistas de esta historia, describía así al Dioni: «De todo lo que ha contado el Dioni a quien ha querido o ha tenido que escucharle sólo hay una afirmación que puede ser considerada absolutamente verdadera: le gusta Julio Iglesias. Lo demás no hay por donde cogerlo: una mezcla constante de medias verdades y falsedades totales. Si alguien intentara relatar los hechos en los que intervino sobre la base de lo que él confiesa, acabaría paralizado por la perplejidad». Los que le conocieron hablan de su gran don de gentes, su innata capacidad de suscitar simpatía y confianza, algo que debió de serle de mucha utilidad cuando, cumplida la condena de cuatro años, emprendió (sin mucho éxito) su carrera de cantante y escritor.

Egocentrismo y grandioso sentido de la propia valía

El psicópata tiene una autoestima muy elevada, un gran narcisismo, un egocentrismo descomunal y una sensación omnipresente de que todo le es permitido. Es decir, se siente el «centro del universo», y cree que es un ser superior que debe regirse por sus propias normas. Se comprende que con esta percepción de sí mismo aparezca ante el observador como alguien sumamente arrogante, dominante y muy seguro en todo lo que dice. Es claro que busca poder controlar a los demás, y parece incapaz de comprender que otras personas tengan opiniones diferentes a las suyas.
Enfrascados en ese mundo de superioridad, rara vez se preocupan de los problemas (financieros, legales o personales) que puedan tener, sino que son «dificultades temporales» producto de la mala suerte o de las malas artes de terceros.
Alguien así no necesita tampoco embarcarse en metas realistas a largo plazo y, cuando plantean un objetivo de futuro, pronto se ve que no tienen las cualidades necesarias para alcanzarlo ni saben en realidad que hay que hacer para ponerse manos a la obra. En realidad, creen que sus capacidades les permitirán lograr cualquier cosa.
Un egocentrismo y un sentimiento de ser el «numero uno» apareció con mucha nitidez en la psicología de Jean Louis Camerini, cerebro de la banda del secuestro de la niña Melodi, hija del financiero Nakachian y de la cantante Kimera. Se trata de un hecho que captó todo el interés del público en el mes de noviembre de 1987. Antes de que perpetrara con su banda el secuestro, Camerini se había escapado de la prisión de Toulouse, Francia, y, para celebrarlo, envió un mensaje al director de la cárcel dando recuerdos a todos sus colegas. Al mensaje adjuntaba una foto de sí mismo junto a una réplica de la estatua de la libertad. Y cuando fracasó su intento de cobrar el rescate por la niña Melodic (que fue liberada por los GEOS), llamó por teléfono desde Madrid al comisario de Estepona (Málaga) para advertirle que «la próxima vez no fallaría». Felizmente para todos, Camerini fue capturado poco tiempo después.

Falta de remordimientos o de sentimientos de culpa

No experimentan ninguna preocupación por los efectos de sus actos en los demás y, en ocasiones, lo manifiestan claramente. Cuando aseguran que «lo sienten» no es mas que por dar una buena imagen; sus palabras anteriores y posteriores y sus hechos suelen contradecir ese arrepentimiento. Junto a esto, encuentran todo tipo de excusas para explicar los desmanes que cometieron y, en muchas ocasiones, niegan en absoluto que ellos fueran los responsables o que tales acontecimientos que se imputan existieron en realidad.
Pocos asesinos psicópatas han expresado tan claramente la imposibilidad de sentir culpa como Perry Smith quien, junto a Richard Hickock, mataron «a sangre fría» a toda un familia en 1959 en una ciudad rural americana para robarles unos pocos dolares. El libro A sangre fria, de Truman Capote, recogió en una prosa extraordinaria este rasgo particularmente temible del psicópata. Perry habla con un amigo suyo que le visita en la cárcel antes del juicio:

¿Que si lo siento? (…) No siento nada en absoluto. Y quisiera que no fuera así. Pero nada de aquello me causa preocupación. Media hora después, Richard me contaba chistes y yo me reía a carcajadas. Quizá no seamos humanos. Yo soy lo bastante humano para sentir lástima de mi mismo. Me apena no poder largarme de aquí cuando tu te vayas. Pero nada más.

De forma irónica muchos psicópatas se ven a si mismos como las victimas reales de la situación, ya sea debido a su infancia problemática o a otras circunstancias de su vida. Un ejemplo extremo es el de Kenneth Taylor, un dentista norteamericano que golpeó a su mujer en la luna de miel, se aprovechó de ella durante su matrimonio, para acabar asesinándola más tarde. En el libro que Peter Maas escribió sobre él, Taylor dijo:

«La amaba profundamente. La echo mucho de menos. Lo que sucedió fue una tragedia. He perdido a mi mejor amante y amiga (…) ¿Es que nadie es capaz de comprender por lo que estoy pasando?».

Falta de empatía

La falta de empatía es una de las grandes avenidas hacia el crimen y la violencia. El psicópata no puede ponerse en el lugar de los demás, salvo en un sentido puramente intelectual; no puede entender qué es lo que sienten los demás ante las experiencias de la vida. En una ocasión en la que estaba entrevistando a un joven que había herido muy gravemente a un trabajador para robarle, le pregunté por las cosas que estaba pensando y sintiendo inmediatamente antes de realizar el delito. Después de varias explicaciones, terminó contestándome: «corazón duro». Es decir, no podía sentir nada si tenía que ser capaz de cometer el asalto. Este chico necesitaba bloquear el sentimiento natural de preocuparse por el otro, pero los psicópatas no precisan de este esfuerzo ya que, simplemente, no poseen esta habilidad. De ahí que su falta de interés ante el sufrimiento y los derechos de los demás sea algo generalizado, aplicable tanto a su familia como a personas extrañas. Esto hace que, si mantienen lazos con algunas personas, sea por puro interés, no por sentir algo profundo hacia ellas; son, en realidad, como posesiones que tienen, seres que tienen la misión de proveerles de sus necesidades sin que hayan de recibir nada a cambio.
Debido a su incapacidad para apreciar los sentimientos de los otros, algunos psicópatas realizan actos de extrema crueldad, crímenes execrables y que desconciertan por su gratuidad y sadismo.
Pero es importante recalcar que la mayoría de los psicópatas no cometen ese tipo de actos. Su conducta perjudica gravemente a quienes les rodean, desde luego, pero el daño se produce merced a su forma manipuladora y agresiva de manejar a los demás, su desconsideración hacia las necesidades ajenas y su modo de tomar cualquier ventaja que se le presente por encima de cualquier otra consideración.

Mentiroso y manipulador

Mentir, engañar y manipular son talentos naturales para el psicópata. Cuando se demuestra su engaño no siente apuro alguno; simplemente cambia su historia o retuerce un conjunto de oraciones contradictorias y un oyente completamente confuso.
En buena medida, las mentiras no pretenden ningun objetivo concreto, sólo demostrar su habilidad para engañar. La gente suele creer, cuando escucha al psicópata, que éste no se da cuenta de sus mentiras y, en ocasiones, duda de su estado mental. Pero, muy frecuentemente, el interlocutor resulta «cazado» por la historia que aquél le presenta. La convicción con la que cuenta su historia se acompaña de la creencia de que el mundo se encuentra dividido en dos bandos: los que ganan y los que pierden, de tal modo que se le antoja absurdo no aprovecharse de las debilidades ajenas. En muchas ocasiones, desarrolla una buena capacidad para determinar cuáles son los puntos débiles de aquellos con los que se relaciona. Algunas de sus triquiñuelas están bien elaboradas, mientras que otras son bastante evidentes. Pero cualquiera que sea la que ponga en práctica, siempre emplea un estilo frío y desvergonzado.
Estas características le hacen especialmente apto para perpetrar fraudes, estafas y suplantaciones de personalidad. Si están en prisión, saben como convencer a las autoridades de que se están rehabilitando; para ello se apuntan a clases, exhiben una «profunda» religiosidad y participan en numerosos programas orientados a que se les clasifique cuanto antes en regímenes próximos a la libertad condicional, o en esta misma circunstancia.
Antonio Mantovani, de 42 años, conmocionó a toda Italia cuando la policía descubrió que era el responsable de la muerte de tres mujeres a las que asesinó mientras disfrutaba de permisos penitenciarios. En septiembre de 1996, el psiquiatra de la cárcel de Opera (Milan) lo consideró maduro para disfrutar del regimen abierto por motivos de «atenuación del juicio de peligrosidad social». Anteriormente había asesinado a la mujer de un amigo, condena que estaba cumpliendo desde 1983. Cuatro mujeres asesinadas... por no haber sabido valorar lo que se escondía detrás del comportamiento «ejemplar» del camaleón.

Emociones superficiales

Los psicópatas parecen poseer una incapacidad manifiesta para sentir de modo profundo el completo rango de emociones humanas. En ocasiones, junto a una apariencia fría y distante, manifiestan episodios dramáticos de afectividad, que no son sino pequeñas exhibiciones de falsa emotividad. Cuando aseguran que sienten emociones, son incapaces de describir las diferencias sutiles existentes entre diversos estados afectivos. Como comenta un personaje de una prision de máxima seguridad en la película de John Woo «Cara a cara» (Faces off), obligado a ver continuamente en una pantalla gigante imagenes evocadoras de la naturaleza: «Parece que quieran que tengamos emociones».
Esta ausencia de afectividad manifiesta llevo a los psicólogos Johns y Quay a decir que el psicópata «conoce las palabras, pero no la música», es decir, puede hablar como si estuviera teniendo una emoción, pero, en realidad, no la está experimentando, habla «de oídas». Es como si sólo tuviera «proto-emociones»: respuestas primitivas dadas ante necesidades inmediatas. Investigaciones experimentales desarrolladas en el laboratorio revelan que el psicópata no muestra las respuestas psicofisiológicas asociadas con el miedo o la ansiedad. Se trata de un déficit importante, ya que las personas sin esta condición son capaces de aprender a inhibir determinadas conductas (por ejemplo, antisociales) por miedo a sufrir algún tipo de castigo. Éste es uno de los modos en que, cuando somos niños, aprendemos a reconocer cuáles actos son inadecuados, al tiempo que obtenemos recompensas por los actos que nuestros padres nos señalan como correctos. En ambos casos, es el conocimiento de las emociones que están asociadas a las conductas lo que nos impele a actuar: emociones negativas en el caso de conductas prohibidas («si hago esto luego seré castigado») y emociones negativas y positivas en el caso de las conductas aprobadas («si no hago esto, se enfadarán conmigo, pero si lo hago se sentirán orgullosos de mí»). Nada de esto ocurre con los psicópatas; actúan, quizás, sabiendo las consecuencias, pero sin que les importen.
La ansiedad y el miedo son para nosotros estados afectivos con claros componentes corporales. Tenemos «el estomago en la garganta», o «sudamos a mares» por la tensión. Por supuesto, los psicópatas pueden tener sensaciones corporales, quizás en momentos de gran excitación ante algo atractivo, pero su activación es mucho menos rica e intensa. Y, en el caso de la ansiedad, su experiencia es más que nada cognitiva, desprovista de la carga afectiva que caracteriza precisamente ese estado emocional.

Aspectos del estilo de vida

Impulsividad

El camaleón no suele pensar en los pros y los contras de una decisión, ni en las posibles consecuencias: simplemente actúa. Gary Gilmore fue condenado por un doble asesinato, y alcanzó notoriedad porque fue el primer ejecutado en los Estados Unidos en un periodo de 10 años. Cuando se le preguntó si hubiera matado a más personas si no hubiese sido atrapado la noche en que cometió los asesinatos, contestó: 

«Hasta que me hubieran atrapado o matado... No era capaz de pensar; no estaba planeando nada, sólo estaba actuando. Fue una maldita mala suerte para esos chicos [los asesinados] (…) Estoy diciendo que los asesinatos surgieron de la rabia. La rabia no es razonable. Los asesinatos no tuvieron ninguna razón. No trate de comprender el asesinato mediante la razón».

La impulsividad no es tanto una muestra del temperamento del psicópata como de su deseo permanente de alcanzar la satisfacción inmediata. Es como un adulto que no ha sido capaz de niño de aprender a demorar la gratificación; no modifica sus deseos cuando las circunstancias lo exigen, y no toma en consideración los deseos de los demás.
El resultado de todo ello es que muchas conductas que lleva a cabo se suceden sin ninguna explicación o expectativa de que vayan a ocurrir; puede abandonar de súbito el trabajo, o golpear a alguien, o marcharse de casa. Sólo por lo que parece el capricho de un instante.

Deficiente control de la conducta

Además de actuar sin pensar, el psicópata es extraordinariamente reactivo a lo que él considera que son las provocaciones o los insultos, actuando con violencia física o verbal. No posee esa capacidad que tenemos los demás de controlarnos, de inhibirnos frente a los deseos que podamos tener de agredir a alguien. Simplemente, pasa a la acción; su respuesta es también muy violenta cuando ha de enfrentarse a los reveses y frustraciones que inevitablemente aparecen, y tolera mal las críticas o los intentos de que cumpla con la disciplina de algún lugar, ya sea un centro correccional, una escuela o una empresa. Se enoja muchas veces por trivialidades, y en un contexto que es claramente inapropiado tal y como los demás lo perciben. Sin embargo, los arrebatos de cólera no suelen ser duraderos; al poco, actúa como si nada hubiera pasado. De hecho, estos arrebatos no suelen tener la carga emocional que les caracteriza, sino que suceden de un modo mas frío y controlado. Ven la respuesta agresiva como un modo natural de revolverse ante una provocación y, a pesar de que puedan herir o maltratar psicológicamente a alguien con gran intensidad, no reconocerán que tienen dificultades para controlar su temperamento.
Un ejemplo particularmente dramático de esta falta de control ocurrió en febrero de 1994 en Madrid. Una noche Carlos Herrero, obrero del metal de 61 años, y su mujer salieron a cenar y tomar unos vinos. La pareja se dirigía a su coche caminando por la calle Almendro. Cuando estaban a la altura del numero 10...

...dos individuos se acercaron a la carrera por sus espaldas y les propinaron varios empujones y golpes, hasta que lograron tirarles al suelo. Uno de los delincuentes le arrebató a la mujer su bolso, mientras que el otro comenzó a golpear a Carlos, que ni siquiera pudo hacer ademán de repeler la agresión.
Cuando los tironeros ya se habían apoderado de su botin, se ensañaron con el obrero metalúrgico. Mientras estaba tendido en el suelo, sin posibilidad de defensa alguna, los delincuentes le patearon hasta que comprobaron que ya no se movía. Estaba muerto, con la cabeza destrozada. Su esposa, a unos metros del cadáver, gritaba implorando piedad a los criminales y pidiendo desesperadamente auxilio.

Los ladrones no tuvieron ninguna razón para matar a este hombre. Este ni siquiera pudo darse cuenta de lo que pasó. No suponía ninguna amenaza ni para ellos ni para su botín. La agresividad de sus verdugos se alimentó de su propio frenesí. Sin control alguno, sin misericordia.

Necesidad de excitación continuada

Hay, entre los psicópatas, un hambre desmesurada por vivir nuevas sensaciones, por llenar el sistema nervioso de acontecimientos que les lleven al vértigo. Por ello es tan frecuente el consumo de drogas y alcohol, o el cambio constante de trabajo o de lugar de residencia. Pero, de entre todas estas ocupaciones, sin duda, la violencia y el crimen son las actividades que producen más dividendos para la vida al límite.
Este aburrimiento, como causa de un estilo de vida criminal, puede hallarse de modo muy nítido en el comentario que realizó un delincuente sexual reincidente, explicando por qué volvió de nuevo a delinquir.

Al principio me esforzaba por realizar las actividades que me enseñaron en la terapia. Era duro, pero sabía las cosas que tenía que hacer... Con el tiempo, echaba de menos las sensaciones que vivía cuando me preparaba para cometer una agresión; anhelaba recordar esos buenos momentos... Era muy aburrido seguir el plan terapéutico. Quería a toda costa volver a experimentar todo lo que vivía cuando cometía una violación.

Se comprenderá lo difícil que resulta participar en una vida normal y rutinaria, en un trabajo que requiera concentración, unas pautas definidas. Lo cierto es que, a pesar de que existen trabajos que suponen aventuras y riesgo, son muy pocos comparados con los que resultan, por su poca excitación, intolerables para el psicópata. Esto es una desgracia para ellos y para nosotros, como futuras victimas.
Se discute con frecuencia si los psicópatas pueden ser personas idoneas para formar parte de grupos terroristas o para ser empleados como espías. Estamos seguros de que entre estas ocupaciones debe de haber sujetos con claras tendencias psicopáticas, especialmente si atendemos a la extraordinaria crueldad y futilidad de muchos de los actos perpetrados por estos últimos. Pero, ciertamente, un psicópata puro no está bien cualificado para la espera paciente y la astucia planificada, algo necesario en una organización criminal que persigue objetivos a largo plazo. La impulsividad, el vivir al limite y la asocialidad de estos sujetos no encaja bien con la sumisión y el recibir órdenes.

Falta de responsabilidad

Un psicópata puede decir que se preocupa de sus hijos, de su mujer, de sus empleados o de sus amigos, pero rara vez hallamos pruebas de esto. La razón es que las personas a su cargo son, en general, meros inconvenientes para su estilo de vida. Contrariamente a los esposos y padres responsables, la familia es, en el mejor de los casos, un lugar de descanso donde reponer fuerzas después de un periodo especialmente agitado. En el peor, un mero instrumento para obtener dinero o comodidades, sin que sea raro que las deudas se acumulen y acaben consumiendo el patrimonio familiar.
Por qué, entonces —podemos preguntar— se casa una persona así, por qué decide tener una familia?. Las razones varían, desde luego, pero, en general, la respuesta es que, cuando decidió casarse o tener hijos, en aquellos momentos era algo que servía a sus fines inmediatos, acerca de lo cual no adquirió ningún tipo de responsabilidad. Por ejemplo, casarse puede ser algo muy útil si uno quiere vivir del patrimonio de su esposa, o si se quiere disponer de una buena imagen para medrar en un determinado ambiente. Del mismo modo, los hijos pueden ser el resultado de unas relaciones sexuales sin que haya un deseo ulterior de hacerse cargo de ellos.
Sencillamente, a los psicópatas les trae sin cuidado las consecuencias negativas de sus actos en los demás. Así, conducen de modo temerario. O se juegan todo el dinero en una noche, o no toman ninguna precaución para no contagiar a sus parejas, a pesar de conocer que poseen el virus del sida.
Esta falta de responsabilidad se extiende a los compromisos adquiridos con el sistema de justicia. Los permisos penitenciarios, la libertad condicional, y otras formas de medidas penitenciarias que implican cumplir con una serie de reglas, son oportunidades para fugarse o cometer nuevos delitos. Un ejemplo notable fue Antonio Anglés, el cual, fugado al disfrutar un permiso, asesinó junto con Miguel Ricart a tres jóvenes de Alcasser.
Determinados jóvenes pueden percibir sus obligaciones de hijos como algo muy desagradable. En Benijófar, Alicante, un adolescente mató a sus padres a sangre fría para librarse de injerencias que el juzgó abusivas.

Problemas precoces de conducta

Muchos psicópatas empiezan su carrera de abusos en la infancia. Es fácil ver en ellos conductas habituales de mentir, engañar, originar incendios, tomar drogas y alcohol, vandalismo, violencia hacia sus compañeros, una sexualidad precoz y fugas del hogar y de la escuela.
Por supuesto, los criminólogos saben que esas acciones son habituales, de forma aislada, en muchos jóvenes, y de modo mas intenso en niños que han crecido en ambientes negativos o con padres, a su vez, que les han maltratado. Los niños que luego serán psicópatas, sin embargo, exhiben estos signos precoces de destrucción de modo mas persistente y violento, y acompañan estas hazañas sin que parezca que haya pena o lamento alguno cuando son enfrentados a los hechos. No obstante, aparecen con mayor claridad, por efecto de contraste, las tendencias psicopáticas en aquellos niños que proceden de buenos ambientes. Cuyas condiciones de vida difícilmente parecen suscitar tales comportamientos.
Sorprende en la niñez de estos chicos su percepción positiva de actos crueles hacia otros niños o animales. Esta capacidad de sentir satisfacción a partir de emociones negativas —el sufrimiento de los otros— hace que sus actos parezcan sorprendentes ante aquellas personas que no les conocen bien. «Me parece increíble que pudiera hacer una cosa así», se puede escuchar frecuentemente en boca de atónitos conocidos y vecinos de un psicópata que acaba de ser identificado por la justicia. Pero no es algo que haya surgido de la nada; quizás el paso al acto, la comisión de un crimen violento, no se produce hasta bien entrada la madurez del sujeto, pero su personalidad, sin embargo, estaba ya conteniendo desde edades tempranas, la semilla de esa capacidad destructiva. Que surja la violencia en la preadolescencia o la juventud, o bien se demore hasta los años adultos, es algo que, probablemente, tenga mucho que ver con el ambiente donde se lleve a cabo su socialización. Ambientes criminógenos estimularán, con toda probabilidad, desde los diez o doce años, actos antisociales y un claro desafío a las normas, por el contrario, en medios sociales más benévolos la manipulación y la violencia pueden tardar en hacerse más obvios, y no suponer una violación tan flagrante de las leyes.
En todo caso, es muy probable que los sujetos que exhiban de modo intenso este componente de comportamiento de la psicopatía causen auténticos estragos en la relación con los demás, conduciendo a la miseria a muchas personas (padres, hermanos, novias) que se interesan por él.

Conducta antisocial adulta

Como se ha comentado en otros lugares, los psicópatas no tienen por qué ser delincuentes, si bien es muy probable que sean responsables de muchos actos colindantes con el delito, o inclusive de actos que constituyen delitos, sólo que son acciones —engaños a Hacienda, pequeños devaneos con el tráfico de droga, graves infracciones del código de circulación, etcétera— que, normalmente, quedan sin descubrir o sancionar. A esta lista podríamos añadir el abuso físico y psicólogico contra mujeres y niños, lo que, desgraciadamente, sigue siendo algo difícil de controlar en nuestra sociedad.
Pero no cabe duda de que, si existe una «personalidad criminal», ésta se encuentra en los rasgos de la psicopatía. Nadie como él está tan capacitado para quebrar las leyes, para ser violento por el solo prurito de lograr el control de la situación, para engañar sin que importen las consecuencias. Cuando son delincuentes, son muy versátiles y, en muchas ocasiones, no se detienen ante el hecho de estar en prisión, sino que, en el centro penitenciario, siguen extorsionando o agrediendo, tratando de obtener ventajas de cualquier situación.
Los psicópatas son los mejor preparados para acometer las empresas criminales mas absurdas, sin ganancia aparente. También los más cualificados para ser gratuitamente violentos. Pero no todos los actos excesivamente violentos son obra de los psicópatas. Los esquizofrénicos paranoicos pueden ser muy peligrosos y ser responsables de asesinatos atroces sin ningún sentido... salvo el que dicta su enfermedad. En otras ocasiones, la violencia surge de vendetas mafiosas, y aquí se impone el código mafioso, algo estrictamente «comercial». O también la pasión ciega de un amante despechado...

Teniendo en cuenta lo anterior se puede decir lo siguiente sobre los psicópatas:

1. Son capaces de sentir miedo o ansiedad en menor medida que los delincuentes comunes o que los sujetos que no son psicópatas, ya sea por una menor sensibilidad ante esa emoción o porque tienen la posibilidad de protegerse mentalmente frente a esa experiencia.
2. Tienen grandes dificultades para reconocer el valor emocional de los estímulos, ya sean estos palabras o imágenes.
3. Cuando se enfrentan a tareas de comprensión emocional han de invertir más energía psíquica para procesar esa información que los no psicópatas.
4. La valoración emocional que hacen de las ideas es muchas veces errónea; así, las ideas que suscitan emociones positivas en sujetos no psicópatas son valoradas de modo negativo, y viceversa.
5. Su empleo del lenguaje indica dificultades para exponer los argumentos sin desvíos o incoherencias sustanciales, así como para ajustarse a las inflexiones emocionales de sus interlocutores.
6. Se han detectado anómalas en el modo en que el cerebro procesa la información emocional de acuerdo con la división entre los dos hemisferios cerebrales.

El resultado de todo lo anterior es que hay un déficit básico en el pensamiento del psicópata. Éste tiene dificultades para asimilar la información emocional que viene del mundo, y puede ocurrir que esa menor capacidad sea mas profunda ante estímulos negativos (que provocarían ansiedad en personas normales) que positivos. En todo caso, su lenguaje y su comportamiento revelan que hay dos profundas disociaciones. En primer lugar, cuando el psicópata se expresa, sus opiniones carecen del fundamento de la experiencia emocional. Hablan «de oído». Su razonamiento carece del fondo emocional que produce un juicio veraz: el sentimiento está disociado del razonamiento. En segundo lugar, su juicio esta disociado de su conducta; esto es, lo que hacen muchas veces no guarda ninguna relación con la valoración que han hecho previamente de la situación.
Los psicópatas se saben «la teoría» de la vida. Pero cuando han de demostrar «la práctica», su profunda insensibilidad emocional les hace fracasar.
Existe una expresión que ha alcanzado una gran popularidad en estos últimos años; se trata de la «inteligencia emocional». Este término es relevante aquí, porque une lo cognitivo con lo afectivo, y nos sirve para entender mejor cual es el sentido real del déficit que presentan los psicópatas. Este concepto fue acuñado por los psicólogos Peter Salovey y John Mayer, y lo definen como aquella inteligencia que implica «la habilidad de manejar los sentimientos y emociones propias y de los de las otras personas, de discriminar entre ellos y de utilizar esta información para guiar los pensamientos y acciones de uno mismo». La inteligencia emocional se relaciona con la conducta prosocial o beneficiosa para los demás en la medida en que, según Goleman, la capacidad de controlar los impulsos constituye el fundamento de la voluntad y del carácter. El control de los impulsos no puede realizarse sin regular nuestras emociones y sin reconocer las emociones de los otros, es decir, sin empatía. En la medida en que la persona sea más inteligente emocionalmente, comprenderá mejor la situación del otro y estará más orientado a actuar en consecuencia.
Los psicópatas son estúpidos si evaluamos su inteligencia emocional.

Un ejemplo de personaje público con rasgos psicopáticos: Picasso

Picasso es uno de los genios del siglo xx. ¿Quien puede discutir esta afirmación? Pero también es un ejemplo de que la virtud artística puede ir reñida con la virtud moral. Ello es mucho más evidente en Picasso que en Sade, ya que éste tenía poco de filósofo, por más que «la vanguardia» haya querido que comulgáramos con ruedas de molino. Picasso es un artista con mayúsculas, un pintor a todas luces extraordinario. Pero su vida presenta aspectos tan rayanos con la psicopatía, que no podemos menos que resaltarlo aquí.
Se ha discutido mucho la relación entre el arte, el genio y la crueldad o la violencia, así como lo extravagante. Es esta una discusión inacabable que ofrece pocos resultados concluyentes. Sabemos que el hombre creativo ha de ser capaz de ser transgresor, pero en modo alguno ello exige maltratar a los otros, especialmente si hay ensañamiento o sadismo. Uno es capaz de entender cierto despotismo, un carácter voluble y caprichoso, un animo irritable, una vida solitaria o llena de gente que busca favores... pero nos cuesta comprender que el genio precise del averno.
Howard Gardner, el psicólogo que está estudiando con mayor brillantez diversas facetas de creatividad y liderazgo en el hombre contemporaneo ha dedicado un capítulo de uno de sus libros a Picasso. Allí él, en efecto, parece vislumbrar una relación entre el arte y la vida personal del pintor: «La relación entre el caos de la vida personal de Picasso y su continuada fecundidad artística merece comentario. Uno puede ver en la vida de Picasso no solo un sucederse continuo de nuevas casas, amantes, hijos y escapadas de verano, sino tambien un fluir constante de estilos nuevos y definitorias (…) Aun cuando uno resista al impulso de percibir una relación exacta entre los hitos de la vida personal de Picasso y los desarrollos de la vida artística, Picasso prosperó, en cierto sentido, a partir de una vida sembrada de embrollos complicados y acusadas discontinuidades».
Claro está, que «prosperar a partir de embrollos y complicaciones» no puede convertirse en un axioma para la creatividad artística. No se conoce que Chopin fuera cruel. O que Dickens haya sido un monstruo egocéntrico. Otra cuestión es si el sujeto artista decide emplear las tendencias de su personalidad como modo de espolear su motivación artística. Pero, en tal caso, es una elección tan marcada por el egoísmo como el rechazar las caricias de un hijo. No importa que el resultado sea una obra de arte.
De acuerdo a Gardner, Picasso coloco el egocentrismo y la crueldad como ejes de su relación con los demás. Sólo se rodeaba de quienes le halagaban y estuvieran dispuestos a servirle, «aun cuando el se reservaba el derecho de tratarles como le viniera en gana, de enfrentarlos despiadadamente unos contra otros, y de echarlos o apartarlos de si a su antojo. Era sádico y podría maltratar físicamente a quienes le amaban».
El sadismo no es un rasgo especialmente aconsejable pero en Picasso hemos de añadir otra cualidad negativa: a su lado las mujeres «tenían un amargo destino: la locura o la muerte. Su primera mujer, Olga, se volvió loca y murió en 1955. Su amante, Marie Therese, se ahorcó en 1977; otra amante, Dora Marr, sufrió una crisis nerviosa. Su nieto se suicidó bebiendo lejía cuando no se le permitió asistir al funeral de Picasso. Su segunda mujer, Jacqueline se mató de un disparo después de preparar una exposición de Picasso.
Y a sus amigos o conocidos masculinos tampoco les fueron las cosas muy bien. Picasso fingió no conocer a Apollinaire (un promotor de su obra) cuando éste fue acusado sin fundamento de un crimen. Tampoco salió en auxilio del escritor Max Jacob, al que había tratado durante cuarenta años, cuando fue arrestado y enviado a un campo de concentración. No se recataba a la hora de seducir a las amantes y mujeres de sus amigos. Participó en intrigas para acabar con el prestigio profesional de otro pintor extraordinario, Juan Gris. Cuando su marchante Hahnweiler perdió todo su dinero en la guerra de 1914, Picasso sencillamente le dejó de lado.
La manipulación, el utilizar a la gente como medios para lograr fines, también aparece en la vida de Picasso. Su amigo Sabartes dijo: «Picasso escoge los amigos como escoge los colores cuando pinta un cuadro, cada uno a su debido momento y para un propósito concreto».
El análisis que realiza Gardner de Picasso, sin embargo, encuentra cuatro relaciones que suponen excepciones a la explotación humana, lo que nos sitúa a Picasso no como un psicópata perfecto, pero sí como alguien que supo hacer de la pintura un logro extraordinario al tiempo que destruía o dañaba de modo grave las vidas de muchas personas.

He aquí algunos de los comportamientos más esperables del psicópata en una relación de convivencia. No todos los psicópatas son iguales. Hay muchas circunstancias que los hacen diferentes. Dentro de la «vida convencional», sin embargo, hay también diferencias significativas, en especial según sean del tipo «parásitos» o del tipo «posesivos». A continuación las actitudes y comportamientos mas frecuentes.

a) Desapego hacia los niños o educación muy punitiva.
b) Exigencias irracionales.
c) Comportamiento errático.
d) Puede ser violento, de palabra u obra.
e) Miente habitualmente.
f) Suele ser un parásito.
g) Puede abusar del alcohol o de Las drogas.
h) No tiene amigos, sólo conocidos.
i) Es muy difícil de conocer.
h) Te manipulará.
j) Te hará bajar a los infiernos.

Criterios para el niño preadolescente

En los años de la preadolescencia, entre los 7-8 años y los 12-14. ¿Diríamos nosotros que nuestro hijo, habitualmente, se caracteriza por...?:

1. Alardear de modo ostensible de sus logros.
2. Enojarse cuando se le corrige.
3. Pensar que él es más importante que los demás.
4. Actuar sin pensar.
5. Culpar a otros por sus propios errores.
6. Molestar (burlarse) a otras personas.
7. Meterse en situaciones de mucho riesgo o peligro.
8. Cometer actos ilegales.
9. No mantener sus amistades.
10. Aburrirse facilmente.
11. Despreocuparse por el rendimiento en la escuela.
12. No sentirse culpable o «malo» por algo que ha hecho.
13. Tener emociones superficiales, como forzadas.
14. No mostrar emociones.
15. Actuar de forma amable, pero sin que parezca sincero.
16. No preocuparse por los sentimientos de los demás.

Los primeros diez puntos son típicos de chicos que se implican en actos antisociales, y que suelen proceder de barrios pobres, con familias que no se preocupan demasiado de sus hijos. La mayoría de estos niños no desarrollarán una psicopatía; dependiendo de la extensión de estas conductas y del apoyo que encuentren en su vida, serán capaces de integrarse en la sociedad o, al contrario, serán clientes habituales de las listas del paro y de la policía. Sin embargo, no conviene olvidar que también hay chicos de clase media y alta que exhiben estas conductas irresponsables y alocadas; son aquellos casos en que sus padres han estado demasiado ocupados para preocuparse de ellos o no han sabido como atenderles.
Los seis puntos restantes se relacionan con los anteriores, pero no tienen por qué ir unidos: cuando los primeros criterios —que podemos denominar «conducta impulsiva e irresponsable»— se suman a estos seis, hay muchas probabilidades de que podamos identificar al niño como un claro candidato a la psicopatía. La razón es que estos seis puntos incluyen lo que podríamos denominar el núcleo de la personalidad psicopática: falta de sentimiento de culpa, insensibilidad emocional y despreocupación por el bienestar de los otros.
Muchos de los niños que muestran impulsividad e irresponsabilidad no presentan aspectos de dureza emocional (al menos de un modo intenso), pero la mayoría de los que presentan dureza emocional también muestran conducta impulsiva e irresponsable. De lo anterior podemos concluir que cuantos más criterios cumpla un chico peor será su pronóstico.

domingo, 18 de agosto de 2013

Claudio Rodríguez


Nace en Zamora el 30 de enero de 1934. Estudió primaria en la escuela de Los Bolos y bachillerato en el Instituto Claudio Moyano. En 1952 se traslada a Madrid para cursar Filosofía y Letras en la Universidad Central. Se licenció en la sección de Filología Románica, en 1957. Aunque sus compañeros de instituto le recuerdan por su toque de balón como futbolista, en 1948 escribe sus primeras composiciones poéticas, y en 1949 en el diario El Correo de Zamora, publica su primer poema, Nana de la Virgen María. En 1951 empiezan a nacer los primeros versos de Don de la ebriedad, una obra que impresiona a Vicente Aleixandre, con el que luego Claudio Rodríguez mantendría una estrecha e íntima amistad. Hasta 1958 no publicará su siguiente libro de poemas, Conjuros, y entremedias conoce a Blas de Otero en 1954 (con el que frecuenta el Duero y las tabernas de la ciudad). Con la ayuda inicial de Dámaso Alonso y Vicente Aleixandre viajó a Inglaterra. Allí fue lector de español, primero en Nottingham y luego en Cambridge. Estuvo entre 1958 y 1964, y allí escribió su tercer libro, Alianza y condena. En 1976 publicará su cuarto libro, El vuelo de la celebración, y en 1983 se edita Desde mis poemas, un libro recopilatorio de toda su obra y por el que recibe el Premio Nacional de Literatura. Dos años después en 1985, aparece Reflexiones sobre mi poesía, y en 1986 recibe el premio de las Letras de Castilla y León. En 1987 fue elegido miembro de número de la Real Academia Española de la Lengua para ocupar el sillón I, sustituyendo a Gerardo Diego. Fue nombrado Hijo Predilecto de la Ciudad de Zamora (1989) y ya en 1991 publica su último libro de poemas, Casi una leyenda. El 28 de mayo de 1993 recibió el Premio Príncipe de Asturias de las Letras. Murió en Madrid el 22 de julio de 1999. Además recibió: el premio Adonais (1953); el Premio de la Crítica(1966) y el Reina Sofía de Poesía(1993).


Don de la ebriedad
A mi madre 

LIBRO PRIMERO

I
Siempre la claridad viene del cielo;
es un don: no se halla entre las cosas
sino muy por encima, y las ocupa
haciendo de ello vida y labor propias.
Así amanece el día; así la noche
cierra el gran aposento de sus sombras.
Y esto es un don. ¿Quien hace menos creados
cada vez a los seres? ¿Qué alta bóveda
los contiene en su amor? ¡Si ya nos llega
y es pronto aún, ya llega a la redonda
a la manera de los vuelos tuyos
y se cierne, y se aleja y, aún remota,
nada hay tan claro como sus impulsos!
Oh, claridad sedienta de una forma,
de una materia para deslumbrarla
quemándose a sí misma al cumplir su obra.
Como yo, como todo lo que espera.
Si tú la luz te la has llevado toda,
¿como voy a esperar nada del alba?
Y, sin embargo —esto es un don—, mi boca
espera, y mi alma espera, y tú me esperas,
ebria persecución, claridad sola
mortal como el abrazo de las hoces,
pero abrazo hasta el fin que nunca afloja.

II
Yo me pregunto a veces si la noche
se cierra al mundo para abrirse o si algo
la abre tan de repente que nosotros
no llegamos a su alba, al alba al raso
que no desaparece porque nadie
la crea: ni la luna, ni el sol claro.
Mi tristeza tampoco llega a verla
tal como es, quedándose en los astros
cuando en ellos el día es manifiesto
y no revela que en la noche hay campos
de intensa amanecida apresurada
no en germen, en luz plena, en albos pájaros.
Algún vuelo estará quemando el aire,
no por ardiente sino por lejano.
Alguna limpidez de estrella brane
los pinos, brunirá mi cuerpo al cabo.
¿Que puedo hacer sino seguir poniendo
la vida a mil lanzadas del espacio?
Y es que en la noche hay siempre un fuego oculto,
un resplandor aúreo, un día vano
para nuestros sentidos, que gravitan
hacia arriba y no ven ni oyen abajo.
Como es la calma un yelmo para el río
así el dolor es brisa para el álamo.
Así yo estoy sintiendo que las sombras
abren su luz, la abren, la abren tanto,
que la mañana surge sin principio
ni fin, eterna ya desde el ocaso.

III
La encina, que conserva más un rayo
de sol que todo un mes de primavera,
no siente lo espontáneo de su sombra,
la sencillez del crecimiento; apenas
si conoce el terreno en que ha brotado.
Con ese viento que en sus ramas deja
lo que no tiene música, imagina
para sus sueños una gran meseta.
Y con qué rapidez se identifica
con el paisaje, con el alma entera
de su frondosidad y de mi mismo.
Llegaría hasta el cielo si no fuera
porque aún su sazón es la del árbol.
Días habrá en que llegue. Escucha mientras
el ruido de los vuelos de las aves,
el tenue del pardillo, el de ala plena
de la avutarda, vigilante y claro.
Asi estoy yo. Que encina, de madera
más oscura quizá que la del roble,
levanta mi alegria, tan intensa
unos momentos antes del crepúsculo
y tan doblada ahora. Como avena
que se siembra a voleo y que no importa
que caiga aquí o allí si cae en tierra,
va el contenido ardor del pensamiento
filtrándose en las cosas, entreabriéndolas,
para dejar su resplandor y luego
darle una nueva claridad en ellas.
Y es cierto, pues la encina ¿qué sabria
de la muerte sin mi?. ¿Acaso es cierta
su intimidad, su instinto, lo espontaneo
de su sombra mas fiel que nadie? ¿Es cierta
mi vida asi, en sus persistentes hojas
a medio descifrar la primavera?

IV
Asi el deseo. Como el alba, clara
desde la cima y cuando se detiene
tocando con sus luces lo concreto
recién oscura, aunque instantáneamente.
Después abre ruidosos palomares
y ya es un día más. ¡oh, las rehenes
palomas de la noche conteniendo
sus impulsos altísimos! Y siempre
como el deseo, como mi deseo.
Vedle surgir entre las nubes, vedle
sin ocupar espacio deslumbrarme.
No está en mi, está en el mundo, está ahí enfrente.
Necesita vivir entre las cosas.
Ser añil en los cerros y de un verde
prematuro en los valles. Ante todo,
como en la vaina el grano, permanece
calentando su albor enardecido
para después manifestarlo en breve
más hermoso y radiante. Mientras, queda
limpio sin una brisa que lo aviente,
limpio deseo cada vez mas mío,
cada vez menos vuestro, hasta que llegue
por fin a ser mi sangre y mi tarea,
corpóreo como el sol cuando amanece.

V
Cuando hablaré de ti sin voz de hombre
para no acabar nunca, como el río
no acaba de contar su pena y tiene
dichas ya más palabras que yo mismo.
Cuando estaré bien fuera o bien en lo hondo
de lo que alrededor es un camino
limitándome, igual que el soto al ave.
Pero, ¿seré capaz de repetirlo?.
Este rayo de sol, que es un sonido
en el órgano, vibra con la música
de noviembre y refleja sus distintos
modos de hacer caer las hojas vivas.
Porque no solo el viento las cae, sino
también su gran tarea, sus vislumbres
de un otoño esencial. Si encuentra un sitio
rastrillado, la nueva siembra crece
lejos de antiguos brotes removidos;
pero siempre le sube alguna fuerza,
alguna sed de aquellos, algún limpio
cabeceo que vuelve a dividirse
y a dar olor al aire en mil sentidos.
Cuándo hablaré de ti sin voz de hombre.
Cuando. Mi boca sólo llega al signo,
sólo interpreta muy confusamente.
Y es que hay duras verdades de un continuo
crecer, hay esperanzas que no logran
sobrepasar el tiempo y convertirlo
en seca fuente de llanura, como
hay terrenos que no filtran el limo.

VI
Las imágenes, una que las centra
en planetaria rotación, se borran
y suben a un lugar por sus impulsos
donde al surgir de nuevo toman forma.
Por eso yo no sé cuáles son éstas.
Yo pregunto qué sol, qué brote de hoja
o qué seguridad de la caída
llegan a la verdad, si está más próxima
la rama del nogal que la del olmo,
mas la nube azulada que la roja.
Quizá, pueblo de llamas, las imágenes
enciendan doble cuerpo en doble sombra.
Quizá algún día se hagan una y baste.
¡Oh, regio corazón como una tolva,
siempre clasificando y triturando
los granos, las semillas de mi corta
felicidad! Podrian reemplazarme
desde allí, desde el cielo a la redonda,
hasta dejarme muerto a fuerza de almas,
a fuerza de mayores vidas que otras
con la preponderancia de su fuego
extinguiéndolas: tal a la paloma
lo retráctil del águila. Misterio.
Hay demasiadas cosas infinitas.
Para culparme hay demasiadas cosas.
Aunque el alcohol eléctrico del rayo,
aunque el mes que hace nido y no se posa,
aunque el otoño, sí, aunque los relentes
de humedad blanca... Vienes por tu sola
calle de imagen, a pesar de ir sobre
no se qué Creador, qué paz remota...

VII
¡Sólo por una vez que todo vuelva
a dar como si nunca diera tanto!
Ritual arador en plena madre
y en pleno crucifijo de los campos,
¿tú sabias?: llegó, como en agosto
los fermentos del alba, llegó dando
desalteradamente y con qué ciencia
de la entrega, con qué verdad de arado.
Pero siempre es lo mismo: halla otro
que remover, la grama por debajo
¡Arboles de ribera lavapájaros!
En la ropa tendida de la nieve
queda pureza por lavar. ¡Ovarios
trémulos! Yo no alcanzo lo que basta,
lo indispensable para mis dos manos.
Antes irá su lunación ardiendo,
humilde como el heno en un establo.
Si nos oyeran... Pero ya es lo mismo.
¿Quién ha escogido a este arador, clavado
por ebria sembradura, pan caliente
de citas, surco a surco y grano a grano?
Abandonado así a complicidades
de primavera y horno, a un legendario
don, y la altaneria de mi caza
librando esgrima en pura señal de astros.
¡Sólo por una vez que todo vuelva
a dar como si nunca diera tanto!

VIII
No porque llueva seré digno. ¿Y cuándo
lo seré, en qué momento? ¿Entre la pausa
que va de gota a gota? Si llegases
de súbito y al par de la mañana,
al par de este creciente mes, sabiendo,
como la lluvia sabe de mi infancia,
que una cosa es llegar y otra llegarme
desde la vez aquella para nada...
Si llegases de pronto, ¿qué diria?
Huele a silencio cada ser y rápida
la vision cae desde altas cimas siempre.
Como el mantillo de los campos, basta,
basta a mi corazón ligera siembra
para darse hasta el limite. Igual basta,
no sé por que, a la nube. Que eficacia
la del amor. Y llueve. Estoy pensando
que la lluvia no tiene sal de lagrimas.
Puede que sea ya un poco mas digno.
Y es por el sol, por este viento, que alza
la vida, por el humo de los montes,
por la roca, en la noche aún mas exacta,
por el lejano mar. Es por lo único
que purifica, por lo que nos salva.
Quisiera estar contigo no por verte
sino por ver lo mismo que tú, cada
cosa en la que respiras como en esta
lluvia de tanta sencillez, que lava.

IX
Como si nunca hubiera sido mía,
dad al aire mi voz y que en el aire
sea de todos y la sepan todos
igual que una mañana o una tarde.
Ni a la rama tan sólo abril acude
ni el agua espera sólo el estiaje
¿Quién podría decir que es suyo el viento,
suya la luz, el canto de las aves
en el que esplende la estación, más cuando
llega la noche y en los chopos arde
tan peligrosamente retenida?
¡Que todo acabe aquí, que todo acabe
de una vez para siempre! La flor vive
tan bella porque vive poco tiempo
y, sin embargo, cómo se da, unánime,
dejando de ser flor y convirtiéndose
en ímpetu de entrega. Invierno, aunque
no esté detrás la primavera, saca
fuera de mí lo mío y hazme parte,
inútil polen que se pierde en tierra
pero ha sido de todos y de nadie.
Sobre el abierto páramo, el relente
es pinar en el pino, aire en el aire,
relente sólo para mí sequía.
Sobre la voz que va excavando un cauce
qué sacrilegio este del cuerpo, este
de no poder ser hostia para darse.



Conjuros
Para Vicente Aleixandre

LIBROPRIMERO

A la respiración en la llanura


¡Dejad de respirar y que os respire
la tierra, que os incendie en sus pulmones
maravillosos! Mire
quien mire, ¿no verá
un rastro como de aire que se alienta?
Sería natural aquí la muerte.
No se tendría en cuenta
como la luz, como el espacio. ¡Muerte
con sólo respirar! Fuera de día
ahora y me quedaría sin sentido
en estos campos, y respiraría
hondo como estos árboles, sin ruido.
Por eso la mañana aún es un vuelo
creciente y alto sobre
los montes, y un impulso a ras del suelo
que antes de que se efunda y de que cobre
forma ya es surco para el nuevo grano.
Oh, mi aposento. Que riego del alma
éste con el que doy mi vida y gano
tantas vidas hermosas. Tened calma
los que me respiráis, hombres y cosas.
Soy vuestro. Sois también vosotros míos.
Cómo aumentan las rosas
su juventud al entregarse. ¡Abríos
a todo! El heno estalla en primavera,
el pino da salud con su olor fuerte.
¡Qué hostia la del aliento, qué manera
de crear, qué taller claro de muerte!
No sé cómo he vivido
hasta ahora ni en qué cuerpo he sentido
pero algo me levanta al día puro,
me comunica un corazón inmenso,
como el de la meseta, y mi conjuro
es el del aire, tenso
por la respiración del campo henchida
muy cerca de mi alma en el momento
en que pongo la vida
al voraz paso de cualquier aliento.



A las puertas de la ciudad

Voy a esperar un poco
a que se ponga el sol, aunque estos pasos
se me vayan allí, hacia el baile mío,
hacia la vida mía. Tantos años
hice buena pareja con vosotros,
amigos. Y os dejé, y me fui a mi barrio
de juventud creyendo
que allí estaría mi verbena en vano.
¡Si creí que podíais seguir siempre
con la seca impiedad, con el engaño
de la ciudad a cuestas!. ¡Si creía
que ella, la bien cercada, mal cercado
os tuvo siempre el corazón, y era
todo sencillo, todo tan a mano
como el alzar la olla, oler el guiso
y ver que esta en su punto!. ¡Si era claro:
tanta alegria por tan poco costo
era verdad, era verdad! Ah, cuando
me daré cuenta de que todo es simple.
¿Qué estaba yo mirando
que no lo vi?. ¿Qué hacía tan tranquila
mi juventud bajo el inmenso arado
del cielo si en cualquier parte, en la calle,
se nos hincaba, hacía su trabajo
removiéndonos hondo a pesar nuestro?
Años y años confiando
en nuestros pobres laboreos, como
si fuera nuestra la cosecha, y cuánto,
cuánto granar nos iba
cerniendo la azul criba del espacio,
el blanco harnero de la luz. Si, nada,
nada era nuestro ya: todo nuestro amo.
Como el Duero en abril entra en la casa
del hombre y allí suena, allí va dando
su eterna empresa y su labor, y, entonces,
¿qué se podría hacer: ponerse a salvo
con el río a la puerta,
vivir como si no entrara hasta el cuarto,
hasta el mas simple adobe el puro riego
de la tierra y del mundo? Y bien, al cabo
así nosotros, ¿qué otra cosa haríamos
sino tender nuestra humildad al raso,
secar al sol nuestra alegría, ¿vuestra
sola camisa limpia para siempre?.
Basta de hablar en vano
que hoy debo hacer lo que debí haber hecho.
Perdón si antes no os quise dar la mano
pero yo que sabía. Vuelvo alegre
y esta calma de puesta da a mis pasos
el buen compás, la buena
marcha hacia la ciudad de mis pecados.
¡de par en par las puertas!. Voy. Y entro
tan seguro, tan llano
como el que barbechó en enero y sabe
que la tierra no falla, y un buen día
se va tranquilo a recoger su grano.



Al ruido del Duero

Y como yo veía
que era tan popular entre las calles
pasé el puente y, adiós, deje atrás todo.
Pero hasta aquí me llega, quitádmelo, estoy siempre
oyendo el ruido aquel y subo y subo,
ando de pueblo en pueblo, pongo el oido
al vuelo del pardal, al sol, al aire,
yo que sé, al cielo, al pecho de las mozas
y siempre el mismo son, igual mudanza.
¿Qué sitio este sin tregua?. ¿Qué hueste, qué altas lides
entran a saco en mi alma a todas horas,
rinden la torre de la enseña blanca,
abren aquel portillo, el silencioso,
el nunca falso?. Y eres
tú, música del río, aliento mío hondo,
llaneza y voz y pulso de mis hombres.
Cuanto mejor seria
esperar. Hoy no puedo, hoy estoy duro
de oido tras los años que he pasado
con los de mala tierra. Pero he vuelto.
Campo de la verdad, ¿qué traición hubo?
¡Oid cómo tanto tiempo y tanta empresa
hacen un solo ruido!
¡Oid cómo hemos tenido día tras día
tanta pureza al lado nuestro, en casa,
y hemos seguido sordos!
¡Ya ni esta tarde más! Sé bienvenida,
mañana. Pronto estoy: sedme testigos
los que aún oís. Oh, río,
fundador de ciudades,
soñando en todo menos en tu lecho,
haz que tu ruido sea nuestro canto,
nuestro taller en vida. Y si algún día
la soledad, el ver al hombre en venta,
el vino, el mal amor o el desaliento
asaltan lo que bien has hecho tuyo,
ponte como hoy en pie de guerra, guarda
todas mis puertas y ventanas como
tú has hecho desde siempre,
tú, a quien estoy oyendo igual que entonces,
tú, río de mi tierra, tu, río Duradero.



Primeros fríos

¿Quién nos calentara la vida ahora
si se nos quedó corto
el abrigo de invierno?
¿Quién nos dará para comprar castañas?
Allí sale humo, corazón, no a todos
se les mojó la leña.
Y hay que arrimar el alma,
hay que ir allí con pié casero y llano
porque hoy va a helar, ya hiela.
Amaneció sereno y claro el día.
¡Todas a mí mis plazas, mis campanas,
mis golondrinas! ¡Toda a mí mi infancia
antes de que esté lejos! Ya es la hora,
jamás desde hoy podré estar a cubierto.
¡Dadme el aliento hermoso,
alzad las faldas y escarbad el cisco
la vida, en la Camilla en paz, en esta
Camilla madre de la tierra! Pero,
¿a qué esperamos? ¡Pronto,
como en el juego aquel del soplavivo
corra la brasa, corra
de mano en mano el fiel calor del hombre!
El que se queme perderá. Yo pierdo.
Asi ha pasado el tiempo
y el invierno se me ha ido echando encima.
Hoy sólo espero ya estar en la casa
de la que sale el humo,
lejos de la ciudad, allí, adelante...
Y ahora que cae el día
y en su zaguan oscuro se abre paso
el blanco pordiosero de la niebla,
adiós, adiós. Yo siempre
busqué vuestro calor. ¡Raza nocturna,
sombrío pueblo de perenne invierno!
.iDónde está el corazón, dónde la lumbre
que yo esperaba?. Cruzaré estas calles
y adiós, adiós. ¡Pero si yo la he visto,
si he sentido en mi vida
vuestra llama!
¡Si he visto arder en el hogar la piña
de oro!
Sólo era vuestro frio. ¡Y quiero, quiero
irme allí! Pero ahora
ya para qué. Cuando iba a calentarme
ha amanecido.



Alto jornal

Dichoso el que un buen día sale humilde
y se va por la calle, como tantos
días más de su vida, y no lo espera
y, de pronto, ¿qué es esto?, mira a lo alto
y ve, pone el oido al mundo y oye,
anda, y siente subirle entre los pasos
el amor de la tierra, y sigue, y abre
su taller verdadero, y en sus manos
brilla limpio su oficio, y nos lo entrega
de corazón porque ama, y va al trabajo
temblando como un niño que comulga
más sin caber en el pellejo, y cuando
se ha dado cuenta al fin de lo sencillo
que ha sido todo, ya el jornal ganado,
vuelve a su casa alegre y siente que alguien
empuña su aldabón, y no es en vano.



Pinar amanecido

Viajero, tú nunca
te olvidarás si pisas estas tierras
del pino.
Cuánta salud, cuánto aire
limpio nos da. ¿No sientes
junto al pinar la cura,
el claro respirar del pulmón nuevo,
el fresco riego de la vida? Eso
es lo que importa. ¡Pino piñonero,
que llegue a la ciudad y sólo vea
la cercanía hermosa
del hombre! ¡Todos juntos,
pared contra pared, todos del brazo
por las calles
esperando las bodas
de corazón!
¡Que vea, vea el corro
de los niños, y oiga
la alegría!
¡Todos cogidos de la mano, todos
cogidos de la vida
en torno
de la humildad del hombre!
Es solidaridad. Ah, tu, paloma
madre: mete el buen pico,
mete el buen grano hermoso
hasta el buche a tus crías.
Y ahora, viajero,
al cantar por segunda vez el gallo,
ve al pinar y allí espérame.
Bajo este coro eterno
de las doncellas de la amanecida,
de los fiesteros mozos del sol cárdeno,
tronco a tronco, hombre a hombre,
pinar, ciudad, cantemos:
que el amor nos ha unido
pino por pino, casa
por casa.
Nunca digamos la verdad en esta
sagrada hora del día.
Pobre de aquél que mire
y vea claro, vea
entrar a saco en el pinar la inmensa
justicia de la luz, esté en el sitio
que a la ciudad ha puesto la audaz horda
de las estrellas, la implacable hueste
del espacio.
Pobre de aquél que vea
que lo que une es la defensa, el miedo.
¡Un paso al frente el que ose
mirar la faz de la pureza, alzarle
la infantil falda casta
a la alegría!
Que sutil añagaza, ruin chanchullo,
bien adobado cebo
de la apariencia.
¡Dónde el amor, dónde el valor, sí, dónde
la compañía? Viajero,
sigue cantando la amistad dichosa
en el pinar amaneciente. Nunca
creas esto que he dicho:
canta y canta. Tú, nunca
digas por estas tierras
que hay poco amor y mucho miedo siempre.



Cáscaras

I
El nombre de las cosas, que es mentira
y es caridad, el traje
que cubre el cuerpo amado
para que no muramos por la calle
ante él, las cuatro copas
que nos alegran al entrar en esos
edificios donde hay sangre y hay llanto,
hay vino y carcajadas,
el precinto y los cascos,
la cautela del sobre, que protege
traición o amor, dinero o trampa,
la inmensa cicatriz que oculta la honda herida,
son nuestro ruin amparo.
Los sindicatos, las cooperativas,
los montepios, los concursos;
ese prieto vendaje
de la costumbre, que nos tapa el ojo
para que no ceguemos,
la vana golosina de un día y otro dia
templándonos la boca
para que el diente no busque la pulpa
fatal, son un engaño
venenoso y piadoso. Centinelas
vigilan. Nunca, nunca
darán la contraseña que conduce
a la terrible munición, a la verdad que mata.

II
Entre la empresa, el empresario, entre
prosperidad y goce,
entre un error prometedor y otra
ciencia a destiempo,
con el duro consuelo
de la palabra, que termina en burla
o en provecho o defensa,
o en viento
enerizo, o en pura
mutilación, no en canto;
entre gente que sólo
es muchedumbre, no
pueblo, ¿dónde
la oportunidad del amor,
de la contemplación libre o, al menos,
de la honda tristeza, del dolor verdadero?
La cáscara y la máscara,
los cuarteles, los foros y los claustros,
diplomas y patentes, halos, galas,
las mas burdas mentiras:
la de la libertad, mientras se dobla
la vigilancia,
¿han de dar vida a tanta
juventud macerada, tanta fe corrompida?
Pero tú quema, quema
todas las cartas, todos los retratos,
los pajares del tiempo, la avena de la infancia.
El mas seco terreno
es el de la renuncia. Quién pudiera
modelar con la lluvia ésta de junio
un rostro, dices. Calla
y persevera, aunque
ese rostro sea lluvia,
muerde la dura cáscara,
muerde aunque nunca llegues
hasta la celda donde cuaja el fruto.


Espuma

Miro la espuma, su delicadeza
que es tan distinta a la de la ceniza.
Como quien mira una sonrisa, aquella
por la que da su vida y le es fatiga
y amparo, miro ahora la modesta
espuma. Es el momento bronco y bello
del uso, el roce, el acto de la entrega
creándola. El dolor encarcelado
del mar, se salva en fibra tan ligera;
bajo la quilla, frente al dique, donde
existe amor surcado, como en tierra
la flor, nace la espuma. Y es en ella
donde rompe la muerte, en su madeja
donde el mar cobra ser, como en la cima
de su pasión el hombre es hombre, fuera
de otros negocios: en su leche viva.
A este pretil, brocal de la materia
que es manantial, no desembocadura,
me asomo ahora, cuando la marea
sube, y allí naufrago, allí me ahogo
muy silenciosamente, con entera
aceptación, ileso, renovado
en las espumas imperecederas.



Lluvia y gracia

Desde el autobús, lleno
de labriegos, de curas y de gallos,
al llegar a Palencia,
veo a ese hombre.
Comienza a llover fuerte, casi arrecia
y no le va a dar tiempo
a refugiarse en la ciudad. Y corre
como quien asesina. Yno comprende
el castigo del agua, su sencilla
servidumbre; tan sólo estar a salvo
es lo que quiere. Por eso no sabe
que le crece como un renuevo fértil
en su respiración acelerada,
que es cebo vivo, amor ya sin remedio,
cantera rica. Y, ante la sorpresa
de tal fecundidad,
se atropella y recela;
siente, muy en lo oscuro, que está limpio
para siempre, pero él no lo resiste;
y mira, y busca, y huye,
y, al llegar a cubierto,
entra mojado y libre, y se cobija,
y respira tranquilo en su ignorancia
al ver cómo su ropa
poco a poco se seca


Noche abierta

Bienvenida la noche para quien va seguro
y con los ojos claros mira sereno el campo,
y con la vida limpia mira con paz el cielo,
su ciudad y su casa, su familia y su obra.
Pero a quien anda a tientas y ve sombra, ve el duro
ceño del cielo y vive la condena de su tierra
y la malevolencia de sus seres queridos,
enemiga es la noche y su piedad acoso.
Y aun más en este páramo de la alta Rioja
donde se abre con tanta claridad que deslumbra,
palpita tan cercana que sobrecoge, y muy
en el alma se entra, y la remueve a fondo.
Porque la noche siempre, como el fuego, revela,
refina, pule el tiempo, la oración y el sollozo,
da tersura al pecado, limpidez al recuerdo,
castigando y salvando toda una vida entera.
Bienvenida la noche con su peligro hermoso.


Un viento

Dejad que el viento me traspase el cuerpo
y lo ilumine. Viento sur, salino,
muy soleado y muy recién lavado
de intimidad y redención, y de
impaciencia. Entra, entra en mi lumbre,
ábreme ese camino
nunca sabido: el de la claridad.
Suena con sed de espacio,
viento de junio, tan intenso y libre
que la respiración, que ahora es deseo,
me salve. Ven,
conocimiento mío, a través de
tanta materia deslumbrada por tu honda
gracia.
Cuán a fondo me asaltas y me enseñas
a vivir, a olvidar,
tú, con tu clara música.
Y como alzas mi vida
muy silenciosamente,
muy de mañana y amorosamente
con esa puerta luminosa y cierta
que se me abre serena
porque contigo no me importa nunca
que algo me nuble el alma.



Cantata del miedo

I
Es el tiempo, es el miedo
los que más nos enseñan
nuestra miseria y nuestra riqueza.
Miedo encima de un cuerpo,
miedo a perderlo,
el miedo boca a boca.
Miedo al ver esta tierra
vieja y rojiza, como tantas veces,
metiendo en ella el ritmo de mi vida,
desandado lo andado,
desde Logroño a Burgos. Para que no huya,
para que no descanse y no me atreva
a declarar mi amor palpable, para
que ahora no huela
el estremecimiento, que es casi inocencia,
del humo de esas
hogueras de este otoño,
vienes tu, miedo mio, amigo mío,
con tu boca cerrada,
con tus manos tan acariciadoras,
con tu modo de andar emocionado,
enamorado, como si te arrimaras
en vez de irte.
Quiero verte la cara
con tu nariz lasciva,
y tu frente serena, sin arrugas,
agua rebelde y, fría,
y tus estrechos ojos muy negros y redondos.
Pequeño de estatura, como todos los santos,
algo caído de hombros y menudo
de voz, de brazos cortos, infantiles,
zurdo,
con traje a rayas, siempre muy de domingo,
de milagrosos gestos y de manos
de tamaño voraz.
Qué importa tu figura
si estás conmigo ahora respirando, temblando
con el viento del Este.
Y es que en el hallaríamos el suspiro inocente,
el poderío de las sensaciones,
la cosecha de la alegría junto a la
del desaliento.

II
Es el miedo, es el miedo.
Ciego guiando a otro ciego,
miedo que es el origen de la desconfianza,
de la maldad, pérdida de la fe,
burla y almena. Sí, la peor cuña:
la de la misma madera. Mas también es arcilla
mejorando la tierra.
Coge este vaso de agua y en él lo sentirás
porque el agua da miedo al contemplarla,
sobre todo al beberla, tan sencilla
y temerosa y misteriosa, y nueva, siempre.
Toca este cuerpo de mujer, y
temblar£á, al besarlo sobre todo,
porque el cuerpo da miedo al contemplarlo
y aun más si se le ama, por tan desconocido.
Y aún más si se entra en él y en él se oye
la disciplina de las estrellas,
ahí, en el sobaco sudoroso,
en los lunares centelleantes junto
al sexo.
Abre esa puerta, ciérrala:
ahí, en sus goznes, hallarás tu vida
que hoy es audacia y no
como otras veces, cobardía ante
el estéril recuerdo y el olvido,
tan adulador.
Anda por esas calles
cuando esta amaneciendo y cuando el viento
presagia lluvia, muy acompañado
de esta grisácea luz pobre de miembros
y que aún nos sobrecoge
y da profundidad a la respiración.
¿Nunca secará el sol
lo que siempre pusimos
al aire: nuestro miedo,
nuestro pequeño amor?
Tan poderoso como la esperanza
o el recuerdo, es el miedo,
no sé si oscuro o luminoso, pero
nivelando, aplomando, remontando
nuestra vida.

III
Vamos, amigo mio, miedo mio.
Mentiroso como los pecadores,
ten valor, ten valor.
Intenta seducirme
con dinero, con gestos,
con tu gracia acuciante en las esquinas
buscando ese sombrío y fervoroso
beso,
ese abrazo sin goce,
la cama que separa, como el lino,
la caña de la fibra.
Quiero verte las lagrimas
aunque sean de sidra o de vinagre,
nunca de miel doméstica.
Quiero verte las lagrimas
y quiero ver las mías,
éstas de ahora cuando te desprecio
y te canto,
cuando te veo con tal claridad
que siento tu latido que me hiere,
me acosa, me susurra, y casi me domina,
y me cura de tí, de tí, de tí.
Perdón, porque tú eres
amigo mío, compañero mío.
Tú, viejo y maldito cómplice.
¿El menos traicionero?.


Calle sin nombre

I
¿Y no hay peligro, salvación, castigo,
maleficio de octubre
tras la honda promesa de la noche,
junto al acoso de la lluvia que antes
era secreto muy fecundo y ahora me está lavando
el recuerdo, sonando sin lealtad,
enemiga serena en esta calle?
¿Y la palpitación oscura del destino,
aún no maduro hoy?
Oigo la claridad nocturna y la astucia del viento
como sediento y fugitivo siempre.
Pero ¿dónde está, dónde
ese nido secreto de alas amanecidas
de golondrinas?
Alguien me llama desde
estas ventanas esperando el alba,
desde estas casas transparentes, solas,
con destello y ceniza
y con la herencia de sus cicatrices mientras
esta puerta cerrada se hace música
esperando una mano que la abra
sin temor y sin polvo. ¿Y dónde los vecinos?

II
Está ya clareando.
Y cuando las semillas de la lluvia
fecundan el silencio y el misterio,
la espuma de la huella
sonando en inquietud, con estremecimiento,
como si fuera la primera vez
entre el aire y la luz y una caricia,
ya no importan como antes,
del contorno del hierro en los balcones,
las tejas soleadas
ni el azul mate oscuro
del cemento y del cielo.
La calle se esta alzando. ¿Y quién la pisa?
Que dejar que el paso, como el agua,
se desnude y se lave
algunas veces seco, ágil o mal templado;
otras veces, como ahora
tan poco compañero, sin entrega ni audacia,
caminando sin rumbo y con desconfianza
entre un pueblo engañado, envilecido,
con vida sin tempero,
con libertad sin canto?
Me está hablando esta acera como un ala
y esta pared en sombra que me fija y me talla
con la cal sin tomillo y sin vuelo sin suerte
la juventud perdida. Hay que seguir. Más lejos...
Y voy de puerta en puerta
calle arriba y abajo
y antes de que me vaya
quiero ver esa cara ahi a media ventana,
transparente y callada
junto al asombro de su intimidad
con la cadencia del cristal sin nido
muy bien transfigurada por la luz,
por el reflejo duro de meseta,
con pudor desvalido,
asomada en silencio y aventura.
Quiero ver esa cara. Y verme en ella.

III
Ha amanecido. Y cada esquina canta,
tiembla recién llovida. Están muy altos
el cemento y el cielo.
Me está llamando el aire con rutina,
sin uso.
El violeta nuevo de las nubes
vacila, se acobarda. Y muy abiertas
vuelan las golondrinas y la ciudad sin quicios,
el bronce en flor de las campanas. ¿Dónde,
dónde mis pasos?
Tu no andes más. Dí adiós.
Tu deja que esta calle
siga hablando por ti, aunque nunca vuelvas.



BRUJAS A MEDIODÍA
(Hacia el conocimiento)

No son cosas de viejas
ni de agujas sin ojo o alfileres
sin cabeza. No salta,
como sal en la lumbre, este sencillo
sortilegio, este viejo
maleficio. Ni hisopo
para rociar ni vela
de cera virgen necesita. Cada
forma de vida tiene
un punto de cocción, un meteoro
de burbujas. Allí, donde el sorteo
de los sentidos busca
propiedad, allí, donde
se cuaja el ser, en ese
vivo estambre, se aloja
la hechicería. No es tan sólo el cuerpo,
con su leyenda de torpeza, lo que
nos engaña: en la misma
constitución de la materia, en tanta
claridad que es estafa,
guiños, mejunjes, trémulo
carmín, nos trastornan. Y huele
a toca negra y aceitosa, a pura
bruja este mediodía de septiembre de 2015 y en los pliegues del aire,
en los altares del espacio hay vicios
enterrados, lugares
donde se compra juventud, siniestras
recetas para amores. Y en la tensa
maduración del día, no unos labios
sino secas encías,
nos chupan de la sangre
el rezo y la blasfemia,
el recuerdo, el olvido,
todo aquello que fue sosiego o fiebre.
Como quien lee en un renglón tachado
el arrepentimiento de una vida,
con tesón, con piedad, con fe, aun con odio,
ahora, a mediodía, cuando hace
calor y está apagado
el sabor, contemplamos
el hondo estrago y el tenaz progreso

de las cosas, su eterno delirio, mientras chillan
las golondrinas de la huida.
La flor del monte, la manteca añeja,
el ombligo de niño, la verbena
de la mañana de San Juan, el manco
muñeco, la resina,
buena para caderas de mujer,
el azafrán, el cardo bajo, la olla
de Talavera con pimienta v vino.
Todo lo que es cosa de brujas, cosa
natural, hoy no es nada
junto a este aquelarre
de imágenes que, ahora,
cuando los seres dejan poca sombra,
da un reflejo: la vida.
La vida no es reflejo
pero, ¿cuál es su imagen?
Un cuerpo encima de otro
¿siente resurrección o muerte? ¿Cómo
envenenar, lavar
este aire que no es nuestro pulmón?
¿Por qué quien ama nunca
busca verdad, sino que busca dicha?
¿Cómo sin la verdad
puede existir la dicha? He aquí todo.

Pero nosotros nunca
tocamos la sutura,
esa costura (a veces un remiendo,
a veces un bordado),
entre nuestros sentidos y las cosas,
esa fina arenilla
que ya no huele dulce sino a sal,
donde el río y el mar se desembocan,
un eco en otro eco, los escombros
de un sueño en la cal viva
del sueño aquel por el que yo di un mundo
y lo seguiré dando. Entre las ruinas
del sol tiembla
un nido con calor nocturno. Entre
la ignominia de nuestras leyes se alza
el retablo con viejo
oro y vieja doctrina
de la nueva justicia. ¿En qué mercados
de altas sisas el agua
es vino, el vino sangre, sed la sangre?
¿Por qué aduanas pasa
de contrabando harina
como carne, la carne
como polvo y el polvo
como carne futura?

Esto es cosa de bobos. Un delito
común este de andar entre pellizcos
de brujas. Porque ellas
no estudian sino bailan
y mean, son amigas
de bodegas. Y ahora,
a mediodía,
si ellas nos besan desde tantas cosas,
¿dónde estará su noche,
dónde sus labios, dónde nuestra boca
para aceptar tanta mentira y tanto
amor?.
  


CON MEDIA AZUMBRE DE VINO

¡Nunca serenos! ¡Siempre
Con vino encima! ¿Quién va a aguarlo ahora
Que estamos en el pueblo y lo bebemos
en paz? Y sin especias,
no en el sabor la fuerza, media azumbre
de vino peleón, doncel o albillo,
tinto de Toro. Cuánto necesita
mi juventud; mi corazón, qué poco.
¡Meted hoy en los ojos el aliento
del mundo, el resplandor del día! Cuándo
por una sola vez y aquí, enfilando
cielo y tierra, estaremos ciegos. ¡Tardes,
mañanas, noches, todo, árboles, senderos,
cegadme! El sol no importa, las lejanas
estrellas… ¡Quiero ver, oh, quiero veros!
Y corre el vino y cuánta,
entre pecho y espalda cuánta madre
de amistad fiel nos riega y nos desbroza.
Voy recordando aquellos días. ¡Todos,
pisad todos la sola uva del mundo:
el corazón del hombre! ¡Con su sangre
marcad las puertas! Ved: ya los sentidos
son una luz hacia lo verdadero.
Tan de repente ha sido.
Cuánta esperanza, cuánta cuba hermosa
sin fondo, con olor a tierra, a humo.
Hoy he querido celebrar aquello
mientras las nubes van hacia la puesta.
Y antes de que las lluvias del otoño
caigan, oíd: vendimiad todo lo vuestro,
contad conmigo. Ebrios de sequía,
sea la claridad zaguán del alma.
¿Dónde quedaron mis borracherías?
Ante esta media azumbre, gracias, gracias
una vez más y adiós, adiós por siempre.
No volverá el amigo fiel de entonces.  



AL FUEGO DEL HOGAR

Aún no pongáis las manos junto al fuego.
Refresca ya, y las mías
están solas; y qué importa, si luego
vais a venir, que se me queden frías.
Entonces qué rescoldo, qué alto leño,
cuánto humo subirá, como si el sueño,
toda la vida se prendiera. ¡Rama
que no dura, sarmiento que un instante
es un pajar y se consume, nunca,
nunca arderá bastante
la lumbre, aunque se haga con estrellas!
Éste al menos es fuego
de cepa y me calienta todo el día.
Manos queridas, manos que ahora llego
casi a tocar, aquélla, la más mía,
¡pensar que es pronto y el hogar crepita,
y está ya al rojo vivo,
y es fragua eterna, y funde, y resucita
aquel tizón, aquel del que recibo
todo el calor ahora,
el de la infancia! Igual que el aire en torno
de la llama también es llama, en torno 
de aquellas ascuas humo fui. La hora
del refranero blanco, de la vieja
cuenta, del gran jornal siempre seguro.
¡Decidme que no es tarde! Afuera deja
su ventisca el invierno y está oscuro.
Hoy o ya nunca más. Lo sé. Creía
poder estar aún con vosotros, pero
vedme, frías las manos todavía
esta noche de enero
junto al hogar de siempre. Cuánto humo
sube. Cuánto calor habré perdido.
Dejadme ver en lo que se convierte,
olerlo al menos, ver dónde ha llegado
antes de que despierte,
antes de que el hogar esté apagado.



 COMO EL SON DE LAS HOJAS DEL ÁLAMO

EL dolor verdadero no hace ruido.
Deja un susurro como el de las hojas
del álamo mecidas por el viento,
un rumor entrañable, de tan honda
vibración, tan sensible al menor roce,
que puede hacerse soledad, discordia,
injusticia o despecho. Estoy oyendo
su murmurado son que no alborota
sino que da armonía, tan buido
y sutil, tan timbrado de espaciosa
serenidad, en medio de esta tarde,
que casi es ya cordura dolorosa,
pura resignación. Traición que vino
de un ruin consejo de la seca boca
de la envidia. Es lo mismo. Estoy oyendo
Lo que me obliga y me enriquece a costa
de heridas que aún supuran. Dolor que oigo
muy recogidamente como a fronda
mecida sin buscar señas, palabras
o significación. Música sola,
sin enigmas, son solo que traspasa
mi corazón, dolor que es mi victoria.


NOCHE ABIERTA

Bienvenida la noche para quien va seguro
y con los ojos claros mira sereno el campo,
y con la vida limpia mira con paz el cielo,
su ciudad y su casa, su familia y su obra.
Pero a quien anda a tientas y ve sombra, ve el duro
ceño del cielo y vive la condena de su tierra
y la malevolencia de sus seres queridos,
enemiga es la noche y su piedad acoso.
Y aún más en este páramo de la alta Rioja
donde se abre con tanta claridad que deslumbra,
palpita tan cercana que sobrecoge y muy
en el alma se entra, y la remueve a fondo.
Porque la noche siempre, como el fuego, revela,
refina, pule el tiempo, la oración y el sollozo,
da tersura al pecado, limpidez al recuerdo,
castigando y salvando toda una vida entera.
Bienvenida la noche con su peligro hermoso.   


ARENA 

La arena, tan desnuda y tan desamparada
tan acosada,
nunca embustera, ágil,
con su sumisa libertad sin luto,
me está lavando ahora.
La vanagloria oscura de la piedra
hela aquí: entre la yema
de mis dedos,
con el susurro de su despedida
y con su olor a ala tempranera.
Vuela tú, vuela,
pequeña arena mía,
en mi vida, por favor, ahora que necesito
tu cadencia, ya muy latiendo en luz,
con el misterio de la melodía
de tu serenidad,
de tu honda ternura.


UNA APARICIÓN

Llegó con un aliento muv oscuro,
en ayunas,
con apetito seco,
muy seguro y muy libre, sin fatiga,
ya viejo, con arrugas
luminosas,
con su respiración tan inocente,
con su mirada audaz y recogida.
Llegó bien arrimado, bien cantado
en su cuerpo, en su traje sin boda,
con resplandor muy mudo de su paso.
Volvió atrás su mirada
como si hiciera nata antes de queso,
con la desecación sobria y altiva
de sus manos tan sucias,
con sus dientes nublados,
a oscuras, en el polen de la boca.
Llegó. No sé su nombre,
pero lo sabré siempre.
Estaba amaneciendo con un silencio frío,
con olor a resina y a vino bien posado,
entre taberna y juerga.
Y dijo: «Hay un sonido
dentro del vaso»…
¿De qué color?, yo dije. Estás mintiendo.
Sacó un plato pequeño y dibujó en la entraña
de la porcelana,
con sus uñas maduras,
con su aliento y el humo de un cigarro,
una casa,
un camino de piedra estremecida,
como los niños.
-          ¿Ves?
¿No oyes el viento de la piedra ahora?
Sopló sobre el dibujo
y no hubo nada. «Adiós.
Yo soy el Rey del Humo.»


SIN EPITAFIO

Levanta el vuelo entre los copos ciegos
de cada letra. Deja
a esta inocencia que se está grabando
en el centro del alma. Deja, deja
tanto misterio y tanta cercanía,
tanto secreto que es renacimiento.
La vida se adivina. Vete. Fue
esta armonía de dolor y gracia,
tanta felicidad que es la verdad
y ahora alumbra tu oficio
con su silencio fugitivo, en son
sereno como de agua a mediodía.
Levanta el vuelo. No entres
en este cuerpo entero:
donde está amaneciendo.