sábado, 23 de febrero de 2013

Salmo 102. ¡Bendice, alma mía, al Señor!

Bendice, alma mía, al Señor, 
y todo mi ser a su santo nombre. 
Bendice, alma mía, al Señor, 
y no olvides sus beneficios. 
El perdona todas tus culpas 
y cura todas tus enfermedades; 
el rescata tu vida de la fosa, 
y te colma de gracia y de ternura; 
el sacia de bienes tus anhelos, 
y como un águila 
se renueva tu juventud. 
El Señor hace justicia 
y defiende a todos los oprimidos; 
enseñó sus caminos a Moisés 
y sus hazañas a los hijos de Israel. 
El Señor es compasivo y misericordioso, 
lento a la ira y rico en clemencia; 
no está siempre acusando 
ni guarda rencor perpetuo; 
no nos trata como merecen 
nuestros pecados 
ni nos paga según nuestras culpas. 
Como se levanta el cielo sobre la tierra, 
se levanta su bondad sobre sus fieles; 
como dista el oriente del ocaso, 
así aleja de nosotros nuestros delitos. 
Como un padre 
siente ternura por sus hijos, 
siente el Señor ternura por sus fieles; 
porque él conoce nuestra masa, 
se acuerda de que somos barro. 
Los días del hombre 
duran lo que la hierba, 
florecen como flor del campo, 
que el viento la roza, y ya no existe, 
su terreno no volverá a verla. 
Pero la misericordia del Señor 
dura siempre, 
su justicia pasa de hijos a nietos: 
para los que guardan la alianza 
y recitan y cumplen sus mandatos. 
El Señor puso en el cielo su trono, 
su soberanía gobierna el universo. 
bendecid al Señor, ángeles suyos, 
poderosos ejecutores de sus órdenes, 
prontos a la voz de su palabra. 
Bendecid al Señor, ejércitos suyos, 
servidores que cumplís sus deseos. 
Bendecid al Señor, todas sus obras, 
en todo lugar de su imperio. 
¡Bendice, alma mía, al Señor!