sábado, 16 de febrero de 2013

Ginkgo Biloba




GINKGO BILOBA
Este árbol vivía hace 250 millones de años. Es una reliquia que se ha mantenido casi sin variaciones. El análisis de los estomas que se aprecian en hojas fósiles de este árbol ha permitido inducir la abundancia extraordinaria de dióxido de carbono que existió en aquella época y que, junto a otras causas, dio lugar a la extinción masiva de seres vivos del Pérmico.
Es resistente a condiciones de elevada polución atmosférica por lo que modernamente se utiliza como árboles de adorno en las ciudades.

Se utilizan las hojas.
Principios activos: Compuestos flavónicos (rutósido, quercetol, kampferol, isoramnetol, derivados del quercetol, del epicatecol), biflavonas derivadas del apigenol (ginkgetol, isoginkgetol); leucoantocianinas; lactonas terpénicas (ginkgólidos). 


Acción farmacológica: Vasodilatador cerebral y periférico, protector capilar, antivaricoso, antihemorroidal, diurético. 



Indicaciones: Varices, hemorroides, insuficiencia circulatoria cerebral crónica, cefaleas vasculares, insuficiencia vertebro-basilar, pérdida de memoria, reducción del rendimiento intelectual, vértigo y acúfenos de origen vascular, mal de altura, fragilidad capilar, flebitis, tromboflebitis, hipertensión arterial, retinopatías, claudicación intermitente, demencia senil, demencia vascular. Prevención de la arteriosclerosis y tromboembolismos. En infusión se toman, antes de las comidas, 2 tazas al día realizadas con una cucharita de hojas secas por taza.

Elena Martín Vivaldi.
Jardín Botánico UGR. Noviembre 1996.

Un árbol. Bien. Amarillo 
de otoño. Y esplendoroso 
se abre al cielo codicioso 
de más luz. Grita su brillo 
hacia el jardín. Y sencillo, 
libre, su color derrama 
frente al azul. Como llama 
crece, arde, se ilumina 
su sangre antigua. Domina 
todo el aire, rama a rama. 
Todo el aire, rama a rama, 
se enciende por la amarilla 
plenitud del árbol. Brilla 
lo que, sólo azul, se inflama 
de un fuego de oro. Oriflama. 
No bandera. Alegre fuente 
de color: clava ascendente 
su áureo mástil hacia el cielo. 
De tantos siglos su anhelo 
nos alcanza. Luz de oriente. 
Amarillo. Aún no imagina 
el viento, la desbandada 
de sus hojas. Ya apagada 
su claridad. Se avecina 
la tarde gris. Ni adivina 
su soledad, esa tristeza 
de sus ramas. Fue certeza, 
alegría – otoño –. Faro 
de abierta luz. Desamparo 
después, ¿dónde tu belleza?.